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Cultură

Aquila non capit muscas – El Neocalorrismo

Mullets y patillas 2.0

Decía Julio Camba que muchos alemanes nacían calvos y con gafas. Con intención de averiguar si parte de la población española llega a este mundo provista de chandal y gargantilla de oro, me encamino hacia el cuarto simposio de Neocalorrismo. Celebrado en un nuevo edifico anexo del CCCB de Barcelona, residuo tardío del anterior gobierno tripartito y sus faraónicas dilapidaciones, es este del neocalorrismo un proyecto así mismo heredado con el que una administración menos rumbosa cumple por obligación. No impide eso que el acto goce de las ventajas que tan equipada instalación ofrece, ni que el presupuesto alcance para traerse desde Sevilla a un ponente tan autorizado como Luis Clemente, si bien el público convocado escasea. Y eso a pesar de que el asunto a tratar posee suficientes números para atraer a los muchos modernos y diletantes desocupados que por aquí porfían, teóricamente susceptibles de sentirse atraidos por lo de “Rumba & Underground”, leyenda de esta edición calorrista. Desde luego, más underground imposible, pues ni siquiera el sustantivo “calorro” figura contemplado en los diccionarios. A lo sumo lo localizarán en la Frikipedia, donde se consigna “calorros” como adjetivo de la jerga cani para referir a un determinado calzado deportivo. Hurgando precisamente en delirantes portales canis llego hasta una aproximación al escurridizo significado del calórrico término: “Tecnicismo almeriense para designar a un Macarra entre Macarras, una persona de tendencias violentas. Suele desplazarse en manadas y es altamente agresivo con seres que no pertenecen a su especie”. El calorrismo se remontaría a ese periodo de overground mediático que da inicio con la iconización de Eleuterio Sánchez el Lute en enemigo público número 1 y su posterior rehabilitación al salir de la trena hecho un intelectual; pasa por la ilusión virtual ucedista de “Curro Jiménez”, bandolero catódico que a su vez es trasunto de El Tempranillo; y culmina con una generación de quiyos visualmente alimentada por el Algarrobo, Bruce Lee, Starsky & Hutch, Travolta y José Luis Fradejas; precoces delincuentes juveniles, víctimas de la cultura pop mezclada con rumbitas varias y chinos bien cargados que acabarían rodando sus propios biopics bajo las órdenes de Jose Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia. El Torete superstar Eso en las pantallas y la prensa. En la vida real, el calorrismo redundaba en bandas suburbiales repartiendo palos y sevicia por discotecas, salones deportivos, autos de choque, parques de atracciones, piscinas públicas y barrios de la periferia, cuando no internándose en territorio pijo con fin de protagonizar sonadas tanganas. Tuve la suerte de ser testigo de una de ellas y salir ileso. Fue en Balalaika, una “boite” de la plaza Adriano que todavía existe aunque con diferente nombre. Una tarde de domingo de 1974 irrumpió en el local una piara de individuos que lo reventaron todo a su paso y desaparecieron dejando un reguero de confusión, destrozos, contusiones y posesiones personales sustraidas. El calorrismo era eso. Chungo, tanto como tener que vérselas con Los Angelitos Blancos de Sta. Coloma de Gramanet, los Diablos Locos de Vallecas, los Cheyenes de Zaragoza, los Pequeños Chicago de Murcia o cualquiera de las numerosas pandillas compiladas por el sacerdote López Ruiz Cerezo en su vademecum “Problemática Mundial del Gamberrismo y sus Posibles Soluciones”. Mullet imposible, pantalones acampanados, patillacas pronunciadas, jersey a rayas por encima del ombligo, zapatos de plataforma, quincalla reluciente y peine de púas asomando por el bolsillo trasero. Rasgos de un calorro extinto, elemento exótico y pintoresco de una fauna y una España recalcitrantemente trash, celtibérico show reciclado en fetiche de culto posmoderno por cortesía de iniciativas como las de Mondo Brutto, Spanish Bizarro, el achilifunk y el achilipunk, las retrospectivas que hará unos años se le dedicaron en el mismo CCCB y en La Casa Encendida a lo quinqui y, si me apuran, hasta la recuperación histórica de La Banda Trapera del Río, autores de la inmortal «Curriqui de Barrio», siendo el curriqui extensión obrera del calorro.

