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Cultură

Así es el verano en un puto camping

Kiko Amat lleva toda una vida practicando el campismo. Ha hecho esta guía con categorías y tipos de habitantes con la esperanza de no pisar un camping nunca más.

El camping o campismo es una actividad de ocio al aire libre consistente en pernoctar en una tienda de campaña, bungalow o carromato romaní, con el fin de "disfrutar de la naturaleza" (cursivas mías, y altamente sarcásticas), no por imperativos migratorios, pogromos bálticos ni ambiciones anschluss. Los lugares habilitados para ello son los campings, aunque también es posible practicar la acampada libre, a lo Jeremiah Johnson, y recibir la multaza pertinente (o ser devorado por las bestias de la noche, o incluso incendiar una vasta superficie forestal, que es peor). Las acampadas, nos aclara Wikipedia, "suelen realizarse en sitios como un parque, una zona ecológica, la playa, un cerro o montaña, sobre nieve, en un bosque, una selva o incluso dentro de una gruta" (las cursivas son mías, de nuevo). Mejor no pregunten.

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CATEGORÍAS DE CAMPINGS

Los campings no son distintos de cualquier otra sociedad que viva bajo el yugo de un sistema capitalista: están divididos por clases, de la menesterosa a la pudiente. Existe una clase adinerada en la cima, tomando baños de leche de becerra y desayunando rubíes recién pulidos, y existe un populacho pestilente y despendolado que fuma pielecillas de plátano, rechupetea lapas de roca y tiene que pedir permiso hasta para el movimiento intestinal. Se lo cuento con un ejemplo vivencial: el barómetro financiero de mi casa nunca quedaba más claro que cuando se decidía el tipo de camping al que íbamos a veranear.

Más coches que tiendas y humanos.

Si las cosas andaban más o menos bien nos apalancábamos en el Cypsela (ahora Cypsela Resort, cerca de Pals), un camping "de lujo" con parcelas amuralladas, piscina lacustre -con trampolín y cascada, y les juro que no he bebido aún- y dimensiones del outback australiano. Si las cosas iban pésimo (cosa que íbamos sospechando, por la dieta alta en fécula y la cantidad de ropa 70's que tocaba lucir), se veraneaba en el limítrofe Neptuno: un condenado fangal con población 100% ex-reclusa, flora de ortigas, piscina-ciénaga, situado a 100.000 kilómetros de la playa y con una mesa de ping-pong de red destensada como única actividad de ocio.

Por supuesto, un camping "de lujo" sigue siendo Un Puto Camping. No conlleva pedigrí alguno. Vayan a Pedralbes y digan que han veraneado en el Cypsela Resort, a ver cómo les mira la gente y por qué puerta les permiten acceder a los edificios (una pista: no es la de los inquilinos). En efecto: caravanear en el camping más puntero es como llevar las J'Hayber más caras: a los ojos de la gente continúas siendo un maldito paria.

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Sea como sea, las categorías de camping siguen existiendo, aunque solo sirvan para distinguir entre distintos tonos de infortunio, tal que un Top 10 de enfermedades venéreas (no existe la gonorrea guay; eso es lo que trato de decirles). La categoría se aplica en base a superficie, servicios, emplazamiento geográfico, actividades de ocio y proximidad de la playa, pero también por su nivel de tolerancia hacia el tuneado parcelesco. Dicho de otro modo, lo que la normativa te permite edificar en el terreno que alquilas.

De nuevo me remito a mi experiencia: La Ballena Alegre (donde veraneé y luego trabajé hasta los 19) era un camping de 1ª -pese a estar construido a orillas del colector de aguas residuales de El Prat- y como tal solo permitía la más extrema austeridad de formas en cada parcela: caravana o tienda, avancé optativo. La Tortuga Ligera, hermano tardo del anterior, era un camping de 2ª, y por tanto allí tu parcela se regía por tu ley, como una ciudad-estado mesopotámica. Sí: cada alquilador de parcela era un cacique loco de Nuevo México: hacía en su zona lo que le salía de las pelotas.

Menos colocar a las puertas de tu terreno un nido de ametralladoras o a un hereje enjaulado para su escarmiento público, en La Tortuga Ligera podías instalar los atavíos que se te antojaran: un huerto de hortalizas para consumo familiar, foso con puente levadizo, fuentes ornamentales, almenas para arqueros, perímetro vallado, una réplica 1/1 de los jardines de las Tullerías o un ejemplar de cada animal del reino (doméstico o no) en un Zoo privado. O sea, que La Tortuga Ligera era una favela. Una favela con piscina, sí, pero favela al fin. Y es que, como podría haber dicho Bill Hicks, de la 1ª a la 2ª categoría campinguera "there's a HUGE fucking drop".

