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American Ecstasy

Una charla sobre porno con Barbara Nitke

Barbara Nitke empezó su carrera como fotógrafa tomando instantáneas en los sets de películas porno. Eran los años ochenta y, sin embargo, sus fotos iban más allá de las fachadas extravagantes de los rodajes de alto presupuesto típicos de la época. Sus imágenes entre bastidores mostraban un lado más crudo e íntimo de la industria, pillando a un macizo del porno bostezando entre tomas, o a una joven estrella echándose una siesta entre orgía y orgía. En los noventa, cuando la industria del porno duro se trasladó de Nueva York a Los Ángeles, Nitke empezó a tomar fotografías en los sets de películas fetish y BDSM de Nueva York. Poco después, a través de su participación en The Eulenspiegel Society(el grupo de apoyo para sadomasoquistas más antiguo del país), empezó a documentar las vidas sexuales de parejas de la comunidad sadomaso. Estas imágenes románticas y poderosas corrieron el velo, mostrando el lado humano de esa gente a menudo tachada de “bebe-meados” y monstruos terroríficos con máscaras de cuero. Más que nada, el trabajo de Nitke nos ilustra sobre la verdadera naturaleza de la gente que se atreve a ser sexualmente desviada.

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VICE: ¿Cómo empezaste a trabajar en sets porno?
Barbara Nitke: Yo estaba casada con un hombre que tenía una cadena de cines en Nueva York. Él se dio cuenta de que en los 70 podías hacer un montón de pasta programando porno, y produjo una película famosa llamada The Devil and Miss Jones (El diablo en Miss Jones). Yo había empezado con la fotografía como hobby, así que cuando él estaba rodando la segunda parte de The Devil and Miss Jones me tuvo a mí tomando instantáneas en el set. Un trabajo llevó a otro, después me divorcié y tenía que ganarme la vida. ¿Cómo fue estar en un set porno por primera vez?

Estaba bastante insensibilizada. Para cuando fui a un rodaje ya había visto más de cien películas porno. Verás, alguien tenía que proyectar las películas en el cine de mi marido antes de que las pasase ante un público, y la mayoría de las veces él ni se molestaba, me pedía que lo hiciera yo. Las primeras que vi me pusieron muy cachonda, pero poco después ya había visto tantas que simplemente me ponía a leer una revista. Luego, en el set, ver sexo en directo supuso un nuevo ciclo de excitación. Me sentí muy honrada por estar en situaciones tan íntimas con más gente como aquella.

Quería hablar contigo sobre esta nueva generación de estrellas del porno, gente como Sasha Grey y Stoya, a quienes se reconoce como mujeres que aman el sexo, inteligentes, feministas y que parecen controlar sus carreras. Esto parece un cambio en el modo en que se percibía a las estrellas porno en el pasado. Parece menos explotador.
No podría estar más de acuerdo, y creo que es fantástico. Fui testigo de ese cambio durante los años 90. De pronto aparecía esta nueva ola de chicas con carpetas, con planes de negocios y listas, diciendo “estas son las cosas que haré, estas son las cosas con las que no me encuentro cómoda”. Lo tenían todo planeado. En los 80 era diferente, había más pudor.

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¿Crees que la gente se metía en el porno por razones diferentes?

Creo que había un poco de todo. Muy al principio, en los 70, algunos eran actores cualificados que, después de la revolución sexual, decidieron entrar en el negocio del porno. Entonces, en los 80, las cosas cambiaron. La vibración era más tipo “almas perdidas”. Pero no todos: un montón de personas con la que yo trabajaba eran libres sexualmente, exhibicionistas, y de haber nacido diez años más tarde, hubieran podido controlar más sus carreras. Es, simplemente, que la cultura a su alrededor todavía no se había puesto al día. Pero también había un montón de drogadictos y deprimidos, y eso me resultó difícil. A veces pensaba, “¿estoy contribuyendo a la perdición de alguien con lo que estoy haciendo?” Especialmente como mujer. Y entonces llegó el SIDA, y al principio nadie utilizaba condones, y yo me preguntaba, “¿estoy aquí de pie viendo a gente que va a morir?” Tuve bastantes altibajos emocionales en los 80.

