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Cultură

Cuando en “Hable con ellas” se habló de la polla de Arrabal

Este 'Hable con ellas' es la catarsis del chorreón de laca, del cardado espirituoso, del mameluquismo rosa. Una especie de universo Hello Kitty de la contraprogramación.

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Vale, aceptamos que la televisión hace de la muerte un espectáculo. De la mujer, un objeto. Y de la política, un circo. Pero Telecinco, en concreto, logra lo imposible, aunarlo todo, convirtiendo a sus cinco presentadoras más dicharacheras en esculturas de Lladró maquilladas por Max Factor y repletas de tópicos machirulistas.

El maquiavélico plan de esta noche consiste en comprobar cómo han redecorado, tras su batacazo anunciado, este 'Hable con ellas' telecinqueño y terminal. Lo cambian de día y lo emiten en directo para tratar de solucionarlo. ¿Acertarán? ¿Arreglarán el desaguisado? ¿Recurrir a alguien tan ajeno a todo esto como Fernando Arrabal no es una jugada demasiado arriesgada?, ¿con efecto bumerán incluido?

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No llevo más de cinco minutos frente a la pantalla y ya se me ha puesto el hueso de melocotón en la garganta… ¿Cuál de ellas, Laura Matamoros —'Matamorbos' es como me gusta llamarla y que además era ayer la invitada estrella, el acabose— y María Patiño incluidas, empezará a gimotear primero? ¿Retomará Alba Carrillo el lacrimógeno tsunami de hace dos semanas? ¡Hagan sus apuestas!

Llega Sandra Barneda, vestida como para una noche de duro curro en el Bar Coyote, y empieza a repetir, cual poseída, que emiten en riguroso directo. Pues qué bien. Creen que con el directo mejorarán algunas cosas y, para ser sinceros, algo de razón llevan. Gana cierta frescura el programa, aunque lo hayan reconvertido en una delegación del 'Sálvame Diario'.

Pero vayamos por partes porque la cosa empezó ya siendo un sindiós. El plato fuerte de ayer era la entrevista a Laura Matamoros, que sigue enzarzada en una bronca paternofilial (¡nunca una familia disfuncional dio tan pingües beneficios!) con su padre, Kiko, el hermano Matamoros que no lleva la cabeza tatuada.

Nadie entendía nada. Ni María Patiño, que se presentó con una urnita rebosante de diabólicas preguntas salidas del magín de sus compañeros de Sálvame. Patiño, que hay que decir fue enviada al programa en misión de apoyo pero que acabó por eclipsar a Barneda y a su quinteto de la muerte. Ayuda telebasurera y humanitaria, que llaman.

De repente unas fotos de Laura y su hermana Irene en Barcelona se convierten en algo parecido a un drama almodovariano. Acusan de ello a Luis Rollán —de profesión, sus chanchullos— y una pregunta recorre el plató: '¿Ha traicionado Luis Rollán a su amiga Laura Matamoros?'. Más telebasura en vena. Y en riguroso directo, que conste en acta por enésima vez.

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Nos enteramos, en pleno galimatías, de que Laura y Rollán comparten representante. VAYA. Que cosas.

Cuatro fotos robadas por el paparazzi de turno se convierten en algo así como un nuevo Watergate, al menos hasta la semana que viene. No hay quien se aclare más allá de que Luis Rollán es el hombre a batir. El villano del día.

Volvemos a la relación entre Laura y su padre. Gajes del 'matamorismo'. Del amor al odio no hay más que un zapeo. Vemos llorar a Kiko. Y a su hija reprimir un puchero. "Por encima de todo, un padre es un padre y un padre perdona", dice Kiko en una imagen de archivo.

¿Se quieren estos dos o no se quieren? ¿Invitarán a Laura al bodorrio de su progenitor? Pregunta a Laura del tipo travestido que se las da de graciosete oficial del programa: "¿Makoke [la futura esposa de su padre] es mala?". Y Laura calla. Es decir, otorga. Y sale por peteneras recordando al personal que ella, la pobre, se ha visto obligada a ducharse en el gimnasio en vez de en casa y a comer arroz. El suyo, nos recuerda, no ha sido un pasado fácil. "Yo estoy convencida de que tu padre te adora, Laura", confiesa María Patiño. Hay amores que matan… ¡y rematan!

Este 'Hable con ellas' es la catarsis del chorreón de laca, del cardado espirituoso, del mameluquismo rosa. Una especie de universo Hello Kitty de la contraprogramación. Un canto a las fiestas del pijama a los que solo están invitados los personajes más casposos de la televisión.

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Sigue uno tan cansino y larguísimo programa temiendo a cada instante que vaya a cruzar, al galope, una manada de pequeños ponis salvajes por el plató. Sin embargo, quien aparece, por sorpresa, es Fernando Arrabal. Bien.

Sandra Barneda mordiéndose el labio para no reventar

El celebra, a su manera, la ceremonia de la confusión. Recita, en riguroso directo, un poema de Michel Houellebecq. Empieza así: "Todo hombre quiere que la mujer más bella del mundo le chupe la polla…". El plató enmudece, al cámara le da un jamacuco y el regidor empieza a rellenar los papeles de su prejubilación.

Pensaban ellas que iban a echarse unas risas a costa del legendario Arrabal, pero fue él quien se descojonó en su propia cara tras reventar su programa. A punto estuvo el viejo dramaturgo de superar la épica escena del milenarismo ochentero.

Fueron cuatro versos cargados de trilita. Hasta el punto de que Rociíto, que a partir de ahora seguro que empieza a leer con fruición a Houellebecq, sufrió un ataque de risa. Alba Carrillo, a por uvas. Y Sandra Barneda estuvo al borde de padecer un ictus cerebral. En riguroso directo, acordaos.