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Cultură

El mundo sería mucho peor sin éxtasis

Hasta pronto y gracias por todo, Sasha Shulgin.

Un joven Sasha Shulgin en su laboratorio (foto vía usuario de Flickr Lorenzo Tlacaelel)

Alexander “Sasha” Shulgin —a quien posiblemente podría atribuirse el mérito de ser la persona que más ha influido a las jóvenes generaciones de todo el mundo en los últimos 30 años— no era DJ, ni diseñador de moda, cantante, estrella del deporte, ni un afamado escritor o político. Era un científico. Un hombre respetado y querido, en una profesión de señores barbudos, poca higiene y encierros prolongados. Un hombre que ha cumplido con su deber en Harvard y en Dow, en lugar de hacerlo en Paradise Garage o The Factory. Un hombre con un doctorado en Bioquímica que escribía para el Journal of Organic Chemistry, en lugar de para The Face. Un hombre con barba cuyo primer gran descubrimiento fue un pesticida.

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Pero Shulgin también fue el hombre que halló la forma de puentear el alma, que dio al mundo la droga que lo cambiaría, el MDMA. Si bien esta sustancia ya existía, su uso no se hizo extensivo hasta que Shulgin la presentó sintetizada a un grupo de cerebritos con suerte en la costa oeste de EUA a finales de los 70. Ya sea en polvo o en forma de pastillas, el MDMA se erigió como fuente de inspiración de amor y leyenda, como mapa para los viajes al abandono total, el cero absoluto, la euforia masiva y el pánico moral.

Sasha ha muerto a los 88 años, después de pasar una vida colocado con su propio suministro. Era un hombre inteligente y provocativo, con gran interés por la humanidad y lo que subyace a ella. No era el típico cosmonauta zumbado: era arquitecto y abogado, alguien cuyo trabajo se centró en el bien a largo plazo, más que en el subidón efímero e inmediato que proporcionan las drogas.

Por ello, probablemente, Shulgin pasará a ser una leyenda en la historia de la ciencia. Sin embargo, aunque el legado científico de Shulgin crecerá con el tiempo, para mí siempre será más que un Isaac Newton que se esforzaba por descubrir el láser en lugar de quedarse sentado bajo los árboles. La cosa es muy sencilla: Shulgin y su penicilina para raves cambiaron la cultura de los jóvenes para siempre, así como mi vida y la de muchas otras personas.

El autor, a la derecha, con el botellín de agua de rigor

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Ya he escrito anteriormente sobre mi primera experiencia con las pastillas; fue un episodio que sacudió mi vida entera, como a la mayoría, supongo. Pero imaginaos cómo debió de ser probar la primera pastilla del mundo, e imaginad cómo habría sido el mundo si Shulgin no hubiera llevado a cabo sus ideas. Todos esos momentos en los que te sientes como si tuvieras los ojos en la parte posterior de la cabeza; esos primeros besos cosquilleantes, húmedos y pegajosos, como ráfagas de aire del Ártico que te azotan el alma; esos momentos de serendipia, de arrebato, sexualidad, miedo visceral y conversaciones confusas con turistas italianos en zonas de fumadores… Nada de eso habría ocurrido jamás. Nuestra existencia colectiva sería mucho más superficial si no fuera por las extrañas e inexplicables emociones que te invaden con la sustancia maravillosa de Shulgin.

Sin esos momentos, esas sensaciones, jamás habría existido nada que se pareciera por asomo a la cultura rave. Habría habido raves, claro, y el house y el techno habrían ocurrido de cualquier forma, pero nunca habrían tenido el mismo profundo impacto sobre las vidas de la gente sin la ayuda de la droga del amor. La música nunca habría tenido ese poder alienante sin el éxtasis. Kraftwerk habrán traído los sintetizadores, Jesse Saunders, el ritmo, pero Sasha Shulgin trajo la sensación.

Poco a poco, el éxtasis se propagó por todo el planeta; se mutaba, se gestaba, se multiplicaba y se dividía como un virus tremendamente contagioso que ningún científico supo prever. Poco después, habíamos llegado al futuro, en el que la música por ordenador y las drogas elaboradas por el hombre eran el motor de la cultura de la juventud mundial. Prácticamente a cualquier persona occidental que haya nacido después del descubrimiento de Shulgin que hoy conocemos con éxtasis le habrá afectado de algún modo.

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Algunos la probaron, otros temían hacerlo. Algunos pasaron los mejores momentos de su vida con ella y, desgraciadamente, otros murieron consumiendo versiones adulteradas elaboradas por desgraciados con menos escrúpulos que Shulgin. Unos las dejaron al acabar la universidad y otros siguieron poniéndose hasta arriba 25 años después de haberla tomado por primera vez. Un tío incluso estuvo tomando éxtasis cada día durante nueve años, llegando a veces a consumir 25 pastillas al día.

