A la fuga con el “ladrón de bancos” Enric Duran

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El número de la hora mágica

A la fuga con el “ladrón de bancos” Enric Duran

En 2008, Enric Duran se agenció unos cuantos cientos de miles de euros de varios bancos españoles. Nathan Schneider vino a Cataluña para conocer al hombre, que todavía está a la fuga de las autoridades.

Foto por el autor

Enric Duran no siempre se toma tan en serio lo de moverse por el underground, pero una noche de finales de enero se la pasó yendo de sótano en sótano. En un hacklab debajo de una pequeña biblioteca al sur de París se reunió con un grupo de activistas que habían venido de toda Francia y entonces viajó con ellos en bus y en metro hasta un viejo palacio al norte de la ciudad. La planta baja parecía una galería de arte, pintada de blanco y con una acústica muy particular, pero el sótano era como una cueva, llena de trajes, aparatos científicos y paredes de obra vista. Allí abajo, Duran colocó unas cuantas sillas en círculo para la docena de personas que habían hecho el trayecto con él. Mientras se instalaban y debatían en qué idioma hablar, una mujer que había acudido a un acto sobre licencias abiertas en el piso de arriba sacó la cabeza por la puerta y lo señaló con el dedo a una amiga suya tratando, sin conseguirlo, de contenerse. Cuando la reunión hubo finalizado, la mujer se le acercó. "¡Tú eres el ladrón de bancos!", le dijo.

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En aquel sótano, Duran acaparó toda la atención. Este anticapitalista de Vilanova i la Geltrú de 38 años que camina un poco encorvado, tiene los incisivos algo separados, el pelo canoso y una barba negra salpicada también de canas vestía una sudadera blanca. Su presencia era discreta y se le notaba algo incómodo, pero transmitía autoridad. Mientras el resto del grupo charlaba, él tenía la mirada perdida, pero centró toda su atención en cuanto la conversación viró hacia en el asunto que le interesaba y se empezó a discutir cómo colaborar.

Había reunido aquel grupo para exponerles su último proyecto, FairCoop, que poco a poco se iba revelando como nada menos que un nuevo sistema financiero global. Gracias a FairCoop, las comunidades de todo el mundo podrán comerciar, financiarse mutuamente, redistribuir la riqueza y tomar decisiones colectivas. Para ello, tienen planeado hackear los mercados de divisas para financiarse y sustituir al mismo tiempo el capitalismo competitivo por la cooperación. A continuación, Duran desgranó los nombres de sus diferentes componentes: FairMarket, FairCredits, Fairtoearth, el Fondo Global del Sur y demás. "Podremos realizar intercambios sin el control de los gobiernos", promete en un inglés macarrónico. Para arrancar este proyecto, se ha hecho con el control de una criptomoneda similar a Bitcoin llamada FairCoin.

Los activistas franceses le agasajaron con preguntas sobre lo que sea que habían entendido de su explicación; algunas preguntas eran de índole político, otras más técnicas. ¿Qué tiene que ver FairCoin con FairCredit? ¿Qué se puede comprar en FairMarket? ¿Cuántas FairCoins se destinarán a cada fondo y con qué fin? La mayoría de los que preguntaban eran hombres, más bien jóvenes, que se habían estado acariciando la barbilla mientras le escuchaban. La mayoría de las mujeres ya se habían ido antes de que acabara. Duran tiene una forma de expresarse monótona, pero aún así sus respuestas componían una especie de rapsodia. Y sus respuestas a todas las preguntas del tipo "Y si…" eran siempre una variación de "Podemos decidirlo".

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El único motivo por la que el grupo de activistas estaba dispuesto siquiera a considerar el abrumador conjunto de posibilidades que desgranó Duran es porque es un famoso ladrón de bancos; se agenció unos cuantos cientos de miles de euros de varios bancos españoles durante los primeros meses de la crisis de 2008, motivo por el que ahora se encuentra en busca y captura. Duran aprovechó la inercia de aquella acción para organizar la Cooperativa Integral Catalana, una red de cooperativas que trabajan en toda Cataluña y que los activistas parisinos intentan replicar en Francia. Las iniciativas de Duran suelen funcionar. Tal vez ésta también.

Pero antes de robarle a los bancos, Duran se dedicaba a organizar. Cuando era adolescente y jugaba profesionalmente al tenis de mesa, contribuyó en la reestructuración del circuito de competición catalán para que fuera más equitativo. Cuando entró en la veintena, después de leer el diagnóstico de una sociedad materialista de Erich Fromm y la llamada a la desobediencia de Henry David Thoreau, dirigió su atención hacia injusticias de mayor calado. Aquello fue a finales de los 90, durante la época dorada del movimiento por la justicia global, también conocido como el movimiento antiglobalización. Hacía pocos años que los zapatistas se habían sublevado en el sur de México y, apenas unas semanas antes del llamado Efecto 2000, un grupo de manifestantes enmascarados se habían encadenado y habían conseguido que se paralizara la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Seattle. Según explica el antropólogo de la Universidad Northwestern, Jeffrey Juris, en Barcelona "Enric estaba en el epicentro de todo". Tanto, que se convirtió en una de las principales fuentes del libro de Juris sobre la cultura cooperativa. La gente le llamaba 'el hombre conectado'.

