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Dubai es una ciudad donde los paisanos que se han hecho ricos con el petróleo están deseando pagar 10 millones de euros sólo para conducir por ahí con una matrícula que lleve el número "1" (sí, eso pasó de verdad). Es un lugar lleno de palacios enormes...

POR ADAM PATTERSON

Dubai es una ciudad donde los paisanos que se han hecho ricos con el petróleo están deseando pagar 10 millones de euros sólo para conducir por ahí con una matrícula que lleve el número “1” (sí, eso pasó de verdad). Es un lugar lleno de palacios enormes y multibi-llonarios de una decadencia terrible, un reino de codicia y consumo donde los hoteles proveen a los occidentales de tratamientos faciales a base de oro de 24 kilates y donde la comida, preparada por el ex chef del Príncipe Carlos, se sirve en salones estridentes situados a 20 metros por debajo del nivel del mar. Hasta los miles de peces tropicales que hay en la decoración comen mejor que tú, pegándose a diario un festín de kilos de marisco de la mejor calidad.

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El contraste entre el estilo de vida de los turistas y el de aquéllos que construyeron Dubai (los obreros de la construcción, no los empresarios sin rostro), no podría ser más bestia. A menudo les pagan 70 euros al mes por trabajar explotados durante interminables jornadas a 50 grados. Sus empleadores les suelen confiscar el pasaporte a cambio de trabajo, como si una licencia para viajar le hiciese mucho bien a un obrero indigente. Cifras no oficiales dicen que alrededor de un millar de estos esclavos ilegalmente importados de la India y Pakistán murieron por causas relacionadas con su trabajo.

A medida que la economía mundial camina cojeando hacia la quiebra y los ingresos turísticos de los que depende la ciudad disminuyen, el dinero que una vez brotaba a chorros se está secando y ya han comenzado los despidos.

Mientras proyectos de construcción por valor de 480 mil millones siguen adelante como se había planeado, otros por valor de 400 mil millones se han quedado en suspenso debido a la desaceleración de la economía. ¿Qué ocurrirá con los enormes monolitos de salvaje arquitectura futurista de Dubai cuando no quede nadie dentro de ellos? ¿Permanecerán ahí hasta que se oxiden y se caigan a trozos? En 2008, el

Wall Street Journal

estipuló que la deuda de Dubai en relación con su PIB era del 42%. La del vecino emirato de Abu Dhabi es sólo del 2,9%. Expliquémoslo de este modo para aquéllos a los que no se les den muy bien las matemáticas: una codicia insana más una absoluta falta de visión de futuro es igual a estar totalmente jodido.

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Esta imagen fue tomada sobre las 4.30 AM. Los obreros caminan hacia el solar desde los campamentos de trabajadores, que suelen estar a kilómetros de distancia. Otros son transportados en autobuses con las ventanas selladas como los de las prisiones. Forman parte de una fuerza de trabajo inmigrante de aproximadamente 10 millones de individuos.

En la carrera por modernizarse, el Emirato de Dubai ha enterrado en la arena cualquier evidencia del pasado. No hay aquí ninguna cultura tradicional. Los turistas son conducidos por sitios predecibles como el zoco de oro, un catering fabricado para los occidentales ansiosos por ver cómo las cosas debieron ser alguna vez.

Informes fechados en 2007 decían que el espacio comercial de Dubai ocupaba una superficie de 300 kilómetros cuadrados, cifra que se proyecta doblar este año. Un dato curioso: ¡Dubai posee del 15 al 25 por ciento de las grúas de todo el mundo!

El impulso de tener construcciones como las occidentales choca con los obstáculos de la tradición religiosa. A menudo, los trabajadores se derrumban deshidratados y acaban muriendo mientras cumplen con el Ramadán.

Descansando en una pausa para el almuerzo. En verano, el sol del mediodía puede hacer que el sudor ciegue tus ojos en cuestión de minutos.

Muchos de los obreros aspiran a ser taxistas y pasan años labrándose su porvenir (consiguiendo permisos y pasando tests). Como conductor, ganan tan poco como siendo obrero (unos 900 dirhams al mes, 90 euros) y trabajan turnos de 13 horas seguidas con vacaciones cada dos años.

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La higiene es mínima, pero lavarse las manos ofrece un pequeño y agradable descanso. Muchos trabajadores charlan sobre su hogar y sus familias. No importan las condiciones: los que tienen trabajo ganan diez veces lo que ganarían en Pakistán, India o Bangla Desh.

La torre más antigua data de los 70 y su fachada original era completamente diferente de la que vemos hoy. Fueron los empresarios ingleses los que vieron que había potencial en la zona libre de impuestos y, con apoyo árabe, lo explotaron. Hay una ley en Dubai según la cual las empresas deben ser dirigidas por, al menos, un nativo de Dubai. Además ha de haber siempre un 10% de nativos entre el personal. Si un nativo es despedido injustificadamente, el gobierno multa a la empresa.

