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especial moda 2013

Bob Mackie ha vestido a casi todo el mundo

En el panteón de los diseñadores de moda norteamericanos, Bob Mackie se alza en solitario. Aunque su nombre no te suene, si alguna vez te has fijado en la foto de alguien famoso es muy probable que estés familiarizado con su trabajo. En el transcurso...

Retrato de Harry Langdon.

   En el panteón de los diseñadores de moda norteamericanos, Bob Mackie se alza en solitario gracias a sus hiperbólicos trajes a medida, recubiertos de pedrería y lentejuelas, creados para algunas de las más ostentosas personalidades del mundo del espectáculo. Aunque su nombre no te suene (lo cual no sería sorprendente, ya que Bob nunca ha tenido su propia marca de consumo masivo), si alguna vez te has fijado en la foto de alguien famoso es muy probable que estés familiarizado con su trabajo. En el transcurso de una carrera que se extiende 50 años, Bob ha creado prendas de confección para Cher, Liza, Barbra, Britney, Michael, Madonna, Oprah, Dolly, Whitney, Tina y prácticamente cualquiera cuya fama sea tal que se le reconozca por su nombre de pila.

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    Bob, hoy con 72 años, inició su carrera en Hollywood a comienzos de los 60, trabajando en varios departamentos de guardarropía. Como diseñador fue pionero de la imagen exagerada, más-grande-que-todo que dominó en las esquinas más rutilantes de la moda norteamericana durante la mayor parte del último medio siglo; un estilo que le granjeó apodos como “El rajá de los diamantes de imitación” y “El sultán de las lentejuelas”.

    A lo largo de su trayectoria profesional Bob ha diseñado vestidos de fantasía para muñecas Barbie, obtenido nueve premios Emmy, recibido tres veces nominación a un premio Oscar, fundado una línea de costura, diseñado fragancias y, en definitiva, erigido triunfador en un millón de cosas espectaculares. En la actualidad Bob encauza buena parte de sus energías en su línea para QVC de “arte para vestir”, más en consonancia con una moda confortable y popular de lo que su nombre, y el trabajo previo de Bob, podrían sugerir. VICE: ¿Qué está usted haciendo ahora mismo?
Bob Mackie: Estoy en las afueras de Philadelphia, haciendo una cosa para la venta por televisión.

Para QVC, ¿no? ¿Es a lo que más se dedica estos días?
Me ocupa mucho tiempo, pero también me dedico a otros proyectos. ¿Como qué?
Bueno, estoy trabajando en una línea de cosméticos y también en una línea de mobiliario. Y esto está bien, porque durante la recesión no hice nada de mobiliario. La gente no lo iba a poder comprar. Ya sabes, si vas a perder tu casa, ¿por qué ibas a comprar muebles? Pero ahora todo está cambiando. Está claro que es usted un hombre atareado, pero, ¿tanto como para no seguir la pista de las cosas que hace? ¿Tiene idea del número de looks diferentes que ha diseñado a lo largo de los años?
[risas] ¡No! Llevo 50 años en el negocio y no llevo la cuenta. ¿Alguna vez ha visto algo diseñado por usted que no recordara haber hecho?
A veces veo cintas de viejas galas televisivas en las que trabajé mucho tiempo atrás y veo algo que sé que hice yo, porque diseñé el espectáculo, pero había olvidado por completo. Es una sensación rara. Pero recordar es difícil, porque antes hacía dos o tres galas de televisión a la semana y trabajaba las 24 horas del día. Una vez terminaba una cosa, me ponía con la siguiente de inmediato.

