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Cultură

Cómo no ser un capullo en un pogo

El pogo se ha generalizado tanto que es un elemento común a casi cualquier tipo de concierto y en todos ellos existe un denominador común: el capullo que lo jode.

Imagen vía Alejandra Nuñez

"Skinheads, punks, trashers y hardcores" y rockers y indies y pijos y hippies y gente sin afiliación definida que aparece en cualquier momento con gafas de sol, un vaso de plástico lleno de cerveza en una mano, un piti en la otra y chanclas (si, chanclas) saltando como gilipollas, tirándote su puta birra por encima y mirándote con cara de "tío, esto es un pogo, ya sabes como va la movida" mientras tú solo puedes pensar en arrancarle la tráquea con tus manos desnudas.

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A pesar de lo que decían Versvs, el pogo se ha convertido en algo generalizado en cualquier tipo de concierto. Da igual que sea AC/DC en el Palau Sant Jordi, Wavves en el Apolo o el grupo de punk de tu primo en una okupa: siempre habrá un grupo de gente con sonrisas imbéciles en la boca, empapados en sudor y otros líquidos de dudosa procedencia, buscándose con ojos vidriosos para luego chocar como hacen las cabras en celo.

A todos nos gusta pasarlo bien, sucumbir a los encantos de la música frenética y dejar que nuestro cuerpo se mueva espasmódicamente, pero joder, con estilo. Hemos creído durante décadas que todo valía porque seguimos teniendo como ejemplo a un tipo con pantalones piratas a la altura de los tobillos, zapatillas Etnies y sin camiseta que conocimos en no se que fiestas de barrio cuando teníamos 14 años y desde entonces no nos hemos parado a pensar que coño estamos haciendo. Reflexionemos.

No vayas a contracorriente

El capullo desubicado es el tipo de capullo más numeroso. Estos capullos se presentan bajo diferentes aspectos pero todos coinciden en concebir el pogo como algo extraordinario, como algo flipante, mágico, como una experiencia única y por eso los verás siempre pasándolo de la hostia, la felicidad de su rostro lo demuestra, lo cual es bueno, pero NO VAN A PARAR NUNCA, lo cual es malo. Da igual que estén todo el rato dando empujones a destiempo, que la banda solo este afinando o que el cantante les diga que se vayan a la mierda, no pararán y no son inofensivos. Como los recién conversos, estos capullos atacarán a todo lo que se mueva sin ningún sentido, siguiendo al pie de la letra el credo de su nueva fe poguística.

Quizás es que llevas "ciento y pico de venas en alcohol" o que no sabes exactamente que hacer y te dedicas a repetir lo que hacen otros igual de desubicados que tú, quizás es que no tienes ritmo en el cuerpo ni tampoco sentido del ridículo, pero lo único que estás haciendo es estar en medio de todo molestando a todo el mundo.

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Por eso mismo te aviso de que si eres este tipo de capullo, lo más probable es que acabes en el suelo, porque eres un torpe de mierda y es tu primera vez (y posiblemente tu última hasta que vuelva a haber algo gratis a lo que apuntarse, porque sí, también eres de esos), o por qué alguien cansado de tus gilipolleces te haya soltado un puñetazo.

Si te lo quieres pasar bien, no seas un notas. Fíjate en el rollo que lleva la gente, presta atención a la música, intenta seguir el ritmo y apúntate a la fiesta. Si eres incapaz de esto, es que estás demasiado jodido o eres demasiado imbécil, así que quédate a un lado.

Imagen vía YouTube

No vayas de tipo duro

El capullo del pogo por excelencia, la persona más gilipollas que te vayas a encontrar allí donde la música salvaje te lleve y por lo tanto tu mayor peligro. La estadística ha demostrado que hay uno en cada pogo y que siempre responde al mismo patrón: mirada perdida, sonrisa desafiante, andar desgarbado. Este tío ha sobrevivido a mil batallas. Cuando tú aún estabas en tu época de rap español escuchando a SFDK, él ya se estaba dando de hostias al ritmo de alguna cover de Boikot o Kortatu. El tiempo no pasa en balde y ahora los dos coincidís en otro tipo de conciertos, pero no ha olvidado en qué lado de la trinchera estaba cada uno unos años antes y por eso ahora aprovecha cualquier banda en la que las guitarras suenen moderadamente fuertes para dar una lección a todos esos niñatos sobre cómo funcionan las cosas. Para él el pogo es mucho más que una forma de bailar y pasárselo bien, representa la dureza de la vida, la lucha por la supervivencia del más fuerte, darwinismo social en estado puro. Pretende enseñarte; enseñarte que el es el puto amo y que tiene reservado exclusivamente el derecho a gozar de la música como le venga en gana.