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En el año 2000, Duran colaboró en la organización del contingente catalán para las protestas contra las cumbres del Banco Mundial y el FMI en Praga, donde un policía le golpeó en la cabeza durante una manifestación. Pedían el fin de la dependencia del petróleo y por la condonación de la deuda de los países pobres. Duran vivía gracias a una pequeña asignación de su padre, que era farmacéutico, hasta que usó lo que le quedaba para ayudar a crear en 2003 una infotienda cooperativa en Barcelona llamada Infospai. Confiaba en poder subsistir con el Infospai, pero muy pronto se vio acuciado por problemas económicos, como le ocurre a tantos otros proyectos de grupos de activistas como el suyo. Necesitaba nuevas vías de ingresos que el capitalismo no podía proporcionarle.

Duran había estado estudiando la naturaleza del dinero, que consideraba un instrumento global para propagar la esclavitud de la deuda en favor de las élites económicas, que inflingían la plaga de la usura allí donde iban. Estaba convencido de que los grandes bancos eran la causa principal de las injusticias en el mundo. Tal vez, pensó, también podían ser la solución.

Fue un emprendedor amigo suyo quien le sugirió la idea de tomar prestado dinero de los bancos y no devolverlo. Al principio, sopesaron la idea de organizar una acción masiva que involucrara a muchas personas, o al menos hacer una película de ficción sobre el tema. Pero cuando su amigo murió en un accidente de tráfico, Duran decidió actuar solo. En otoño de 2005 creó varias empresas y comenzó a solicitar créditos. Al poco tiempo, ya tenía una hipoteca de Caixa Terrassa por valor de 201.000 euros. Aquella fue la primera de 68 operaciones de crédito, desde préstamos para comprarse un coche a tarjetas de crédito, con 39 bancos diferentes. Los créditos sumaban un total de 492.000 euros; 360.000 sin contar intereses ni impuestos.

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Durante casi tres años, Duran trabajó de manera constante y metódica. "Mi estrategia era sistemática", escribió en su libro Liquidar la banca, "como si mis acciones fueran parte de una línea de montaje de un sistema de producción fordista". Acudía a las reuniones con los directores de las oficinas con un maletín, aunque se veía incapaz de ponerse corbata. A veces, conseguía el mismo préstamo de diferentes bancos para comprar un mismo producto, por ejemplo, una cámara de video. A medida que iba acumulando dinero, se dedicaba a financiar grupos de su entorno que le eran afines. Así, colaboró en la Marcha por el Decrecimiento, una ruta en bicicleta por toda Cataluña en contra de la lógica del crecimiento económico, y montó un estudio de televisión en el Infospai.

El principio del final llegó en el verano de 2007. Duran empezaba a ver las primeras señales que anunciaban la crisis financiera de Estados Unidos y decidió que era el momento de darse a conocer. Durante todo el año siguiente, reclutó a un grupo de personas para montar una publicación que detallara los males de la banca y cómo se las había arreglado él para vencerla. Aquellos que le habían ayudado a organizar la Marcha por el Decrecimiento podían convertirse en la red de distribución que necesitaba para toda Cataluña. Escogió una fecha: el 17 de septiembre de 2008.

La fecha no podría haber sido más oportuna. El 15 de septiembre, Lehman Brothers se declaraba en quiebra. Aquella mañana, Duran voló desde Barcelona a Lisboa y, ese mismo día, cogió otro avión hacia São Paulo, en Brasil, donde vivía un amigo suyo llamado Lirca. El día 17 –exactamente tres años antes de que los manifestantes de Occupy Wall Street se instalaran en el parque Zuccotti de Nueva York–, un grupo de voluntarios repartían por toda Cataluña 200.000 copias de Crisis, el periódico de Duran. La mayoría de ellos no supieron hasta el día anterior qué era lo que iban a distribuir. Medios de todo el mundo se hicieron eco de la noticia y Duran pasó a ser conocido como el Robin Hood de los bancos.

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Hoy en día, él se refiere a aquella campaña como "su acción pública". Había salido justo como él lo había planeado: fue todo un espectáculo que contribuyó a crear una gran red de contactos y que generó el impulso para que surgieran otros proyectos. "No se trata de la historia de una sola acción", dijo. "Es un paso más en un proceso dirigido a construir un sistema económico alternativo".

En Brasil, Duran creó una página web para discutir con sus simpatizantes cuál debía serel siguiente paso. En un principio, el plan consistía en declarar una huelga masiva de deuda. Gente de todo el mundo se empezó a organizar para renegar de sus préstamos, pero para que la acción tuviera realmente efecto sobre los bancos, la escala de la operación debía ser enorme, así que renunciaron al plan. A finales del 2008, Duran, Lirca y sus amigos se decidieron por otra idea: la Cooperativa Integral y, a largo plazo, la Revolución Integral.