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Bob y Carol Burnett, 1967 Los programas para los que diseñaba vestuario eran grandes producciones, como The Carol Burnett Show. Y todo tenía una cohesión. ¿Era responsable del diseño de cada vestido, cada imagen?
No todo procedía del diseño. Alquilaba muchas cosas, como uniformes y prendas de época, pero para cada episodio hacíamos de 50 a 70 trajes y vestidos. Y rodábamos un episodio a la semana. En una entrevista decía que para inspirarse para el vestuario de las telecomedias, se iba a pasear al centro comercial y observaba a la gente. Decía que le parecía increíble lo que la gente pensaba que le quedaba bien. ¿Sigue haciéndolo, pasear por centros comerciales y otros lugares públicos?
Ya no hago telecomedias, pero sí, sigo paseándome por centros comerciales y aeropuertos –sobre todo aeropuertos– y pensando, Ay, Dios mío, mira a esa chica, o ¡Mira qué zapatos más feos! Hoy en día muchas mujeres visten ropa que no les favorece nada. En los aeropuertos se ve a la gente que peor viste. En algún momento alguien debió decidir que la comodidad a toda costa estaba por encima del decoro. En los vuelos de dos horas ves gente en pijama, con almohadas para el cuello y los pies desnudos atufando la cabina.
¡Lo sé! Y eso que puedes estar cómodo sin parecer un cerdo. Cuando tomo un vuelo, me siento y observo a la gente que embarca y pienso, ¿Dónde van a ir cuando lleguen? ¿Dónde puedes ir cuando llevas unas pintas tan ridículas? ¿Hay alguna corriente actual que no soporte?
Los leggings cuando se llevan porque sí. Me dejan de piedra. ¡No puedo creer lo que veo! Sólo porque se ajusten no significa que encajen con tu imagen o te queden bien. ¿Y de tiempos pasados?
Bueno; a veces, cuando está sucediendo, piensas, Dios mío, ¿pero qué está pasando aquí? Y entonces, al cabo de un tiempo, empieza a gustarte. Como cuando llegó la moda de los minivestidos. Llegaban justo por encima de la rodilla y todo el mundo estaba horrorizado. Y poco después apenas llegaban a cubrir la entrepierna. Y ahora todo el mundo lo lleva todo al descubierto y nos hemos acostumbrado. ¿Le ocurre eso con cosas que usted mismo diseñó en el pasado? ¿Alguna vez echa la mente atrás y piensa, “¿En qué estaría yo pensando?”
Miro hacia atrás y me digo a mí mismo, “Eso fue hace 30 ó 40 años y era la tendencia en ese momento”.

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La Barbie Amethyst Aura, 1997.

¿En qué década cree que se cometieron más crímenes contra el estilo?
En los 80. Todo el mundo se rebelaba contra los años 70 vistiéndose con cosas exageradas y chillonas; esas hombreras enormes, esos cortes de pelo de risa… Ha pasado el suficiente tiempo desde aquello y, de haber sido alguna vez una imagen aceptable, a estas alturas ya lo sabríamos. Pero hoy ya nadie hace nada nuevo ni interesante. ¿A qué se refiere?
Miro a mi alrededor y todo lo que veo son cosas antiguas regurgitadas y traídas al presente. Ves tendencias llegar e irse, y luego vuelven y se van de nuevo, ¡y entonces vuelven y se van por tercera vez! Se está conviertiendo en una cosa de locos. Eso sí, ahora los tejidos son interesantes. Hay muchas cosas que se pueden hacer con ellos y que en el pasado no. ¿Hay algo que alguna vez intentara hacer pero fuera demasiado ambicioso? ¿Algo que tuviera que dejar correr?
No que yo recuerde. Siempre he tenido un lado práctico que me impedía emprender algo así. Muchas veces solo disponía de cuatro o cinco días para componer algo, y si llegabas al día de la sesión de fotos y aquello no funcionaba o no estaba listo, la habías cagado. En otras ocasiones disponía de seis meses o un año para tener algo preparado. Entonces podía investigar y crear cosas enormes para la cabeza, para la espalda, con plumas… Estilos y modelos que se tenían que construir. Tenían que ser ligeros pero no quebradizos, y moverse como si estuvieran hechos de alas de mariposa. Aquello me entusiasmaba, pero ni se me ocurría ponerme si solo tenía dos días. ¿Es esa una de las razones que le llevaron a trabajar con muñecas Barbie? Algunos de los vestidos que hizo sería imposible que los llevara una persona.
En realidad hay por ahí muchas drag queens que puede que copien una Barbie hecha por mí, y que yo lo vea y diga, “¡Vaya, eso está muy bien!” Otras veces puede que lo intenten sin saber cómo construirlo; se lo ponen y, de repente, se les viene todo abajo. Imagino que las drag queens deben recrear muchos diseños suyos.
A lo largo de mi carrera mucha gente me ha dicho, “Tienes que ir a ver este espectáculo de drags”. Y no me decían por qué. Entonces yo iba y no había drag que no llevara una copia de algo diseñado por mí. Sobre todo de cosas que hice para Cher.

