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El número de Siria

De contrabando con el Ejército Libre de Siria

Con una venda en los ojos, corrí, nerviosa, hasta esconderme detrás de un coche, protegida por un traficante de armas y un soldado joven del Ejército Libre de Siria. Había pasado al menos una hora desde que dejamos el pueblo fronterizo de Kilis, y...

Miembros del ELS se toman un descanso y posan para una foto de grupo.

Con una venda en los ojos, corrí, nerviosa, hasta esconderme detrás de un coche, protegida por un traficante de armas y un soldado joven del Ejército Libre de Siria (ELS). Había pasado al menos una hora desde que dejamos el pueblo fronterizo de Kilis, Turquía, y ahora conducíamos por carreteras sin pavimentar a lo largo de la frontera entre Turquía y Siria. Uno de los coroneles de alto rango del ELS iba al frente, y el maletero estaba a reventar de munición y armas pequeñas. Los soldados cantaban canciones en contra de Assad y bromeaban conmigo diciendo que era su rehén. Cuando por fin llegamos a nuestro destino me quitaron la venda de los ojos. El coronel, quien, por supuesto, pidió que no revelase su nombre verdadero, era un hombre mayor y amable. Sonrió y me dio la bienvenida a la “Siria Libre”. Habíamos llegado al pueblo fronterizo libre de Azaz, en el lado opuesto a Kilis. La liberación de Azaz, sin embargo, parecía haber salido muy cara: casas, escuelas, mezquitas y hospitales estaban en ruinas, y las autopistas llenas de baches. Los niños jugaban entre los escombros, y trepaban por los tanques abandonados como barras de gimnasio.

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   Durante los últimos meses, las fuerzas de Assad han lanzado una campaña aérea devastadora contra los pueblos ocupados por el ELS en un intento de acabar con los experimentos democráticos que estos habían construido: su objetivo eran escuelas, servicio postal y nuevos proyectos de obras públicas. En las últimas semanas, el suministro de munición del ELS había estado tocando fondo. Los líderes de la oposición habían acudido a financiadores turcos y suníes en el Golfo con la esperanza de asegurarse misiles antiaéreos con los que derribar los aviones de Assad; sin embargo, volvieron con las manos vacías. Los rumores de que envíos masivos de armamento iban a llegar en barco desde Libia y Francia resultaron ser falsos. Mientras tanto, los EEUU echaron una reprimenda a los países del Golfo por mandar armamento para apoyar a los rebeldes, mencionando los peligros de una presencia yihadista en el ELS. Arabia Saudí se encogió de hombros, igual que Qatar, que dijo oficialmente que contribuyentes privados estaban pasando dinero y armas a los salafistas y combatientes extranjeros. Avisaron de que la ausencia de una intervención significativa podría resultar en una “yihad popular”, una que combatiría junto a peligrosos elementos sectarios.

   Desde que el año pasado se iniciara el levantamiento, el pueblo turco de Kilis se ha transformado en una Casablanca de todo tipo: el limbo fronterizo para los estafadores, espías y traficantes de armas. En un bar de Kilis me encontré con Hassan, un vendedor de coches usados reconvertido en traficante de armas del ELS, que se había ofrecido a llevarme con él a Siria. “Preferiría vender coches que traficar con armas, pero el régimen bombardeó mi garaje”, me dijo. “¿Qué se supone que debo hacer?” El régimen había devastado el pueblo de su mujer el año anterior, así que Hassan, padre de ocho hijos, decidió organizar una milicia local.

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   Muchos de los vecinos de Hassan vendieron sus tierras para comprar armas de oficiales del ejército compasivos estacionados en una base aérea cercana del régimen. Mientras que los enfrentamientos en Aleppo cada vez iban a más, empezaron a fluir más armas y más financiación de los suníes en el Golfo. Puesto que es un sirio secular, Hassan quería mantener el claro carácter sirio de su milicia; rechazó colaborar con los yihadistas extranjeros. “No son como nosotros”, me dijo. “Su realización personal es morir por la yihad. No lo entiendo y jamás he visto nada igual. Mi amigo intentó encenderse un cigarrillo en su presencia y le dijeron que eso estaba prohibido. ¿Estaban de broma? Esto es una guerra”.

   Hassan temía que los que tienen los bolsillos llenos en el Golfo estuviesen permitiendo que los guerrilleros extranjeros ejerciesen una influencia desproporcionada. Entre algunos miembros del ELS da miedo la posibilidad de que yihadistas ocupen sus cargos aunque también existe un respeto profundo. Los yihadistas son conocidos por su intransigencia feroz e incansable, y a menudo eclipsan a los del ELS en los frentes de combate. Hassan odia a los extremistas religiosos pero reconoce que son expertos en el combate. Muchos miembros del ELS que fueron entrevistados dijeron que preferirían recibir apoyo de occidente antes que de los yihadistas, pero que tienen que hacer lo que puedan con lo que se les ha dado. Sin embargo, ya han surgido algunas tensiones: un joven salafista supuestamente fue ejecutado por no obedecer a un coronel del ELS. Después de sorber su cerveza “haram”, Hassan dijo, “Me temo que en Siria vamos a necesitar dos revoluciones. La primera contra Assad y la segunda contra los yihadistas”.

