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Así son los clubs para swingers más elitistas de Madrid

El 70% de los locales de intercambios de parejas de la ciudad se sitúan en la zonas más caras y exclusivas. La crisis inmobiliaria no ha llegado al sector del sexo en grupo.

Desde afuera parece un local más, con su fachada anodina y paredes sobrias. Podría tratarse de un centro de estética, de una guardería para mascotas o de la sede de una secta. De todo lo que se te ocurra… menos de lo que realmente es. Pero imagínate la mítica escena de Stanley Kubrick en su recordadísima , esa de la orgía descomunal con antifaces donde a Tom Cruise se le queda cara de bobo.

Eyes wide Shut

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Bueno, algo así ocurre cada madrugada en una de las zonas más residenciales y exclusivas de Madrid, donde cobran vida colosales (y elitistas) juergas sexuales colectivas. Sin estrellas de Hollywood, por ahora. Nos encontramos en un punto de la calle de Agastia, a metros del tramo más refinado de Arturo Soria. Aquí van llegando parejas que descienden de 4x4 y vehículos de alta gama.

"Solo para VIP", me informa Álvaro R., un asiduo del lugar donde está a punto de celebrarse una "fiesta liberal". Él es integrante de esta singular 'logia'. Los swingers, o mentes y cuerpos abiertos, como a algunos de ellos más les gusta definirse, buscan antes que nada diferenciarse de sexópatas o simples salidos que andan pululando por ahí: "Para pertenecer hay que ser", me cuenta Álvaro… Y "ser" implica discreción. Y discreción suele implicar disponer de ciertos recursos económicos y vidas acaudaladas para garantizar exclusividad.

Quienes van entrando se mueven en un mundo de hermetismo, lejos de cualquier juicio social y forman parte de un ambiente apartado del resto, con sigilo y respeto. No es antojadizo: 'VIP' y elitista son dos términos habituales que van de la mano en la jerga del circuito swinger de Madrid. No en vano, sus locales de contactos se sitúan cada vez más en zonas caras de la capital: como la calle Londres en el barrio de Salamanca (Edén Parejas); Doctor Esquerdo (Triángulo); en los alrededores de la Plaza de Ventas (Party Love) o López de Hoyos (Fusión).

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Dos días antes de llegar hasta sus puertas, Álvaro me ha enviado por WhatsApp un enlace. "Echále un vistazo y ya me contarás". Es un listado con todas las direcciones de los clubes swingers de Madrid. El 70% de estos locales han abierto sus puertas en áreas de la ciudad donde el metro cuadrado se paga entre 3.000 y 8.000 euros de media. "En lo que va de año ya han venido a preguntar varias veces por los bajos comerciales que tenemos, y llaman permanentemente empresarios que pretenden abrir clubs swingers en la zona", me explica Jorge Pastore, propietario del Grupo Inmobiliario ARES, con sede nada menos que en la calle de Serrano.

En las páginas web madrileñas del movimiento, cultura, moda swinger o como quieran llamarle, ellos mismos se autodefinen: "No venimos de Marte. Nuestro movimiento crece cada vez más con un perfil mayoritario de parejas de entre los 30 y 45 años, principalmente de clase media-alta", destaca una. "En nuestros pubs, situados en barrios elegantes, suelen concentrarse parejas cada viernes y sábados dispuestas a utilizar las instalaciones que ofrecen cómodos sillones y grandes camas, jacuzzi, habitaciones privadas, y todo el glamour", dice otra.

Hago un repaso fugaz por el enlace que me ha enviado Álvaro. Las calles donde están situados estos clubs, además de donde me encuentro ahora, son: Doctor Laguna (en pleno corazón de Retiro, a 40 metros de una de las entradas del parque), en la mismísima Velázquez (plena Milla de Oro) y hasta a los pies del aeropuerto de Barajas, para "hombres y mujeres de negocios en tránsito, principalmente", me advierten por teléfono. Éstas son apenas algunas direcciones del medio centenar de clubes que se distribuyen por toda la Comunidad.

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Cuando ellos hablan de "fidelidad"

"Lo primero para entrar es garantizar discreción. Lo segundo, cierta conducta de fidelidad, valga el término contradictorio con nuestra filosofía", comenta Álvaro entre risas. Pero cuando habla de ser "fiel" quiere decir que la corriente swinger busca establecer (a veces) un grupo de pertenencia sostenido en el tiempo, más allá de sus inclinaciones y hábitos sexuales. "Algunos pagan cuotas mensuales, que rondan entre los 300 y 500 euros al mes, a cambio de ser miembro fijo y acudir semanalmente al club, con consumiciones libres incluidas", comenta mi entrevistado, quien se hizo fanático del mundo swinger hace casi un lustro.

