Desayunamos leche de pantera en el bar de la Legión en Vallecas

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Desayunamos leche de pantera en el bar de la Legión en Vallecas

Un museo improvisado con réplicas de tanques, banderas, uniformes de legionario para niños, armas y todo tipo de parafernalia militar en el corazón de un barrio obrero de Madrid.

"Esto lo inventó en 1940 Perico Chicote, de una casa de cócteles que hay todavía en la Gran Vía y que ahora el dueño es amiguete mío. Millán Astray le pidió un cóctel sencillo, barato y nutritivo. Se acordó de los legionarios, que echaban alcohol de desinfección a la leche condensada que daban a los enfermos, y se le ocurrió esta bebida con ginebra, hielo y leche condensada. Lo llamó leche de pantera por el vestido que llevaba Celia Gámez". José Bayón, miembro de la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios y propietario del Rincón de la Legión, acaba de invitarnos a dos chupitos bien cargados en su bar de Vallecas, un museo improvisado de parafernalia y artículos militares. Son las once de la mañana.

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"La Legión quiere mucho y la quieren mucho a la Legión. Nos debemos a la gente. Aquí vienen profesionales de todos los cuerpos: COEs, paracaidistas, caballería, brigada de sanidad, ellos van trayendo sus emblemas y se van poniendo todos. Es una droga la Legión. Es que es legionario nunca se va de la Legión. Yo entré en el 72 y ahora tengo 64 años. Nací en Picos de Europa, donde estaba el banderín de enganche. Mi abuelo ya era militar y mi padre legionario. Ninguno de sus hijos y nietos han continuado la tradición. No les ha dado por lo militar y yo no obligo a nadie a nada".

Mientras hablamos con José, digerimos el cóctel y todo lo que nos rodea. Diplomas, un Franco pequeñito, parches, réplicas de tanques sobre el aire acondicionado, el documento oficial de una mujer legionaria de 1939 ("la nieta viene por aquí"), trinchas, uniformes para niños que celebran la Primera Comunión, Felipe ("el mono que teníamos en la quinta bandera donde estuve yo en Ceuta"), porras ("también hay armas, pero no muchas por la gente"), gastadores con el Cristo de la Buena Muerte ("nuestro protector, como la Virgen del Pilar para la Guardia Civil"), con sus hachas, sierras y palas, cascos de artificieros y antidisturbios, gorras y chapiris, un televisor en el que se ven maniobras y un desembarco en Málaga.

José se ha criado en el barrio. "Detrás del Rayo, yo soy del Rayo y me anuncio en su revista, tengo amigos de todo tipo. Aquí todo el mundo es bienvenido. Pablo Iglesias si quiere entrar podemos hablar de qué va a hacer por la juventud". Sin embargo, no todos los vecinos están de acuerdo con su negocio. "La Legión nunca se ha metido en política, siempre ha sido más de ayudar. Lo que pasa que tenemos aquí la bandera de España y por pintarlas en la puerta no veas la que me liaron, tirándonos pintura veinte mil veces, pintándonos la hoz y el martillo, lanzando pedradas… la chavalería, sabes". El novio de la muerte es el único que permanece intacto en su fachada.

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No empapa de nostalgia sus anécdotas, pero sí insiste que "ahora la Legión es más blanda, aunque solo sea porque el chopo (CETME) pesaba cuatro kilos y te hacían correr más". Eran los tiempos de la Marcha Verde, del asesinato de Carrero Blanco… "Una época que me gustó mucho y lo pasé bien, porque en la Legión si haces lo que te dicen te va bien, como en la vida. Vosotros es que no habéis conocido la mili, claro. Es algo bueno para los chavales. Se puede aprender un oficio. Y las chicas… las chicas son valientes, eh". Nos despide con un apretón de manos letal, tres llaveros y una invitación a volver y probar las paletillas de Rosa. "Yo no quiero el bar pero no lo puedo dejar, porque me engancha".