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Cultură

El Oscar es para David Fernàndez

El representante de la CUP ha convertido la política en arte interpretativo.

Si por lo general la política es aburrida, la política catalana es como ver La Cinta Blanca de Haneke después de meterte tres rayas de speed vasco. Inaguantable. Menos mal que David Fernàndez y el CUP, partido en el que milita, están allí para hacerlo más tolerable. Si las tiendas de pósteres siguiesen existiendo, pegaría uno en mi pared con su cara en pleno ataque de indignación junto a una foto de Nick Cave en los 80. Molaría que fuera una de esas imágenes  en 3D.

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Si miras fijamente la imagen saldrá la cara de David Fernàndez.

En vez de eso, tengo que contentarme con ver sus vídeos en YouTube en los que sale rajando una y otra vez contra los políticos de derechas, la policía y, sobre todo, los banqueros. Su ‘Sap vostè què és la màfia’, cuando sugirió a los gerentes de Caixa Penedès que se comprasen un espejo (y no por motivos de higiene básica), fue lo mejor que hemos visto en un parlamento desde que Labordeta envió el PP ‘a la mierda’. Y eso sólo fue el principio.

Tras un año de práctica ha conseguido refinar sus escraches verbales hasta el punto que parece un cruce entre un poli malo y una madre muy enfadada. Es una performance digna de Gene Hackman en The French Connection y se ha convertido en la única razón por la que miro los apartados de política en la prensa catalana. Vale, quizás no es un tipo muy apuesto; se le está cayendo el pelo y está un poco relleno. ¿Creéis que eso detuvo a Jack Nicholson? No. Los mejores actores trabajan con lo que tienen y el arma número uno de David Fernàndez es su voz.

Esa voz, que se desliza por el borde del entendimiento y el cabreo total. Es la voz de un abuelo de 88 años al que le están enseñado Internet por primera vez; sus intentos de racionalizar la situación son vencidos por la absurdidad de la realidad. Para David cada adversario es una ex novia que le puso los cuernos, robó su gato y cargó un viaje de turismo sexual en su tarjeta de crédito.

En fin, puede que David Fernàndez no tenga una metralleta y una gabardina como Michael Douglas en Un Día de Furia, pero sí tiene un escaño en el Parlament y el apoyo de las 126.000 personas que le votaron para estar allí. Olé.