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Elecciones 2016

Ciudadanos ha hecho el peor anuncio electoral de la historia de España

Discursos al estilo "Braveheart", llamadas a la unidad de España, Albert Rivera en plan jefazo y uno de Podemos que solo toma birras. Hay de todo.

Es lo malo de (y lo bueno) tener dos campañas electorales tan seguidas. Te comes mucha mierda, mucho mensaje repetido, mucho lugar común y muchas mentiras… Pero también los políticos y sus asesores de imagen y comunicación tienen más tiempo (un descuento o una prórroga) para dar rienda suelta a su creatividad y generar todo tipo de material demencial. Casi psicotrónico. Documentos audiovisuales destinados a captar votos que a nosotros nos parecen maravillosamente trash. Mondo político, se podía definir el género.

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Si ya hemos visto a Mariano pidiendo el voto hipster y contando cómo él solito nos ha sacado de la crisis —a nosotros nos pareció un auténtico insulto a la inteligencia—, su compañero o rival por la derecha política, Albert Rivera, ha ido un paso más allá. Ha conseguido que el vídeo del PP parezca un inofensivo comercial de madrugada de productos milagrosos para adelgazar ante su retrato de la España que tenemos y la que nos quiere dejar en herencia el líder del partido naranja.

Ya no solo nos referimos al mensaje ideológico —con una dosis de demagogia que hace que el reciente acercamiento de Pavofrío al mundo de la mujer trabajadora parezca inofensivo— si no a esa puesta en escena casposa, que intenta vender una España moderna y con ganas de levantarse y luchar (sic) desde la barra de un bar. Como si fueran los protagonistas de Mirindas Asesina de Álex de la Iglesia, porque el decorado no es muy diferente y el nivel de psicosis de los protagonistas, muy parecido.

Los héroes de la España naranja

Vamos con los tópicos que nos ha regalado este spot con héroes anónimos, se supone, que tratan de levantar el país con la ayuda del iluminado Albert Rivera. Introducción: señora con trabajo, ajetreada, avisa que llegará tarde a casa porque aun tiene una reunión en su agenda del día. Está apoyada en la barra de un bar. A su lado, un señor sin trabajo y frente a ella un camarero comprensivo que invita a la consumición al parado. Todo bien. Pero ojo, comienza la tormenta de mensajes subliminales: de fondo, un joven con coleta al estilo Pablo Iglesias (con camisa blanca) maltrata una máquina tragaperras y en off escuchamos como Mariano Rajoy anuncia la convocatoria de nuevas elecciones.

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Viva la profundidad de campo. Ni un maestro ruso haría tan buen uso de la narrativa para colar, sin ningún tipo de pudor, una bomba de profundidad ideológica en el centro de una estampa costumbrista y aparentemente naif. Con gente normal, españoles medios, que votan a Ciudadanos aguantando a Mariano en la tele (la metáfora con el plasma que utiliza en Moncloa para las ruedas de prensa es evidente) y largando letanías del tipo de: "Venga, a gastar dinero otra vez" o "éste se ha tirado cuatro meses sin hacer nada, leyendo el Marca". Mientras el contraplano nos muestra al 'podemita' jugador del principio (el que pegaba leches a la máquina) mirando el móvil y tomando una birra. Le pillan todos los vicios y encima recita con el puño en alto: "El poder, para la gente". Estos rojos que no levantan España y solo levantan el móvil y la cerve. Ay, cómo son.

El villano coletudo

Sigamos. Entramos en el nudo de la historia. Ya tenemos a todos los personajes presentados y entra en acción la voz de la sabiduría, el hombre maduro que, acodado en la barra del bar, va a llevar desde ahora el peso de la narración. El protagonista, coño, que ya tardaba en aparecer. Albert Rivera sustituye en la pantalla a Mariano y, como si fuera un coro griego, nuestro sabio de botellín y palillo comienza a contar que ha visto a España caerse un montón de veces, y volverse a levantar. Que todo ha sido gracias a los españoles, a la gente que como el dueño del bar levanta el cierre todos los días y bla, bla, bla…

La figura del anciano sabio, un mito recurrente en el folklore

Tiene el tono épico del discurso que el replicante Roy Batty le suelta a su enemigo Deckard en Blade Runner antes de morir, hablándole de naves, puertas y lugares como Orion. Pero aquí sin la música de Vangelis de fondo (suena una melodía de anuncio de la Lotería de Navidad) y soltando una chapa, una verdadera chapa, sobre lo buenos que son y lo que curran todos y cada uno de los clientes del bar. Salvo el rojo, claro, el de la coleta. "Va siendo hora de que volvamos a creer en nosotros mismos, y en este país". Claro que sí, hasta el fan de Pablo Iglesias se le humedecen los ojos ante este discurso al estilo Braveheart que se suelta el parroquiano del bar. "Lo único que necesitamos es que los políticos no nos vendan humo, y, sobre todo, que sean humildes". Y ahí está Albert, que es el hombre más humilde de la campaña electoral. Y que nunca vende humo.

Llega el desenlace, un lento zoom in nos lleva de la barra del bar a la pantalla de televisión y allí está él, con su peinado perfecto y ese traje inmaculado, hablando en el Congreso, mirándonos a los ojos a los espectadores, saltándose la cuarta pared, dinamitando el discurso narrativo para convertirse en el héroe que necesitamos. Habla de cambio y diálogo y la pantalla se funde en naranja, mientras la música se desvanece como en un sueño. Un final a la altura, aunque a nosotros, al verlo, nos parecería mejor que hubieran apostado por un giro como el que planteó Nacho Vigalondo en su corto 7:35 de la mañana, que transcurría en un bar bastante similiar. Con gente desesperada, pero con mucha más gracia.