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   Dejamos a Hassan y a los otros en el pequeño pueblo de al-Bab y el coronel y yo seguimos hasta Alepo, donde él tenía que entregar unas armas e inspeccionar brigadas. Como muchos oficiales del ELS, el coronel era un desertor del ejército de Assad. Un hombre de mediana edad, sabio. Venía de una familia militar. Su padre había sido el coronel de al-Bab bajo el régimen de Assad. Habían llevado una buena vida antes de que estallase la guerra; los oficiales del norte habían podido operar con relativa autonomía desde Damasco, dándoles una vida cómoda y respetable fuera del sistema de seguridad del Estado. Sin embargo, después del levantamiento a los oficiales se les ordenó ir a Alepo, su propia comunidad. “Ahí fue cuando todo cambió. No solo para mí, sino para muchos otros coroneles”, dijo.

   El coronel obedeció las órdenes mientras, clandestinamente, apoyaba a los rebeldes, vendiéndoles armas de la base de las fuerzas aéreas de al-Mashaab. “Mi familia estaba furiosa conmigo porque no desertaba, pero no podía contarles la verdad”. Suspiró. Cuando llegó el momento adecuado, contactó con el ELS para trasladar a su familia a un nuevo hogar mientras él desaparecía entre la oposición armada. “Mi deserción se llevó a cabo sin problemas, pero otros no tuvieron tanta suerte”..

Unos chicos subidos a un tanque del ejército sirio, cerca de una mezquita destruida en Azaz.

   Cuando el coronel se enteró de que yo iba a acompañar a Hassan en uno de sus viajes de contrabando semanales insistió en unirse a nosotros. Me puso el mote de “Ayoosh” y me dijo que en 24 horas, después de ser testigo de la brutalidad del régimen, yo misma me pondría en la línea de frente con un hiyab, gritando “¡Allahu Akhbar!”

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   Había aviones sobrevolando el cielo mientras el coronel y yo nos desplazábamos por la autopista destrozada que llevaba a Alepo. El zumbido de sus motores sonaba cada vez más alto hasta que un avión apareció justo encima de nosotros. Nuestro conductor pisó el acelerador y después frenó en seco, ocultando el coche en las sombras de una granja abandonada. Me apreté el chaleco antibalas y el casco, temblando. “¿Tienes miedo?”, me preguntó el coronel. Él no llevaba nada, únicamente una estampita que colgaba de su cuello y que le había dado su padre. Estas estampitas, que a veces se compran y venden por cientos y miles de libras sirias, supuestamente protegen a sus portadores de cualquier daño físico. El coronel la llamaba su “chaleco antibalas especial” e insistía en que le disparase para comprobarlo mientras un cámara con el que nos habíamos reunido antes lo grababa para la CNN.

   Nos quedamos en la sombra de la granja hasta que el zumbido del avión desapareció. Entonces nos volvimos a poner en ruta, dando un rodeo por carreteras alternativas hasta llegar a Alepo, una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo y el centro económico de Siria antes de que el régimen la diezmara a principios de año.

   El coronel nos llevó a Tariq al-Bab, un barrio cerca del centro de Alepo, para encontrarnos con su hijo Ahmad, líder de la milicia local. Ahmad era un joven entusiasta que inmediatamente empezó a alardear de su último enfrentamiento con la muerte cortesía de los francotiradores pro-régimen. Mientras el hijo hablaba, el coronel miraba al vacío, preocupado. Aquella noche, durante una cena a base de mezze y humus, los hombres de Ahmad le preguntaron al coronel acerca de su viaje a Turquía, interesándose sobre miembros de sus familias en los campos de refugiados y las últimas noticias de Estambul. Inevitablemente, la conversación derivó hacia los codiciados misiles antiaéreos. “Ojalá los informes sobre las armas extranjeras fueran ciertos”, suspiró el coronel, “Aquí todavía estamos empleando armas de fabricación rusa”.

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   Uno de los soldados de Ahmad se acercó a mí y me dijo: “Has oído que la semana pasada tomamos una base aérea, ¿no?” Había oído algo al respecto, en efecto, pero la victoria la había conseguido Jabhat al-Nusra, una secta fundamentalista vinculada a organizaciones terroristas que había luchado junto al ELS. El grupo paramilitar yihadista, cuyo nombre se traduce como Frente de Protección de la Gran Siria, ha asumido la responsabilidad de todos los grandes bombardeos a altos mandos del régimen y de generales en Damasco, al-Miden y Alepo, así como de un ataque el pasado verano a una emisora de televisión en la ciudad de Drousha. Informes recientes indican que soldados de facciones de al-Qaeda en Irak y Hamas se han estado introduciendo en Siria para sumarse al grupo. Aunque muchos combatientes del ELS se consideran musulmanes conservadores, es habitual que deseen distanciarse del sueño de Jabhat al-Nusra de restaurar a sangre y fuego el califato suní islámico. Cuando mencioné el grupo durante la cena, uno de los combatientes dijo, “Los de Jabhat al-Nusra son muy buenos en lo que hacen, y tienen armas y la experiencia de la que nuestros hombres carecen”. Otro dijo: “Necesitaremos al menos tres años de experiencia en el campo de batalla antes de poder ponernos a su altura”.

