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Cultură

Es posible cortar con tu pareja y no quedar como un capullo

Al menos a primera vista.

Imagen vía.

Recuerdo ese día perfectamente: estaba en un bar de Poble Nou desayunando antes de ir al local de ensayo, el Iván se llamaba. Al lado tenía una mesa donde había varios hombres de avanzada edad y piel curtida desayunando un plato denso con alubias bien regado con vino. Los ancianos hablaban sobre todas esas mujeres que habían transitado por su vida; esposas y exesposas, novias y exnovias. De como el tiempo se posa irremediablemente sobre las parejas y las aplasta lentamente, sin que ni siquiera ellas mismas se den cuenta. Sobre ese momento en el que no sabes dónde está esa persona que conociste porque ahora te estás levantando al lado de un ser completamente distinto. Seguir o renunciar, esa es la cuestión. Todos esos señores, en algún momento de su vida, habían renunciado a seguir con una pareja. ¿Cómo comunicar todas estas ideas sin ofender a nadie? ¿Cómo terminar con una relación de la forma correcta? Hablaban de comunicación, de respeto, de familia hasta que uno de ellos simplemente dijo, "la cosa es más sencilla, tenéis que sacar los macarrones fuera de la nevera". Los otros hombres se quedaron perplejos, mirándolo. "Los macarrones; que se enfríen, eso es lo que tenéis que hacer". Y entonces se dispuso a contar su teoría.

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Teoría que os contaré más adelante.

Reconozco la posible inmoralidad que algunos de vosotros podéis encontrar en el planteamiento de este artículo pero la verdad es que es el pan de cada día en todas las relaciones que nos rodean. Estos dramas los viven todos nuestros amigos, nuestros familiares e incluso nosotros mismos. Joder, está claro que llega un punto en el que ya no vale la pena luchar por nadie ni nada y la mejor opción es la eutanasia. Lo complicado es el método, el cómo. A nadie le gusta joderle la vida a nadie y menos a alguien con quien has estado compartiendo la vida durante estos últimos 30 meses. Han pasado cosas interesantes entre ambos, está claro, como ese fin de semana en esa casa en Palafrugell donde intentasteis imitar la escena de las langostas de Annie Hall pero la cosa quedó patética aunque luego hicisteis el amor en el suelo y ahora es un recuerdo ciertamente entrañable. Pero este tipo de cosas ya hace más de un año que no pasan y lo único que hacéis es ver series y discutir porque uno de los dos quiere ir a dormir a su casa porque tiene "otras cosas que hacer". Entonces, cuando sepas claramente que esa otra persona ya no te gusta, cuando ya no te importe no haberle regalado nada por su cumpleaños porque su enfado te la sudará más que sus lágrimas, entonces será el momento de plantearte algo y empezar a actuar.

Evidentemente, queremos evitar dramas. Somos personas correctas, europeas, esto no es Melrose Place, aquí no queremos que nadie vocifere insultos hacia nuestra persona desde el patio de la piscina comunitaria. La gente normal discute sutilmente bajo la superficie de su piel, la lucha está entre líneas. Debemos evitar el conflicto para poder generar la disolución del imperio, eso es lo que queremos. Una relación es un juego diplomático, una danza de información. Lo que se dice y lo que queda soterrado, lo verdadero y lo falso. Nunca deberemos descubrirnos, nunca diremos la verdad. Nunca aceptaremos que queremos terminar con toda esta mierda llamada relación de pareja. Es por eso que la peor opción es la sinceridad, no podemos hacer eso de sentarnos y hablar las cosas. No queremos buscar soluciones a nuestro problema porque no queremos solucionar una mierda.

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Hay otra cosa, otro dato importante con el que supongo que estaréis de acuerdo. Queremos terminar conscientemente y fríamente con una relación pero tenemos que manejárnoslo para que parezca que nos están dejando, nosotros tenemos que ser las víctimas, no los verdugos. Ser el que rompe con la relación significa quedar mal ante los demás y hacer daño a la otra persona y esto no lo queremos. Aunque nuestra técnica sea aún más mortífera, ofensiva y dolorosa para la otra persona, desde fuera parecerá que somos buenas personas y nosotros tendremos cierta tranquilidad moral.

Si queremos evitar debates y discusiones interminables a altas horas de la madrugada podemos optar por la sutil técnica de generar incidentes o forzar situaciones que puedan fracturar y desestabilizar esta falsa felicidad que estaba viviendo nuestra relación. Con esto me refiero a convertirte de repente en un ser desagradable, déspota y lleno de manías incongruentes. De repente no toleras que tu pareja fume en la cama o le dices que saque "de inmediato" esa descripción de Facebook que indica que sois pareja porque "es tu vida privada y nadie tiene porque saber estas cosas íntimas". Ahora los gatos te molestan mucho y no paras de rascarte cuando "Pelusín" corre por el piso. Hay infinitas posibilidades. De repente no te gusta ver pelis (¿?) o su casa te cae demasiado lejos y odias tener que hacer transbordos de metro. Lo de olvidar cumpleaños también es un buen hit. Estas mierdas son un lienzo en blanco para tu creatividad.

Pero bueno, creo que ya es ahora de que volvamos a los malditos macarrones. Este es el truco más sencillo, inofensivo (para ti) e inmoralmente más detestable que existe, con permiso del Holocausto y el Reiki. Consiste en coger los macarrones, sacarlos fuera de la nevera y dejarlos ahí en la encimera; que se calienten, que pierdan su buen aspecto y que se pudran solos, sin que nadie haga nada especial. Esto, evidentemente, es una metáfora. No me he vuelto loco de repente (o sí). Básicamente lo que proponía ese anciano en ese bar de Poble Nou (déjà vú), era dejar que el tiempo —a base de brindar indiferencia y hastío— destruya la relación por completo. Sentarse en una silla y esperar. El truco es la paciencia, cortar poco a poco. Es como clavar un clavo en la frente de alguien tan poco a poco que apenas siente dolor hasta justo el momento antes de morir. El proceso puede durar AÑOS pero no parecerá que estés cortando con ella, simplemente será como "si las cosas no estuvieran funcionando". Deja de aportar nada a la relación, no apuestes por luchar, no seas apasionante, elimina la empatía. Apagar el motor y avanzar con la inercia.

Con el tiempo la otra parte de la pareja se cansará de arrastrar un cadáver y decidirá, entre sollozos, abandonarte. Le sabrá mal, le darás pena, te estará dejando. Por fin, habrás conseguido lo que querías. Intentarás forzar lágrimas entre esa selva de felicidad en la que te encontrarás. Meses y meses de trabajo por fin obtendrán su resultado. Puede que —al haber reflexionado sobre el asunto— algún día tu expareja descubra el pastel y vea lo frío, calculador, cobarde y desgraciado que puedes llegar a ser. Quizás no merezcas ni vivir ni tratar con personas. Sí, todo esto es cierto pero, al menos, has conseguido cumplir tus objetivos.

Ahora, en tu soledad, ya puedes empezar a echar de menos ese día de las langostas.