Gerd Ludwig fotografía los efectos de la mayor catástrofe nuclear del mundo

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Viajes

Gerd Ludwig fotografía los efectos de la mayor catástrofe nuclear del mundo

La última serie del fotógrafo Gerd Ludwig, The Long Shadow of Chernobyl (2014), es el resultado de nueve viajes, en un periodo de 20 años, a la zona de exclusión de la ciudad arrasada por el desastre nuclear.

©Gerd Ludwig (Prípiat ,Ucrania, 2011). 25 años después, el parque de atracciones se ha convertido en un reclamo para los turistas

Este artículo se publicó originalmente en VICE Alemania.

Hace veintinueve años, yo tenía un año y vivía con mis padres en la pequeña localidad ucraniana de Prípiat, a unos 100 km de Kiev. Hasta aquí, la historia no tendría nada de extraordinario si no fuera porque esa ciudad se encontraba a solo 10 km de la central nuclear de Chernóbil. Por eso y porque mi padre trabajaba allí como ingeniero responsable de uno de los reactores nucleares.

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En aquella época, la edad media de la población de Prípiat era de 26 años. Los cerca de 50.000 habitantes de la ciudad fueron evacuados 36 horas después de que se produjera una explosión del reactor 4 durante unas pruebas del sistema que provocó la liberación de una cantidad ingente de radiación en la atmósfera, un accidente sin precedentes en nuestra Historia.

Aquella catástrofe cambió mi vida y la de miles de personas, muchas de las cuales, entre ellas mi padre, Constantine, fallecieron a causa de los efectos nocivos de la radiactividad.

La última serie del fotógrafo Gerd Ludwig, The Long Shadow of Chernobyl (2014), es el resultado de nueve viajes, en un periodo de 20 años, a la zona de exclusión en torno al lugar del desastre. Tuve el privilegio de hablar con él sobre su obra fotográfica y de compartir algunas de nuestras experiencias vividas en la zona.

©Gerd Ludwig. Gerd Ludwig con un traje de protección

VICE: Trabajas mucho en países de la antigua Unión Soviética. ¿De dónde surge ese interés?

Gerd Ludwig: Empezó desde que era joven. Durante la Segunda Guerra Mundial, mi padre fue llamado a filas por el ejército alemán y, de hecho, estuvo con las tropas que invadieron la Unión Soviética. Estuvo combatiendo hasta en Stalingrado. A su regreso, sus experiencias se convirtieron en mis cuentos para dormir. A medida que me hacía mayor, empezaba a hacer cada vez más preguntas y sus explicaciones no me satisfacían. Crecí con un fuerte sentimiento de culpa por lo ocurrido en Rusia y el resto de repúblicas soviéticas, hasta el punto de que, cuando me asignaron el primer trabajo de fotografía en Rusia para la revista Geo, me dije a mí mismo que no haría ninguna fotografía crítica de Rusia, un país que sufrió terriblemente por la invasión alemana.

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¿Cómo acabaste fotografiando Chernóbil?

Mi segundo gran encargo fue para National Geographic, en 1993, y trataba sobre la contaminación en las repúblicas postsoviéticas. Fue entonces cuando sentí la necesidad de incluir también a Chernóbil. Inicialmente iba a ocupar un pequeño segmento, pero acabo por convertirse en la historia principal. A partir de ahí empecé a interesarme más por el tema de Chernóbil y me prometí que volvería a aquel lugar. Lo hice al cabo de 11 años, en 2005, y luego en 2011 y en 2013, esta vez para una buena temporada. En mis visitas pude fotografiar a las víctimas, la ciudad fantasma de Prípiat, la zona de exclusión, el reactor y las zonas afectadas por la radiactividad en Bielorrusia y Ucrania.

©Gerd Ludwig (Vesnova, Bielorrusia, 2005). El pequeño Igor, con solo 5 años, sufre una discapacidad física e intelectual y trastornos emocionales, además de sordomudez, autismo y ansiedad. Pasa la mayor parte del tiempo oculto tras unas cortinas en esta residencia infantil. Esta institución para niños con discapacidad mental no existiría si no fuera por el apoyo de Chernóbil Children International.

He ido varias veces a Chernóbil para hacer reportajes. No cabe duda de que este accidente cambió drásticamente nuestras vidas. En muchos aspectos, todos mis deseos y pasiones surgieron de las ruinas de Chernóbil. A veces me pregunto qué sería de mi vida si no hubiese ocurrido ese accidente. Quizá todavía viviría allí, tendría un marido y un par de hijos e incluso yo también sería física nuclear.

¿Tú estuviste allí cuando todo pasó?