Llegó por primera vez en su vida a un club de intercambio situado a pasos del emblemático 'Pirulí' de Madrid, en la zona más cara de O'Donell… de la mano de su prima. Sí, ella tiene 5 años más que él y un muy buen puesto en el área de Márketing de una multinacional. "Tenía mucha inquietud por entrar a un lugar así. Le habían hablado, y un día me ofreció si quería acompañarla. Pero tranquilo, no es nada incestuoso lo que te cuento, eh. Ninguno de los dos teníamos pareja estable, y mi prima no se animaba a pedirle a ningún amigo ir con ella. Como conmigo tiene una excelente relación de amistad y mucho diálogo, decidimos ir juntos a ver qué pasaba. Total, solo necesitábamos entrar como pareja al local. Ese es uno de los requisitos más usuales de los clubes. No todos, pero en muchos no te dejan pasar si no vas con alguien. Al menos al principio", me explica Álvaro, que se gana la vida en el medio audiovisual.

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Así es como pagaron 100 euros, accedieron juntos y después, cada uno por su lado. Lo que cuestan las entradas, el precio de las consumiciones, la tarifa fija para ser socio, la disposición para garantizar cierta exclusividad en establecimientos a todo lujo y confort (que incluyen hasta 'islas' artificiales con palmeras)… es un mundillo de cierto nivel económico elevado. Y la tendencia parece acentuarse.

Pero carecen de sustento las suposiciones que refieren a los swingers como viejos, ricachones y aburridos. "Hay de todo, aunque, como te digo, son gente con billetera generosa. Todos los fines de semana veo a muchos de nuestra edad, que rondan los treinta y pico. Eso sí, a todos nos gusta el buen sexo… y la buena vida", dice Álvaro. Puedo certificarlo con mis ojos.

Según su testimonio, en los clubes swingers de Madrid se suele beber más champagne que Ballantines y las botellas de vino de 60 euros circulan como agua. Hay algunos que disponen de selectos aparcamientos subterráneos donde se estacionan coches alemanes de gran cilindrada, como uno cercano al estadio Santiago Bernabéu, a metros de Concha Espina. Por dentro, muchos hasta se parecen mini-parques de diversiones… sexuales, claro.

El que tengo delante mío cuenta con 400 metros cuadrados repartidos en dos plantas (la baja y una subterránea). Más de un banco o embajada desearía estar situado en el selecto lugar donde se encuentra. "Con mi chica solemos venir bien arreglados. Pagas por las instalaciones y por los 'accesorios'. Te dan toalla, bata y sandalias. Te cambias en un vestuario único… Aquí no hay puertas para chicas y para chicos separadas", dice Álvaro. El anterior club al que iba tenía dos pequeñas piscinas cubiertas y climatizadas, una decoración que se asemeja a la del Caribe colombiano, salas de relax, una terraza con servicio de coctelería y hasta 'free-shop' de juguetes sexuales.

En una pequeña discoteca situada en el centro la gente baila música electrónica (gente con y sin ropa). Hay también un micro-cine con aire acondicionado y butacas reclinables (para ver porno, obviamente) y dos espacios 'multiusos': se puede estar en una especie de tribuna contemplando lo que ocurre en la pista, como participando de la acción de un 'ring' con inmensos colchones inflables.

"Somos parejas o matrimonios de años, queremos algo diferente, vencer la rutina y el tedio. Lo hemos conseguido, solo hay que saber acatar las normas no escritas del swinger, ser educados y respetuosos. Aquí no hay profesionales, solo personas que quieren vivir una experiencia diferente de descubrir un nuevo mundo de sensaciones", me dice al teléfono Marta, una nueva 'amiga' que Álvaro conoció en el club y vive junto a Francisco, su pareja estable, en Majadahonda.

"Antes me gustaba más uno al que iba siempre en el centro, que incluía 'mazmorra' con cabinas individuales para shows, y divertidos cuartos oscuros, pero se mudaron a Aravaca y no me queda tan cerca", me cuenta Álvaro, quien antes de despedirse, confiesa con ilusión: "Algún día me gustaría montar un local propio al estilo 'Mansión Swingerland'.

"¿Qué es eso?", le digo. "Un lugar en Málaga que ha arrasado, dirigido también a clientes prémium, con dormitorios para parejas, salas de masajes, chiringuitos, chill outs, games rooms con columpios del amor y áreas recreativas, jardines inmensos con camas balinesas, zona de dogging, una locura. ¡Dime si no es genial! Eso sí, en mi negocio se tendría que permitir fumar, eh, porque ojo, en las terrazas de nuestros clubes también se tejen grandes negocios… ¡No todo es sexo, hombre", concluye.