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Cher en lo que Bob llama “uno de sus trajes de cada día”, un vestido que lució en un especial de TV en 1975. Foto de Harry Langdon.

¿Sigue trabajando con Cher?
No lo he hecho en varios años porque hace tiempo que ella no hace nada. Se fue a Rusia a dar uno de esos conciertos en los que pagan un montón de millones, cogió algunos de los antiguos diseños que hice para ella y los usó. No sé si volveremos a trabajar juntos; salir de gira y vestirse cada noche y todo eso es mucho trabajo. Quería preguntarle por el célebre vestido que le hizo para la gala de los Oscar en 1986. Aquel con el que parecía una reina bruja, con el estómago al descubierto y un peinado afro en punta. ¿Es cierto que fue idea de ella y usted intentó disuadirla?
Bueno, es que iba a entregarle un galardón a Don Ameche. Era un hombre ya mayor, de 70 años, que iba a recibir un premio maravilloso, así que le dije, “¿En serio crees que deberías vestirte así? ¿No te parece que vas a robar la atención de lo que realmente importa?” Y ella dijo, “Oh, a él no le importará”. Por supuesto, al día siguiente ella estaba en portada en todas las revistas. Y esas fotos aún siguen imprimiéndose. ¿Ha habido alguien a quien usted hubiese deseado vestir y que por alguna razón eso no llegara a suceder?
En realidad no. Me gusta cuando llega alguien con unos kilos de más y logro que salga a escena como su antiguo yo, con un aspecto estupendo. Eso siempre me ha complacido. Aunque supongo que me habría encantado vestir a Audrey Hepburn. Estaba estupenda con todo, era como una modelo. La gente de a pie nunca se parece ni se parecía a ella. Te dejaba boquiabierto. No era el sueño húmedo de un hombre, no era especialmente sexy, pero al mismo tiempo tenía un estilo asombroso. Cuando yo era adolescente, mis favoritas era Audrey y Marilyn Monroe, dos extremos opuestos. ¿Llegó a trabajar con Marilyn?
Mi primer trabajo en el cine fue esbozar los vestidos que iba a llevar en Something’s Got to Give. Por desgracia murió y la película nunca se llegó a completar. Fue muy extraño. Yo tenía 22 años y estaba entusiasmado. Y de repente Marilyn, mi favorita, ya no está. Sigo sin poder ver películas sobre ella, no quiero verlas. No quiero ver a una actriz interpretando a Marilyn porque nadie puede conseguir lo que conseguía ella en pantalla. Era mágica. Común y adorable, y tan sexy, tan encantadora. Una criatura muy interesante.

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La Barbie Diosa de África, 1999.

Lo que me gusta de sus diseños es que son bonitos y a veces divertidos, chocantes. ¿Se propuso alguna vez diseñar un vestido con el objetivo de provocar reacciones extremas en la gente?
Yo quiero sorprender, sobre todo cuanto visto a artistas, gente del espectáculo. Quieres que el público se sorprenda. Quieres que se embelese, que digan ooh y aah, que aplaudan. Todo eso es importante porque forma parte del negocio del espectáculo. Es apasionante. Si una mujer va a estar hora y media en el escenario y se pone un sencillo traje negro, más le vale que sea Judy Garland. Estás allí para verla, no solo para oírla. Ha de haber un componente visual. Y al mismo tiempo, si no logras que la suya sea una buena imagen, has traicionado el propósito original, que es hacerlas más delgadas, más altas, fabulosas. ¿Le toma en serio el mundo de la moda?
El mundo de la moda nunca ha llegado a aceptarme. Siempre he sido un diseñador de vestidos, no un diseñador de moda. Al mundo de la moda llegué prácticamente de rebote, y a mí no me parece mal, pero a la prensa de la moda nunca le he gustado. ¿Qué opina de la industria de la moda actual?
No pienso nada. Es un negocio terrible. La gente entra y sale constantemente de él. Es muy duro. El modo en que las tiendas reaccionan, el modo en que tratan a los diseñadores… es difícil ganarse bien la vida ahí. Veo a jóvenes diseñadores decantarse por la moda y les digo, “Por favor, ve a trabajar con alguien a quien admires de verdad; no trates de entrar en estos momentos en el negocio” Muchos creen que pueden crear un taller y hacerse famosos de la noche a la mañana, pero eso nunca es así. ¿Hay algún nuevo diseñador que le guste?
He de admitir que no presto mucha atención. Trabajo con estudiantes de moda en Los Ángeles y algunos chicos son increíbles. Puede ser frustrante, porque tienen mucho talento pero nunca vuelvo a oír nada de ellos. Es triste. ¿Y algún diseñador cuyo trabajo le haya gustado siempre?
Me encanta James Galanos. Lleva retirado un tiempo, pero la ropa que hacía me parecía la más hermosa. Y Oscar de la Renta viste a las mujeres para que parezcan mujeres, y eso me gusta. Mucha gente sigue adelante, pero da la impresión de que van sacando colecciones simplemente porque tienen que hacerlo.