Sí. Vivíamos en Prípiat y mi padre estaba a cargo del manejo del reactor 2. La noche del accidente hacía el último turno. Sus compañeros estaban trabajando en la sala de control del reactor 4. Me contó que los vio correr, intentando solucionar el problema, aunque realmente poco podían hacer. Cuando acabó su turno, mi padre llamó a mi madre y le dijo que cerrara las ventanas y que no saliéramos de casa, que no podía contarnos la razón. Recuerdo que habían tenido que firmar un contrato de confidencialidad. Mi madre me explicó que, pese a sus advertencias, sus amigas fueron a la playa ese mismo día. No eran conscientes del peligro.

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¿Tuviste miedo la primera vez que visitaste el lugar? ¿Pensaste que estabas arriesgando la vida?

Para mi primer viaje estaba muy preparado. Me había pasado cuatro semanas investigando. Viajaba con una maleta llena de equipo de protección, con contadores Geiger, máscaras de gas, dosímetros, cubrebotas y monos de protección. Pero cuando llegué a Chernóbil, los agentes me pidieron que no me pusiera la indumentaria de protección, para no asustar a la gente que trabajaba allí y que no llevaba nada. No vestía ningún tipo de protección cuando visité el cementerio de Prípiat –una zona muy contaminada- o a los retornados en sus casas. Como fotógrafo, siempre caminas por la cuerda floja y a veces necesitas colaboración para hacer tu trabajo. En Chernóbil comí huevos, pescado y patatas que se habían producido en la zona contaminada. Me preocupaba, pero tampoco estaba asustado.

¿Crees que vale la pena correr esos riesgos por una buena fotografía?

Los periodistas a menudo nos vemos envueltos en situaciones peligrosas, pero todo esto lo hacemos en nombre de las víctimas inocentes, para recuperar su historia, que de otro modo se perdería. Estar con esas personas, compartir su mesa, es escuchar su dolor y ver sus almas.

©Gerd Ludwig (Okjabrsky, Bielorrusia, 2005). Las aulas y las oficinas administrativas se convirtieron en clínicas improvisadas. La incidencia de anormalidades tiroideas y de cáncer son la consecuencia indiscutible de la precipitación de cesio.

¿Alguien te ha recibido con hostilidad?

No importa dónde estés, siempre encontrarás a alguna persona hostil. En términos generales, la gente a la que fotografié era muy agradecida. Cuando estoy haciendo un encargo para National Geographic, paso mucho tiempo en el lugar. No me entrometo en la vida de la gente como si fuera un cuerpo con una cámara en lugar de la cabeza. Primero trato de conocerlos como personas. Después de charlar con ellos y contarles mi historia, espero a que ellos se abran, también. En ese momento es cuando saco la cámara. Para mí, estas personas son héroes por acceder a compartir sus historias. Debo tener muy presente que cuando estoy apuntando con mi cámara a gente que sufre, contribuyo a acentuar su pena y sus recuerdos dolorosos.

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Has pasado mucho tiempo fotografiando las consecuencias de la radiación para la salud. Las fotos de los niños discapacitados seguramente sean las que más me han afectado.

Las consecuencias para la salud del accidente de Chernóbil son muy controvertidas en la comunidad científica, pero hay estadísticas irrefutables, como el elevado número de casos de leucemia y otros tipos de cáncer en las zonas afectadas. En Gomel –una región meridional de Bielorrusia muy afectada por el desastre- conocí a unas jóvenes de la zona contaminada que estaban muy preocupadas por el bienestar de sus futuros hijos. Simplemente ese miedo y ese estrés pueden ser perjudiciales para la salud. Soy consciente de que, como parte de la herencia del sistema soviético, allí los padres renuncian a los niños discapacitados con más facilidad que en los países occidentales, pero me di cuenta de que el gobierno de Bielorrusia está minimizando el papel del desastre de Chernóbil en la aparición de trastornos del desarrollo. Los pocos que no tienen reparos en hablar abiertamente de ello ven una relación clara entre el aumento de los problemas de salud y la radiactividad liberada tras el desastre.

¿Cuál fue tu experiencia más sorprendente allí?

En 2005 tuve la oportunidad de adentrarme más que ningún otro fotógrafo occidental en el reactor 4. Capturé áreas en las que los trabajadores solo podían estar durante un máximo de 15 minutos al día, incluso equipados con toda la indumentaria de protección. El subidón de adrenalina fue increíble. En 2013, volví al reactor y me adentré más aún que la vez anterior. En un pasillo oscuro en las entrañas del edificio, el ingeniero que me acompañaba me abrió una puerta metálica con una palanca.

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Solo pude echar unas cuantas fotos rápidas antes de que me sacara de allí, pero pude capturar el reloj de la pared. Se había parado a la 1:23 de la madrugada, momento en que el reactor explotó y en el que Chernóbil se detuvo para siempre.

