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Comida

Ciao pescao: ese salmón te puede estar matando

¿De verdad queremos comernos un animal que se traga toda la contaminación del río Mekong?

De un tiempo a esta parte, hemos empezado a tomar conciencia de que nuestra alimentación puede que no sea demasiado saludable. Sabemos que algo anda mal, que la industria alimentaria nos ceba con todo tipo de aditivos, hormonas y porquerías varias; un eco social que habla de transgénicos, harinas refinadas, azúcares, metales pesados… No es casual que el sector de la alimentación ecológica sea uno de los pocos que ha ido en aumento a pesar de la crisis.

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Y sí, hay gente muy enterada que se ha apuntado al carro de la dieta macrobiótica, ecológica, ayurvédica, paleolítica, etc. Valientes que hacen ayunos depurativos y toman sirope de arce.En definitiva, lo que muchos han empezado a calificar como "bio-pijerío".

Pero el resto de los mortales, aquellos que no tenemos ni el tiempo ni el dinero para consumir productos 100%Bio, nos sentimos apabullados ante un mar de conceptos que no acabamos de entender bien y que nos hacen sentir culpables y temerosos de la ira de dios a la hora de llenar el carro de la compra.

En medio de este batiburrillo gastronómico, uno de los grandes olvidados es el pescado. Normalmente la idea que tenemos sobre este sector es la siguiente: hay que comerlo porque contiene Omega3 que por lo visto es buenísimo.

Pero existen una serie de factores que hacen que el pescado que llega a nuestro plato no sea tan saludable como creemos. En este artículo vamos a explicar paso a paso las claves que todo el mundo debería saber respecto a comer pescado.

El estado español tiene una gran tradición pesquera y un alto volumen de consumo de productos del mar. Junto con Japón, nuestro país registra uno de los consumos más altos de todo el mundo; un volumen estimado (según la FAO) de 45 Kg de pescado por persona y año. Una cifra muy destacada frente a los 18 Kg de media europea.

Nuestro apetito por los frutos del mar ha ido en aumento a pesar de la recesión económica, y para satisfacer esta gran demanda, nuestros caladeros ya no son suficientes. De hecho, nuestra dependencia de la pesca exterior es tan grande que 2 de cada 3 piezas que consumimos proceden de aguas extracomunitarias.

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Según ecologistas en acción, el 90% de las poblaciones de peces evaluadas en el Mediterráneo están sobreexplotadas. Lydia Chaparro, bióloga y miembro de la organización,considera que si continuamos con este ritmo, seguramente en el 2050 se habrán extinguido todos los peces de dicho mar. Esta misma predicción la hace el periodista Charles Clover en su documental "The end of the line" (http://endoftheline.com/)), a nivel mundial.

Esta gran importación hace que hayamos introducido especies antes desconocidas y que ahora son habituales en nuestra dieta. Es el caso del "panga". ¿De verdad queremos comernos un animal que se traga toda la porquería que hay en el río Mekong (actualmente uno de los más contaminados del planeta)? Al parecer sí, pues en España se han llegado a importar cerca de medio millón de toneladas al año.

En el análisis realizado por la OCU a 23 muestras de panga, se encontraron niveles elevados de mercurio y pesticidas, en concreto "Trifluoralina", un herbicida prohibido en Europa, y cuya toxicidad afecta al riñón, la sangre y ligeramente al hígado.

Un factor a tener muy en cuenta a la hora de comprar pescado es la etiqueta. Todo producto que esté a la venta debe estar correctamente etiquetado y contener la siguiente información:

- Denominación comercial

- Nombre científico

- Zona de captura

- Método de producción

- Presentación

De lo contrario es ilegal.

Para comprobar si se cumple esta normativa, nos dimos una vuelta por varios mercados municipales y grandes superficies comerciales. El resultado fue nefasto. Al más puro "Spanish Style", el etiquetado es algo que varía según el vendedor. En el caso de los mercados municipales no encontramos ni una sola pieza de pescado etiquetada correctamente, a veces ni siquiera se indicaba el precio. En las grandes superficies, la etiqueta estaba presente, aunque no siempre con toda la información que requiere la normativa.

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¿Por qué es importante la etiqueta? Como consumidores tenemos el derecho legal a exigir un correcto etiquetado. En muchos casos, la falta de información da pie a prácticas fraudulentas. Es muy común que nos vendan un producto como pescado fresco cuando en realidad proviene de la pesca industrial y ha estado congelado durante meses. Al llegar al punto de venta se descongela y se vende como fresco. Si desconocemos esta información, es muy probable que lo volvamos a congelar en casa. Lo que no es bueno.