El éxtasis y la música que inspiró ayudaron a cambiar el mundo, pero sobre todo cambiaron la vida de las personas. Para muchos, fue la droga que sacó a Gran Bretaña de la oscuridad en la que estaba sumida en los 80. Cuando el año pasado hablé con Terry Farley, legendario DJ, promotor, productor y editor responsable de Boy’s Own, me dijo que el éxtasis era el catalizador que permitió el cambio a una sociedad que lo necesitaba desesperadamente.

“Creo que básicamente consiguió calmar los ánimos”, afirma. “Si salías y hacías más escándalo de la cuenta, la gente pensaba que eras raro y de repente lo interesante era ser amable con la gente. Pero no fue solo porque estuviéramos colocados y con el amor subido, sino que la gente era más consciente del bienestar de los demás. La gente creía que todo iba a cambiar”.

“En un periodo de seis meses, toda la gente que yo conocía había dejado sus trabajos y se estaban dedicando a actividades creativas”.

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El éxtasis consiguió que la gente fuera más feliz. Sí, es verdad, los bajones son una mierda, pero, ¿cambiaríais el peor de ellos por el peor de los subidones? Creo que conozco la respuesta. Quizá algunos se pasaron; tal vez su cada vez mayor popularidad provocara algunas tragedias, pero ¿qué otras drogas han logrado cambiar tan radicalmente nuestra forma de entender el mundo?

La revolución del ácido durante los 60 fue importante, pero hoy día el ácido se ha visto reducido a varios símiles manidos, chistes sobre elefantes rosas y psych-rock retro. En cambio, el éxtasis continúa perfilando nuestra visión del mundo. La música electrónica sigue demostrando su poder de permanencia mientras las melodías de guitarra agonizan. Y en cualquier caso, a todas las buenas bandas guitarreras —Oasis, Stone Roses, Happy Mondays y otros— les encantaban las pastis.

Personalmente, creo que el éxtasis me ponía más romántico. Me hacía ver el mundo con más magnificencia. Todo lo que ocurría tenía mayor magnitud, significaba más para mí. Creo que muchos estarán de acuerdo conmigo en ese aspecto. No estoy diciendo que me hiciera mejor persona, pero me ayudó a entender mejor lo que es ser persona.

Fiesta en Amnesia en pleno subidón, 1991

Por todo eso y por todo lo bueno que el éxtasis nos ha dado deberíamos recordar a Sasha Shulgin no solo como un gran científico, sino como un visionario, alguien que cambió el mundo, un héroe, quizás. Porque sin él no habríamos tenido primeras raves, primeros besos, Generación Éxtasis, Future, The Hacienda, Trainspotting, “Voodoo Ray”, “Blinded by the Lights”, el vídeo de Doncaster Warehouse, Deadmau5 (le guste o no) o “Mr Vain”. Ibiza sería solo una bonita isla del Mediterráneo e infinidad de esposas, maridos, hijos y mejores amigos que no estarían en nuestras vidas.

Quizá el testamento más impresionante sea que nadie parece arrepentirse de todo el tiempo que ha pasado consumiendo éxtasis. Todos esos recuerdos de primeras / mejores pastis siguen imbuidos con una especie de romanticismo, pasión y fantasía que pocas veces se encuentran en la vida. Como dice el tópico, es la droga que consiguió que los hooligans del fútbol se abrazaran, y solo por eso siempre tendrá un lugar especial en nuestra cultura.

Probablemente, para Shulgin su legado fue uno un tanto amargo. Él realmente quería utilizar la droga con fines terapéuticos, más que recreativos, y aunque parecía apreciar los halagos y la publicidad que se hizo de su invento, su idea de utilizar el MDMA del mismo modo que los SSRI nunca llegó a realizarse. Me pregunto si alguna vez tuvo la oportunidad de ver a un grupo de chicos de clase media dándolo todo en las mejores noches de su vida, puestos de éxtasis y con las mandíbulas desencajadas, cuando lo que realmente quería era ofrecerlo a los que pasaban los peores momentos de sus vidas. Me pregunto qué opinaba de eso.

Incluso aunque su legado fuera accidental, permanecerá en la memoria colectiva durante mucho tiempo. Puede que el nombre Alexander Theodore Shulgin no sea lo primero que nos viene a la cabeza cuando nos frotamos la cara, entrechocamos los dientes y bombardeamos a nuestros amados, amigos y compañeros con mensajes de texto de lo más raro, pero debería. Porque, para mí, Shulgin —le guste o no— siempre será el “Padrino del éxtasis”.

@thugclive