Al igual que la acción en contra de la banca, la idea era al mismo tiempo política y práctica. Las dificultades económicas con el Infospai le habían enseñado a Duran las ventajas de las que disfrutan las cooperativas. El impuesto que pagan los trabajadores autónomos en España es uno de los más altos de Europa –unos 265 euros mensuales, además de un porcentaje sobre los ingresos en concepto de IRPF– pero esta tasa no se aplica a las cooperativas. En lo más crudo de la crisis, la gente se estaba quedando sin trabajo pero por culpa de la cuota de autónomos muchos no podían aceptar trabajillos con los que salir adelante a menos que se unieran para formar una cooperativa. Pero Duran no tenía en mente una cooperativa tradicional, en la que los trabajadores o aquellos que recurrena sus servicios comparten la propiedad y la gestión, sino que quería crear una plataforma que actuara como paraguas bajo el que la gente pudiera vivir y trabajar según sus propias condiciones y de maneras muy diversas. La idea era ayudar a la gente y, al mismo tiempo, politizarla. Así como los ricos usaban los resquicios del sistema en su beneficio para asegurar su hegemonía, también los anticapitalistas podían hacer lo mismo.

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El grupo escogió el término 'integral' porque denotaba la totalidad, la síntesis y la variedad del proyecto. Aquello le infundió nuevos ánimos a Duran, que prometió volver a Cataluña. Invirtió casi todo el dinero que le quedaba de los préstamos en un segundo periódico, ¡Podemos!. Así como Crisis se centraba en los problemas del sistema bancario, ¡Podemos! lo hacía en las soluciones. En la portada se podía leer "¡Podemos vivir sin capitalismo! ¡Seamos el cambio que queremos!". En el interior, se exponían las líneas generales del proyecto que Duran y sus amigos habían estado desarrollando para la Cooperativa Integral. El 17 de marzo de 2009, exactamente seis meses después de Crisis, se distribuyeron por toda España 350.000 copias de ¡Podemos!. Ese mismo día, Duran hizo aparición en el campus de la Universidad de Barcelona, donde fue detenido de inmediato. Varios bancos le habían denunciado y la fiscalía pedía una pena de ocho años de cárcel.

Duran entró en prisión, pero fue puesto en libertad a los dos meses, después de que un donante anónimo se hiciera cargo de la fianza. Así comenzaron cuatro años de libertad en los que se dedicó a tareas organizativas. En primer lugar, creó la estructura legal de la cooperativa, con la idea de que los beneficios fiscales de ésta sirvieran para atraer más gente al proyecto. La siguiente prioridad era hacerse cargo de los artículos de primera necesidad: comida procedente de granjas, vivienda en casas ocupadas y comunas, y sanidad a través de remedios naturales y sostenibles. A principios de 2012, la Cooperativa Integral Catalana (CIC) era una realidad, con comisiones y asambleas mensuales. Al año siguiente, cuando el movimiento del 15-M ocupó las plazas de media España como protesta contra los recortes y la corrupción, los activistas se sumaron en masa a las filas de la CIC. Cooperativas similares empezaron a surgir en otras zonas del país y de Francia. Aunque el dinero de los préstamos de Duran no sirvió para crear la CIC, sí creció gracias a su reputación, su red de contactos y su actividad febril.

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A unas pocas manzanas de la eternamente inacabada Sagrada Familia de Gaudí se encuentra Aurea Social, un edificio de tres plantas que hasta hace poco albergaba un centro de salud con spa, y que desde febrero de 2012 ejerce de cuartel general de la CIC. En el pasillo, más allá de las puertas de cristal y del mostrador de recepción, se exponen productos hechos por los miembros: jabones, ropa infantil, juguetes de madera, comederos para pájaros y un fogón que funciona con energía solar. También hay unos cuantos folletos para el Espai de l'Harmonia, un hostal y centro de salud donde ofrecen sesiones de reiki o clases de aikido. Un poco más al fondo hay una pequeña biblioteca, un cajero de Bitcoins y las oficinas de las cerca de 75 personas que trabajan para la CIC. Algunos días hay un mercadillo de productos frescos de la Central de Abastecimiento Catalana, una distribuidora que tiene un almacén a una hora al sur de Barcelona, y que reparte en esta y otras cooperativas de la zona más de dos mil kilos de alimentos cada mes, la mayoría procedentes de granjas y productores de la propia cooperativa.

Cada una de las iniciativas que se anuncian en Aurea Social opera de forma más o menos independiente si bien todas, en mayor o menor grado, están vinculadas a la CIC. En su último recuento, la CIC estaba compuesta por 674 proyectos repartidos por toda Cataluña en los que trabajaban 954 personas. La CIC les proporciona amparo legal en lo que se refiere a fiscalidad y cuestiones societarias, y sus miembros comercian entre ellos con su propia moneda social, los ecos. Comparten profesionales sanitarios, abogados, informáticos, investigadores científicos y canguros. Se financian con el presupuesto anual de la CIC, de unos 390.000 euros, una plataforma de micromecenazgo y un banco de inversiones sin intereses llamado Casx. Para que un proyecto pase a formar parte de la CIC debe ser gestionado por consenso y de acuerdo con una serie de principios básicos como la transparencia y la sostenibilidad. Una vez la asamblea acepta un nuevo proyecto, los ingresos que genera se gestionan a través de la oficina de contabilidad de la CIC, que destina una parte a financiar la infraestructura común. Todos los participantes pueden beneficiarse de sus servicios y decidir a qué se destina el presupuesto.

