El asesino en serie Guy Georges fue mi ayudante de fotografía
Guy en su habitación en la okupa de Saint-Sauveur, abril 1995

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El asesino en serie Guy Georges fue mi ayudante de fotografía

En octubre de 1994 trabajé para la revista Paris Match. En esa época conocí a Guy Georges o "la Bestia de la bastilla", quien fue condenado por violar y asesinar a siete mujeres entre 1991 y 1997, exactamente el periodo en que trabajamos juntos.

En octubre de 1994, la revista semanal francesa Paris Match me puso en contacto con un tipo de lo que ellos denominaban el barrio conflictivo de la ciudad. Mehdi* escribía artículos para la revista, además de vender hachís a sus empleados. Nuestra misión conjunta era elaborar el retrato fiel de una Francia agitada, hacer una lectura entre líneas del cara a cara político entre la derecha y la izquierda celebrado con motivo de las inminentes elecciones de 1995. Fue durante mis pesquisas con Mehdi cuando conocí a Guy Georges, el "asesino en serie del este de París" o "la Bestia de la bastilla", que había sido condenado por violar y asesinar a siete mujeres entre 1991 y 1997, exactamente el periodo en que estuvimos trabajando juntos. Más tarde supe que Mehdi también era un asesino.

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Mehdi y yo estábamos en una casa okupa en Rue Didot, en el distrito 15, trabajando en un artículo. Aquella zona estaba cercana a un barrio deprimido con un alto índice de consumo de drogas duras y blandas. Por aquel entonces las bandas dominaban el lugar y era habitual ver a gente armada con navajas y barras de hierro. Guy Georges, apodado "Jo", era uno de los habitantes de la casa okupa. A veces venía a vernos a Mehdi y a mí mientras trabajábamos en las sesiones de fotos, aunque nunca nos dejaba que lo fotografiáramos. Era muy apreciado en la casa. Hice fotos a su novia, Nadia, con el cañón de una pistola pegado a la sien. Lo único que sabía de él era que vendía maría a los otros ocupantes.

Mi ayudante, Mehdi, hizo buenas migas con él por el tema de las drogas. Guy Georges dijo ser activista de DAL (Droit au Logement), una organización en defensa del derecho a la vivienda en Francia. Posteriormente supe que informaba a la policía sobre las actividades de DAL a cambio de una protección relativa. Por otro lado, me di cuenta de que el tema de los okupas no tenía el menor interés para Match. Pese a todo, Mehdi y yo continuamos con la investigación. Mehdi se agenció a un muchacho de origen camerunés, Moïse, como guardaespaldas. El chico tenía buen corazón y estaba hechizado por el aura de Mehdi. También trabajaba como asistente mío y me servía como contacto para acceder a los barrios más conflictivos.

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En una ocasión, Mehdi envió a Moïse como guardaespaldas a un trato de negocios que no había ido bien, y el resultado fue catastrófico: según el informe policial, una madre fue asesinada a manos de uno de los implicados en el trato, borracho como una cuba y Moïse fue arrestado. Le cayeron cuatro años sin condicional, así que Guy pasó a ser su sustituto, actuando como intermediario de Mehdi y, si se diera el caso, como sicario. Entre mayo y principios de julio de 1995, Guy pasó a ser mi asistente de fotografía y, como se ve en este artículo, también el sujeto de alguna de las fotos que tomé entonces.

El asunto de la investigación también empezó a ponerse tenso. Las elecciones presidenciales se saldaron con la victoria de Jacques Chirac, candidato del RPR. La revista Match había publicado diez páginas con mis fotos en las que se mostraba lo que el Presidente recién electo denominaba la fractura social. A Mehdi y a mí nos asignaron una nueva misión para la revista: mostrar la presencia de armas en los barrios más deprimidos de la ciudad. "Y si no existen, tendremos que asegurarnos de encontrar alguna", añadió Mehdi.

Yo tenía muy claro que no iba a inventarme nada, así que rechacé la oferta. Estábamos en el coche cuando le anuncié el fin de nuestra colaboración. Mehdi me pidió que me bajara. Entonces me di cuenta de que Guy estaba sentado cómodamente en el asiento trasero. "Vas a trabajar con nosotros", dijo. "Harás lo que te digamos o violaremos a tu mujer y echaremos ácido a tus hijos en la cara".

