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Cultură

Cómo simular tu propia muerte

La mayoría de personas han fantaseado, proba­blemente, con escenificar su propia defunción como una forma de escapar de sus problemas (y/o obtener el dinero de un seguro de vida). Pero desaparecer para siempre es difícil.

La mayoría de personas han fantaseado, proba­blemente, con escenificar su propia defunción como una forma de escapar de sus problemas (y/o obtener el dinero de un seguro de vida). Pero desaparecer para siempre es difícil. Preguntadle a Raymond Roth, de Nueva York, que se fue a nadar a Jones Beach y desapareció, solo para reaparecer cinco días más tarde cuando Roth, con 47 años y desempleado, fue detenido por exceso de velocidad. O a aquella familia de Taiwan cuyos padres fingieron su propia muerte en un accidente de tráfico, cobraron el equivalente a más de 2,5 millones de euros en seguros de vida y fueron descubiertos a comienzos de año. Mi personal farsante favorito, Leninguer Carballido, “murió” para evitar una acusación por violación en 2011, y fue descubierto en julio pasado tras ser elegido alcalde de un pequeño pueblo al sur de México.

Obviamente, hay unas cuantas reglas en el juego de finge-tu- propia-muerte. No ser elegido alcalde de una aldea en México es una de ellas. ¿Qué otras hay?

Adam Virzi, director de operaciones en Lyonswood Investigations and Forensics Group, una agencia de detectives privados austra­liana,dedica gran parte del tiempo a intentar localizar personas desaparecidas, y dice que la mayoría acaba metiendo la pata. “Si de verdad quieres desaparecer, tienes que estar preparado para darle la espalda a tu antigua vida”, me contó. “La gente corta sus tarjetas [de crédito] y permisos de conducir, y vacía sus cuentas bancarias. Eso, para mí, es señal de alguien desapareciendo, no falleciendo”. Para Virzi, simular una muerte de manera profe­sional implica tener preparada una identidad nueva y difícil de rastrear. “Al parecer, EE.UU. cuenta con la mitad de las leyes sobre privacidad que tenemos nosotros, así que desaparecer allí es mucho más difícil. Lo cierto es que los más difíciles de rastrear son los neozelandeses, ya que vienen aquí [a Australia] y no votan ni pagan impuestos, y luego vuelven a su casa. Ayuda mucho si eres un Kiwi”.

Según David Ranson, profesor de medicina forense en la Universidad de Monash, en Melbourne, también ayuda que puedas convertir la búsqueda en una investigación por homicidio, confun­diendo a la policía y a cualquiera que te busque. “Para hacer eso solo tienes que sacarte algo de sangre y esparcirla por el suelo, con un rastro que conduzca hacia la puerta, para dar la impresión de haber sido víctima de una paliza. Resulta muy convincente y no hay manera de determinar la legitimidad de la sangre derramada”.

Asumiendo que luego regreses a Nueva Zelanda y te escondan entre las ovejas y las montañas, te espera una larga vida perma­neciendo alejado de todo aquello que conocías. Como dice Virzi, “Simular tu propia muerte es solo una parte. El problema es lo que haces a continuación”.