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Converge la evocación de esa desaparecida esencia calorra con su expresión musical por antonomasia, la rumba. Género cuya tradición —el Pescailla, Peret, Los Chichos, Los Amaya, Gato Pérez y tantos otros— nos abstendremos de enumerar, del mismo modo que tampoco analizaremos sus hallazgos y lacras. Género reactualizado con el gamberril éxito de Estopa, cuyo «Tu Calorro» es la única canción de ese acervo donde tiene lugar una referencia explícita, y los discípulos e imitadores que les han crecido a los de San Ildefonso. Si neorrealismo significaba “no money”, según le aclaraba a Victor Mature su agente en la película «After The Fox», neocalorrismo se perfila como una etiqueta-paraguas bajo la que desde 2006 viene concentrándose un colectivo musical que intenta labrarse su parcela en el saturado mercado y, si es posible, llevándose algo del caudal que la SGAE maneja. Prosaico, sí, pero una excelente excusa para reflexionar sobre como mistificamos el mundo que nos rodea y el que atrás hemos dejado en pos de un sucedáneo de la realidad, y de la memoria, que se deje capitalizar. Y de cómo la cultura popular se apropia de material pre-existente para practicar la explotación pseudo-cultural a partir de sus escombros. A semejanza del blaxploitation negro, del narco-cinema y los narco-corridos mejicanos, el neocalorrismo se confía a ese proceso difusor por el que la mitificación espectacular de lo marginal y lo racial refuerza y celebra precisamente la indisolubilidad de ambos conceptos.

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Sigue leyendo, en la página 2, una entrevista a Pantanito, organizador del simposio Neocalorrismo.