Si la gente seguía en el negocio, follando sin condones en plena epidemia de SIDA, tuvo que ser por desesperación, ¿no?

No. Se negaban a aceptarlo. La mayoría de esa gente podría haberse ganado la vida haciendo otras cosas. Normalmente era gente inteligente, con carreras universitarias. Casi nunca parecía que no tuviesen alternativa. Pero como vivimos en una cultura que no honra o celebra la sexualidad, siempre habrá un elemento de vergüenza que todo aquel que trabaje en la industria del sexo tiene que superar. Muy cierto.
Pero volviendo a las feministas inteligentes, no podemos olvidarnos de gente como Candida Royalle, Nina Hartley y Annie Sprinkle, tempranas estrellas del porno que tenían el control absoluto de sus carreras y que ayudaron a iniciar ese cambio del que estamos hablando. Ayer estuve mirando las fotos de Annie Sprinkle de su actuación en la obra Public Cervix Announcement, en la que se abre la vagina con un espéculo e invita a la audiencia a echar un vistazo a su cérvix con una linterna.
Ah, sí, estuve en una de esas actuaciones. Eran para morirse de risa. Los hombres están muy fascinados por las tomas de vaginas abiertas. Supongo que deberíamos sentirnos honradas de que la vagina les guste tanto, pero ella lo llevó al extremo y dijo “¡eh, chicos!, ¡mirad hasta el fondo, mirad mi cérvix! ¡De hecho, aquí tenéis una linterna!” Eso solo se le podía ocurrir a Annie. ¿Qué fue lo que te hizo salir del porno duro en los noventa?

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Bueno, por aquellos tiempos la industria se trasladó a LA, pero a mí no me gusta California, así que me quedé en Nueva York. Pero entonces filmar fetish empezó a hacerse muy popular aquí (en parte porque era un modo de practicar sexo seguro) y los intérpretes simplemente representaban, no había intercambio de fluidos. Fue mi amigo Rick Savage, estrella del porno, quien me metió entonces en la verdadera escena sadomaso. ¿Cómo?
Bueno, Rick se había enamorado de una mujer miembro de The Eulenspiegel Society. Quería que la conociese, así que me llevó a mi primera reunión. Cuando llegamos ahí, juntos, había una mujer, grande, negra y realmente dominante en la recepción. Me miró y me dijo: “¡Ah!, ¡estoy muy contenta de que hayas venido!” Me hizo sentir especial que estuviese tan contenta de verme. Tardé diez años en enterarme de que le decía eso a todos los que venían por primera vez. ¿Cómo eran las reuniones de The Eulenspiegel?
Se preocupaban mucho por la seguridad. Cada reunión empezaba con una presentación. Por ejemplo, una demostración de cómo llevar a cabo una escena de suspensión corporal, azotarse, pegarse con una vara o cómo usar cera caliente. Ese tipo de cosas. En la segunda mitad se ponían en círculo y hablaban, como en cualquier otro grupo de apoyo.

Tu libro Kiss of Fire: A Romantic View of Sadomasochism documenta las prácticas sexuales de mucha gente en el mundo sadomaso. En tu página web dices “lo que más me fascinó fue el amor genuino que vi a mi alrededor. Viniendo de los que ya tienen experiencia en el mundo del porno, fue un soplo de aire increíblemente fresco”.
Bueno, siempre me ha gustado eso de “soy trabajadora del sexo, estoy aburrida y mirando el reloj”, y me encantaba formar parte del mundo del porno, lo hice durante 12 años. Después de eso, entrar en este nuevo grupo de gente que no eran intérpretes, sino que realmente estaban enamorados y eran apasionados, fue encantador. La gente en las reuniones decía cosas como “¡Oh, Dios mío, mi novio me ha dado unos azotes y ha sido genial!” mientras que en un set porno sería “Venga, otra escena de azotes.” Ellos infundían alegría y amor a todo.

