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Cultură

Cómo las drogas afectan a nuestras relaciones

Del mismo modo que no hay dos relaciones iguales; tampoco hay dos sustancias iguales.

Foto vía usuario de Flickr Gastón Gaiduk

La sinergia entre dos personas en una relación es suficiente para crear un efecto similar al de tomar una sustancia que altera la mente. Pero cuando agregas drogas reales a la bebida, la experiencia se vuelve todavía más compleja.

Del mismo modo que no hay dos relaciones iguales; tampoco hay dos sustancias iguales; todos sabemos que mezclar opioides y drogas recreativas con el amor puede tener resultados muy variopintos. Hablamos con personas que han experimentado con las drogas en la intimidad —desde ácido hasta cocaína o fentanilo— para averiguar si estas sustancias mejoran, dañan o complican las relaciones.

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Foto vía el usuario de Flickr Bit Boy

Kevin, 25
Duración de su relación: 2 años
Drogas: MDMA, LSD

Prácticamente todas las novias que he tenido han sido tolerantes con las drogas. Es un requisito: si una persona lo hace, la otra debe estar de acuerdo o hacerlo juntos.

[Mi ex y yo] acostumbrábamos a tomar MDMA juntos. A mí me gusta la música electrónica y el techno, pero a ella no. Me parecía que le gustaba la MDMA, pero prefería quedarse en casa viendo películas o salir con sus amigos y para mí era algo más como de fiesta. Empezó a consumir más MDMA porque quería establecer una conexión conmigo cuando salíamos de fiesta y creo que eso con el tiempo le hizo daño. La MDMA era una solución temporal para salir y aguantar la música que me gustaba. No es recomendable consumir drogas para seguirle el ritmo a tu pareja o porque tu pareja también lo haga. Puede llegar a ser muy perjudicial. Ella tenía un personalidad adictiva y llegó al punto en que me robaba la droga y decía que ella no había sido. Es algo que tienes que controlar; debes estar seguro de que tu pareja está en la misma frecuencia. Las sustancias psicodélicas son una historia muy distinta.

Comimos LSD por primera vez juntos —yo ya lo había hecho, pero ella no—. Pero desde ese día cambió mi forma de verla. Fue una experiencia que me abrió los ojos. Hubo una vez en la que nos quedamos acostados y mirándonos durante casi una hora. Te hace pensar mucho sobre ti y tu pareja… Sabía que teníamos problemas y que los estaba ignorando. Cuando comimos LSD juntos, me di cuenta de que nuestros problemas eran mucho más graves de lo que creía. Cinco meses después terminamos nuestra relación de dos años.

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Foto por Jake Kivanc

David, 35
Duración de su relación: 3 años
Drogas: cocaína

He tenido varias relaciones que acabaron mal por meternos tanta coca juntos y no es buena idea. Pero en esta relación en particular, lo hacía a escondidas de mi novia. Cuando empezamos a salir ella no tenía ningún problema con eso pero un día la cagué y le mentí.

Le dije que tenía una adicción y ella respondió: "Tienes que dejar de hacer eso porque no está bien que me mientas al respecto". Pero yo seguí haciéndolo a escondidas.

Como ella nunca había consumido drogas, no entendía por qué yo las necesitaba. Quería rodearme de personas como ella en ese entonces para dejar de hacerlo. Era como en Dexter, cuando haces algo que te hace sentir una descarga de adrenalina, sobre todo porque es a escondidas de los demás.

Me gustaba salir y drogarme en su coche, recogerla, regresar y volver a drogarme cerca de donde estaba ella. Aunque una parte de mí quería que me descubriera otra vez para poder dejar de hacerlo en serio.

Es difícil explicar este sentimiento a una persona que nunca antes ha probado una droga, sobre todo porque la mayoría de las veces es un motivo de celebración. Aunque la gente no lo entiende porque no lo ha hecho.

Peleábamos por todo, pero normalmente era solamente cuando estaba borracho. De hecho, me gustaba que ella no tomara coca y no quería que la probara porque podría gustarle y terminar igual que yo.

Leah, 21
Duración de su relación: 4 años
Drogas: fentanilo, oxicodona, crack, cocaína

Mi novio y yo llevamos cuatro años y hace dos meses me mudé con él. Cuando empezamos a salir nos drogábamos juntos (con coca y crack).

Solíamos bajar al sótano de su casa, fumábamos y salíamos a dar un paseo por el barrio o íbamos a casa de unos amigos a fumar un par de piedras y escuchar música toda la noche.

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Pero mi novio quería probar más y yo no. Después, como a los dos meses, descubrió la oxicodona y le dije que me estaba empezando a asustar y que prefería que lo dejara. Y sí lo dejó, pero todavía compra de vez en cuando. Yo ya no me drogo —a veces sí, con coca, una o dos veces al año—.

Decidí dejar de hacerlo cuando mi novio estuvo unos meses en la cárcel. Terminamos poco antes de que lo ingresaran. Se alejó de mí un tiempo para seguir metiéndose fentanilo. Yo salía de fiesta todos los fines de semana y me ponía hasta el culo de coca.

Lo he visto en la cárcel —vestido con un mono, con un vidrio de separación y el clásico teléfono para comunicarnos—. También estuve ahí cuando sufrió una sobredosis. Está jodido porque ahora lo veo y pienso, "Esta no es la persona de la que me enamoré".

