FYI.

This story is over 5 years old.

deportes

El fútbol según los que no tenemos ni puta idea de fútbol

Observaciones de un no aficionado.

Imagen vía

Estamos condenados a no entendernos, las personas que siguen el fútbol y las que no nos importa una mierda. Hay un odio soterrado que impregna a todas y a cada una de las personas de este país. Es un odio más fuerte que cualquier fascismo social o racial, es algo que permanece y permanecerá sellado para siempre en nuestros corazones, la guerra real. Los seguidores y los detractores. Conviven en las mismas calles, compran en los mismos comercios y muchos incluso viven bajo el mismo techo pero hay un muro enorme que los separa, el muro de la incomprensión. Hablemos de esto joder.

Publicidad

La división tampoco es tan loca como la he planteado en el primer párrafo, pues siempre existen puntos medios y personajes que deciden no posicionarse del todo. Están los que "siguen un poco el fútbol" y los que simplemente "les da igual" y tampoco desarrollan un odio irracional hacia el fenómeno. Si bien estos puntos medios siempre albergan la mediocridad -no posicionarse puede ser considerado como un acto de cobardía- son también necesarios y comprensibles. Nadie puede tener siempre el mismo grado de implicación en todas las cosas y son ellos, este cojín humano, el que evita un enfrentamiento directo, constante y letal.

Yo personalmente creo que el fútbol es un gran montón de mierda pero tampoco me va la vida. Realmente moriría por muy pocas cosas, incluso creo que no lo haría por ninguna. Mi odio hacia el fútbol arde más bien como una pequeña hoguerita de invierno en una choza de pastores. No tengo ni puta idea de fútbol y no me interesa lo más mínimo y por eso quiero que veáis la percepción que tengo de todo este tinglado. El fútbol a través de los ojos del inculto.

El fútbol, lo que sería el deporte en sí -ese acto de golpear un esférico y pretender meterlo en la base del contrario-, no me resulta problemático, es un deporte como cualquier otro. Es más, sus reglas básicas se pueden encontrar en la mayoría de disciplinas deportivas e incluso en casi todas las relaciones humanas, ya sean amorosas, comerciales, políticas o militares. Dicho esto, lo que incomoda más al no aficionado es todo lo que rodea a este deporte; la locura mediática, el fenómeno de estrellas, las concesiones políticas, la locura económica… Debo decir que la violencia que a veces puede generar no me parece especialmente ofensiva, es más, quizá sea la parte más humana del asunto.

Publicidad

Lo primero que percibo de todo este aparato futbolístico es que se trata de un gran timo. Lo veo como algo totalmente orquestado, como el World Wrestling Entertainment. Antaño todos sabíamos que El Último Guerrero era el mejor por que alguien lo había decidido, formaba parte de una ficción aceptada, era una sitcom coreografiada. Y es que observando el fútbol desde lejos se ve claramente que detrás del escenario principal existe una narrativa, un guión ya escrito. Algo tan quirúrgicamente perfecto que no puede ser producto de la suerte o de la técnica concreta que se ejecute en el campo de juego. Está claro que hay demasiados intereses detrás como para dejarlo al azar. El fútbol, básicamente, es dinero danzando en un campo verde. Es una muestra perfecta del capitalismo menos ético. Y no hablamos ya de corrupción y de tejemanejes varios, el propio juego incluye ese valor económico. Parte del juego es el patrocinio, la compra y venta de jugadores, los clubs que se arruinan, las deudas con los inversores y el propio estado. El juego ha salido del campo e incluso se encuentra en el uso publicitario que hacen de su propia persona los protagonistas de este deporte (tanto jugadores, como entrenadores, árbitros, presidentes, etc.) en todos los medios; el fútbol es también ese anuncio de colonia, de champú, de zapatillas y toda la prensa amarilla que pueda surgir por el camino. Está claro que es un negocio y lo de menos es el acto en sí del deporte.

Otra cosa que desde el otro lado observamos los no iniciados es la desfasada presencia mediática del asunto. Es indecente la cantidad de cobertura que recibe este deporte en particular, ocupando un porcentaje bastante inhumano del global de un telediario (por no hablar de la parrilla televisiva, radiofónica o de los medios impresos y/o digitales). Se dice que es lo que interesa a la gente, que mueve mucho dinero. Sí, vale, pero en qué y a quién beneficia todo esto. Es triste pero esta mediatización tan extrema ha causado estragos en otros sectores. Ya se ha hablado de ciertas decisiones gubernamentales referentes a la emisión de este deporte que afectaron directamente a la industria cinematográfica, que vio desplazado su público al tener que competir con los partidos de los domingos, uno de los días de mayor facturación de los exhibidores.

Luego están los sentimientos. Es jodido ver como este teatrillo realmente afecta a las personas. No hay nada más patético que un hombre lamentando la derrota de su equipo, sentado en el bar, llorando. Lágrimas de fútbol recorriendo sus mejillas. Esa tristeza de postal, impostada, generada por la nada absoluta. Hombres que no lloran ni en los funerales de sus madres pero que se les rompe el corazón en los estadios. Pasa lo mismo con la felicidad: esa explosión de alegría desmedida que dura cinco minutos. No es la alegría de ganar, es la alegría de derrotar al otro. La ilusión por el fracaso ajeno. Sentimientos todos ellos generados por una enorme maquinaria del espectáculo. A nivel audiovisual el drama está perfectamente dirigido, te lleva por donde quiere y estalla en tu corazón. Ese gancho emocional es lo que genera adicción y es por lo que jamás abandonarás a tu equipo.

La constancia. Que alguien me lo explique, esta gente siempre está jugando partidos. Que si ahora la Liga, que si la Champions, el Mundial… Joder, siempre hay algo. Que no pare la máquina, que no haya un segundo de no-fútbol. Alimentad al jodido pato para que salga un buen foie de canard. Esta constancia hace que el interés o la emoción desaparezcan ya que lo eterno, la desaparición del tiempo genera una espiral infinita, repetitiva, cíclica. ¿Cómo se puede ganar una carrera que nunca termina?

¿Y qué me decís del eterno bipartidismo? Esa dualidad, la distinción de dos grandes enemigos para generar un mensaje comprensible. Dos equipos con dos formas de entender el juego muy distintas. Cuéntame otra. A esto del fútbol se le ve el plumero. Los seguidores sois unos putos chalados, unos tipos obsesionados por algo que apenas existe. Por otra parte, supongo que los que lanzamos este tipo de delirios sobre el fútbol también parecemos unos putos locos. Unos conspiranoicos. Aquí no se salva ni Dios.