Pero aquí no termina la cosa, la picaresca española, esa facilidad para metérsela doblada al personal de la que nos sentimos tan orgullosos, llega también a este sector. Según explica Lydia Chaparro, es muy común el fraude por substitución de una especie de mayor valor comercial (gallos, lenguados, bacalao) por filetes de panga.

De esta manera no solamente estamos pagando más por un producto de menor valor nutricional, sino que nos estamos llevando a la boca un pescado que como hemos mencionado antes, contiene niveles altos de contaminantes nocivos para nuestra salud. Para que no nos percatemos, los procedimientos de empanado, ahumado o rebozado de los filetes se encargan de enmascarar el aspecto, el olor y el sabor de los impostores.

El mar se ha convertido en nuestro gran contenedor de desechos. Muchos de los contaminantes derivados de la actividad industrial terminan en nuestras aguas. Entre los más abundantes destacan las dioxinas, los PCBs (bifenilos policlorados) y metales pesados como el mercurio, el arsénico, el plomo y el cadmio.

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Pero el ciclo de la vida ha encontrado una manera de devolvernos la bofetada a través de la cadena trófica: los organismos que solo comen plancton ingieren los tóxicos que hay en el agua, los que se comen a estos peces o crustáceos ingieren los del agua más los acumulados en sus presas y así sucesivamente hasta llegar a nuestro organismo en forma de salmón marinado, ventresca de atún o paellita dominguera.

Un proceso acumulativo del que nos beneficiamos precisamente porque nos encanta consumir aquellas especies que son grandes depredadores como el atún, el salmón o la trucha.

Según un estudio de la ACSA (Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria) nuestra principal fuente de ingestión de mercurio es el pescado, el marisco y los moluscos; donde el 90% de este mercurio se encuentra como metilmercurio: la forma química más tóxica del mercurio absorbible por los organismos vivos. En altas dosis, puede dañar el sistema nervioso central y especialmente el sistema nervioso en desarrollo en el útero y en la primera infancia.

Tal como apunta la Organización Mundial de la Salud, más del 90% de la exposición humana a dioxinas y PCBs se produce por medio de los alimentos, en particular los productos cárnicos, lácteos, pescados y mariscos.

Estos contaminantes tienen una elevada toxicidad y pueden provocar problemas de reproducción y desarrollo, afectar el sistema inmunitario, interferir con hormonas y, de ese modo, causar cáncer. Dependiendo del hábitat donde vivan y de su propia biología cada especie acumula un contaminante en más alto grado que otros, por lo que es aconsejable variar las especies que consumimos.

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Debido a la gran demanda, hoy en día la acuicultura produce cerca de la mitad del pescado y marisco consumidos en el planeta. Esta actividad contribuye a contaminar el fondo marino debido al uso de sustancias químicas, medicamentos, antioxidantes… De este modo hablamos de un método de producción insostenible a nivel ambiental y que repercute directamente en la calidad del producto que consumimos.

Además, la concentración de peces es tan elevada que para evitar que enfermen se les subministran hormonas y antibióticos que inmediatamente después llegan a nuestro organismo, pues no existecuarentena del producto.Un estudio publicado en la revista Science, señala las diferencias en los niveles de contaminación química entre los salmones de piscifactoría y los salvajes y, especialmente, entre los americanos y los europeos.

El estudio, basado en el análisis de más de 700 muestras, revela un importante problema de contaminación química y pone de manifiesto la trascendencia del control de los piensos empleados en la producción de pescado de piscifactoría.

En resumen, si después de todo lo que has leído sigues teniendo ganas de comer pescado, deberías:

1- Comer menos.

2- Suprimir el panga de tu dieta, así, directamente.

3- Preguntar si el producto es fresco o descongelado, y exigir un correcto etiquetado del producto.

4- Intentar acudir a una pescadería de confianza, siempre es preferible comprar el pescado entero que ya fileteado o empanado.

5- Reducir el consumo de grandes depredadores: atún, pez espada, trucha, salmón, etc.

6- Variar la dieta, consume especies diferentes.

7- Evitar el pescado que proviene de las piscifactorías, siempre es preferible escoger un producto capturado a través de la pesca artesanal y de proximidad.

El pescado puede ser un pilar fundamental en nuestra alimentación y sus beneficios nutricionales han sido ampliamente probados. Como consumidores quizá no se trata de eliminarlo de nuestra dieta ni de caer en el pánico, pero desde luego debemos tener la información para saber lo que estamos comiendo además de contribuir a mejorar la sostenibilidad del medio y nuestra propia salud.