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Cultură

Cómo sobrevivir a una resaca

Así van a ser todos tus sábados y domingos hasta que cumplas 45 años y decidas que el alcohol ya no vale la pena.

(A menos que se especifique lo contrario, todas las fotos por BobFoster).

Despiertas, un día más cerca de tu muerte, con la cabeza embotada, los ojos rojos e irritados, los labios secos y pegados. Hueles el aire y percibes tu aliento agrio. Son esos momentos perfectos y tranquilos antes de que empiece el dolor, antes de que la luz entre a través de las cortinas, antes de que te empiece a punzar la cabeza, antes de que despiertes, te de las vuelta y descubras que estás junto a un charco de vómito. Es un instante de paz. Pero no va a durar mucho. Estás de resaca.

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Ese eras tú ayer o anteayer, después de la fiesta que montó Pablo en el bar. No tenías muchas ganas de ir, pero te prometió que iba a estar genial. Y así van a ser todos tus sábados hasta que pases de los 45 y decidas que el alcohol ya no vale la pena y prefieras "preparar té de hierbas" y "ver series de arquitectura", que equivale a morir lentamente, al suspiro que sale cuando te rindes.

Pero hasta entonces: ¿Tequila? Jaja, sí tío, dame cuatro. ¿Pacharán? No me gusta, pero para adentro. ¿Otras ocho cervezas para que pilles un buen pedo, acabes ciego, te pelees con un segurata, lances puñetazos al aire pero nunca le des y le des tanta lástima al segurata que en vez de romperte la cara te pida un taxi? Sí, suena bien. Y al día siguiente despiertas rígido y agónico, la encarnación física del arrepentimiento.

Pero te lo pasaste bien, ¿no? Bueno, pues aquí está la guía para que sobrevivas:

Levantarse

Va, tú puedes. Levanta el culo. Cierra los ojos, prepara las piernas y haz presión con las palmas de la mano contra la cama. Eso es. Listo. Eres como Jesús después de Pascua. Ah no, espera. Ya está llegando la sangre a la cabeza. Te golpea ese maldito dolor que tanto temes y que por un momento pensabas que no iba a llegar. Tu espíritu se debilita y caes rendido sobre la cama. Otra vez. Puedes volverlo a intentar en 15 minutos. Puedes mirar Twitter un rato, de lado, con un solo ojo, que es la forma en la que se debería mirar Twitter, y ocultarte entre las sombras mientras esperas a que cualquiera que sea el dios griego del dolor pase su ira sobre ti. O podrías simplemente quedarte acostado una hora y media más y pedir una pizza con la aplicación de Domino's.

Tener que lidiar con los recuerdos de la noche que te llegan poco a poco. Eres un veterano y los bares son tu Vietnam, solo que en vez de recordar esos horribles momentos en los que sacaste restos humanos de un pantano, recuerdas cuando estabas en el bar y dijiste "De hecho, sé karate", y a esa chica, y la sangre, oh Dios, oh Dios, la sangre…

Hay un momento de la resaca en el que toda tu noche se reproduce frente a tus ojos como si fuera un vídeo mientras estás tumbado, inerte e inútil por TODA LA MIERDA QUE HACES CUANDO ESTÁS PEDO. Así vas a morir en una odisea espacial a través de un universo donde las peores cosas que has hecho y las peores frases que has dicho cuando estás ebrio pasan frente a ti y provocan que derrames una lágrima solitaria. De pronto recuerdas cuando trataste de darle un beso a alguien, pero en vez de eso le diste un cabezazo y cuando vomitaste en tus manos dentro del taxi y te quedaste ahí sentado, con el vómito en las manos. ¿Qué otra cosa podías hacer?

Entonces llega el miedo, sí, miedo, un terror tan fuerte que sientes como se contrae tu pecho. Pero no es miedo a la vergüenza, es miedo a que tu verdadero yo sea la persona en la que te transformas cuando estás pedo.

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Todos albergamos un monstruo bajo nuestra piel. Todos somos seres terribles atrapados en las normas sociales. Somos Hydes disfrazados de Jekylls. Los recuerdos de la noche anterior son la realidad más incómoda que existe. Saber que esos borrachos somos nosotros, recién liberados de nuestra prisión de persona normal, libres para volvernos salvajes, para besuquearnos y vomitar con abandono, para llamar cabrones a tres taxistas consecutivos. La verdad sobre los flashbacks es esa: ellos son nosotros y nosotros somos ellos, y no hay forma de negarlo; en secreto, todos somos unos animales asquerosos a los que les gusta gritar y follar. Sí, eso pasa cuando llevas un pedal, así que lo mejor que puedes hacer es cerrar los ojos y no ver los mensajes que enviaste. Olvídalos.

Los mensajes que enviaste

Los mensajes que enviaste anoche borracho son como la Habitación 101. Son lo que más temes. Son tu peor pesadilla. Solo que, en vez de ser una rata en una jaula adaptada a la cabeza, es "la prueba de que volviste a buscar a tu ex, idiota". Preferiría matar a un hombre inocente con una pala que revisar los mensaje que envié. No lo hagas hasta que estés seguro de que estás preparado mentalmente para verlos.