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Dos modelos posando con la colección Otoño 1988 de Bob. Foto de Gideon Lewin.

Una vez hizo una colección de alta costura, ¿verdad?
He hecho varias. No tenían el precio de la costura europea, pero aun así eran caras. Y se podían vestir perfectamente. Nunca he creado nada que la gente no pudiera vestir. La parte triste de esto es que no puedes controlar quién lo compra. A veces pienso, Oh, ¡si pudiera decirle a esa mujer cuál tendría que comprar! Es inevitable que compren la pieza que no deben. Tengo un montón de muestras preciosas y entonces llega Aretha Franklin y hace un pedido, y es como, “Bueno, ahora ya no parece la misma muestra, ¿verdad?” [risas] Me temo que voy a meterme en problemas por esto último. ¿A quiénes le ha gustado más vestir?
Eso depende de cuándo lo hiciera. Cuando trabajaba con Carol Burnett podía hacer cosas muy divertidas, además de unos hermosos números de producción. Ella podía lucir todo tipo de cosas, adoptar muchos aspectos. Y a mí me encantaba la comedia. Me encantaba hacer reír al público. Muchos diseñadores de moda son muy serios. “¿Por qué querrías hacer eso?” No lo pillan. La gente de la moda no tiene mucho sentido del humor. Decididamente no.
La moda es para ellos una religión, pero la moda debe tener un poco de humor. Una de las cosas más divertidas que he visto son las showgirls, como en Las Vegas. Siempre me hacen reír. A veces son hermosas, pero también tan escandalosas que hacen que me ría. Y la moda también puede ser así. Imagino que usted ha tenido mucho que ver con el look de Las Vegas, ¿no?
En el mundo del entretenimiento creo que he influido bastante en muchas cosas. Cuando veo Bailando con las estrellas pienso, Yo ya hice ese vestido hace 40 años, y lo hice mejor. Su influencia ha sido enorme. Una vez hubo una broma sobre usted en Los Simpson.
Hubo una época en la que fui bastante famoso. Se mencionaba mi nombre en libros, en concursos de televisión, en Los Simpson. Es divertido. Fui a ver Best In Show [en España se “tradujo” como Very Important Perros – ndt] con un amigo y hay un momento en el que Jane Lynch dice, “Bob Mackie, ¿dónde estás cuando te necesitamos?” No tenía ni idea de que se me mencionaba en la película. Me encanta cuando pasa eso. ¿Cómo es su casa?
Debido a todas esas cosas glamourosas y sin mesura que hago, la mayoría de la gente se imagina que vivo en una especie de nightclub de mármol, con luces y palmeras de plástico. Pero no, y no es eso lo que quiero. Mi casa es de estilo ranchero, en Los Ángeles. Hay una piscina y unos cuantos cactos y algunas cosas que he ido coleccionando de mis viajes por el mundo. Estar con mis cosas me hace feliz. ¿Se ve bajando el pistón?
No especialmente. Pero hay cosas que antes podía hacer, físicamente, y ya no. Ya no puedo hacer lo que hacía en los 70. Bueno, ¡tampoco muchos podían hacerlo entonces! Cómo lo hice, no lo sé. Nadie trabajaba tanto como yo. Pero me encantaba. Y pensaba, Disfruta mientras puedas porque nunca podrás hacer de nuevo tantas cosas. Y no he podido.

Imágenes de archivo tomadas del libro Unmistakably Mackie: The Fashion and Fantasy of Bob Mackie.

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