FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Comprobamos si los espejos de los probadores deforman o no tu cuerpo

Hablé con un experto en marketing sensorial y me fui directa por las tiendas de Barcelona a probar si realmente cambiaba mi cuerpo dependiendo del espejo en el que me mirase.

Hace tres días leí en La Vanguardia que una redactora de la revista Adme.ru, de Rusia, se hizo selfies en los probadores de conocidas tiendas de ropa y llegó a la conclusión que muchas marcas utilizan espejos trucados para que parezcas más delgada. Desde que lo leí, que me estado fijando en cada espejo que me he mirado y me he preguntado si aquella era la imagen real de mí misma o bien una copia más delgada y estilizada de mi figura. No es que tenga nada en contra de mi silueta. Soy delgada, pero tirando a normal y del montón. Tengo una 36 de pantalones y una M de camiseta, para que os hagáis una idea.

Publicidad

Me parecía francamente absurdo pensar que durante mis 27 años de vida las grandes marcas me hubiesen estado engañando y manipulando y que hasta que esta chica lo ha sacado a la luz no me hubiese dado cuenta de ello. Lo considero un insulto a mi inteligencia. ¿Puedo denunciarles por daños y prejuicios? ¿Puedo pedir una indemnización porque aquél pantalón que en el probador de Zara me parecía tan cuqui en realidad me queda cual lomo embuchado? Y fue en este momento cuando empecé a cargar mentalmente contra la periodista que había escrito la noticia. No es que no te crea, querida redactora de Adme.ru, es que tu pelo me parece unos tres dedos más largos en las fotografías de los probadores, tu cara tan perfecta como si la hubieras retocado con Perfect365, y tu cuerpo unos 900 gramos menguados. En mis últimas compras compulsivas debo haber estado tan alienada probándome las futuras nuevas adquisiciones que se me habrá pasado por alto mirar que luzco tan distinta en el espejo de una tienda u otra.

Como sé que hay gente que se dedica a perfeccionar todas esas técnicas de persuasión, contacto con Carles Casas, especialista en estrategias de marketing sensorial en el punto de venta y muy familiarizado con el mundo del retail. Nos explica que su objetivo no es que se compre más sino que se compre mejor. "Nosotros nos centramos en la experiencia a través de los sentidos, mediante la música, fragancias, vídeo e interactividad. El probador es un momento dentro del proceso de compra que puede decantar la experiencia de manera dramática hacia positivo o hacia negativo. Es la culminación del proceso inmediato de compra (aunque todavía quedaría el pago) y al comprador le apetece disfrutarlo. A nivel sensorial, desde la iluminación hasta la temperatura pasando por el volumen y estilo música o las fragancias. A nadie le apetece estar más tiempo del necesario en un lugar que no huele bien. Nosotros trabajamos para detectar todos los detalles que pueden influir en la experiencia para intentar mejorarlos. Más allá de los sentidos ¿A quién no le apetece sentirse cuidado? No hay nada más molesto que necesitar otra talla. ¿Y si pudieras pedirlo directamente desde el probador en vez de tener que volver a vestirte, salir a buscarlo y volver a hacer la cola?"

Publicidad

Cuando le pregunto hasta qué punto las marcas nos están manipulando con todas estas técnicas esta es su respuesta: "Son técnicas lícitas y absolutamente reguladas. Aunque el mayor regulador y más exigente es la gente. Las marcas no pretenden engañar ni manipular a su público porque son conscientes (más allá de la ética) que eso les penalizaría a medio-largo plazo. La gente no es tonta. Y tampoco perdona. Si crees que una marca te ha engañado con su producto, publicidad o en el momento de compra pasará automáticamente a ser non grata para siempre. No sólo para ti, sino también para tu entorno".

Después de hablar con él, cogí una cámara para hacerme las fotos y me fui al centro de Barcelona. Estuve cuatro horas, desde que salí del trabajo hasta que las tiendas cerraron, yendo de probador en probador para comprobar si en España la triquiñuela que había descubierto la redactora rusa se repetía. Ahora mismo puedo decir que me he vuelto una experta haciendo ver que me quería probar la primera prenda que encontraba por allí suelta solo para hacerme una foto en el vestidor.