Envidia

Siempre está el tío con el que saliste la noche anterior que publica una foto en Facebook a las 11 de la mañana del día siguiente que dice "Un día genial en la montaña", como si fuera una actividad posible después de lo que le hiciste a tu cuerpo anoche en la ciudad. ¿Quién cojones hace eso? ¿Cómo consiguen quitarse el dolor de cabeza? Son extraterrestres disfrazados de humanos con caras feas. No son reales. No pueden ser reales. Su existencia es un espejismo engreído. No les tengas envidia: deberían darte lástima porque no conocen la alegría de ir constantemente al baño un domingo y ver cómo poco a poco el pipí va a adquiriendo un color aceptable.

Vomitar es un arte

Con suficiente práctica, es posible convertirse en un vomitador profesional, artístico y elegante, capaz de formar un arco de vomito que cruce la habitación y caiga justo en un cubo o vomitar en un váter de una forma tan sutil y sin salpicar que ni siquiera sea necesario limpiar. Sí, es posible. Pero lo más probable es que seas tú mismo quien te recojas el pelo y mojes las rodillas de tus pantalones favoritos mientras lloras y gimes al mismo tiempo, mientras haces ese sonido que sale cuando lloras y necesitas aire "Ahh juaagh, ah juaagh" y jadeas porque estás vomitando "buaaag, buaaag", todo al mismo tiempo, como un gorgoteo, como un animal agonizando. Así suena. Ese eres tú. Das asco.

(Foto vía Amelia Abraham).

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Sábanas

No sé cuándo empezaron a gustarme tanto los accesorios para casa de tacto suave. Antes de los 25, podía dormir en una lona o en una plancha de metal si era necesario. Pero ahora amo tanto las sabanas, los cojines y las almohadas que ni yo me lo creo. Y mi amor se duplica, no, se triplica cuando estoy de resaca. Cómprate unas mantas. Construye un fuerte. Cambia las sábanas constantemente para que estén frescas y suaves. Ten un par de almohadas y cojines a mano. Sumérgete en la decadencia. Gasta más de 60 euros en ropa de cama y disfrútala cuando estés resacoso. Después me das las gracias.

La cura

En sí, lo que necesitas es un analgésico barato, una bebida con mucho azúcar y algo que huela a comida y tenga forma de comida. Es decir, dos ibuprofenos, un Gatorade y una hamburguesa de McDonald's. O lo que queda del zumo de arándanos con un poco de agua, un paracetamol y una pizza para llevar. O una Coca-Cola y unos tacos. También sirve un poco de té y mandar a alguien por donuts. Esa es la cura que mereces pero no la que necesitas. Lo que necesitas es un chute de proteínas para curarte. Una vez me curé la resaca en seis minutos con un poco de bacón frito y huevos revueltos. ¿Y lo he vuelto a hacer? No. La opción está ahí. Si logras resistirte a los carbohidratos, puedes curarte la resaca antes de que termine de cargarse tu teléfono.

Bloody Marys

Los Bloody Marys son muy malos y lo peor es que son para los conservadores. No tomes Bloody Marys.

Un traguito para curar la resaca

Funciona un rato porque el frío despierta tu cerebro y es tan refrescante que sientes que la sangre fluye otra vez y disminuye un poco el dolor, pero a las 2 de la tarde te pega otra vez, sientes que te arde la piel, que te duelen las extremidades y estás tan cansado que cuando alguien pone el brazo sobre tu hombro y te dice "¿Qué tal?", le respondes "VETE A LA MIERDA", lo empujas y le sueltas un "NO ESTOY DE HUMOR, DÉJAME EN PAZ". Sí, te levanta y te deja funcionar como ser humano, pero al mismo tiempo te convierte en un hijo de puta. Cuando te pones así, lo mejor que puedes hacer es disculparte y largarte de ahí, comprar una pizza camino a casa, acostarte y ver dibujos animados hasta que te quedes dormido en tu propia mugre.

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Cancelar planes

Si hiciste planes con alguien para un día después del gran evento, debes saber que eres un idiota y deberían quitarte la autoridad de tomar decisiones porque no sabes ni cómo manejar tu propia vida. Bien, dicho esto, debo confesar que yo también lo he hecho, igual que todos. "¿Escalar? Buen plan", dijiste hace nueve días, capullo. "¿El domingo a las 8 de la mañana? ¡Claro, contad conmigo!". Y ahí vas, sudando y temblando, con un arnés mientras un tío australiano con brazos más grandes que tu cabeza te va diciendo "el polvo de magnesio es superimportante para agarrar bien" y "asegúrate de que el arnés no se te enrede en la entrepierna". La cagaste. Como al nacer.