¿SUEÑAN SONIC YOUTH CON CALORROS ELÉCTRICOS? Ojos traviesos y despiertos, los de José Antonio Bejarano Pérez, nombre bautismal de Pantanito, se posan sobre el mundo con sonriente desparpajo. Parece un tipo organizado, con las ideas claras y energía suficiente para materializarlas que sí o que sí. Impulsor de las jornadas calorriles, su empeño anda detrás de esa reificación que se ha dado en llamar Neocalorrismo, creando una plataforma desde la que divulgar el producto de su banda y otras formaciones afines, cuando no recuperando a emblemas de la rumba canalla vintage como Tony el Gitano. VICE: “Calorro” es un término que ni siquiera está observado en el diccionario. ¿Qué significado tienen entonces “calorrismo” y “neocalorrismo”?
J.A. Bejarano, “Pantanito”: Evidentemente los diccionarios, al igual que las leyes, van más lentos que los hábitos sociales. El argot callejero no siempre aparece en las biblias lingüísticas. A mí, calorro me sugiere un modo despectivo de llamar a una cultura popular bastante más extendida que la supuesta superioridad de quienes lo empleaban para desprestigiar. La cultura de los barrios del extrarradio de las grandes ciudades, de las chabolas y de los gitanos. De la raíz lingüística es visible que proviene de caló. Lo de Neocalorrismo, para contextualizarlo, no es sino un pequeño juego de palabras ideado para definir la música que pretendíamos hacer con mi banda, Pantanito. No dejábamos de ser unos rockeros reconvertidos en rumberos undergrounds y, por tanto, absolutamente impuros para el sector ortodoxo/costumbrista e incomprensibles para la parroquia rockera o popera. Este último sector es quien dispone del circuito de salas y es al que hay que atacar para poder tocar. Por tanto, al igual que el uso del despectivo término “punk” por las élites intelectualmente violentas de los 70, o añadirle el prefijo neo a un estilo definido, como en el caso del neo-rockabilly, lo nuestro es una apropiación de un método aprendido, entre otros, de la prensa musical. Lo que pasó es que al realizar tres festivales llamados Certamen de Neocalorrismo de BCN entre el 2006 y el 2008, quizás el palabro ha tenido un poco de aceptación, difusión e incluso capacidad de generar polémica. Y básicamente de eso se trataba. ¿Cómo surge el concepto neocalorrista?
De tanto leer y escuchar lo determinantes que eran las influencias del Northwest Punk de los 60, de la escena de HC angelina o de la psicodelia de la Costa Oeste por citar algunos casos, me entraron unas ganas terribles de reivindicar a Las Grecas, Toni el Gitano, al Pelos y a otros más, referentes mucho más cercanos en lo atávico de mi cultura y desde luego, en muchos casos, absolutamente auténticos. Así, de paso, le echamos huevos y en plena Barcelona snob y elitista nos pusimos a reivindicar la monstruosidad de la rumba macarra, grosera, grasienta y, sobre todo, muy txarnega… Tony el Gitano y su “crew” ¿Qué bandas conformaron la levadura del neocalorrismo?
En esos momentos existían en Barcelona varias bandas contemporáneas entre ellas que podían incluirse en este sentir (Jaleo Real, La Familia Rústika, Carles Mestre y la Sinfónica de Gavà, Trikitown y, por supuesto, Pantanito) ¿Es más ridículo esto que imitar a esos chavales a los que la expansión económica de los EE.UU. les permitió montar bandas en los garajes de sus padres? Supongo que no, que es igual, pero encontrar los discos de referencia es más fácil y sobre todo más barato. No hay que ir a por ellos ni a Londres ni a Nueva York, y además se liga más que en el rollo rockero, que todo hay que decirlo. Supuestamente lo calorro refiere derogativamente a un grupo social marginado que se mueve en los limites de la delincuencia. ¿Transporta alguna ideología el calorrismo? ¿Propone alguna reivindicación?
No creo en que haya alguna ideología más allá de la legítima petición de igualdad de oportunidades; eso sí, expresada de una forma un tanto desgarrada. ¿Existen concomitancias entre el neocalorrismo y el blaxploitation —por lo racial— y el narcocorrido —por la droga y ese estar al margen de la ley y de la sociedad oficial—?
Me alegra que me hagas esta pregunta… Me dirijo vía internet al diccionario de la RAE, busco concomitancia y dice así: 1. f. Acción y efecto de acompañar una cosa a otra, u obrar juntamente con ella. Basándome en la única acepción de esta palabra, pienso que quizás más con el blaxploitation que con el narcocorrido. Aunque yo diría que no concretamente con el “neo”, sino con el antiguo calorrismo, contemporáneo más o menos al cine de negratas, pero en este caso con gitanos y delincuentes. De todas formas, todos los protas del cine quinqui son antihéroes que, bajo mi punto de vista no experto en el tema, son más cercanos a Rinconete y Cortadillo que a Shaft. He observado que lo calorro se aplica también en la cultura cani. ¿Significa eso que ha transformado su significado?