Da igual lo que hagas, da igual lo que digas: si le dices que se calme te dirá que no tienes ni puta idea, que eso es un pogo y que se va duro, si le das más fuerte te dirá que eso es un pogo y que no se va a pegarse, pero tú sabes perfectamente que esa última hostia que te has llevado en la espalda no ha sido sin querer, así que identifícalo rápidamente y ponte lo más lejos posible o te va a joder todo el concierto. Pero como pasa con los raros del metro, si no lo identificas en cinco minutos es que tú eres el raro, en este caso el capullo, así que relaja tío.

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Nota: los tipos duros pueden ser también desubicados, ten cuidado.

Subirse al escenario, los stages-dives y otras cosas que haces mal

Los conciertos pequeños ofrecen la posibilidad de subirse al escenario y saltar desde ahí. A todos nos mola petarnos un salto al vacío para acabar en brazos de la alborotada multitud y que nos lleven como si fuésemos Ziggy Stardust (sin la parte en la que se lo cargan) por unos segundos. Ser una estrella, sentir a la masa, ser DIOS.

Es imposible resistirse ante esa posibilidad pero a la vez constituye uno de los pilares fundamentales del capullismo del pogo. La norma básica es no saltar si hay menos de 20 personas en la sala, lo más probable es que acabes pasando la noche en el hospital mientras te ponen un collarín a ti y al pobre diablo que te has llevado por delante. Aparte de capullo, aguafiestas.

Tampoco hace falta quedarse más de 5 segundos en el escenario. Es una norma no escrita que responde a la lógica aplastante de que no eres nadie y nadie tiene putas ganas de ver la coreografía que te has preparado en tu casa antes de saltar, ni de ver como intentas que el cantante pivonazo de esa banda danesa tan de moda se fije en ti, ni de ninguna otra estupidez que se te pase por tu egocéntrica cabeza.

No te quites la camiseta

Sí, todos sabemos que es agosto y sí, todos sabemos que en esa puta sala no hay aire acondicionado ni ventiladores, que es prácticamente un zulo y que hace tanto calor que el sudor de la gente y la bebida desparramada se está convirtiendo en vapor creando una neblina profunda en la que es casi imposible ver dos metros más allá pero por favor, NO TE QUITES LA CAMISETA.

Si ya la situación es de por sí repugnante, no hace falta que mejores las cosas quitándote la camiseta para que tu sudor nos impregne directamente a los demás, no sé donde has estado, no sé que exuda tu cuerpo, no creo que te hayas duchado en los últimos cinco días y tampoco me interesa descubrir ninguna de estas cosas.

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Rastas no, gracias

No hay nada peor que alguien con rastas entrando salvajemente en un pogo. Si llevas rastas no te metas y ya está. No me voy a poner a hablar sobre lo acertado o no del hecho mismo de llevar rastas, ni del estado mental de quien dice "eh joder, me voy a dejar crecer el pelo y lo voy a llenar de MIERDA"; cada loco con su tema. Respeto que hayas tenido los suficientes cojones / ovarios para hacerlo, pero respeta tú que no quiera sufrir el acoso de tus putas rastas. Digo acoso porque no se puede huir de ellas, como las cabezas de la hidra, cuando consigues deshacerte de una aparece otra por donde menos te lo esperas para azotarte la cara y para quien no lo sepa, el contacto violento con una rasta es una de las sensaciones más asquerosas que se pueden experimentar. Imaginad a alguien dándoos latigazos con un látigo muy sucio, de crujiente textura y nauseabundo olor. No, gracias.

Imagen vía VICE

El mochilero

Has ido al concierto bien preparado: llevas una de esas mochilas Quechua grandes con una camiseta de repuesto, un bocata, una botella de agua, flyers de ese concierto que estas montando y además te sobra espacio para meter la sudadera que ahora llevas puesta pero que te quitarás en cuanto entres en ese antro sin aclimatar que es la sala de conciertos.

Pero también eres un tipo desconfiado y aunque te lo quieres pasar bien no te gusta dejar tus cosas en un rincón, rodeada de abrigos, bolsos y otras mochilas. No te fías de esa otra gente y muchos menos de ese rarito con el que has coincidido alguna que otra vez que no para de hablar de post-punk yugoslavo. Tienes miedo de perder el valioso bocadillo de embutido del bueno que te ha hecho tu madre antes de salir, así que decides llevar la mochila a cuestas todo el rato.

Todos sabemos como acaba esta historia: el tipo de la mochila dándolo todo en el pogo mientras su mochila va de lado a lado jodiendo al personal. Esa especie de chepa de plástico que le cuelga se mueve más que él de hecho, y esas cuerdas que cuelgan por todos lados son igual de peligrosas que las terribles rastas.

Amigos, dejad la mochila a un lado, buscad a un amigo que ese día no tenga ganas de darlo todo y encalomadle el marrón a el, pero dejadnos en paz al resto.

Ten cuidado con los pitis y los vasos llenos

Pues eso.