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Cultură

Intenté dejar de fumar tomando setas alucinógenas y funcionó

El tabaco causa seis millones de muertes al año. Para una gran proporción de esas personas, una seta diminuta e ilegal podría suponer la cura.

El autor, una seta y Tom Fortes-Mayer. Todas las fotos por Heathcote Ruthven.

Un golfista enfurecido agita su palo en el aire cuando pasamos con nuestro buggy entorpeciendo su juego. Sentado junto a mí, el Dr. Brande, experto internacional en el campo de los hongos alucinógenos, suelta una carcajada. Esto se ha convertido en una carrera contra el metabolismo: devolver el vehículo antes de que la droga me empiece a hacer efecto.

Y es innegable que ya me han empezado a hacer efecto.

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Como habréis podido adivinar, no hemos venido a este campo de golf del norte de Londres para admirar su majestuoso y célebre hoyo 13, sino para probar una cura experimental para uno de los mayores males de la humanidad: el tabaquismo.

Lo he probado todo: parches, chicles, inhaladores, curanderos… nada ha dado resultado. Ante la fuerza de las campañas de concienciación sobre los peligros del tabaco, solo puedo soltar un suspiro sibilante y desear que exista una forma efectiva de dejar este hábito.

Según la Johns Hopkins University, sí la hay: las setas mágicas. Por razones obvias, los hongos psicodélicos han atraído el interés del ser humano durante milenios. Unas pinturas rupestres de siete mil años de antigüedad halladas en una cueva del Sáhara indican que incluso hubo un culto de adoración a estos hongos; los aztecas los utilizaban confines curativos; los vikingos iban a la guerra bajo sus efectos; incluso el propio Jesús, según dicen algunos, era realmente una seta disfrazada.

Hoy en día, gracias a la ciencia, nuestros amigos fúngicos pueden añadir la inminente destrucción del tabaco a su lista de grandes logros. Según un estudio realizado por esta universidad, el principio activo de las setas mágicas, la psilocibina, resulta efectivo para el tratamiento del tabaquismo en un 80 % de las veces. Como referencia, baste decir que las terapias de reemplazo de la nicotina –como los parches o los chicles- alcanzan el 20 % de éxito. Y sin embargo, un año después de que se publicara la investigación, estos pequeños hongos salvavidas siguen siendo ilegales.

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Por fortuna, ahora empieza la temporada de las setas y, por lo que dice el Dr. Brande, el mejor sitio de Londres para recogerlas son los campos de golf.

«Buscamos la Psilocybe semilanceata , un pequeño hongo de color beis-marrón», me explica mientras continuamos nuestra travesía por el campo. «Verás asomar el sombrero por encima de la hierba. Ese es su rasgo más

distintivo: un sombrero muy pronunciado con una protuberancia en la punta. Esa protuberancia es muy importante».

«¡Mira, ahí hay uno!», exclama el Dr. Brande. «¡Está asomando por entre la hierba!».

Tom Fortes-Mayer y el autor

Pese a su aspecto diminuto e inofensivo, el consumo de estas setas puede resultar peligroso. «En cuanto la coges», me explica el Dr. Brande, «estás cometiendo un delito de posesión de drogas de clase A». Si le diera este pequeño hongo a Brande, me podrían caer un máximo de 14 años de cárcel por suministro. Así que no lo haré. Mejor me lo como.

El estudio original estaba respaldado por años de preparación. Realizar ensayos en humanos con drogas del tipo I –sustancias que las autoridades no consideran que tengan propiedades terapéuticas- es un proceso extremadamente aburrido, ya que era preciso preparar a los sujetos meses antes de suministrarles la primera dosis.

Según el Dr. Matthew Johnson, uno de los jefes de investigación del proyecto, gran parte de esa labor consistía simplemente en preparar a los pacientes para la intensidad del viaje que iban a experimentar. «A veces te producen un efecto glorioso, místico e intrigante», explicó el Dr. Johnson a VICE, «pero en otras ocasiones puedes sufrir la experiencia más aterradora de tu vida. La preparación contempla una larguísima lista de todas las posibles situaciones».