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Parte de tu trabajo es muy íntimo, fotografiando a gente practicando sexo en sus casas. ¿Alguna vez has acabado participando?
Nunca. Mis amigos siempre se sorprendían de que no lo hiciese. Me decían, “¿qué te pasa, tía?” Yo quería tomar fotos en los dormitorios de la gente y ser como una mosca en la pared, pero eso nunca funcionaba; el hecho de que yo estuviese ahí cambiaba inevitablemente las cosas. A menudo se creaba una energía de trío.

¿Entonces, seguían siendo experiencias sexuales para ti?

Sí, siempre había una carga sexual. Una de las cosas que me asustó a lo largo del camino, especialmente cuando me estaba metiendo más en la escena sadomaso, fue que estaba volcando tanto mi deseo sexual en las fotos que aquello estaba reemplazando el tener una vida sexual real. Me volví casi supersticiosa, como si tener novio y practicar el sexo regularmente haría que mi trabajo se fuese a la mierda. Pero no quería mezclar las dos cosas. No quería comprometer mi papel como fotógrafa solo por convertirme en participante. Sin embargo, creo que si mi trabajo alguna vez fue bueno, fue porque siempre sentí esa carga.

Yo trabajo como dominatrix, y el sentimiento que experimento durante las sesiones es extraño porque, aunque hay energía sexual, no necesariamente me pongo cachonda. Es más bien adrenalina. Después no me masturbaría pensando en una sesión. 

Si, igual que yo, pero aún así es sexual. Es difícil de explicar. También creo que ser una pro-domme es una experiencia diferente a ver una pareja sadomaso. No sé si has visto a alguien actuar fuera de una sesión pagada, pero hay un intercambio de energía que es realmente increíble, mientras que a las dóminas profesionales se les paga para dar un servicio. Eso todavía es sexo-trabajo.

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Sí, una vez vi a una dómina azotando a alguien con una mano y mandando un mensaje de móvil con la otra. 

Eso es. Una vez estaba pasando el rato en la mazmorra de Pandora’s Box. Nunca lo olvidaré. Todas las chicas estaban matando el tiempo en la parte de atrás, leyendo revistas y mirando series, y entró el manager y le dijo a una de las dóminas: “Este y el otro están aquí para verte”, a lo que ella respondió “¡Dios mío, no!” Se arrastró hacia su taquilla, agarró toda su parafernalia de cuero y se arrastró de vuelta a la puerta. “¡Este tiene que ser mi nuevo proyecto fotográfico!”, pensé. Me encanta que el cliente se trague esa fantasía de una mujer sentada todo el día pensando solamente que dominarle, cuando en realidad es lo último en lo que piensa. Eso apela a mi sentido de la ironía.

Entonces, ¿por qué, a lo largo de los años, no has salido del tema del sexo?

Simplemente me fascina la sexualidad humana en general, su diversidad y las mil maneras que la gente encuentra para “sexualizar” las cosas. Es sencillamente increíble. Básicamente, el sexo no se acaba nunca.
¡Es cierto! Pero mi objetivo nunca fue excitar. Mi objetivo es hacer que la gente piense en el sexo, y que la gente que tiene diversos tipos de sexo lo haga de forma más humana. Porque en realidad es gente normal, tu vecino, tu abogado, tú o yo. Para mi el sexo es una forma de arte, y eso incluye todas sus variantes: sexo-trabajo, sexo convencional, sexo privado, sexo público, sadomaso, lo que sea. Todos los que he fotografiado me han enseñado algo nuevo acerca de la naturaleza del deseo sexual, su humanidad, y sobre todo el hecho de que realmente no importa cómo estamos conectados para expresar amor. La libertad consiste en tener el coraje de ser como somos.

Actualmente Barbara Nitke esta recaudando dinero para publicar AMERICAN ECSTASY, un documento de los 12 años que lleva trabajando en sets de películas porno.