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De copas con las chicas

Las chicas de compania de Nairobi

Es imposible pasar por alto un pequeño trapo sucio de Nairobi: en cada club y bar del centro hay mujeres preciosas y bien vestidas hablando con hombres poco atractivos y mucho mayores que ellas. Quizás haya tres o cuatro sentadas en una mesa, y todas adulan a un tío con pinta sospechosa. Es posible que ese tío salga de ahí con una mujer de cada brazo. Una de cada tres de esas mujeres es seropositiva. Se trata de las “Chicas del crepúsculo” de Nairobi, y sus vidas no siempre son precisamente divertidas. Todo el mundo lo sabe, pero nadie dice nada.

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Un informe reciente del Banco Mundial y las Naciones Unidas revela que, en Kenia, las trabajadoras sexuales presentan una de las tasas más altas de SIDA en África: un 37%, para ser exactos. Estos datos aparecieron unas semanas después de que el ayuntamiento de Nairobi intentase legalizar la prostitución.
Después de este intento de legalización, trabajadoras sexuales enmascaradas se manifestaron públicamente para poner fin a la violencia sexual y al acoso policial, un paso muy atrevido considerando el abyecto terror que la mayoría siente respecto a revelar su identidad o meterse con las autoridades. En una ciudad con 7.000 trabajadoras sexuales que dan servicio a tres o cuatro clientes cada noche, el subsiguiente debate político ha sido intenso. Me tomé algo con las chicas en Abu’s, un antro horripilante, un bar/burdel en River Road, un barrio chungo de Nairobi, con tal de enterarme qué piensan las trabajadores sexuales sobre el tema.

Cuando llegué, mujeres hastiadas que presentaban diversos grados de intoxicación se alineaban junto a la pared, en las escaleras del bar. Algunas yacían en el suelo, al estilo vagabundo. Era un panorama bastante desalentador.

Mary, de 19 años, lleva un año en el negocio. Vive con su hermana, quien no tiene ni la menor idea de que Mary en realidad, no está trabajando en el salón de belleza. (Obviamente, ninguna chica me dejó hacerle fotografías). Esta es la típica tapadera de la mayoría de mujeres que trabajan en Abu’s: para sus familias, trabajan hasta tarde en salones de belleza. Son esteticistas.

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Se levantan al mediodía, se dirigen al bar donde trabajan y se quedan bebiendo y buscando clientes hasta las 4 o las 5 de la madrugada. Si tienen hijos (A Mary le gustaría, en algún momento, tener dos), les dan de comer por la mañana. Unas horas de sueño y vuelta a empezar.

“A veces es un estilo de vida frenético”, me dijo Mary. “En casa soy cristiana, y le digo a mi hermana que pronto voy a volver a estudiar. Aquí fuera es algo totalmente distinto”.

¿Pero cómo funciona exactamente? Según Mary, te acercas a un tío, te sientas en su mesa y le pides que te invite a algo. Si acepta, cúrratelo. Flirtea, ríe, ignora el hecho de que es 30 años mayor que tú y que probablemente esté casado.

“No es difícil. Me voy con él, saco un condón y follamos. No le beso, solo son negocios. Cuando termino me voy. La mayoría no me importan una mierda. Quizás haya unos tres a quienes veo a menudo. A los otros los olvido”, dijo.

Mary cobra 200 chelines kenianos, unos dos dólares y medio (1,87€) por cliente. Si tiene una buena noche, conseguirá dos o tres clientes. Si le dan 500 chelines, lo hará sin condón. “Soy consciente de los riesgos y me dan miedo”, dijo, “pero tengo que comer, vestirme y necesito un sitio donde vivir”.

Aquí, la mayoría de trabajadoras sexuales son madres solteras, desesperadas por mantener a sus hijos, pagar la comida y el alquiler. Intentan insistir en usar condones, pero a menudo sus clientes pagan más por hacerlo sin condón. (Tíos, en serio, ¿el 37 por ciento?, venga ya).

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Hay una enorme diferencia entre 200 y 500 chelines, me dijo Shayla, de 22 años.

“Tengo una hija de seis años esperándome en casa. ¿Qué puedo hacer por ella? Si no hay dinero, no comemos”, dijo.

Shayla intenta mitigar los riesgos –nunca estar más borracha que el cliente y no acercarse a nadie que esté drogado – pero no siempre es suficiente. Aún se acuerda de su primer cliente, en Abu’s, hace tres años.

“Había terminado el instituto y me mudé a Nairobi, pero no había trabajo. Pasaba mucho rato aquí y un día un hombre me dijo que me acercase a su mesa. ‘Solo quiero hablar’, dijo. Pero entonces me dijo que tenía que follármelo, y nos marchamos juntos. Dijo que no quería usar condón, y me dio una bofetada cuando intenté marcharme. Cuando habíamos acabado, me dio un billete de autobús y me fui”, me contó.

Como Mary, Shayla también jura que no tiene el SIDA. La mayoría de trabajadoras sexuales lo juran.

“Aunque lo tuvieses, no lo puedes ir contando por ahí. Significaría el fin para ti”, dijo..

Además de la amenaza casi incesante de contraer el SIDA o del maltrato y violación, las prostitutas de Nairobi son objetivo constante del acoso policial.

“Incluso si estás cruzando la calle sola, de noche, te pueden parar y acosar. O los sobornas y suplicas o pasas la noche en prisión. ¡Perdemos tanto dinero por culpa de esto!”, dijo Shayla.

Catherine Mukundi es una agradable y simpática coordinadora de proyectos de Hope Worldwide Kenya, una ONG que trata los desafíos a los que se enfrentan las trabajadoras sexuales de Nairobi. Ella se negó a pronunciarse en el tema candente de la legalización, pero luego se desdijo y se pronunció de todos modos. “Creo que algunos problemas surgen porque la prostitución está criminalizada”, dijo. “Hay casos en los que se pilla a alguien con condones, por ejemplo, y la policía le acosa. Como trabajan clandestinamente, no se sienten cómodas ni siquiera llevando la protección que necesitan”.

Las tasas de SIDA podrían disminuir y las mujeres se sentirían mucho más seguras si no tuviesen que lidiar con mierda de ambos lados de la ley, dijo Mukundi.

“Las mujeres no tienen suficiente poder para negociar el hacerlo con condón. Si alguien no puede dar de comer a sus hijos, no está en posición de exigir el uso del condón. Nuestro papel es mostrarles que no hay que doblegarse ante este tipo de presión”, dijo.

Pero la tasa de desempleo de Kenia es, aproximadamente, de un 40 por ciento, así que es poco probable que las Chicas del crepúsculo dejen de hacer la calle en un futuro cercano. En Abu’s, Mary me dijo que duda que la legalización mejore mucho las cosas.