©Gerd Ludwig. En el reactor 4 la radiación es aún tan elevada que Gerd solo dispuso de unos segundos para hacer las fotos del reloj. El 26 de abril de 1986, exactamente a las 1:23:58 de la madrugada, los relojes se pararon para siempre.

¿Qué opinas de la energía nuclear y qué pretendes transmitir con tus fotografías?

No me gusta ponerme etiquetas ni ir por ahí haciendo campaña antinuclear. A veces la gente se apresura a pensar que tengo prejuicios. Yo prefiero que sean mis fotografías las que hablen por sí mismas. Yo fotografío lo que veo y quiero que el espectador saque sus conclusiones. Dicho esto, dudo que alguien pueda seguir pensando que la energía nuclear es segura después de ver mis fotos.

¿Tienes pensado volver a Chernóbil o ya has pasado página? Y ¿qué me dices de los otros accidentes nucleares, como Fukushima?

No tengo planeado ir a Fukushima. No tengo intención de cubrir todos los desastres nucleares del mundo. No obstante, quiero publicar otro libro sobre Chernóbil para el 30 aniversario, una colección más pequeña de naturalezas muertas. Sé que mi trabajo allí no ha concluido. El libro actual es un receso que me permita echar la vista atrás y seguir adelante.

_Puedes ver más ejemplos de la obra de Gerd Ludwig y comprar copias autografiadas de su libro _The Long Shadow of Chernobyl_ en su sitio web. Su galardonada app de iPad está siendo sometida a una reconstrucción, actualmente, pero estará disponible pronto en iTunes. También puedes seguirlo en Instagram._

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©Gerd Ludwig (cerca de Prípiat, Ucrania, 2011). Una señal junto a la carretera advierte del peligro de contaminación radiactiva

©Gerd Ludwig (Prípiat, Ucrania). Los científicos miden regularmente los niveles de radiación en la zona del llamado Bosque Rojo, una de las más contaminadas en las cercanías del reactor. El nombre procede del color rojizo de los árboles, que murieron a causa de la enorme dosis de radiación liberada inmediatamente tras el accidente. La mayor parte del Bosque Rojo fue quemada y los restos enterrados en "cementerios de residuos"

©Gerd Ludwig (Kiev, Ucrania, 1993). Los niños nacidos cerca de Chernóbil deben pagar el precio de la ignorancia de la generación de sus progenitores. En esta clínica, un niño está recibiendo tratamiento para su dermatitis. El suyo es solo uno de los muchos ejemplos del tremendo incremento de enfermedades alérgicas en la zona.

©Gerd Ludwig (Minsk, Bielorrusia, 2005). Oleg Shapiro, de 54 años, y Dima Bogdanovich, de 13, padecen cáncer de tiroides y están recibiendo tratamiento en un hospital de Minsk. Esta es la tercera intervención quirúrgica de Shapiro. La madre de Dima atribuye la enfermedad de sus hijos a la precipitación radiactiva, pero los médicos son más cautos: "Al gobierno de Bielorrusia no le gusta tanta franqueza".

©Gerd Ludwig (Rossokha, Ucrania, 1993). Miles de vehículos altamente contaminados, entre ellos camiones, helicópteros, tanques y excavadoras. Todos ellos se utilizaron para las tareas de limpieza y están a la espera de ser enterrados en "cementerios para material radiactivo".

©Gerd Ludwig (Prípiat, Ucrania, 2011) Pasaron 36 horas hasta que las autoridades empezaron a evacuar a los habitantes de Prípiat. Les dijeron que el desalojo era solo temporal, por lo que solo les haría falta coger su documentación y lo esencial.

©Gerd Ludwig (Paryshev, Ucrania, 2011). Las enredaderas se han adueñado de esta granja en la zona de exclusión.

©Gerd Ludwig (Lubjanka, Ucrania, 2005). Con solo 54 años, la piel de Vladimir Bychkovsky da una idea de su precario estado de salud, que los médicos achacan a los altos niveles de radiación. Desde que su mujer murió en 2006, vive en soledad en la zona de exclusión.

©Gerd Ludwig (Prípiat, Ucrania, 2005) Unos perros buscan comida en la zona de exclusión. Por su aspecto salvaje, a menudo se cree erróneamente que son un cruce de lobo y perro pastor.

©Gerd Ludwig (Chernóbil, Ucrania, 2005). Cada año, en la fecha del aniversario del desastre, los trabajadores de Chernóbil se reúnen para celebrar una vigilia a la luz de las velas.

Traducción por Mario Abad.

The Long Shadow of Chernobyl
(Der Lange Schatten von Tschernobyl – L'ombre de Tchernobyl)
Essay by Mikhail Gorbachev
29 x 31 cm, 252 páginas, 127 fotografías
Inglés, alemán, francés
Cubierta dura con estuche
Publicado por Edition Lammerhuber, Baden, Austria