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Borrachera en Las Vegas con un promotor de Strip Clubs

Mucho más divertido que los Oscar del porno.

12h de la mañana. Las Vegas. Estoy en Oscar del porno. La 31 edición de los AVN Awards. Acabo de recoger mi acreditación y ¡maldición! he perdido el móvil.  Voy al bar. Cerveza y un taco de atún. Estoy en Las Vegas, qué coño. Espero encontrar a alguien que me ayude. Me acerco a un tipo y le pregunto si me deja usar su teléfono. Por supuesto que me deja. Soy 35 dólares en potencia. Descubro que se llama James y es promotor de los mejores strip clubs de la ciudad.

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Es de Alaska, tiene sangre india y con doce años ya había matado su primer oso. ¿Qué hace un tío así en esta ciudad?, me pregunto. Pues buscarse la vida. De los 18 a los 23: cinco años de fiesta y pesas. Me cuenta que empezó a jugar al póquer en la universidad: “Era un jugador nato y tuve bastante éxito. Me dije a mi mismo que un día me iría a vivir a Las Vegas para ganarme la vida con las cartas”. Antes del ‘sueño’, un curro de comercial en Puerto Vallarta, y vuelta a Alaska. Se hace representante de muebles y ahorra 2.500 dólares. Ahora sí. Maleta y a Las Vegas.

James, mi promotor de strip clubs favorito, en buena compañía.

El tío se asegura comida y cama para una temporada pagando todo por adelantado y con lo que le queda se tira a las mesas de póquer. Gana y pierde unos 200.000 dólares, como en las películas. Está arruinado. Vende su portátil y empieza a trabajar en el hostel más grande de la ciudad del pecado. Empieza en la cocina y acaba siendo coordinador de actividades: sacar a unos 100 turistas de fiesta cada semana da dinero. Más pasta, más póquer. Pero Las Vegas siempre es más lista. Y James aprendió que si apuestas contra Las Vegas, acabas perdiendo, así que lo que hace un chico listo es jugar con la casa.

“Mi experiencia tratando con gente como vendedor me dio una facilidad natural para trabajar como promotor y conseguí un trabajo con una gran promotora de Las Vegas. Empecé a mandar a mis invitados a strip clubs en vez de a discotecas. En los garitos me pagaban cinco dólares por persona, pero los strip clubs pagaban hasta 35”. Hoytiene su propia empresa y gente subcontratada: “Tengo empleados que ganan 1.000 dólares a la semana”. Insiste en llevarme de fiesta y me habla de números y de estadísticas. Me cuenta que la Feria del Hormigón (un evento relativo al ladrillo que no acabo de entender) atrae a más hombres que los premios del porno.

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“Me gané la reputación de ser uno de los mejores. Llevaba entre 300 y 400 personas a la semana a los garitos”. Me dice que puede parecer poca gente, pero que este es un mercado súper saturado. No me cuesta comprobarlo, hay un montón de gente haciendo lo mismo y todos van a saco. El tío es un escáner de personas. Habla de tipos personalidad, de psicología e incluso de las probabilidades de conseguir clientes en función de la raza. Veo en vivo y en directo cómo funciona su tinglado. Empiezo a entenderlo todo. Hasta ahora simplemente me había parecido un fanfarrón con un poco de estilo.

Mientras nos tomamos la cerveza y le pregunto cosas, Mr. Big Data ha contestado decenas de mensajes, mantenido cuatro llamadas por negocio y acertado el pleno al quince en la quiniela de las clientas. Y dicen que los hombres no son capaces de hacer dos cosas a la vez.  Mi recién estrenado colega es lo que llaman un go-getter. Un buscavidas con ambición. Quedamos esa misma noche. Llego tarde y James ha ganado ya más de 200 dólares en las máquinas de vídeo-póquer. Me da 20 para la máquina y me cuenta el secreto para beber gratis el mayor tiempo posible. Unos gintonics y al strip club más lujoso de la ciudad. Si todos los strip clubs fueran así, adiós al bingo.

Vamos al área de male strippers y me presentan a la encargada. Una vedette que trabajó con Raúl Sender en las revistas de la España de los 80 (salió en el 1,2,3). Me ayuda a conseguir posados de los strippers y brindamos a la salud de nuestro adorado Madrid.  Las Vegas siempre es más lista que tú y está todo diseñado para soltar dólares cada minuto, ya sea por el juego, las tetas o… básicamente, por el juego y las tetas. Entre más cervezas y lap dances, James me cuenta el negocio de las habitaciones privadas, los invitados premium, las comisiones y cosas que si os las contara os tendría que matar (es mentira, pero mola decirlo).

Ya borrachos, nos montamos en su coche.  La noche acaba y hay que recolectar el dinero ganado. Recogemos los cheques de todos los strip clubs a los que ha enviado gente. Esta noche de entrevista, James ha ganado más de 1.000 dólares. “Si eres disciplinado y tienes la formación necesaria, en Las Vegas es posible ganar al año una cifra de 6 dígitos simplemente promocionando strip clubs. En esta ciudad no hay límites para un go-getter con ética y la actitud correcta“. Nunca pensé que el consejo para triunfar en Las Vegas me lo podría haber dado mi padre.