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100 días sin Gobierno y nos importa una mierda

A los diputados del Congreso les ha tocado hoy volver al trabajo, aunque la verdad es que nadie sabe muy bien en que están trabajando.

Éste no ha sido el invierno de nuestro descontento, como decía Gloucester en Ricardo III. Quizá ha podido ser el invierno del descontento para cuatro políticos a los que les ha tocado currar, reunirse, llamar mucho por teléfono, mandarse mensajitos por WhatsApp y utilizar las redes sociales para declararse su amor, su poliamor, de manera pública. Más que Ricardo III parece que le han copiado a Shakespeare la escena del balcón de Romeo y Julieta. Solo les ha faltado abrirse un perfil en Tinder para ver si tenían suerte en una cita a ciegas. Y, por lo menos, así pillaban.

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Hoy tocaba volver al curro, a sentarse en el Congreso, tras unas largas vacaciones de Semana Santa, tan largas como la de los niños en los colegios. Y 100 días después, siguen sin ponerse de acuerdo en quién debe gobernar, en quién se va a ir a vivir a La Moncloa y, lo peor de todo, ya no tenemos ni puta idea de quién se lleva bien con quién. De patio de colegio, lo dicho. Como cuando uno cambiaba de mejor amigo o de novia como el que se cambia la ropa interior (el que lo haga concierta regularidad). No tenemos presidente, pero tampoco se nota. Nuestra vida no ha cambiado. El Parlamento parece provisional, y tampoco pasa nada. Vamos a ver cómo están los candidatos más de tres meses después de que votáramos y tres meses antes de que nos toque -si nadie lo remedia- volver a hacerlo.

Mariano Rajoy: Después de realizar una meteórica y exitosa gira por cadenas de radio y televisión como lavado de imagen -si hubiera seguido el programa de Parada se hubiera sentado a tocar el piano con el músico del bigote- el presidente en funciones ha decidido salir de su letargo. A regañadientes, un poco de mala hostia, va hoy al Congreso a explicar lo que han decidido en Bruselas sobre la crisis de los refugiados y otras medidas que a nosotros nos parecen muy (pero que muy) importantes. Gracias, muchas gracias. Eso sí, ha dejado bien claro que él no tiene que rendir cuentas ante una cámara provisional que se encuentra en funciones. Menos mal que tiene la mayoría de sillas ocupadas por lo suyos que si no. Está triste, compungido, se siente el amante despechado en este juego de tronos que se han montado los políticos más jóvenes y le queman las manos cada vez que se enciende una Falla en el PP de Valencia. Cosa que sucede habitualmente. Demasiado habitualmente.

Pedro Sánchez: Es el Romeo de esta tragicomedia en varios actos que parece que no va a acabar nunca. Rajoy ya nos explicó eso del baile del Rigodon, lo de cambiar de pareja cada cierto tiempo. Y es verdad que el apuesto (y bien plantado) líder de los socialistas lo sigue al pie de la letra. En principio iba a quedar con Pablo Iglesias antes de Semana Santa pero con lo hacer las maletas, llevar el coche a cambiar el aceite y buscar alojamiento se les echó el tiempo encima y no se pudieron ver. Lo han dejado para esta semana, suponemos que se habrán estado mandando besos (carrillos hinchados y corazón volador) por WhatsApp para recordarse que tienen pendiente esa cita. Lo mejor de él es que sigue jugando a dos bandas. Como le dijo Mariano. Él sigue, tenaz y persistente, tonteando con todo el que asoma por su despacho. Su última ocurrencia nos parece magistral: no le importaría formar un Gobierno con ministros de Ciudadanos y Podemos. Si es un chiste nos parece de antología del humor surrealista. Si va en serio… ejem.

Pablo Iglesias: Al líder de Podemos el incendio se le ha formado en casa, dentro de sus círculos. Entre dimisiones, destituciones y pataletas (Errejón parece bastante mosqueado, incluso tristón) ha tenido su particular semana de pasión laica. Encima le han apedreado en Robledo de Chavela, bueno, a su muñeco, a un pelele con camiseta morada de Podemos. Aunque si le hubieran tenido a tiro viendo cómo se las gasta el alcalde de esta localidad (especialista en soltar perlas sobre violencia de género) alguna se hubiera llevado. Allí le han nombrado Judas oficial de la Pasión. Bueno, él cree que Judas son los demás, en especial Albert Rivera y Pedro Sánchez a los que considera auténticos traidores que han pactado a sus espaldas. Aunque lo de los dos líderes de centro (izquierda y derecha, según ellos) huele a auténtico y fétido matrimonio de conveniencia. Antes de su reunión con Sánchez, un poquito de quejas de sus disidentes para que no se aburra.

Albert Rivera: Lo suyo es un misterio digno de ocupar un lugar de honor en la nave de Iker Jiménez. Después de dar tumbos, coquetear aquí y allá con todo el mundo, sigue siendo el que mejor parado sale en las encuestas. El político al que todo el mundo quiere (cada día un poco más). Sigue siendo, y siempre lo será, el yerno preferido de España, el cuñado que no da por el culo con sus opiniones y el amigo en el que (casi) siempre puedes confiar para que te guarde las llaves cuando sales de ciego para poder entrar a casa en condiciones. No para de darle caña a Mariano, la ha pillado con el PP porque sabe que ahí es donde está su fuerte, mientras no suelta de la mano al siempre bien bronceado Pedro Sánchez. Está tan fino que no le produce urticaria reunirse con el mismísimo Satanás convertido en político (para él, que quede claro) que es el independentista y president a dedo Puigdemont. Así de sobrado se encuentra, cada vez más cerca de plantar su culo en el sillón de vice-presidente.

Éste es el estado actual de los cuatro candidatos, que, por momentos, parecen auténticos tronistas de MYHYV sacando músculo, presumiendo de sus escapadas nocturnas, tonteando con varias parejas a la vez y visitando la cabina de rayos UVA para estar más guapos que el resto de sus contrincantes. A nosotros, la verdad, nos da igual en qué acabe todo esto, el caso es que no ha sido el invierno de nuestro descontento, se ha vuelto verano sin tener sol, ha estado bien y no se ha notado que llevamos 100 días sin inquilino fijo en La Moncloa.