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Los afiliados pueden escoger vivir en un bloque de apartamentos afiliado en Barcelona, o en Lung Ta, una comuna agrícola con tipis y yurtas, círculos de piedra y caballos, donde los residentes se organizan en "familias" de acuerdo con su alineación respecto a la astrología maya. Otros se instalan en Calafou, una "colonia ecoindustrial postcapitalista" construida en las ruinas de una fábrica centenaria que Duran compró junto con otras personas después de enterarse en internet de que estaba a la venta. (No podemos explicar más detalles sobre Calafou porque VICE no publica bajo licencia abierta, una exigencia impuesta por la colonia a todo los medios que quieran cubrir sus actividades). No lejos de allí, un grupo anarquista regenta un bar y un estudio de serigrafía en un edificio que había pertenecido a la CNT, el sindicato que gestionaba fábricas colectivizadas y milicias durante la Guerra Civil, en lo que puede considerarse el mayor experimento de sistema de organización anarquista de la historia. Como la CNT, la CIC está construyendo un mundo nuevo en la cáscara del viejo –como dice el mantra utópico, si bien, hasta cierto punto, no se trata de una utopía– creando una manera de subsistir en un lugar donde no es fácil subsistir.

España lleva años sumida en una perpetua recesión, con una tasa de desempleo de más del 20 por ciento que llega casi al 50 por ciento entre los menores de 25 años. La indignación ha provocado el auge de Podemos, un nuevo partido de corte populista que se opone a las políticas de recortes y se presenta dispuesto a desplazar a la casta. Sin hacer tanto ruido, movimientos como la CIC trabajan desde la base para transformar la estructura de la vida cotidiana.

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La Comisión Económica de la CIC está formada por cinco miembros, y su oficina se encuentra en la primera planta de Aurea Social, si bien no se parece en nada a la típica oficina de contabilidad. Una bandada de pájaros de papel cuelga del techo volando hacia la pizarra blanca que cubre toda una pared y donde puede leerse "Todo lo que necesitas es amor". La pared de enfrente está cubierta de dibujos hechos por niños. Los ordenadores de los trabajadores funcionan con Linux, un sistema operativo abierto, y software desarrollado a medida por los miembros de la Comisión de Informática con el que procesan los ingresos de los distintos proyectos de la CIC, gestionan los pagos y redistribuyen el presupuesto según las necesidades.

En caso de una inspección de Hacienda, los miembros de la CIC conocen el guión a seguir: deben decir que son voluntarios de una cooperativa y remitirlos a la Comisión Económica, que les presentarán la documentación pertinente. (Oficialmente, la CIC no existe, sino que opera a través de una serie de entidades legales, lo que hace que no dependa exclusivamente de ninguna de ellas). Los miembros se refieren a su sistema, y a los beneficios en materia de impuestos que les aporta, como "desobediencia fiscal" o "formas jurídicas" o, simplemente, como "la herramienta".

La contabilidad se realiza tanto en euros como en ecos, la moneda propia de la CIC. Los ecos no son una criptomoneda sofisticada como los Bitcoins, sino una mera red de crédito. Mientras que Bitcoin consiste en codificar las transacciones mediante un software para evitar el riesgo que supone depender de las autoridades centrales y evitar así el error humano, los ecos dependen de una comunidad de personas que confían completamente las unas en las otras. Cualquiera que tenga una de las más de 2.200 cuentas puede entrar en la web del Sistema de Intercambio Comunitario, acceder al saldo de los demás, y hacer transferencias de ecos de una cuenta a otra. Del mismo modo, el concepto de riqueza funciona a la inversa que en el mundo exterior. No está mal visto tener un saldo bajo o estar en números rojos; el problema es que el saldo de uno se aleje mucho de cero, ya sea por arriba o por abajo, y se mantenga así mucho tiempo. Como no existen intereses, tener muchos ecos sin usarlos no beneficia a nadie. En este sistema, ser solvente no consiste en acumular, sino en emplear el dinero y lograr un equilibrio entre lo que uno consume y lo que contribuye.

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La respuesta de la CIC a los bancos centrales es la Comisión de Seguimiento Monetario, cuya función es la de contactar con los miembros que apenas realizan transacciones para ayudarlos a descubrir de qué manera pueden satisfacer sus necesidades dentro del sistema. Si, por ejemplo, alguien quiere unos pantalones pero no los puede comprar en ecos, tal vez pueda convencer a un sastre para que se los haga. Pero el sastre, por su parte, solo aceptará los ecos en la medida en que a él también le sirvan para conseguir algo de lo que necesita. Se trata de construir una economía como si fuera un puzzle. La moneda no es únicamente un medio de intercambio, es la vara de medir de la independencia de la CIC respecto del capitalismo.

