Con unos guantes azules muy suaves

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Viajes

Con unos guantes azules muy suaves

San Miguel Music: El último concierto de Dolores antes de llenar estadios.

Riquiño es un vocablo polisémico que en mi pueblo se usa mucho. Fuera de mi pueblo no existe pero debería. No significa simpático, ni majo, ni entrañable. No seamos simplistas. Sabrás que te encuentras ante alguien riquiño porque tiene cara de buena gente, sonríe con los ojos y escucha más que habla. No estoy diciendo que los Dolores no sean riquiños. No van por ahí los tiros. Los Dolores son lo que son y no le busques tres pies al gato. Su disco y su directo son insuperables, cierto, pero están ya a un paso del éxito absoluto y yo cuando un grupo triunfa lo dejo de lado. Abandono a Dolores a su suerte. Los meto en una botella y que los recoja otro en la orilla. Todo lo que diré a partir de ahora es que su maqueta era mejor, que los conocí cuando no eran nadie y que en su primer concierto éramos cuatro gatos. Pase lo que pase, juraré que Dolores molaban más antes.

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Este patético empeño por esconder bajo llave mi preciada caja musical con bailarina de oro macizo nos llevó a celebrar en la madrileña sala Siroco una caja fuerte blindadísima, usando como excusa la grabación de un documental que pinta bien y saldrá a la luz en enero en Noisey. Anunciamos (muy pero que muy en el último minuto) un concierto exclusivo al que sólo era posible asistir mediante invitación o sorteo. Estamos hablando de un viernes a las siete de la tarde, de modo que apenas accedieron amigos fieles. Se consiguió impedir el acceso al vulgo, prolongando con máquinas de vida artificial la mágica etapa en que Dolores era cosa de pocos. El plan era castigar a su creciente legión de fans, encerrándolos en casa ensayando el baile de Superman y Spiderwoman mientras nosotros patinábamos sobre hielo agarrados a la banda. Y el plan funcionó. Con unos guantes azules muy suaves.

Fotos: Sergio Albert