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Guy Georges delante de la casa de Rue Saint-Sauveur, mayo de 1995

Estaba asustado. Ese fue el principio de un secuestro al aire libre que duró dos meses. Nuestra "colaboración" se prolongó hasta julio. Mehdi, Guy y yo nos reuníamos regularmente en mi coche para planificar el siguiente paso. Alquilamos armas de fogueo de una empresa de artículos de atrezo para televisión y cine llamada Société Française de Production. Mehdi hizo que sus amigos posaran con las armas y yo hice las fotos. Cada día, Mehdi me golpeaba en una parte distinta del cuerpo, salvo en la cabeza y las manos, para no llamar la atención. Me dejaban volver a casa más o menos a la una de la madrugada. Todas las mañanas pasaban a recogerme a las 9 e íbamos a buscar a Jo a la casa ocupada de Rue Saint-Sauveur, en el distrito 2.

Debo confesar que Guy "Jo" Georges era amable conmigo. A veces salíamos a tomar algo y yo le contaba historias sobre mis investigaciones. A él le gustaban. Jo asumía el papel del carcelero "bueno" que me reconfortaba después de las palizas que me daba Mehdi. Mientras tanto, yo planeaba en secreto mi huida. El año escolar estaba tocando a su fin y entonces podría marcharme con mis cuatro hijos. Estaba cagado de miedo. Sabía que Mehdi sería capaz de cualquier cosa. En abril había matado a un hombre y la policía hizo pagar el pato a otro. Sería capaz de asesinar a toda mi familia sin pestañear. Guy lo seguía a todas partes. Ambos usaban mi tarjeta de débito para pagar los gastos, y la falta de fondos en mi cuenta les provocaba cada vez más frustración. Empecé a sentir algo distinto, una amenaza indescriptible: el instinto letal que había aprendido a reconocer cuando trabajaba en zonas de guerra.

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El "Marsellés", un amigo íntimo de Guy, en la escalera de la casa ocupada de Rue Didot. París, noviembre de 1994

Una tarde, me inventé que necesitaba ir a casa por dinero. Aproveché la excusa para contárselo todo a mi pareja y enseñarle los moretones que tenía por todo el cuerpo. Hicimos las maletas y recogimos a los niños. Nos fuimos a casa de mi suegra, en Niza. Según me contó el portero del edificio, el Volkswagen Golf de la Paris Match estuvo dos meses aparcado frente a mi apartamento.

Cuando empezó el año escolar, Mehdi se presentó en mi apartamento. "Se marchó con otra mujer; no sé dónde puede estar", le dijo mi pareja, quien me contó que lo notó inquieto. La verdad es que estaba escondido en casa de un amigo periodista en quien confiaba plenamente y que me convenció para que se lo contara todo a la policía. Inicialmente me negué. "Es demasiado arriesgado; la policía está conchabada con ellos", respondí.

Sin embargo, comprendí que no tenía otra elección, en realidad. Era eso o morir. Mi amigo me acompañó y le contó el caso con todo detalle al capitán de la comisaría de mi barrio. Yo disponía de varias pruebas, entre ellas un informe escrito por un médico que corroboraba que tenía el cuerpo "lleno de golpes" y una cinta en la que se oye a Mehdi pronunciar amenazas de muerte contra mí y mi familia. Eso fue suficiente para convencer al capitán.

Dos días después me citaron en la comisaría por la mañana temprano, con Mehdi. Lo habían capturado en su casa. Cuando llegué, Mehdi empezó a insultarme y le pidió al capitán que hablara con su "paraguas", un superintendente del servicio de inteligencia de Île de la Cité. Mehdi empezó a menospreciar al capitán. "Si no me sueltas inmediatamente te vas a meter en problemas", le dijo.

Media hora después, Mehdi era trasladado a la oficina del fiscal. ¿Qué milagro se había obrado? El capitán me aseguró que ya conocía esta forma de hacer las cosas. Me dijo que había sido consejero de un ministro y que estaba al tanto de ciertas prácticas en el sistema. Condenaron a Mehdi a seis meses sin condicional por agresión con lesiones y por amenazas de muerte. La primera vez que arrestaron a Guy Georges fue en Marais, por intento de violación. Gracias al ADN hallado en la víctima, la policía pudo identificarlo tres años después de nuestro encuentro, en 1998. En marzo de ese año, recibí una carta de Moïse, que seguía preso en la cárcel de Santé. Empezaba diciendo: "Ya sabes, Yan. Guy Georges, ese era Jo."

*Se han cambiado los nombres a petición del autor.