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Cultură

Breve historia de los experimentos con humanos del Gobierno de EUA

Con la desclasificación del informe sobre torturas de la CIA ha salido a la luz que el gobierno de EUA ha estado llevando a cabo "experimentos" con personas bajo su custodia. He clasificado los experimentos por categorías.
Imagen vía Wikimedia Commons

Con la desclasificación del informe sobre torturas de la CIA, el 9 de diciembre de 2014, ha salido a la luz que el gobierno de EUA ha estado llevando a cabo "experimentos" con personas bajo su custodia. Tras abrirse el programa de técnicas de interrogatorio mejoradas en 2002, los especialistas en interrogatorios James Mitchell y Bruce Jessen adoptaron una teoría de la psicología popular denominada "impotencia aprendida" para su uso como estrategia de interrogación. Dicha teoría solo había sido probada en perros. Según Lisa Hajjar, de The Nation, su aplicación en seres humanos y, en última instancia, en el ámbito de la inteligencia militar, supuso la realización de una extensa serie de experimentos en sujetos humanos.

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Esta no es, obviamente, la primera vez que los EUA llevan a cabo prácticas similares.

El problema cuando se habla de la experimentación con humanos por parte de los EUA es que, en el momento que sacas a relucir el tema, al instante quedas como un tarado de esos que creen en el Día del Juicio Final, las teorías de la conspiración y los "chemtrails".

Aquí se incluyen una serie de experimentos llevados a cabo por los EUA y documentados oficialmente para esgrimir como argumento contra los más escépticos.

Desgraciadamente, existen infinidad de casos que podrían presentarse como ejemplos. Para mayor simplicidad, he clasificado los experimentos por categorías en lugar de cronológicamente.

Experimentos raros:

Hay veces en que la experimentación con seres humanos resulta hasta graciosa. Tenemos el ejemplo de las pruebas de fuerza G, en la que se ve a varios sujetos poniendo caras raras y desmayándose. El Gobierno obtiene información y todo el mundo sale beneficiado.

Pero eso no significa que los experimentos sin riesgo realizados en humanos no sean inquietantes, ni que los experimentos inquietantes conlleven siempre un riesgo.

Cuando la Guerra Fría estaba en su apogeo, el ejército de los EUA

solía probar nuevas estrategias militares con sus propios soldados, una forma sencilla de poner a prueba su aparato defensivo: exponían a miles de soldados al gas mostaza, o utilizaban armas químicas contra sus propios marinos sin advertirles de ello previamente. Sin embargo, probar la efectividad de nuestra capacidad ofensiva es una tarea más difícil de orquestar.

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La Operación LAC (Operación de cobertura de gran extensión, por sus siglas en inglés), consistía en una serie de experimentos secretos llevados a cabo en 1957 y 1958 con agentes químicos y biológicos. El Servicio de Guerra Química del ejército estadounidense liberó sulfuro de zinc-cadmio en el aire desde aviones y barcos militares en varias regiones del país, algunas de las cuales estaban densamente pobladas. Cuando el informe fue desclasificado, la comunidad científica, horrorizada, investigó sobre las posibles consecuencias de aquel experimento, y la respuesta es que probablemente no tuviera ninguna.

En 1950, antes de la Operación LAC, el ejército de los EUA situó una embarcación cerca del Golden Gate desde la que se pulverizó la bacteria Serratia marcescens sobre San Francisco con el fin de probar la efectividad de un arma química. Poco después, Edward Nervin, residente en San Francisco, murió por una infección de Serratia marcescens en el corazón. Según el New York Times, el Gobierno "creía que la bacteria era inocua".

Una década después, el Gobierno expuso a los viajeros de los metros de Nueva York y Chicago a la bacteria Bacillus subtilis , que en la mayoría de los casos también resulta inocua. No se tiene constancia de infección en ese caso.

Vídeo de PBS sobre la Operación Whitecoat.

En la Operación Whitecoat, sin embargo, se utilizaron gérmenes muy perjudiciales de forma deliberada. Durante la Guerra de Corea, muchos de los que se declaraban pacifistas eran obligados a ejercer como personal sanitario para el ejército.

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A partir de 1953, también se les dio la oportunidad de convertirse en conejillos de indias para probar armas biológicas. Se exponía a los participantes, llamados whitecoats (chaquetas blancas) a diversos virus y bacterias y se les inyectaban vacunas para probar su efectividad. Los experimentos se realizaban en Fort Detrick (Maryland) y, si bien ninguno de los sujetos murió, informes realizados décadas después sobre solo una cuarta parte de ellos concluyen que muchos sufrían asma y dolores de cabeza.

Experimentos jodidos:

Lo segundo peor del Proyecto Manhattan –el primero es la aniquilación instantánea de dos ciudades- fueron las docenas de experimentos que se llevaron a cabo para determinar qué efectos tenía exactamente la radiación en el cuerpo humano. Muy chungo.

Además de los famosos experimentos en los que se ordenaba a marines que se situaran muy cerca de ondas expansivas nucleares, el Gobierno contribuyó a financiar experimentos en los que directamente se introducía material radiactivo en el cuerpo de los sujetos. Según un informe del Congreso de 1986 titulado American Nuclear Guinea Pigs: The Decades of Radiation experiments on U.S. Citizens , entre los materiales utilizados había plutonio, polonio, radio, torio y otros.

