Intenté vivir como Dan Bilzerian y me di cuenta de cuál es su problema

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Intenté vivir como Dan Bilzerian y me di cuenta de cuál es su problema

Me pasé una semana intentando vivir como el rey de Instagram, es decir: rodeado de mujeres, disparando pistolas, yendo a casinos y abrazando cabras. Fue un coñazo.

Dan es el bigardo barbudo de la izquierda; a la derecha, yo. Imagen por Ben Thompson

Dan Bilzerian es el modelo al que aspiran un montón de chavales adolescentes. Dan es el jugador profesional de póquer superyanqui que se hizo famoso en Instagram por tener una enorme fortuna y una igualmente enorme barba, y por pasarse la vida disparando rifles, montando juergas, volando en jets privados y acostándose con muchas, muchas mujeres.

Pero más que alguien real, Dan Bilzerian es una especie de anuncio para publicitar la soltería. Dan es la imagen de lo que podría ser nuestra vida si dejáramos atrás nuestros miedos y empezáramos a levantar pesas como locos.

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En el mundo real nos abruman los problemas, como la falta de liquidez, la clamidia o la autorreflexión, pero Dan no vive en el mundo real. Este hombre tiene 16,9 millones de seguidores que contemplan su hiperexistencia en las pantallas de sus móviles y sienten una mezcla de fascinación y tristeza porque la mayoría de nosotros no somos como él.

Estoy apenado. En lo que respecta a ídolos que representen lo mejor del estilo de vida de un hombre blanco, Dan Bilzerian es el summum.

Cuando llego a casa por la noche, solo, y me encuentro con el desastre que ha montado el gato en el arenero, no existe versión masculina de Bridget Jones o de Carrie Bradshaw con la que pueda reconfortarme un poco. Solo están Dan Bilzerian y su vida de cine. Y aunque seguramente será un capullo y sus fotos son puro postureo, no puedo evitar pensar que sería muy feliz llevando una vida como la suya.

Para que no se quedara en pensamiento, decidí probar a vivir como Dan Bilzerian unos días. Esta es mi crónica.

Lunes

Por alguna razón que desconozco, Dan Bilzerian siempre lleva pantalones con muchos bolsillos, como de cazador. Es curioso, porque ya ni siquiera Frank Cuesta los lleva

Este era el plan: durante cinco días, no comería nada que no estuviera contemplado en una paleodieta, no bebería otra cosa que no fueran batidos de proteínas y me haría varias sesiones fotográficas a lo Bilzerian. También aprendería a jugar a póquer, me curraría el cuerpo en el gimnasio y vestiría como él.

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Me compré un bote de proteínas. Estos productos son un fraude y da vergüenza tenerlos en la despensa, pero lo hice por Dan. Aquella semana sería distinta. No prestaría atención a mis instintos y en los momentos de incertidumbre me haría la pregunta QHD (¿Qué haría Dan?). Y Dan, por supuesto, compraría kilos y kilos de proteínas y tomaría batidos de forma obsesiva.

A continuación, me fui al casino. En internet aprendí a jugar a póquer, un juego complicado y aburrido que consiste, básicamente, en agrupar cartas por formas y colores y, si lo haces muy bien, conseguir dinero.

Huelga decir que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, lo cual pareció cabrear bastante a los otros jugadores, que no dejaban de resoplar y parar la partida cada dos por tres.

Solo la retomaban cuando yo ponía más fichas en la mesa. Llegué a la conclusión de que el póquer es como intentar que no te den una paliza en el instituto. Nadie sonreía, nadie tenía pinta de ducharse a menudo y a mí se me iba continuamente la vista a la moqueta naranja chillón. Perdí la mano y me fui a casa.

Martes

Empecé el día con una visita al gimnasio. Me suscribí porque me gusta la idea de coger cosas y pensar ¡OS ESTOY LEVANTANDO! También me gusta ir porque hay una chica en la recepción que me saluda y me llama por mi nombre.

Después del entrenamiento, me tomé un batido de proteínas. No fue para tirar cohetes. De hecho, era más bien un poco asquerosillo y pegajoso.

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Esa noche me fui a un bar de strippers. A estas alturas quizá te estés preguntando cómo pude hacer todas esas cosas de millonario que hace Dan sin ser realmente millonario. La respuesta es que Dan compra las cosas con dinero, mientras que yo las compro con enlaces.

Para muestra, un botón: probé mi teoría llamando al Bar 20, el mejor club de strippers de Melbourne, y preguntándoles si me ofrecerían varios bailes privados a cambio de una mención. Dijeron que sí.

A mi yo adolescente le encantó el espectáculo, pero el resto de mí estaba más pendiente de cómo le estaba yendo a mi amigo con las fotos. Quería que las clavara, pero estaba demasiado ocupado con las chicas.

A decir verdad, creo que aquel momento fue lo más cerca que estuve de ser como Dan.

Su perfil de Instagram muestra distintos momentos de su día a día, pero detrás hay mucha preparación. Todas esas chicas no están allí porque Dan sea un fiera en la cama. Están ahí porque alguien les ha pagado y otro alguien (o el mismo) les ha hecho fotos.