Hace poco me invitó a cenar y le dije, "No, no quiero ver cómo te quedas dormido en una mesa en público". Ya no nos divertimos. Cada día es más frustrante que el anterior. Despierto y lo primero que oigo es a él moliendo oxicodona.

Foto vía usuario de Flickr Farmer Dodds

Josh, 28
Duración de su relación: 1 año
Drogas: LSD, MDMA, ketamina

Salí con una chica y al principio parecía tímida y un poco friki pero resultó ser más bohemia. Nos dimos cuenta de que a los dos nos gustaban las drogas. Le dije, "Traigo ácidos, por si quieres". No llevábamos ni un par de horas hablando cuando nos comimos los ácidos; puse música techno y tuvimos una experiencia sexual que jamás voy a olvidar. Nunca antes había vivido algo así. Todo era muy intenso y la única forma de medir el tiempo era con la lista de reproducción de tres horas que puse. Era como si hubiéramos borrado todos los límites y nos hubiéramos fusionado en una sola mente. Nos detuvimos cuando se acabó la música.

Después de eso, estuvimos otras diez horas hablando y llegamos a saber todo uno del otro. Cuando nos dio el bajón, sentíamos que nos conocíamos desde mucho antes. Luego tuvimos una relación muy bonita durante un año.

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Después de la primera cita, era como si ya hubiéramos pasado la etapa de conocernos. Fue como resumir meses de la relación en una sola cita. Nos encantaba drogarnos juntos: ácidos, ketamina, MDMA…

El amor también es una droga y cuando lo combinas con otra droga, los efectos se vuelven más intensos. No cabe duda de que los viajes más poderosos que he tenido han sido con personas que amo.

Todo depende del entorno. Si exageras con las drogas o no tienes esa conexión, probablemente no vas a tener la mejor experiencia. En mi caso, creo que las drogas pueden ser muy útiles para conocer a una persona. Son capaces de producir experiencias muy profundas que no creo que exista forma de reproducir.

Por eso sé que voy a seguir consumiendo sustancias psicodélicas y MDMA de vez en cuando por el resto de mi vida y para mejorar mis relaciones.

Foto vía el usuario de Flickr my mind is goo

Rory, 37
Duración de su relación: 5 años
Drogas: oxicodona, morfina, fentanilo, heroína

Durante mucho tiempo, mi mujer no supo de mi adicción porque el médico me recetaba una gran cantidad de opiáceos y era muy fácil esconderlos. Tenía un buen trabajo y me iba bien.

Después de casarnos, el médico empezó a reducir la cantidad de opiáceos. Lo primero que noté fue el impacto económico. De hecho, todavía seguimos buscando la forma de resolverlo. Mi esposa siempre pagaba todo a tiempo y de pronto era un caos.

Nunca le robé dinero. Ella sabía que si yo necesitaba algo, lo iba a obtener de una u otra forma, así que prefería ayudarme a buscarlo. Se enteró de mi adicción y lo aceptó, pero debo admitir que la puse entre la espada y la pared. Ella tiene un gran corazón y me ama. Sabía que yo estaba sufriendo y no quería verme así.

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En aquel entonces, los dos ganábamos bien, pero empecé a gastar demasiado. Tuve que empeñar los regalos que me dio y ella tuvo que empeñar sus cosas, como el ordenador. Todo empeoró cuando me volví adicto al fentanilo.

Fui a recoger mi última dosis de morfina a la farmacia el 24 de diciembre. Cuando el médico me quitó por completo los opiáceos, sentí que me moría. Un día le dije a mi esposa "¡Vámonos a Vancouver de vacaciones!". Cuando llegamos, le pedí que me llevara al centro, a una parte un poco fea. Ya ahí, mi mujer preguntó "¿A qué hemos venido? Este lugar es horrible". Le pedí que aparcara en un lugar seguro, salí y fui a comprar lo que tenía que comprar. Ella insistía en que le dijera qué había comprado y como no quería decirle que había ido a comprar heroína, le dije que había comprado unas pastillas. Estuvimos ahí ocho días y el viaje fue horrible. Estuvimos peleando todo el tiempo. No queríamos hacer nada juntos porque el único objetivo del viaje era que yo pudiera comprar droga.

Y todo empeoró cuando vio que nuestro baño de la planta baja estaba lleno de jeringas y toda clase de parafernalia. De inmediato me preguntó, "¿Para qué es esto?". Hubo un momento en el que ya no me decía nada. Nunca había visto algo así. Lo más fuerte que se ha tomado es un Tylenol.

Ahora que estoy sobrio las cosas han mejorado mucho. Aunque a ella todavía le cuesta mucho trabajo confiar en mí. Le mentí tantas veces que ya no sabe de qué soy capaz. Nunca la engañé pero ella todavía se pregunta qué de todo lo que he dicho es cierto y qué no lo es. Si voy al baño y tardo más de lo normal, me pregunta, "¿Qué estabas haciendo en el baño?".

Estoy seguro de que no habría sobrevivido de no ser por ella. Habría entendido que me hubiera dejado, por todos lo problemas que le di. Pero sé que si se alejaba de mí, probablemente yo no seguiría aquí.

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