Decidí pasearme primero por los pretenciosos locales de las grandes marcas. Empecé mi ruta por una tienda que es más reconocible por el musicón que ponen desde buena hora de la mañana —me imagino que los dependientes deben acabar con la cabeza como un bombo— que por la calidad de sus prendas. El probador parecía un cuarto oscuro de aquellos donde se revelan fotos, solo hacía falta cambiar la luz, que en este caso era más bien amarilla y buscaba potenciar el juego de claroscuros, algo que te hacía parecer sacada de un cuadro de Caravaggio.

Publicidad

Eso sí, el escote bien iluminadito para que mis pocos senos crearan un juego de sombras encima de mi barriga y se disimulara así el pequeño flotador que llevo incrustado en la cintura. Las piernas, a mi parecer, lucían más esbeltas, como si la foto hubiese sido tirada con un ligero picado. Me veía más cabezota y realmente estilizada. El fondo negro servía para que no hubiese ninguna distracción más que mi propio cuerpo y el culto a mi belleza.

Seguí con otra de las tiendas enormes de los gigantes de la moda low cost. En este probador cambiamos el negro por el rojo, menos sobrio y más glamuroso. Me veía como una estrella de Hollywood recién sacada de un burdel barato, más transgresora y guerrera, pero menos elegante y más vulgar, ¿os hacéis una idea no?

La luz que allí había marcaba cada arruga de mi pantalón iluminando cada bolsa que había en mi ropa. No me acabó de gustar a mí misma en este ambiente porque realza todas las imperfecciones de mi vestuario y mi mano parece la de una vieja. Os lo juro, no tengo la mano así.

Huelo la siguiente tienda antes de llegar a la entrada. Me cuelo en el probador: ¡Madre mía qué delantera tengo! Un foco cae directamente sobre mi busto y lo realza. Por primera vez en mi vida me siento tremendamente tetuda y con unas caderas menos anchas de lo que en realidad tengo. Las cortinas de fondo parecen de princesita de cuento Disney y el suelo hidráulico más digno de el baño de un palacio señorial.

Publicidad

Vamos a por las tiendas de ropa interior y pijamas. En la primera la luz íntima me gusta, pero tampoco hace falta estar tan a oscuras. El espejo ocupa la totalidad del vestidor y las líneas naranjas enmarcan todo mi cuerpo. La línea horizontal hace que me sienta más alta de lo que soy, pero si le hecho una segunda ojeada me veo más achaparradita, como si me hubiesen recortado el tronco y tuviese la cintura mucho más arriba de donde realmente la tengo.

En la segunda descubrí que en realidad no tengo nariz y que mi cara recuerda ligeramente a la de Michael Jackson. Lástima que en el vestidor no hay espacio suficiente para practicar el moonwalker.

Voy directa a la tienda de al lado. Hay un espejo colectivo para que todo el mundo se recree con tu modelito y otro de diminuto en una cabina de muy pocos metros cuadrados. Tienes que salir sí o sí al exterior para poder chequear tu outfit.

No entiendo por qué hay una cortina en el fondo con un color totalmente distinto a las otras. Seguro que será una estrategia de persuasión que aún desconozco. Lo mismo pasa en la siguiente, aunque en esta me llama especialmente la atención las sombras larguiruchas que salen de mis pies así como el jersey flotante que asoma detrás de mí.

Seguimos. Me encanta el efecto muñeca de porcelana que provoca la luz tenue en mi cara. Tienen espejos esquineros en todos los vestidores y si te fijas bien el de más lejos te adelgaza claramente. Doy una vuelta de 360 grados para poder ver mi modelito de manera panorámica. Me siento engañada y veo que claramente hay algo en el espejo, en la luz y el ambiente que hace que me sienta extrañamente cómoda en aquel habitáculo.

Publicidad

Está todo pensado para que te sientas como pez en el agua. Me voy a la tienda de su competencia directa. Aquí llevan un paso más allá lo de hacerte ver blanca y de hecho, Copito de Nieve parecería negro a mi lado en esta foto. Me siento inmaculada, divina, solo me hace falta una máquina de humo para que parezca sacada de un anuncio de perfume. Sin rastro de mi barriga. ¿Dónde se ha metido? Me doy cuenta también de que el color grisáceo de la cortina difumina mis curvas y la luz es ideal.

