El domingo, la selección de fútbol de Brasil destruyó a España en la final de la Copa Confederaciones en Río de Janeiro. Miles de personas tomaron la zona donde está ubicado el estadio de fútbol donde se jugaba la final para expresar su descontento por lo que consideran prioridades equivocadas por parte del gobierno nacional: financiar eventos deportivos internacionales como la Copa del Mundo y las Olimpiadas en lugar de invertir en salud y desarrollo humano.
A partir del mediodía del domingo, el vecindario de Tijuca fue fortificado con seis mil agentes de la policía de carreteras, la Fuerza Nacional, el ejército y la guardia nacional. Se estableció algo llamado "perímetro FIFA", que abarcaba un radio de tres kilómetros alrededor del estadio. Sólo aquellos que tenían entrada para el partido podían pasar, y los vecinos sólo podían entrar después de demostrar que residían en el lugar. Los números fueron menos significativos que durante las manifestaciones de la semana pasada, y poco más de cinco mil personas estuvieron en la zona hasta la hora del juego.
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Vídeo de Thomás R. P. de Oliveira.
Los manifestantes en el perímetro llevaban camisetas negras, máscaras de gas, palestinos, y camisas en la cara. Conforme se acercaba la hora del partido, la multitud se concentró frente a las barricadas, algunos se sentaron frente a la policía, y como era de esperarse, justo cuando los árbitros dieron inicio al partido, el gas lacrimógeno y las balas de goma comenzaron a llover. Recibí un golpe en la pantorrilla y no pude seguir el paso de la multitud que se retiraba, así que resistí pateando las granadas de gas, arrojando piedras y molotovs. La policía pronto vació las calles y los manifestantes se dispersaron.Brasil podrá haber ganado el juego y la policía la batalla contra los manifestantes, pero la Copa Confederaciones, como sabe cualquier futbolero, es sólo el calentamiento para el evento principal.