Un soldado del FSA muestra su tatuaje, que dice, “¿Por qué será el amor tan desastroso?

   La mayoría de los combatientes del ELS luchan por una Siria plural que asegure la protección de las libertades políticas y religiosas. Jabhat al-Nusra combate por la dignidad islámica y por un gobierno fuerte de orientación suní. El coronel explicó que la falta de apoyo de Occidente ha ido debilitando a los líderes originales y pluralistas del ELS. “No podremos luchar del mismo modo que Jabhat al-Nusra hasta que recibamos apoyo significativo”, dijo.

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   Con cada promesa vacía y cada transferencia de armas fallida, el coronel y otros líderes del ELS quedaron relegados a posiciones cada vez más vulnerables. “Jabhat al-Nusra es un grupo pequeño, pero cuando los hombres quieren unirse a la lucha y nosotros no podemos proporcionarles armas, más y más nos dejan y se unen a ellos”, dijo. “Me temo que llegará un momento en el que si me piden un favor, no podré decir que no”.

   A la mañana siguiente, Hassan y yo condujimos hasta Alepo para entregar munición a los combatientes del ELS de la zona rural. Se pasó todo el camino pegado al teléfono, organizando la distribución. “Tengo un buen trabajo porque todo el mundo se alegra de verme”, bromeó.

   En el campo, Hassan nos llevó a las él que llamaba “fábricas de caramelos”; talleres de armas ocultos donde los rebeldes fabricaban explosivos caseros y armas rudimentarias. Hassan se relajó e hizo bromas con los herreros, granjeros e ingenieros mientras les entregaba munición y herramientas.

   Un poco más tarde, después de una corta caminata, fuimos a una fábrica de caramelos en el interior de una pequeña cueva. A medida que mis ojos se ajustaban a la oscuridad vi a cuatro hombres alrededor de un generador, trabajando diligentemente con herramientas eléctricas. Hicimos una pausa para tomar el té, lo cual pareció poner a Hassan de mal humor. “¿Ves a lo que nos hemos visto reducidos?” se quejó. “Hacemos bombas en cuevas para luchar contra los helicópteros Hind D de Assad. ¿Qué es esto? ¿Afganistán?” Después procedió a describir la desorganización entre los líderes del ELS. “Los generales estuvieron en Turquía durante días, ¡y todo lo que consiguieron fue munición! Mientras tanto, Jabhat al-Nusra está secuestrando nuestra revolución. Dale las gracias a Obama por dejarnos con estos fanáticos religiosos”.

   Aquella tarde nos pusimos en camino de vuelta hacia al-Bab, que había sido uno de los enclaves originales del movimiento Siria Libre; una ciudad liberada con un consejo civil novel que los rebeldes esperaban que pudiese servir de modelo para el futuro del país. Esto también la convirtió en objetivo principal de la Fuerza Aérea de Assad; el paisaje de la ciudad cambió para siempre debido a un bombardeo que pareció interminable. El plan era que el hermano de Hassan me ayudase a cruzar la frontera hasta Turquía, pero justo cuando estábamos a punto de partir avistamos unos aviones que sobrevolaban la zona, tomando posiciones para un bombardeo.

   Una vez cesaron las explosiones, los vecinos se asomaron por las ventanas para valorar los daños. Eché un vistazo rápido a las calles y vi una bandera islámica blanca, el símbolo del renacimiento del califato, ondeando al viento. El hermano de Hassan enarcó una ceja cuando se lo dije. “Esto es nuevo”, dijo, pero no dio más explicaciones.

   Tras otro día de espera, el hermano de Hassan me puso una venda en los ojos y condujo por carreteras secundarias llenas de cráteres en dirección a Turquía. Olvidando, al parecer, que yo tenía los ojos vendados, soltaba a gritos comentarios como “¡Dentro de nada tomaremos chai en Kilis!” y “Prométeme que me encontrarás una esposa americana, ¿vale, Ayoosh?”

   Cuando llegamos a Kilis me sacó la venda y me dejó en mi hotel. “Te vamos a echar de menos en la Siria Libre, Ayoosh”, dijo con una sonrisa. Mientras me decía adiós con la mano, dijo: “Saluda de mi parte al pueblo americano. Pero asegúrate de que sepan que el gobierno americano no es amigo de la Siria Libre”.

Para profundizar en los hechos que propiciaron el conflicto en Siria, recomendamos leer "La Guía Vice de Siria", un curso rápido de la geopolítica, la cultura y las complejidades religiosas del país.