Evidentemente que se ha transformado, aunque desde luego no tanto como parece… Los hoy “canis” seguro que son hijos o nietos de “calorros”. Las circunstancias que envolvían el mundo quinqui son las mismas que a día de hoy se repiten dentro del rollo cani: desamparo social, grandes expectativas televisadas pero pocas salidas vitales, y grandes dosis de desesperación. ¡Vaya, un poema de vida! Aunque tengo que decirte que no sé mucho del tema cani; peso alrededor de 80 kg y tengo 40 tacos. No cumplo para nada con el perfil de cani. ¿Es el neocalorrismo un reciclaje post-moderno?
Desde luego que es un reciclaje, aunque no sé si post-moderno o no… La última jornada de neocalorrismo ha transcurrido bajo los auspicios del CCCB. Si tenemos en cuenta que hace unos años el mismo organismo acogió una exposición de cine quinqui, ¿significa eso que el capitalismo institucional también ha reciclado en mercancía algo, el calorrismo, que antaño se consideraba basura, con perdón?
Si te refieres al mismo sistema que paga nuestras nóminas, el desempleo o las escuelas, el que esté libre de pecado que envíe el primer sms. A día de hoy, y a falta de nuevos inventos de control, el Estado y sus servicios es lo que hay. Como en nuestros postulados nunca se ha encontrado el anti-capitalismo, tan en boga hoy día en los jóvenes bien educados, en ningún momento siento remordimientos de esta supuesta fagocitación de la que hablas. A este respecto, el CCCB pertenece a esos servicios estatales pagados con el esfuerzo de nuestras espaldas. También de la mía. No está de más que a veces estas instituciones se acuerden también, o de los más desfavorecidos, o de los jetas como nosotros. Te recuerdo que es la misma institución que reprodujo la Factory de Andy Warhol, proyectó las pelis de Ed Wood, etc. ¿Qué crees que ha empujado a una institución oficial de ese tipo a hacerse eco del neocalorrismo?
La presentación de un proyecto con cara y ojos, bien estructurado, y la capacidad de Rumba Tunning —la principal agencia promotora del neocalorrismo— de hacerse entender y llevar a cabo el proyecto. Ni más, ni menos… Ellos cumplen con su trabajo y nosotros con el nuestro. Ahora mismo parece incorrectamente político decir que a uno no le gusta la rumba. ¿No es un tanto hipócrita saludar como acervo cultural algo, la rumba catalana, que durante mucho tiempo aquí en Cataluña ha estado contemplado como algo propio de charnegos —y ojo, que yo soy charnego y no me considero para nada afín a la rumba— y gitanos?
Creo que lo de contemplarla ahora como acervo cultural viene más dado por la presión de unas instituciones con necesidad de reafirmación nacional y de la influencia de esto sobre algunos sectores. En absoluto te falta razón y la cosa a veces cojea de incoherencia histórica. Ahora, esto es una cosa y saldar deudas históricas es otra. La rumba catalana, al haber tenido ese tremendo desarrollo comercial, ha sido una buena diana para los sectores iluminados políticamente con la “verdad”. Ahora esa “verdad” necesita otros apoyos. Nunca es tarde para rectificar errores ni para destapar incoherencias. A esto también ha contribuido el desarraigo político de los gitanos hacia el mundo payo. Si se les paga, ellos tocan para quien haga falta porque al fin y al cabo, e independientemente de las etiquetas políticas, todos los no gitanos somos payos. Esto que es tan necesario para la supervivencia de las pequeñas comunidades gitanas, y que produce más una absorción que una asimilación, no ha sido siempre comprendida por el mundo payo, que al fin y al cabo es el que maneja el cotarro. Eso sí, cada vez que se produce una llamada institucional a la Rumba Catalana, en muchas casas humildes y gitanas esa noche cenan marisco. Que les aproveche, que siempre es bueno variar… La chirigota Quinquis de los 80; tan real que inquieta ¿Es la rumba o la neo-rumba una expresión obrera y/o proletaria, al tiempo que étnica, o pertenece ya a la patraña de la “multiculturalidad”?
Creo que pertenece a dos mundos, uno obrero, al que las historias que toca la rumba más salvaje les afecta directamente y por tanto la viven como si fueran sus propias vivencias, y a otro bien educado, informado, vestido y alimentado que se encuentra ahíto de vivencias prefabricadas y busca la autenticidad aunque sea pagando. En este mundo temático y retransmitido en que vivimos, el término multiculturalidad es para mí más que odioso. Con mucha dificultad consigues, cuidas y riegas una pequeña “cultura” y ahora resulta que tenemos que ser multiculturales. ¡Hay que joderse! La inmensa mayor parte de los últimos movimientos migratorios no se han producido para que se mezclen las culturas sino por la desesperación de quien no puede dar de comer a sus niños. Vinieron, nos limpiaron la mierda y nos quedamos con lo más superficial de sus costumbres culturales para poder quemarlas en el último cartucho de la modernidad. Picasso dijo que si hay algo que robar hay que robarlo. Yo le añadiría que además lo reconozcas con descaro, que si no siempre te pillan…En mi caso, yo me encuentro a medio camino de estos dos sectores y. por tanto, como no me creo único, habrán más como yo por ahí y además me consta que es así. De todas formas, si cualquiera puede hacer una banda imitando a Sonic Youth, cualquiera se puede apuntar a una moda y cualquiera puede hacer rumba. Aunque en este caso no todo es cuestión de pedales de efectos para las guitarras.

@jaime_gonzalo