Cuanto antes canceles tus planes, mejor. Recuerda esta regla: de todas formas, el 90 por ciento de la veces, el otro está deseando que seas tú el que los canceles. ¿En serio hay gente que tiene ganas de hacer algo un domingo? ¿En serio hay gente que está dispuesta a levantarse temprano y coger dos autobuses y el metro para ver a alguien más vomitar desde la cima de una pared de escalada? ¿No les apetece quedarse en cama mirando la televisión? Envía el mensaje. Discúlpate. Cancela los planes. No vuelvas a salir de tu casa.

Trabajo

Llamar a la oficina para decir que estás enfermo cuando en realidad estás muriéndote del dolor de cabeza es un desperdicio, porque si eres capaz de levantarte y llegar al teléfono, también eres capaz de sentarte frente a tu mesa, sufrir la resaca ahí y que al menos te paguen por eso. Piénsalo: te están pagando por ser el saco de mierda de humano que eres. A nadie le molesta que no hagas mucho ese día porque: estás fatal. Cualquier cosa que hagas, para ellos va a ser como si un soldado herido hubiera ganado la guerra, solo. Puedes pasarte 40 minutos cagando dos veces al día y nadie lo va a notar. Duérmete en el baño. Tómate una Coca-Cola. Tómate una hora y media a la hora de la comida y pide un bocata de jamón. Desperdicia la ultima hora del día jugando al solitario, nadie te va a decir nada. Después, en cuanto sea la hora de salir, despídete de todos y deséales que descansen. Vete a casa y ponte el pijama. Listo. Es más, los jefes de este país deberían estar agradecidos de que no lleguemos al curro con resaca todos los días a hacer como que trabajamos.

(Foto vía Amelia Abraham).

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Despertar en un sillón con un pene dibujado en la cara

Ya sé que el género es algo más etéreo, que todo está al revés y que ninguno de nosotros es mujer u hombre, que solo somos un grupo de entes que habitamos cuerpos que pueden o no corresponder a nuestros sentimientos e identidades, seres humanos que tenemos una multitud de géneros en nuestro interior, seres humanos que tenemos un número infinito de géneros. Sé que lo que voy a decir no es muy políticamente correcto pero, bueno, ahí va. Tengo una teoría: cuando se nos da una superficie y algo con qué dibujar, los hombres indudablemente van a dibujar penes y las mujeres van a dibujar corazones o caritas. Es verdad, la ciencia me da la razón. Si me dais una beca para mi doctorado, os los demuestro.

Es por eso que cuando despiertas en una casa después de una fiesta, es obvio que fue un hombre, un hombre que tuvo acceso a un rotulador y a tu cara. ¿La cabeza del pene está cerca de tu boca y las bolas cerca de tu oreja? Fue un hombre. ¿Vello púbico perfectamente detallado? Fue un hombre. Y ahora te tienes que aguantar porque lavarte la cara con cualquier jabón líquido que encuentres solo lo va a empeorar. Vete a casa con tu pene en la cara y sumerge tu vergüenza en una almohada.

Desesperación

Este momento también te llegará. Vas a renunciar al alcohol en todas sus formas. Les dirás a todos que vas a pasarte unos meses como abstemio. "Para mí una Fanta", vas a decir en los bares. "No tenemos Fanta. ¿Te traigo un Kas", te responderá el camarero. "No". ¿No te sientes mejor? ¿No te sientes más… brillante o menos cansado? Todos tus amigos están bebiendo birras y tú tomas zumo de naranja y sales a correr. ¿Por fin lo dejaste? Te das cuenta de que mejoras en el trabajo y que levantarte temprano ya no es una odisea, que toda la sangre de tu cuerpo ya está limpia y que tus células se han renovado. Dios, te sientes tan vivo… tan bien… bueno, tal vez es porque apenas es viernes. No pasa nada si te tomas una cervecita. Jaja, ¿tú invitas? Vale, una, pero después me voy al gimnasio. ¿Le has echado vodka a mi limonada? Hijo de puta. Escena borrada.

Gafas de sol

La única vez que tienes permitido utilizar gafas de sol en interiores es cuando estás de resaca a menos que un día despiertes y seas Lenny Kravitz.

Limpiar

El ruido más fuerte del mundo es el sonido de las latas cuando caen en el cubo de basura de metal y estás resacoso. No lo hagas. No limpies. Para qué caminar en esa extraña pose, de puntitas por toda tu casa recogiendo envases de yogur, llevarlos al cubo, darte la vuelta y ver que la basura se ha multiplicado. Puede esperar hasta mañana. Por favor, no lo hagas.

Olvidar todo y volver a BEBER como si no hubiera un mañana

Así como la luna sale después del sol y el mar regresa a la costa, tu vida va a seguir como si nada después de tu peor resaca y de pronto te van a entrar unas ganas increíbles de tomarte un mojito. Porque olvidar la agonía de la resaca es como la ola de hormonas que invade a las madres para que se olviden de la agonía del parto, solo que en vez de sostener un bebé, tu arrullas a una botella de vino y haces un gemido de orgasmo. Adelante. Ve y contagia a todos con tu alegría. Te veo mañana por la mañana, cuando pidas una pizza de Domino's y ahogues tus gritos en la almohada.