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ACTIVIDADES DE OCIO EN UN CAMPING

Está, sin duda, el mero hecho de acampar. Para alguna gente, lo de agazaparse bajo un tendal y andar por ahí en calzón corto ya es una diversión por si misma (y les comprendo). Pero para los insatisfechos la dirección ofrece una serie de entretenimientos que van a llevarles a la mismísima chifladura-por-tedio. Como el mini-golf. Si Patton hubiese entrado a la Lombardía justo después de haber sorteado unos cuantos obstáculos de golfito este pasatiempo gozaría tal vez de cierta reputación épica, pero lo cierto es que el mini-golf es el epítome del más insulso hastío square. Hasta los niños lo detestan, y esa mierda fue concebida exclusivamente para su disfrute.

El baile, por otro lado y si nos ceñimos a lo que recuerdo de mi infancia, consistía en la visita esporádica de un conjunto ampurdanés de desertores del arado llamado The Vampir's (sic) que no era capaz ni de cuadrar "La bamba" con una mínima adecuación rítmico-melódica. Y en el camping donde yo trabajé se ocupaban de la "Animación" (juegos acuáticos, bingo, suicidios multitudinarios a lo Reverendo Jim Jones) dos hermanas cegatas con aire sepulturero que habían abandonado el hábito de la sonrisa a los seis años. Lo que quiero decir con esto es que si quieren hallar diversión en un camping deberán buscarla ustedes mismos. Fuera de sus límites y en un vuelo hacia Las Vegas, a poder ser.

ALGUNOS TIPOS DE CAMPISTA

El Exhibicionista: En un camping, por imperativos logísticos, todo lo haces a la vista del vecino, pero alguna gente se regodea en ello de manera repugnante. Mientras escribo esto un señor campista de espalda excepcionalmente alfombrada y pantalones pirata color marengo está efectuando una suerte de Tai Chi creativo en grado sumo (que se lo está inventando, quiero decir) a un palmo de mi cara. Y mientras desayuno, ese maldito cerdo de chocante pilosidad rabadillera. Queda así corroborado de manera fehaciente mi recuerdo infantil de los campings, a saber: allá donde mirabas amanecía un culo desnudo. Por supuesto, al ser el campismo un invento alemán, ese era el propósito oculto. Acampada + nudismo + austeridad + marcialidad castrense + concupiscencia = Reich de los 1000 años.

El Cocina Abierta 24h: Para estos no sirve lo de la austeridad. Mientras mi jauría de pelirrojos y yo desayunamos, almorzamos y cenamos la misma dieta, consistente en ensalada de pasta Fin-Del-Mundo (agarrar cualquier ingrediente que no sea pasta y no esté muy pasado de fecha y mezclarlo a cañonazos) y pan-con-longaniza, la caravana de enfrente es una fonda de diecisiete fogones. Aguarden: ¿Eso de ahora son mollejas al ajillo? Oh, Dios santo. Siempre hay alguien en su cocina picando o salteando, y tienen una nevera que parece el frigorífico de un matadero industrial. Ya les he ordenado a mis hijos que vayan allí poniendo carica mísera, ojos de Bassett apenado y con un chusco de pan en la mano, a ver si les dejan caer algo mordible y salvamos la cena. El reverso oscuro de esta tipología es, sin duda, el Cocina Abierta 24h Versión Holandesa. O sea: putos guiris guisando su inmundicia. Entonces se canjearán los suculentos aromas de nuestra enjundiosa cocina patria por las tufaradas miasmáticas de grasa de ballena rancia hervida con puerros, que parece ser (o sea: huele a eso) el plato típico de los Países Bajos. Puaf y repuaf.

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Reparaciones y Edificaciones S.A.: Al contrario que la alta burguesía, que es tradicionalmente indolente, la clase obrera está acostumbrada a tener siempre en la chepa a un capataz rugiendo imperativos faltosos para reparar esto o aquello, lo que ha desembocado en una especie de TOC patológico-mecánico que les impide estar tumbados alegremente en una hamaca durante 14 horas seguidas (como hago yo). Don Piloso, por ejemplo, está todo el rato tendiendo hilo para la ropa, reajustando los vientos del avancé, afianzando las patas de la caravana y corriendo de un lado para otro como un demente. Y eso me resulta de lo más estresante. Es broma: me importa un bledo. Porta'm un altre quinto, Lluc.

Don Limpio: La gracia fundamental de un camping es que te permite asilvestrarte una miaja: echarte agüica solo en semanas impares, llevar los pies polvorientos como un descastado de Nueva Delhi, dejarte crecer barba de ermitaño decorativo y rascarte los sobacos con fruición. Y oler a tumba submarina. Pero alguna gente parece no entender esto, o concibe la acampada de un modo esencialmente quirúrgico (o sea: alemán). Veamos: vivir en una tienda sirve sobre todo para no tener que adecentar la casa. Entonces, ¿se puede saber qué rayos hace ese andoba, barriendo todo el día su parcela? Lo único que va a conseguir si sigue arreándole con ese vigor a la escoba va a ser un foso.