Una de las palabras que más se oye en la CIC es "autogestión". La pronuncian con un cariño similar al que los americanos hablan de "auto-suficiencia", pero sin esa connotación de cowboy individualista en plan que-les-den-a-los-demás. Pero más que "autogestionarse", lo que significa es que la comunidad es más que el individuo. Es similar al concepto del bien común. Se trata de compartir los recursos naturales, como los bosques, que no son propiedad de nadie, o el aire. En la CIC se guían más por este principio ético que por los resquicios legales; los beneficios fiscales sirven para atraer a más gente. Cuanto más puedan autogestionar cómo comen, duermen, se educan y trabajan, más cerca estarán de la Revolución Integral.

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Como suele decirse de lo s propietarios de animales y sus mascotas, todos los proyectos y las iniciativas que emprende la CIC se parecen entre ellas. Incluso los miembros que las llevan a cabo. Estos son los proyectos que ellos han creado, no es un trabajo que hacen porque alguien los haya contratado, y eso se nota. Y para construir una nueva economía se necesita todo tipo de proyectos. Uno de los grandes logros en materia de integración que ha logrado la CIC es la cohabitación relativamente pacífica entre dos subculturas opuestas en la ciudad, los punks y los hippies. Se mantienen separados, pero aún así se apoyan mutuamente.

Didac Costa es un hippie convencido. Lleva tiempo planeando crear una nueva comuna afiliada a la CIC, a la que provisionalmente le ha puesto el nombre de Walden Bas, en referencia al estanque de Thoreau. La parcela que está a punto de comprar se encuentra en una ladera escarpada en medio de las montañas, entre las ruinas de una antigua granja de piedra que la vegetación ha invadido casi por completo. Me guía por los alrededores como si fuera un curtido sherpa, mientras me explica dónde irá cada cosa –desde el agujero de la piscina a la antena de Wi-Fi– con tanta familiaridad y exactitud como si fueran elementos que ya estaban allí antes. Dice que allí es donde la gustaría pasar el resto de sus días. Costa, que se considera "un libertario no-dogmático", sociólogo y espiritualista, tiene una presencia circunspecta, perfeccionada sin duda por las sesiones de ayahuasca que realiza con chamanes brasileños y la marihuana que guarda en la lata de una botella de tequila. En cambio, sí que muestra entusiasmo cuando cita sesudas referencias intelectuales, aunque asegura que no se le caen los anillos por pasarse una semana cavando en el barro para construir unos pocos metros de carretera al lado de las ruinas de las que aún no es propietario; dice que le va bien para meditar. Aunque tiene 39 años, las canas que pueblan su media melena rizada y las bolsas bajo los ojos le hacen parecer más viejo.

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Costa ya usaba monedas sociales antes de entrar en la CIC. Las estudió durante años en Argentina y Brasil, y luego regresó para crear una en la localidad barcelonesa del Montseny. (Comenzó el 4 de enero de 2009, el día después de que lo hiciera Bitcoin). Ya conocía a Duran de algún "proyecto alocado" que abandonaron antes de empezar y que implicaba botar un barco lleno de hippies desde Brasil hasta la India. Después de que Duran saliera de la cárcel, empezaron a colaborar en serio. A finales de 2009, mientras preparaban lo que acabaría siendo la CIC, se reunieron con un grupo de Tarragona que también había creado una red independiente de moneda social. Decidieron unir ambas monedas en un único sistema. Ahora, al menos 20 redes de moneda social de toda Cataluña funcionan coordinadas a través de la CIC.

Costa ayudó a arrancar Calafou en 2011 y se mudó allí. Pero enseguida descubrió que no se llevaba bien con los insufribles punks que vinieron a hacerse con el control de la colonia. En cambio, la eco-vila que él planea crear será hippie hasta la médula: festivales de música, fiestas del arco iris, ayahuasca, yurtas, yoga y meditación Vipassana. Encontrar la financiación ha sido complicado, sobre todo desde que perdió 80 Bitcoins –unos 18.000 euros– cuando hackearon la página de intercambio Bitstamp en enero. Dice que Duran es su asesor financiero, y que están en contacto a menudo. Mientras acaba de cerrar el trato para comprar el terreno, vive en un apartamento cerca de allí, y así puede visitarlo a menudo y hacer planos.

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A una hora en coche en dirección a la costa, una de las jefas punk de la CIC vive en un antiguo pueblecito medieval con un nombre que parece sacado de un grupo de death-metal, Ultramort. Raquel Benedicto viste a menudo con una sudadera negra de La naranja mecánica , lleva el pelo teñido de rojo y tiene varios pendientes en ambas orejas. También tiene perforada la nariz, en el puente y en el séptum, aunque casi ya nos se ponga los piercings. Ahora evita las protestas callejeras, porque cuando la policía carga, ella no puede evitar responder, y ese es un riesgo que no puede asumir ahora que es madre.

