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Porque llamar violación a una violación –es decir, llamarla por su nombre- equivale a reconocer que ha ocurrido algo horrible, que tu vida ha cambiado para siempre, y eso resulta aterrador.
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Veo a Matis como una mujer valiente y a la vez vulnerable. Habla con aplomo y se sirve de frecuentes citas para exponer su postura. En nuestro único encuentro, citó frases de Shakespeare y Joan Didion. Me cuenta que ha tenido que volver a aprender varias lecciones. Cuando le pregunto qué lecciones son esas, enumera una lista: «Que estoy segura en mi cuerpo, que la gente respetará mi trabajo y que soy lo suficientemente fuerte como para cuidar de mí misma».La aparente contradicción entre su coraje y la falta de confianza en sí misma tiene su lógica. A los 15 años, su madre seguía vistiéndola para ir al colegio. Cuatro años después, superó sus circunstancias emocionales extremas completando una de las caminatas más difíciles del país. Sola. Sin embargo, Matis asegura que aquella no fue la quintaesencia de su sanación. «No estoy curada», explica. «Nunca estás curada del todo; tienes que responsabilizarte de lo ocurrido».Traducción por Mario Abad.Nunca estás curada del todo; tienes que responsabilizarte de lo ocurrido