Para los que crecimos escuchando los cánticos de "¡tuno vete al siglo diecisiete!", el Tuno bueno, tuno muerto de Def Con Dos ("tuno asqueroso, tuno repulsivo, ni siquiera en la tuna tienes amigos") o la Compostelana de Kabezabolo ("pasan los punkis gritando, arrasando y cantando Vómito Social…"), la tuna universitaria ha sido siempre un blanco demasiado fácil. Soportábamos a duras penas al típico motivado del cole cuando cantaba "triste y sola, sola se queda Fonseca" en las excursiones, pero en realidad preferíamos Madre anoche en las trincheras y, además, toda esa épica de fogata se nos quedaba eclipsada por el tufo a seductor folclórico, romance barato y borrachismo que desprendía para nosotros este gremio de trovadores y clavelitos. El terciopelo y los bombachos con ejecutivos no ayudaban a que les tomáramos en serio.
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Después en la Universidad no les tocábamos ni con un palo y eso aumentó nuestro desconocimiento y prejuicios, considerándolos una especie de parásitos con capa y bandurria. Con el tiempo, pensamos que habían desaparecido -como la mili obligatoria y las pesetas- y que apenas quedaban ya un par de señores mayores rondando balcones por las calles de Salamanca. Pero no, la tuna sigue viva, especialmente en la Facultad de Medicina, y te la puedes encontrar cualquier fin de semana en la Cantina La Traviesa de Madrid. Quisimos acompañarles una noche, para retratarles y que esas imágenes hablasen por sí solas y desmontaran algunas de nuestras ideas contaminadas y preconcebidas.
Llegamos a ellos gracias Ricardo, que tiene un hermano gemelo y se les conoce a ambos por los nombres bordados en sus uniformes: Kunta y Kinte. Son estudiantes de Económicas y de los mejores de España. Uno de los novatos, mientras carga los instrumentos de los veteranos y supera la prueba de beber cerveza con tabasco, dice que "ser tuno es aprender de la vida" y la mejor forma de disfrutar de los años universitarios. Como esos códigos de honor de colegio mayor ("Covarrubias, siempre adelante, Covarrubias, Covarrubias ¡sí señor!"), pero con chinos de familia murciana y sin mear por la calle, ni perder jamás su beca (la banda que llevan colgando). Los tunos más top van al restaurante Botín.