A finales de 2014 ella y su hermano abrieron el restaurante Terra, el único de todo el pueblo, después de pasarse años en el Reino Unido trabajando como camarera y haciendo surf. Se trata de un proyecto cien por cien CIC: se puede pagar en ecos y a menudo se celebran allí asambleas regionales. Los miembros de la cooperativa forestal local, que usan un burro para transportar troncos, acuden a ella para hacer tratos. En la parte de atrás, Benedicto piensa montar una escuela infantil para los niños de la zona, como su hijo Roc de tres años.

Benedicto conoció a Duran en el año 2011, durante las protestas del 15-M. Por entonces, ella estaba llena de rabia, pero él le enseñó qué hacer con aquello energía. "Algo de verdad", me dice. Comenzó a trabajar en la Comisión de Bienvenida de la CIC, aprendiendo qué era la lógica integral al mismo tiempo que se la enseñaba a otros. Y hablando todo lo que podía con Duran. Al poco tiempo, pasó a la Comisión de Coordinación, el grupo que organiza las asambleas y ayuda al resto de comisiones a funcionar. Pero acabó quemada, y ahora trata de bajar el ritmo para concentrarse en el restaurante. "Por fin estoy empezando a hacer lo que quiero", dice.

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Al mismo tiempo, ha estado trabajando para expandir las operaciones de la CIC más allá de Aurea Social y hacerlas llegar a asambleas locales en toda Cataluña. Por eso, habla a menudo con Duran, si bien debe ir con cuidado. En una ocasión, la policía le confiscó el teléfono y han interrogado a los amigos de Duran para conocer su paradero. Cuando habla sobre él, se mantiene alejada del móvil y encripta sus emails. Benedicto es una de las personas que hace que la CIC siga funcionando en ausencia de Duran y que hacen que ésta ya no lo necesite.

Durante todo un fin de semana de finales de enero, la CIC celebró su asamblea anual, dedicada a planificar el presupuesto de todo el año. Eran unas sesenta personas sentadas en círculo en una amplia sala en la parte de atrás de Aurea Social, con hojas de cálculo proyectadas en la pared. Una mujer daba el pecho a su bebé mientras unos niños algo más mayores jugueteaban semisupervisados por el resto del edificio. Benedicto tomaba notas en un portátil mientras se debatía cómo reorganizar las comisiones para que fueran más eficientes, quién debía cobrar y cuánto. Aquel fin de semana también decidieron cerrar EcoBasic, una moneda híbrida respaldada por euros; una decisión que los alejaba aún más del uso de monedas oficiales y los acercaba a una moneda estrictamente social. A pesar del agotamiento y la frustración que supone esta manera de organizarse, no debe pasarse por alto el milagro que supone que tanta gente sea capaz de tomar decisiones de este calibre por consenso y de una manera consecuente.

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Entre las minucias que se debaten, sobrevuela en todo momento la sensación de que cualquier decisión que se toma contribuye a formar un modelo de organización mucho más grande e importante. Mientras debatían si el café zapatista era una necesidad básica, un desarrollador web se dedicaba a escribirle un email encriptado a Duran sobre los cambios en la web de FairCoin, la cara más pública del proyecto global de la CIC. La mayoría de los presentes sabían de su existencia, pero muy pocos pueden permitirse que los distraiga de sus proyectos particulares.

"Cuando Enric comienza a pensar en algo, todo el mundo tiembla", me dice Benedicto durante un descanso. "Tenemos un montón de trabajo por hacer y tú quieres hacer eso, ¿en serio?"

En Francia, Duran dedica sus días y sus noches al Integralismo realizando todas las actividades que le permite su condición clandestina. Se mueve por todas partes, cruzándose con policías en la calle sin inmutarse, cambiando de casa y de lugar de trabajo de tanto en tanto para que no les resulte fácil encontrarle. Solo comparte su paradero cuando y con quien es estrictamente necesario. Tal vez lo que más llame la atención sobre su vida diaria sea esa estabilidad y que, al menos en apariencia, Duran no muestre ansiedad ni dudas acerca de la dimensión de sus ambiciones. "Me siento capacitado para ello", me dice.

En una tarde nublada en París, después de reunirse con un desarrollador que trabaja en la web de FairMarket, Duran se dirige a uno de los hacklabs donde la conexión de Wi-Fi le permite enviar emails a través de una VPN que oculta su ubicación. Debe enviar una actualización a las más de 10.000 personas de su lista de mailing. Después, tiene una reunión con una experta en cooperativas de crédito en la oficina de un think tank. La brusquedad y el escepticismo que ella muestra acerca de FairCoop no inquieta a Duran en lo más mínimo. Después, y a pesar de que parece que el encuentro no ha sido nada productivo, lo único en lo que piensa es en qué manera puede aprovechar las redes de contactos de ella. Hacia la medianoche, hace una presentación de FairCoop ante los responsables de un asociación de economía colaborativa en la parte de atrás de su espacio de co-working. Luego les explica cómo usar un programa de chat seguro para continuar la discusión más adelante.

