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“Todo lo que sabemos lo hemos aprendido de internet”

Hablando con el Bloque Negro Egipcio sobre su lucha contra el gobierno de los Hermanos Musulmanes.

El Black Bloc irrumpió en la escena callejera de Egipto el pasado 25 de enero, durante el segundo aniversario de la revolución. Impulsados por el fracaso del gobierno de los Hermanos Musulmanes, y por el abuso de poder de las autoridades, grupos de hombres enmascarados se unieron a las manifestaciones. Desde entonces, apostaron por ejercer una oposición violenta basada en el ataque estratégico a los puntos fuertes de la Hermandad. Sus máscaras y su vestimenta negra son su seña de identidad. Pero detrás de este “vandalismo defensivo”, como ellos lo definen, se encuentran individuos con un amplio historial revolucionario.

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Ninguno de sus miembros se identifica con su nombre verdadero. Se comunican con intermediarios, evitan los teléfonos móviles y planean sus movimientos en las afueras de la capital. Actúan de incógnito ya que, desde su aparición,  el grupo se colocó en el punto de mira de la policía. El fiscal general egipcio, Talaat Ibrahim Abdallah, ordenó el arresto de cualquiera de sus integrantes al considerarlos terroristas.

“Samy” formó parte de la primera aparición del Black Bloc en el Cairo, estaba en el primer grupo de enmascarados que marchó sobre la estación de Ramsis durante las protestas de enero. A sus 39 años ha vivido de cerca la corrupción del antiguo régimen y ha sido víctima de la persecución política. Durante los tiempos de Mubarak, trabajó para uno de los principales asesores del rais, el magnate de los negocios Hussein Salem. El  empresario más acaudalado de Egipto hizo fortuna en la industria turística del Sinaí y vendiendo gas a Israel por debajo del precio del mercado. Tras meses investigando, “Samy” descubrió los documentos que probaban los negocios ilícitos de su jefe y fue ahí cuando comenzó a recibir amenazas. “Llegaron a rociarme con ácido en las puertas de mi casa. Algunos compañeros me recomendaron que huyera del país.” Finalmente escapó a Arabia Saudí, donde estableció contacto con otro empresario turístico de Riad.

Pero sus días en el país saudita no escaparon de los tentáculos de Mubarak. Tras varios desencuentros con la embajada por presionar para que los expatriados votaran en el extranjero, finalmente fue arrestado por las autoridades y enviado a una cárcel en la periferia de Riad. Acusado de intentar volar la embajada, “Samy” vivió los 18 días de Revolución entre rejas, consultando Twitter, noticias e imágenes en los móviles de sus compañeros de celda. Después de 3 meses, la junta militar egipcia emitió una orden para liberar a los presos políticos, y “Samy” voló a un Egipto muy diferente del que había huido 4 años atrás.

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De vuelta a casa, “Samy” se unió a varios de los grupos posrevolucionarios de distritos, como “Revolución socialista”, “Revolución enfadada” o “Grupo popular para salvar la revolución”. Es de estas organizaciones, junto con el movimiento 6 de abril, y varios Ultras de fútbol, de donde surgieron inicialmente las diferentes facciones de encapuchados.

El Black Bloc copia la vestimenta negra y las máscaras propias del movimiento europeo simplemente por una cuestión táctica. “Necesitamos vestirnos de negro para movernos en la oscuridad”, comenta “Samy”, “como lo hacen los vampiros, para no ser identificados y arrestados por la policía”. También aquí, el grupo surge como una reacción a un abuso de las autoridades, en este caso, contra la violencia desatada por la policía en los enfrentamientos en el Palacio Presidencial en diciembre. Aunque la mayor parte de ellos no apoyan a ningún partido político, y varios ejercieron boicot durante las elecciones presidenciales, no tienen una alternativa política al actual gobierno, o una tesis anarquista detallada.

Suelen actuar cada viernes, durante la “Milioneya” (manifestación) programada. En ocasiones se trata de apoyar una marcha, otras, de acciones más agresivas contra oficinas, viviendas o propiedades de la Hermandad. “Nuestra estrategia es muy rápida”, dice “Samy”, “nunca dura más de 7 minutos: 2 de preparación con el grupo, 3 minutos para lanzar los cócteles molotov y las piedras, y 2 para quitarnos la ropa negra y desaparecer entre la multitud.” “Samy” asegura que nadie de su entorno sabe que pertenece al Black Bloc, ni siquiera su mujer y su hijo.

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En las segundas filas del grupo encontramos jóvenes universitarios, como Tamer, de 25 años, que desempeñó un papel muy activo durante la caída del régimen de Mubarak. Durmió en la Plaza Tahrir los 18 días de levantamiento e incluso su padre, un afamado doctor salafista, instaló una tienda en la Plaza para dar atención a los heridos. Tamer ha vuelto a Tahrir en cada una de las protestas y no dudó en unirse al Black Bloc cuando asumió que los métodos pacíficos no estaban consiguiendo los objetivos.

Según él, el Black Bloc no dispone de una estructura fija con un número determinado de miembros. Asegura que los líderes son los veteranos de los grupos de distrito. “No existe un único líder”, asegura Tamer, “actuamos en pequeños grupos según la ciudad o la acción preparada”.

Tamer muestra gran habilidad en la preparación de los cócteles molotov, así como en la elaboración de tirachinas con las que lanzan las piedras. “Todo lo hemos aprendido en Internet. Es muy sencillo y de elaboración casera. Es nuestra manera de protegernos”.

Cada uno se encarga de una labor, Hassan organiza las operaciones sobre el terreno. Este joven de 29 años se ocupa de vigilar que todos huyen una vez ejecutada la acción. Enseña orgulloso las balas recibidas en los enfrentamientos, tiene la costumbre de coleccionar la munición que les dispara la policía. “De momento nunca he sido detenido”, comenta Hassan, “no tengo miedo, aunque todos sabemos el maltrato que reciben los integrantes del Black Bloc cuando son arrestados”. Hassan es muy conocido entre el ámbito de protestas de El Cairo, es miembro de diferentes agrupaciones, lo que le convierte en un nexo perfecto para las operaciones.

Todos ellos coinciden en que el Black Bloc es un síntoma pasajero, una imagen que desaparecerá cuando consigan sus objetivos, echar a los Hermanos Musulmanes del gobierno. Pase o no a la historia, el nuevo fenómeno ha supuesto un viraje importante en el modus operandi del panorama contestatario en Egipto.

Sigue a Pilar en Twitter: @PilarCebrian

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