Se requiere cierto nivel de artificio para ser una celebridad en Instagram, aspecto que suele olvidarse, y para mí eso se traducía en alimentarme a base de Moët y batidos de proteínas mientras me preocupaba de si habría puesto la ISO muy alta para el flash.

Miércoles

El miércoles cogí un jet privado hacia ninguna parte. Dan tiene su propio avión, y yo conseguí uno gracias a la compañía Airly (¡¿Qué te parecería volar las veces que quisieras entre Melbourne y Sídney por solo 2.550 dólares australianos al mes?!). Como solo íbamos a hacer unas cuantas fotos, pues nos quedamos en pista.

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La idea inicial era que me acompañaran unas cuantas strippers, pero a las 10:00 de la mañana empezaba la sesión y las chicas no aparecieron. Hubo un momento de tensión ante la idea de verme solo en el avión algo que Dan odia, pero afortunadamente, no pasó.

Esta es Julia. Es amiga mía, así que no me resultó tan estresante y vergonzoso pedirle que se vistiera apropiadamente para servir cócteles y champán.

Mariam es la de la derecha. Escribe para VICE, por lo que fue un poco violento pedirle que me acompañara. Vale que era solo una sesión de fotos y no habría orgías, pero las mujeres que aparecen en las fotos de Dan lo hacen por un montón de razones ofensivas y retrógradas. Mariam lo llevó con toda dignidad y no le quitó ojo al móvil.

Soy Dan Bilzerian después de un fin de semana agotador y desenfrenado en Las Vegas, en un vuelo de tres minutos de vuelta a Los Ángeles con diez millones más en el bolsillo y una pipa nueva.

También soy Julian usando el lavabo de un jet privado, porque estoy fingiendo ser Dan Bilzerian y los batidos de proteínas causan estragos en mí.

Jueves

Me compré una marca de proteínas distinta. Posiblemente pienses que el concepto "Nature's Way" no podría estar más alejado de la esencia de la proteína en polvo, pero te equivocas.

Luego nos fuimos a disparar unas cuantas armas, experiencia que me sirvió para saber que las armas son lo peor. Eso fue todo lo que aprendí.

Son peligrosas y hacen mucho ruido, y no importa a qué dispares, todo estalla en añicos. Dan dispara muchas armas y yo esperaba poder seguir sus pasos, pero parece que no son lo mío.

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Me he criado en Australia, un país tranquilo e inofensivo. Puede que no tengamos nada que sea superguay, pero creemos que intentar evitar los tiroteos en masa con más tiroteos en masa es una soberana estupidez. Por eso no entiendo el tema de las armas.

El otro problema es que disparar una pistola se parece mucho a disfrazarse de Power Ranger, aunque creo que Dan juega precisamente con esa psicología, con la perpetuación de los estereotipos de hipermasculinidad que tanto se utilizaron en publicidad allá por 2013.

Bilzerian es el hombre definitivo y ese estereotipo le viene como un guante, aunque la cosa ha empezado a oler a viejuno. Oh, sí, pistolas. Qué pasada…

Viernes

Era mi último día como Dan Bilzerian, así que me vine arriba y le eché un poco de vodka al batido de proteínas. A la mierda todo.

Me presenté en la oficina con una cabra, porque Dan siente debilidad por las cabras.

Si repasas su perfil de Instagram, verás que pasa mucho tiempo con su cabra, Zeus. En una de las fotos salen los dos en la cama, viendo la tele juntos. Hay otra en la que están los dos de barbacoa, acompañados de unas cuantas strippers.

Dan está tan obsesionado con el animal que incluso lo lleva en una pegatina en el coche.

La cabra se llamaba Two Stroke y lo único que quería era comer. La miré directamente a los ojos y en sus pupilas alargadas solo vi hambre y la nada, quizá el borde de un profundo y hermoso abismo.

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Quizá hayamos dado con un punto en común con Dan. A él solo parece importarle el poder y la nada. Dan paga a mujeres para que aparezcan en sus fotos, trabaja su cuerpo para aparecer en las fotos y dispara armas para que se vea en fotos, y todo para obtener más seguidores, lo que equivale a obtener más poder.

Dan es el epítome de la ambición eterna. Todo lo que hace es grandioso y escandaloso y está salpicado de mujeres y cocaína. Es la esencia misma de América y para mí un tipo que solo quiere estar con sus amigos e irse de acampada de vez en cuando es muy difícil estar a la altura.

Después de una semana viviendo como Dan, estuve en condiciones de decir que su vida no es tan genial. Sí, los jets privados molan, pero no dejan de ser tubos con alas. Estar rodeado de strippers fue una experiencia, pero son solo personas. Al final, la experiencia fue como planear un superviaje a Europa para luego llegar y decir: "Vale, una iglesia en ruinas. ¿Qué más?

Pero Dan no puede parar. Es una celebridad en Instagram y está atrapado en ese bucle agotador, ingrato y sin sentido. Después de una larga semana, ya puedo pasar la página de Dan Bilzerian, su dinero y sus opciones y centrar la mirada en la cabra que hay al fondo, Zeus, que sabe bien que no hay nada mejor que comer.

Sigue a Julian en Twitter.

Traducción por Mario Abad.