Pese a que el documento informaba de experimentos en el sector privado, el Gobierno había participado en docenas de ellos durante tres décadas. En muchos casos, los sujetos seleccionados para el Proyecto Manhattan prácticamente tenían ya un pie en la sepultura, pero a veces experimentaban con personas sanas, algunas de las cuales fallecieron tres años después de su exposición a lo que parecían cantidades insignificantes de material radiactivo. Pedían a los sujetos que ingirieran lluvia radiactiva, irradiaban al ganado para observar qué le ocurría a las personas que consumían su leche y carne, o inyectaban el material directamente en el cuerpo de los sujetos.

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En un inquietante paréntesis en plena época nuclear, el Servicio de Guerra Química del ejército de los EUA liberó millones de mosquitos en Florida y Georgia entre 1956 y 1958 con el fin de comprobar si podían utilizarse como arma para propagar la fiebre amarilla. Posteriormente, estudiaban el aumento de picaduras en la población de la zona. Su argumento era que, al parecer, esos mosquitos no estaban infectados con la fiebre amarilla cuando fueron liberados. En cualquier caso, no importa demasiado, ya que existen informes que demuestran que en esa época ya se había propagado la fiebre amarilla por esas regiones, por lo que la liberación de los mosquitos no había hecho sino agravar la situación de forma exponencial.

Experimentos de pesadilla:

Luego llegaron los experimentos con alucinógenos.

Por alguna extraña razón, los altos mandos del ejército de los EUA tenían un extraño concepto de lo que podía hacerse con las drogas: interrogar a gente, desarrollar telepatía y crear asesinos al estilo de El mensajero del miedo, a los que se pudiera lavar el cerebro y ocultar entre las filas enemigas para luego "activarlos" mediante la señal secreta. Nada de eso fue posible. Obviamente, la droga puede provocar que actúes de forma extraña con la dosis adecuada o volverte loco e incluso matarte con una cantidad excesiva.

Ya he escrito mucho sobre los experimentos de control mental de la CIA. Baste con decir que, entre la década de 1940 y la de 1960, el Gobierno estadounidense mató y causó trastornos mentales a muchas personas a las que sometieron a experimentos con drogas.

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Experimentos al estilo nazi:

Seguramente ya habréis oído hablar del diabólico experimento Tuskegee sobre sífilis, pero por si acaso, os pondré en antecedentes. Se realizó en hombres negros del ámbito rural de los EUA a quienes se había hecho creer que estaban recibiendo servicios de salud gratuitos por parte del Gobierno, cuando en realidad les estaban inyectando la bacteria que provoca la sífilis. Engañaron a las víctimas para que no trataran la enfermedad durante los 40 años que duró este experimento, hasta que los hechos fueron filtrados a la prensa en 1972.

Para entonces, habían muerto 128 sujetos de prueba, 40 esposas de estos se habían contagiado y habían nacido nueve niños con la enfermedad.

Pero, ¿sabíais que para algunos de aquellos investigadores el experimento de Tuskegee era el segundo que llevaban a cabo? Por imposible que parezca, el anterior fue aún más horrendo. Se llevó a cabo en Guatemala sobre 696 pacientes mentales, prostitutas y presos para probar la efectividad de la penicilina. Pero no se limitaron a inyectarles la sífilis y la gonorrea en el brazo, sino que les contagiaron rascando la piel de los sujetos o incluso inyectándoselas en los genitales.

Estos experimentos con prisioneros por parte del Gobierno de los EUA fueron el argumento al que se aferraron los científicos nazis durante los juicios de Nuremberg para justificar sus propias pruebas con humanos. Concretamente, los nazis aludían al ensayo sobre la malaria en la penitenciaría de Stateville, en el que usaron mosquitos para infectar a los presos con esta enfermedad para después tratarlos con tratamientos antimalaria recién desarrollados. Uno de los prisioneros infectados murió, si bien los investigadores aseguran que la causa no estaba relacionada con el ensayo. El Gobierno de EE.UU. se sentía muy satisfecho con el experimento hasta que los nazis se lo restregaron por la cara.

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Tras este episodio, los Institutos Nacionales de la Salud sufrieron una leve crisis de conciencia y redactaron el Código Nuremberg, una lista de diez principios con la que el país norteamericano nuevamente pretendía excusar sus experimentos.

A la luz de los recientes experimentos de tortura de la CIA, resulta curioso leer los diez "mandamientos" del Código Nuremberg, sobre todo si se tiene en cuenta que se redactaron pensando en los presos. A continuación incluyo resúmenes de los diez artículos:

1. Es imprescindible obtener consentimiento informado.

2. El experimento debe representar un beneficio para la sociedad.

3. El experimento debe fundamentarse en resultados de experimentos con animales.

4. Debe evitarse el sufrimiento y las lesiones físicas y mentales del sujeto.

5. El experimento no puede causar la muerte o la discapacidad del sujeto.

6. El grado de riesgo nunca debe exceder el determinado por la importancia humanitaria.

7. Debe protegerse al sujeto de prueba.

8. El experimento debe llevarse a cabo únicamente por personas con cualificación científica.

9. El sujeto tendrá la capacidad de decidir si desea finalizar el experimento en caso de que su estado mental o físico imposibilite su continuación.

10. Los científicos responsables del experimento deben estar preparados para interrumpir el experimento en caso de que algo vaya mal.

Esta lista es el rasero con el que teóricamente se mide si un experimento es o no ético en los EUA.

Sería maravilloso ver que ha habido progresos en este ámbito y que el historial de derechos humanos de los EUA está mejorando, pero si aplicamos estas diez reglas como baremo, vemos que está ocurriendo más bien lo contrario. De hecho, la CIA prácticamente ha violado seis de las diez reglas del Código. Pero bueno, al menos pueden decir que los experimentos sí están basados en pruebas con animales.