La siguiente fue sin duda para mí el cambio más radical. Amo este espejo y lo quiero YA en mi habitación. No solo la luz es perfecta y disimula todos mis defectos, el espejo reduce mi pecho, mis piernas y me hace sentir con la piel tersa y rejuvenecida. Parezco una adolescente de quince años haciendo cola para entrar en alguna discoteca de tarde, solo que yo a los quince aún usaba camisetas de Mickey Mouse, que por cierto también encuentro en la tienda, una prenda de gran valor para nostálgicas como yo.

En el siguiente probador me encuentro con un juego de espejos que te hace volver completamente loca. No sé bien dónde mirar, pero me gusta lo que veo. Me siento comoda dentro del probador. Mi piel luce más morena de lo que realmente es, como si me hubiesen embadurnado con un ejército de toallitas bronceadoras.

La que veo en el otro lado de la pared es una versión mejorada de mí. Mi hermana gemela atractiva. De repente me gusto tanto que me quedaría a vivir en aquel probador con espejo para vedettes. No puedo esconder mi media sonrisa al verme en aquel plan. Entrar en este espacio es como vivir en un sueño. Atención. Nada es real.

Publicidad

Salgo de allí muy a mi pesar y me dirijo al comercio del mayor anunciante de España. ¿Soy yo o me veo mucho más flaca? Aunque el probador sea el más cutre que he pisado hasta ahora, creo que es el espejo en el que más cuenta me he dado de que hay algún tipo de truco.

Tengo muy claro que yo no soy así. Quiero mi imagen de vuelta. Necesito saber si los pantalones que me estoy probando me quedan bien para no llegar a casa y pensar "¿Qué mierdas me he comprado? Habéis jugado con mis sentimientos…", me indigno.

Los tejanos me quedan mucho mejor en el probador de la siguiente tienda. La luz ligeramente cenital ilumina la frente y los pómulos, así como los salientes de todo mi cuerpo. Destacan las tonalidades claras, que se ven resaltadas por encima de los colores fríos, que quedan oscurecidos. El negro se ve más negro y el blanco se ve muy blanco. Por lo que al espejo se refiere está colocado de tal manera que se disimulan al máximo las imperfecciones.

Y ya para acabar, de vuelta a casa irrumpo a la tienda de mi barrio. Soy súper fan de este vestuario improvisado en un baño sin inodoro. Una cortina hace de separador entre el comercio y el probador. Una cesta encima del grifo indica que no se puede utilizar. La toalla, aparte de sucia también es muy casera. La luz es escasa al fondo, por lo que me tengo que acercar al espejo para poder ver mi cuerpo.

Después de este estudio exhaustivo me siento con la obligación de pedir perdón por no creer antes de ver. Hasta ahora no me había percatado de las grandes diferencias que había entre probadores. Me quedo con las ganas de saber más pero también me siento un poco estafada. Hablo con Raimon Margalef, técnico jurídico de la Unió de Consumidors de Catalunya, para saber qué pueden hacer los consumidores ante dicha situación: ¿Se puede denunciar a un comercio que manipula los espejos para hacerte parecer más flaco? Nos explica que "se puede considerar que te están induciendo al error, por lo que se podría presentar el caso ante la Agencia Catalana del Consumo mediante una hoja de reclamación. Aun así los consumidores no recibirían una indemnización. La empresa denunciada debería pagar una sanción por incumplimiento que iría directamente a la ACC. Cabe otra posibilidad que sería adoptar la vía judicial: el perjudicado debería ponerse en contacto con un abogado y un procurador para tramitar la denuncia, donde se incluiría la valoración de un perito especificando que el daño moral que te han causado ha sido debido a la manipulación del espejo en cuestión". Una situación tan difícil de demostrar como costosa, por lo que muchos consumidores prefieren desestimar la opción y simplemente resignarse a pensar que aquel pantalón que se están a punto de comprar les queda mucho peor de lo que ven en el espejo de aquel probador.