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Después de la lección de criptografía, regresa al apartamento de Airbnb y se sienta delante del ordenador, donde trabaja hasta las 4:30 de la mañana, profundamente concentrado, picando una galleta de vez en cuando, esbozando una sonrisa cuando consulta un email o un foro que le llama la atención, y escribiendo sin dejar de mirar al teclado. En la habitación, hay otro portátil encendido con el programa del wallet de FairCoin funcionando día y noche para mantener segura la red descentralizada de la moneda. Normalmente, duerme cuatro o cinco horas. No fuma, ni toma café y raramente se bebe una cerveza. Tampoco cocina. Le dan a uno ganas de cuidarlo como una madre.

Duran está planeando una tercera gran operación. La primera fue su "acción pública": hackear al sistema financiero en beneficio del activismo. La segunda fue la CIC y su "desobediencia fiscal": hackear al sistema legal para inventarse un nuevo tipo de cooperativa. La tercera es FairCoop: hackear una moneda para crear un nuevo sistema económico global. Al igual que la segunda, la tercera nació en el underground.

El juicio contra Duran estaba fijado para febrero de 2013. Por entonces, no tenía pinta de ser un juicio de verdad. El juez no aceptó la declaración de ninguno de los testigos propuestos por la defensa; seguramente temían que el juicio se convirtiera en un circo político. Pocos días antes de que comenzara el proceso, Duran volvió al underground. (La palabra que él usa es "clandestinidad"). Al principio, se ocultó en una casa, pero sentía que sus movimientos estaban demasiado limitados, así que se marchó a Francia, lejos de la policía española y donde podía pasar desapercibido.

Como no tenía mucho más que hacer, empezó a investigar acerca de las criptomonedas, un nuevo tipo de divisas online de las que Bitcoin es solo una de las primeras y la más conocida. La criptografía permite realizar y registrar transacciones en una red compartida que no depende de ningún gobierno ni banco central. Algunos amigos suyos ya llevaban tiempo trabajando en software relacionado con Bitcoin y, en sus inicios, Calafou había sido uno de los principales centros de desarrollo de esta moneda. A principios de 2013, Bitcoin comenzó a subir, pasando de valer prácticamente nada a más de 1.200 dólares cada unidad. Los primeros en adoptarla se hicieron ricos de la noche a la mañana. Duran se dio cuenta de la lógica individualista y mercantilista que rige el mundo de las criptomonedas y se preguntó cómo podía hacer que aquella tecnología sirviera fines más legítimos. "Quería hackear algo así para financiar la Revolución Integral", recuerda.

Entre los cientos de clones de Bitcoin que han salido, cada uno con sus pequeñas modificaciones en el código, Duran encontró FairCoin. "Es un buen nombre", pensó. En parte, lo que hace que FairCoin sea una moneda "justa" es que, a diferencia de Bitcoin, no depende de un algoritmo para comprobar las transacciones ni recompensa a los "mineros" que tienen naves repletas de ordenadores que no se dedican a nada más que a consumir electricidad y hacer cálculos matemáticos. Las FairCoins, en cambio, se distribuyeron de acuerdo a un supuesto espíritu equitativo. El desarrollador original las repartió entre todo aquel que las solicitaba cuando el sistema salió online en marzo de 2014. También es posible que todo fuera un gran timo; el valor de la moneda experimentó un rápido ascenso y luego bajó de golpe, tras lo cual el creador desapareció de escena, se cree que con un buen montón de dinero.

El valor de FairCoin alcanzó su máximo el 15 de abril del año pasado, con una capitalización de mercado de casi un millón de dólares. En medio de la caída en picado que siguió, el 21 de abril, Duran hizo un anuncio en el foro de FairCoin y en Reddit: estaba comprando FairCoins. "Hacer que FairCoin sea un éxito debería ser una misión colectiva", escribió. "FairCoin debería ser la moneda del comercio justo". Entre abril y septiembre, Duran destinó la reserva de Bitcoins que usaba para vivir para comprar unos diez millones de FairCoins, el 20% de las existencias totales. Por entonces, la moneda no valía prácticamente nada, abandonada por su propia comunidad. Con la ayuda de un pequeño equipo, Duran se dedicó a comprar FairCoins y a hacer planes, mientras Thomas König, un desarrollador web austríaco, modificaba el código y arreglaba problemas de seguridad. Comenzaron entonces a experimentar con formas de sustituir los mecanismos competitivos que FairCoin había heredado de BItcoin por otros más solidarios diseñados para adaptarla a la estructura de FairCoop. A finales de septiembre, los miembros de la CIC comenzaron a invertir en FairCoins y el valor se disparó otra vez hasta quince veces lo que valía cuando Duran las empezó a comprar en verano.

