Desde 2010, Marcelo Bernasconi, de 23 años, cumple cadena perpetua en el pabellón de transexuales y gays de una cárcel al sur de Buenos Aires. Entre los barrotes y los guardias que se ríen de ellos, Marcelo se hizo travesti: se bautizó como Marilyn, el mismo apodo con el que los varones lo humillaban en Oliden, el pequeño reducto rural en plena Pampa húmeda en el que se crió.Las dos vías de escape que encontró Marilyn son la docencia dentro del presidio y Guillermo Casero, un cuarentón llamado ‘sádico sexual’ por los jueces. Hace dos semanas, y después de un año de noviazgo, Marilyn y Guillermo se casaron. Hubo maquillaje, arroz, ilusión y baile en un lugar invisible para la sociedad. Por un rato sus condenas pasaron a segundo plano, eclipsadas por el festejo.
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