La Abuela: Siempre hay una abuela. Por norma general va acompañando al cabeza de familia y chillándole órdenes, quejas artríticas y explicando profusamente sus desórdenes defecatorios, pero es un ente tradicionalmente entrañable, y si no han pasado ya el estado geriátrico-gagá suelen trastear en los pucheros con admirable dedicación. Pero conviene no encariñarse con ellas: una anciana de 90 años jamás sobrevivirá más de dos semanas en una canadiense de camping pirenaico, por mucho verano que sea y por recia que sea su constitución. Su destino, sépanlo, es la defunción patatúsica. Y, qué quieren que les diga, me parece una solución homicida mucho más digna que la de aparcarlas en cualquier residencia lúgubre del Baix Llobregat.

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Bungalow de postín, pirenaic-style.

Los Niños: Oh, niños de mierda. El axioma es, por supuesto, que si no te gustan los niños JAMÁS deberías veranear en un camping. Los campings son sociedades distópicas gobernadas por infantes, como algo sacado de El señor de las moscas. Sí, no hay otro modo de decirlo: en un camping el niño ha sido coronado Rey, y lo demuestra pedaleando por los senderos intercaravanales a velocidad diabólica en el punto álgido de MI siesta, aullando de manera hebefrénica en la piscina y, en general, dando por saco de forma continuada. Pero si no vols pols no vagis a l'era, que decía mi abuela. Mi sueño recurrente es pincharles las ruedas de las bicis a todos ellos, como un Mr.Scrooge llevado a la enajenación por la interrupción regular de su cabezadita diaria.

Los Ricos: Para mí resulta incomprensible que un fulano (como el del Bungalow 6, a tres cabañas del mío) que conduce ese pedazo-de-Audi y maneja esas pintas náuticas de Borbón opulento haya decidido de forma consciente (no como fruto de una amenaza rumana, una apuesta perdida o un brote pasajero de demencia psicótica) veranear en un camping. Sería como si dispusieran ante tu hocico una fuente de ostras recién pescadas y un plato de perro repleto de chóped Dia y te abalanzaras como un cerdo sobre el segundo. Es de locos, pero bueno: de todo hay en la viña del señor. Eso o no son Ricos de verdad, y forma parte todo de un complicado embuste estético-social con pretensiones escalafonescas.

Los Guiris: O El Guiri. En singular. En el camping del Pallars Subirà donde me hallo ahora mismo solo hay uno: un belga mofletudo que deambula bajo las encinas con cara de perpetua desorientación sensorial, como el último jipi que abandonó Woodstock. Pero en otras zonas, ya lo saben, los Guiris son la raza dominante. Bueno, dominante no es la palabra. Mayoritaria sí, pero sumisa y borreguera, a merced de la tacañería e inquina de la población local, que les pastorea como quiere, tal que a una población de vasallos de la gleba con querencia por la sangría desbravada y el pollo refrito. Los guiris son como las moscas: son muchos, muy tontos y enloquecidamente persistentes. Les hagan lo que les hagan, siempre volverán. Es el crímen perfecto.

Los trabajadores del camping: Como la Guardia Civil o los militares estacionados en tierra hostil, los currantes del camping siempre verán a la población campista como un engorro (en el mejor de los casos) o, directamente, como El Enemigo. Un molesto escollo que se interpone deliberadamente entre ellos y el DESMADRE y LA FARRA totales. Créanme: de joven trabajé bastantes años en campings y el mood general de la fuerza laboral campinguera era muy parecida a la de algún destacamento de Infantería de Marina a las afueras de Fallujah. Éramos todo anfetamina, garaje punk y odio al indígena (campista, se entiende). ¿No tienes luz? Que te jodan, tío. ¿Y encima esta noche te han robado hasta las zapatillas? Que te jodan dos veces, pringao (además, hemos sido nosotros).

Los Squares: O sea, todos los campistas, si exceptuamos a los cholos (mi gente) y los escaladores crustis que uno encuentra ocasionalmente en campings alpinos. Squares: odiosos pequeños empresarios (contables glorificados) en uniforme Quechua integral que llaman a su mujer "mama" (a voces, y sin que estén presentes los niños), cuya idea del desenfreno bohemio es beberse una segunda clara, todos montados en Lexus cegadores con portabicis superior, nativos de Sabadell y Terrassa ("lo bo d'allà és que et coneix tothom"), gente MUY pequeña que habita un mundo angosto y beige. Odio a los squares, y este camping está lleno de ellos. Aquí, y allí, y allá también. Desde la puerta de mi bungalow les dedico, amigos lectores, mi mejor corte de mangas. Prrrrz.