Del mismo modo que la CIC es mucho más que la suma de monedas locales, FairCoop es mucho más que FairCoin. Duran pretende que FairCoop sea una red de financiación de cooperativas gestionada por sus propios integrantes. Podrán vender sus productos en FairMarket, comerciar entre ellos usando FairCredit y financiarse mutuamente con FairFunding, además de comprar en GetFairCoin.net y retirar en efectivo en Fairtoearth.com. La idea es que sea para el mundo entero lo que la CIC es hoy en día para Cataluña. Para ello, ha sentado las bases de una estructura en forma de árbol: consejos y comisiones, mercado e intercambio, todos financiado con FairCoins. Uno de los objetivos del fondo es crear un software para el ecosistema, y otro es el de redistribuir la riqueza entre la Cooperación Sur-Sur. Gracias a un amigo de la época de las manifestaciones antiglobalización, Duran consiguió una ayuda de 12.300 euros de la marca de cosméticos Lush, y ahora puede dedicar todo su tiempo a reclutar a todo el que conoce para hacer que FairCoop sea útil a los postcapitalistas de todo el mundo.

Lo que podría hacer que su plan tuviera éxito es la combinación de moneda y comunidad. Cuanto más se impliquen las cooperativas locales en la red de la CI y más usen los instrumentos que ésta pone a su disposición, más valor tendrán las FairCoins en el mercado de las criptomonedas. Construir una comunidad implica financiarla. Si el precio de las FairCoins llegara al nivel actual de las Bitcoins, por ejemplo, la inversión inicial de Duran tendría un valor de dos mil millones de dólares.

Sin embargo, cabe recordar que las criptomonedas pueden perder valor tan rápidamente como lo ganan; Bitcoin lleva más de un año bajando su cotización frente al dólar hasta casi una quinta parte de lo que valía en su punto máximo; una caída de esta magnitud sería desastrosa para una cooperativa pequeña que quisiera invertir en FairCoin. Pero la idea es que el éxito de FairCoop no dependa únicamente de FairCoin. Duran no contempla esta moneda como la clase de software milagroso que la cultura tecnológica nos hace creer que puede venir a corregir la falibilidad humana. Él quiere usarlo para construir confianza entre la gente, no para sustituir esa confianza por un algoritmo superior. "Si no eres capaz de crear nuevas relaciones culturales –explica–, no eres capaz de cambiar nada". Del mismo modo que los miembros de la CIC tratan de construir una comunidad más fuerte que cualquier estructura legal, a Duran le gustaría que FairCoop fuera tan fuerte que fuera más allá de FairCoin.

Puede que el plan parezca increíblemente complejo, pero también es la simple consecuencia lógica del trabajo previo de Duran: engañar al capitalismo para financiar un movimiento, tomar lo que ya existe y usarlo de una manera diferente. Pero incluso el currículum de Duran no es garantía de éxito. En el hacklab del sótano de París, mientras trataba de sumar a los integralistas franceses a su nuevo proyecto, Duran añade como si nada: "Pero no sabemos si esto va a funcionar".

Lo hippies no suelen estar pendientes de las noticias de política en televisión. Pero Didac Costa, instalado en su apartamento provisional situado a los pies de la montaña donde algún día estará su comuna, sí que lo está. En la pantalla aparecen una serie de caras conocidas. Podemos acaba de lograr cinco escaños en las elecciones al Parlamento Europeo, y las encuestas dicen que podrían ganar las elecciones generales. Costa tiene intención de presentarse en la lista de Podemos para las autonómicas catalanas. Espera trabajar desde dentro para hacer que el partido adopte posiciones más favorables hacia la independencia de Cataluña y hacia movimientos sociales como la CIC.

Mientras tanto, en Francia, Duran consulta las noticias sobre España en su ordenador. Mayo Fuster Morell—su ex novia y una destacada investigadora en el ámbito académico– forma parte de la cúpula de Podemos junto a otros conocidos suyos con los que ha participado durante años en diversas iniciativas. También se interesa por Grecia, donde Syriza, el partido de la izquierda radical, acababa de ganar las elecciones y se preparaba para tomar el control del gobierno. Estudia a los nuevos ministros en busca de alguno que pudiera interesarse por FairCoop. Duran también busca una manera de hackear el nuevo clima político del sur de Europa.

También piensa en su regreso a la libertad. En invierno había reunido un pequeño equipo de personas para trabajar codo a codo, tanto en FairCoop como en la causa judicial que tiene pendiente. Un grupo de amigos suyos estaban tratando de conseguir algún tipo de acuerdo legal para no tener que ir a juicio y acabar en la cárcel, pero no han tenido mucho éxito. Su padre murió el año pasado, y Enric no pudo asistir al funeral. Pero parece que lo que más le preocupa es lo mucho que podría hacer por FairCoop si no tuviera que estar escondiéndose.

Enric necesita encontrar inversores, organizar reuniones y realizar las diferentes tareas que exige cualquier iniciativa, pero hacerlo en clandestinidad plantea aún mayores dificultades a una empresa que ya de por sí es difícil. Por supuesto, la cárcel sería aún peor, pero ya empieza a estar harto de esto. El ladrón de bancos está preparado para convertirse en banquero.