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Según él, un mal viaje –que el riesgo más frecuente que se corre al tomar drogas alucinógenas- se debe, simplemente, a una perspectiva errónea.

«Si durante un mal viaje ves a tu abuela ya fallecida subirte por la pierna», explica Johnson, «déjala que suba y pregúntale qué quiere decirte. Ya sea un monstruo o tu difunta abuela, lo mejor es ver la experiencia como algo de lo que aprender».

Se tuvo especial cuidado en procurar un entorno agradable, asistencia y psicólogos especialistas a los sujetos del estudio por si las cosas se torcían. Nosotros, en cambio, estamos conduciendo por donde no debemos en un campo de golf de Londres mientras recolectamos setas por el camino.

No obstante, tenemos la ventaja de contar con la presencia del hipnoterapeuta Tom Fortes-Mayer, quien ha accedido a hacer las funciones de guía y guardián a lo largo de este experimento.

«Generalmente, la gente que viene porque quiere dejar de fumar tiene la sensación de que está perdiendo un amigo fiel, algo pícaro pero muy carismático», afirma Tom. «Nuestro trabajo en el ritual que estamos a punto de celebrar es el de cambiar la perspectiva. En realidad, el tabaco es de esos que, cuando no estás mirando, sube a la habitación de tu hija y abusa de ella».

Decirle a alguien que está en pleno colocón de setas que tiene un pedófilo en su interior es muy desconsiderado. Pero ese es exactamente el proceso mental que hace que la psilocibina sea tan efectiva para el tratamiento del tabaquismo.

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El Dr. Johnson afirma que la droga ayuda al paciente a ver su vida desde otra perspectiva. Para muchos, es una «experiencia mística».

«En esos casos, suelen experimentar una abrumadora sensación de unidad, como si abandonaras el tiempo y el espacio; una sensación paradójica, experiencias inefables, una cualidad noética; una sensación de que esa experiencia, de algún modo, es incluso más real y válida que la propia realidad».

La psilocibina será la droga milagrosa –como sugieren los nuevos estudios-, pero es terrible para conducir. Tengo los pies sobre los pedales, pero el Dr. Brande se ha hecho con el control del volante.

«Sugiero que busquemos un lugar tranquilo para realizar el ritual», dice Tom Fortes-Mayer.

Lo que ocurre a continuación es difícil de describir. Nos tumbamos en el bosque. Los árboles palpitan. Siguiendo las indicaciones del hipnoterapeuta, me embarco en un viaje hacia las profundidades eternas, atemporales y asexuales de mi consciencia y remuevo su mismísimo núcleo. Me encuentro con la parte de mi mente responsable de mi adicción al tabaco y le canto las cuarenta. Ocurren otras cosas, la mayoría demasiado personales para relatarlas.

Cuando regreso, un millón de años después, el tabaquismo se ha convertido en un vicio de los demás. La ilusión se hace añicos, la necesidad desaparece. Veo a alguien con un cigarrillo en la mano y no siento absolutamente nada.

Durante la semana siguiente, hago todas las cosas que normalmente me empujarían a fumar: salir de casa, esperar el autobús, trabajar, emborracharme, ir a fiestas, discutir, beber café… De hecho, cuando pienso en ello, prácticamente cualquier acontecimiento de mi vida, por nimio que fuera, se convertía en un pretexto para fumar. Ha pasado una semana y media y sigo sin sufrir síndrome de abstinencia.

Durante el pasado medio siglo, la guerra contra la droga se ha saldado con millones de muertes. Todos conocemos a las víctimas de los narcoestados de Sudamérica; los muertos vivientes del sistema penitenciario; los amigos fallecidos por no saber qué se estaban metiendo en el cuerpo. Pero ¿qué hay de aquellos que podrían haberse salvado? El tabaco causa seis millones de muertes al año. Para una gran proporción de esas personas, una seta diminuta e ilegal podría suponer la cura.

* El Dr. Brande prefirió mantenerse en el anonimato. El Dr. Matthew Johnson también me ha pedido que señale que la Johns Hopkins University no tolera en modo alguno el consumo de drogas ilegales, como tampoco lo hace VICE. No te comas unas setas que has encontrado en un campo de golf, tonto.

Traducción por Mario Abad.