Dubai es regularmente castigado por shamals (tormentas de arena) que pueden moverse a 80 kilómetros por hora y que azotan la arena hasta transformarse en tornados. Todo esto asusta mucho si estás trabajando a 30 metros sobre el suelo. Sin arnés.

En marzo de 2006, los trabajadores se rebelaron en el Burj Dubai, causando daños por valor de 700.000 euros. Consiguieron un incremento del 20% en los salarios, pero una interrupción a la hora de llevar a cabo esa medida desembocó en más disturbios en octubre de 2007: 4.000 trabajadores fueron encarcelados y despedidos sin cobrar nada.

Las leyes de trabajo de los Emiratos Árabes Unidos, particularmente en las “zonas libres”, están hechas para beneficiar al empleador y socavar cualquier derecho de los obreros. La explotación inmigrante está casi literalmente autorizada por el gobierno.

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El día termina finalmente con la puesta de sol, normalmente sobre las 7.30 PM.

Ésta fue tomada en Sonapur (“Tierra de oro”, en hindi), el campo de trabajo más grande de Dubai, donde las embajadas estiman que hay más de 50.000 obreros, aunque, como con cualquier estadística oficial, estas cifras son cuestionables y se cree que puede haber mucha más gente viviendo aquí.

Éste es Ikram, a la izquierda, con sus amigos en un raro momento de relax. Como la economía empieza a caer, les han dado un billete de vuelta a casa. No están seguros de cuándo, pero en los próximos días serán llevados al aeropuerto y devueltos a las montañas de Pakistán.

Están emocionados por ver a sus familias otra vez, pero hay un sentimiento predominante de incertidumbre. Muchos aterrizaron en Dubai entre promesas rotas (los reclutadores les pintaron un bonito cuadro multicolor hecho de mentiras). Tienen un mes para marcharse tras ser despedidos. Hayan trabajado dos meses o 20 años, absolutamente nadie puede retirarse aquí.

Lo admito: mis fotos no capturan ni de lejos lo asquerosas que son las vidas de estos tíos. Son uno de los últimos vestigios modernos de esclavitud.

Imran era un pastor de cabras del norte de Pakistán. Su familia vino toda junta y reunió el dinero para volar a Dubai con la promesa de un salario excitante y de un trabajo sólido. A su llegada, fue inmediatamente informado de que su salario sería reducido a la mitad. Dos meses después, se le dijo que debía abandonar Dubai en tres días. Mala suerte, Imran.

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La vida en Sonapur es miserable y llena de todo tipo de males y enfermedades. Hay contenedores de basura y alcantarillas abiertas por todas partes.

Éstas son las enormes bombas que sacan los residuos líquidos de los campos. Parecen brazos de pulpo serpenteando a través de las calles sembradas de basura.

Éste es otro campo de trabajadores que visité en el límite de ninguna parte. Alrededor de 30 obreros indios vivían aquí tras ser abandonados a su suerte y tener que sobrevivir con los dátiles que caían de las palmeras. Ahora están mejor de salud, gracias a la mujer que me llevó a verles. Ella era la directora de una empresa que los encontró a punto de morir de hambre.

Las alcantarillas evacuan en ácidas piscinas al aire libre. Puedes oler esto a kilómetros, incluso sin que el campo esté a la vista.

Seguí a Imran hasta el aeropuerto mientras se preparaba para volar de vuelta a casa.

Mientras que alrededor del 58% de la fuerza de trabajo de Dubai está por debajo de los 15 años, no todos ellos son alegres y jóvenes mequetrefes. Este tío tenía 62 años y los pies como cojones de un elefante.

En mi último día en el campo, las pobres medidas de seguridad finalmente chocaron con las asquerosas condiciones de vida y se desató un incendio. La televisión era lo primero que había que salvar.

Un guardia de seguridad para una urbanización a pequeña escala.

Aquí Jenny, una trabajadora doméstica filipina que conocí, disfruta de su tiempo de ocio en Global Village, uno de las pocas áreas de entretenimiento de Dubai en las que se permite entrar a los sirvientes domésticos.

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Así como el trabajo de los hombres es frecuentemente ignorado pero al menos se hace al aire libre, a la vista de todos, el trabajo de las mujeres del servicio doméstico se desarrolla tras puertas cerradas y es igualmente jodido. Me las arreglé para conseguir fotos de la nómina de una trabajadora doméstica de Etiopía llamada Alamanesh: 500 dirhams (90 euros) al mes por trabajar siete días a la semana y entre 13 y 18 horas diarias. Los trabajadores inmigrantes mandan miles de millones a sus hogares anualmente. UAE Exchange afirma que en 2008 enviaron giros por valor de 8 mil millones, la mayor parte de ellos a India, Bangla Desh y Filipinas.

Alamanesh y Mali trabajando en casa de un dubaití.

El gobierno ordenó que las familias debían vivir en villas o pisos, pero el personal femenino como la señorita Suzi no se puede permitir los 150.000 dirhams que costaría. Ella vive con otras 24 personas en una villa de tres habitaciones.