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Música

El colega vallecano de Anthrax y Guns N’ Roses

Compañero de juerga de W.A.S.P. y Slayer, Douglas Campbell Mesa vivió los ochenta más hedonistas de Los Ángeles. Ahora monta monta fiestas en una mansión y preparan una serie sobre su vida.

Douglas, Alice Cooper y John Bush, en Seattle en 1985, años antes de que entrara en Anthrax y poco después de rechazar cantar en Metallica.

El día que Douglas Campbell Mesa llamó alemán a Lars Ulrich, de Metallica, se hizo el silencio en el garito de Nueva York en el que estaban: “Es como si yo te digo que eres mexicano”, le advirtió el danés. El músico era dos cabezas más bajito que él, pero nuestro mitad-español-mitad-estadounidense se mordió la lengua. “No es buen batería, pero sí un tipo listo”, dice. También él lo es: de adolescente estuvo en la cárcel, en la veintena se emborrachó con Guns N' Roses y ahora vive de montar fiestas en su mansión en Los Ángeles, a las que va Paz Vega. Su vida está en Hollywood pero su familia en Vallecas. “Estoy muy liado porque voy a abrir otro bar”, responde el veterano empresario del espectáculo al otro lado del teléfono, poco antes de salir a celebrar sus 49 cumpleaños.

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En el trullo antes de los 18

Todos los veranos le pasaba. Cuando Douglas llegaba a Vallecas para pasar las vacaciones con la familia de su madre, sus colegas del popular barrio madrileño no se creían sus historias. Mientras jugaban al fútbol o compartían el bocadillo, les hablaba de disparar rifles robados, los efectos de la cocaína o de las diferentes cárceles angelinas que había visitado por robar en tiendas. Y todo esto antes de los 18. “Mi madre solía decir que tengo un ángel de la guarda”, afirma este hijo de un estadounidense y una española que emigró de nuestro país muy joven. Nació en San Francisco, pasó por varios colegios en Los Ángeles, estuvo en un internado en Barajas (Madrid) mientas sus padres arreglaban su separación y a los trece tuvo su primera relación con una chica… de 27 años.

Cocaína gratis

Douglas vivió los ochenta más hedonistas en el ojo del huracán: en la escena rockera de Los Ángeles. La época de las greñas con laca y juergas interminables en el Cathouse. Y no se hablaba de sida o sexo seguro: “Comparado con ahora era todo muy inocente. Era mánager de un grupo, Odin, y llenaba sus conciertos diciendo que habría cocaína gratis”, cuenta en castellano fluido con algo de acento. Aunque realmente empezó a ganar pasta organizando fiestas en el apartamento que compartía con su padre: “Le parecía bien. Veía lo de ser sociable como una manera de hacer dinero”. Corrió grandes juergas con Chris Holmes, de W.A.S.P., Lita Ford, o Steven Adler, de Guns N' Roses. “Nunca pensó que fueran a vender más de 10.000 discos”, recuerda de quien aporrea la batería en Appetite for destruction, el millonario primer álbum de la banda de Axl Rose.

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Douglas y Chris Holmes de W.A.S.P.

Anthrax le dedicaron una canción

Los Ángeles dejó de ser la meca del rock cuando Nirvana arrasó, en 1991. “Desaparecieron un montón de sellos discográficos y mi curro se redujo a tres llamadas de teléfono diarias”, recuerda Campbell. A pesar de todo, consiguió su primer contrato por un millón de dólares, para una banda que representaba, April's Motel Room. El grupo duró dos telediarios pero con su parte del fichaje pagó la entrada de su actual casa. Y se puso a tiempo completo con las fiestas. Su antiguo compañero de piso compuso un tema sobre ello. El colega era John Bush de Anthrax y la canción "A toast to the extras" (un brindis por los extras, en castellano), que dice, en inglés, “Bebo por ellos porque no hablan mucho y llenan habitaciones”. En las de Douglas pronto hubo cámaras para controlar lo que pasaba.

Luz Casal, Paz Vega y Slayer 

La gran diferencia entre las fiestas de Douglas y otras que se montan en Los Ángeles son las persianas. “Aquí nadie las tiene. Me costaron un pastón pero ha sido mi mejor inversión: la gente no se entera cuando se hace de día”, explica. Empiezan a las doce de la noche y se prolongan hasta las tres de la tarde del día siguiente Por su salón -con barra de striptease y marcas de tacones en el techo- han pasado Paz Vega, Luz Casal, Slayer… Douglas tiene amigos hasta en el infierno: en el móvil guarda más de 2.600 contactos. “Ron Wood me manda mensajes con emoticones”, cuenta riendo. Con muchos colegas lleva siglos sin hablar, pero ahora le toca buscarlos: “Están preparando una serie de televisión sobre mi vida, del 84 al 94, y necesito su consentimiento”. No hay descanso en Hollywood pero donde Douglas se siente en casa es en Madrid: “Allí tengo a mi familia”, dice. En Vallecas es simplemente “el primo americano”.