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El rastro tenebroso de la rebelión libia

Visitamos los lugares donde caían los pepinos de la OTAN.

El 99% de los periodistas que hemos cubierto esta guerra lo hemos hecho “empotrados” con los rebeldes; el otro 1% simplemente fue “secuestrado” por el régimen en un hotel de lujo de Trípoli del que nunca salían sin escolta. Ahora que podemos visitar los lugares donde caían los pepinos lanzados por los rebeldes y su fuerza aérea (la OTAN), el gremio de periodistas empaqueta y se larga. “La guerra ha terminado”, dicen. Esto ya no interesa, hala, a otra cosa.

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Pues ayer mismo me pasé por Bani Walid. Junto con Sirte, éste fue el último bastión gadafista en caer. Me gustaría tener recursos suficientes para expresar con palabras en qué estado se encontraba el campus de la universidad, pero casi prefiero que veáis algunas fotos.

Suleyman, Rasul y el resto de sus compañeros de clase todavía buscaban entre los escombros unos apuntes de química. Lo cierto es que, a pesar de que la ciudad está literalmente inundada de casquillos de bala de todos los calibres, entre los restos de la  universidad no encontré ni uniformes, ni carcasas de proyectiles ni ningún otro resto que indicara que había gadafistas armados en la zona. Por si acaso, la NATO petó el lugar a conciencia, que hay que proteger a los civiles libios.

Lo poco que queda en pie ha sido saqueado y quemado a conciencia en la mayoría de los casos. El único edificio mínimamente potable del campus era el ala de informática. Había dos hileras de mesas de ordenador, intactas pero vacías. Deberemos estar atentos a la inminente apertura de un Internet café en algún lugar de Libia. En la avenida del bazar el panorama era igualmente desolador. Tan sólo una tienda abierta desde la que el propietario sacaba maniquíes carbonizados.

Otro detalle es el de graffitis como “Zawiya Brigade” o “Slayer forever” (este último probablemente lo había hecho un metalero de Misrata). Entre toda la macarrada escrita en paredes y coches (la mayoría robados), había una que se repetía constantemente: “Warfalas perros”. Resulta que Bani Walid es la única localidad monotribal de toda Libia. Por si no lo sabías, los Warfala y los Gadafa eran los más leales al líder que lincharon hace poco.

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Por supuesto, también visité varias casas. Que la mayoría no tuvieran cristales no me llamaba la atención pero sí que faltaran las cortinas y las persianas. Aparentemente, la peña no se había contentado con llevarse únicamente los joyeros y las pantallas de plasma.

Me imagino que la trasera de una pick-up es como esos inmensos carritos en los supermercados, en los que el horror vacui te hace llenarlos hasta vaciar tu cartera. Digo yo que con las Toyota pasará lo mismo, sólo que te sale prácticamente gratis (el litro de gasolina en Libia está a 7 céntimos de euro).

En el caso de que la OTAN o los rebeldes no te hubieran abierto una “puerta” nueva desde la distancia, como a Jalid, la peña descerrajaba la puerta a tiros. El record lo tenía la de Abdulhamid, con 52 agujeros de bala.

Como todo periodista que se precie de serlo, me fui a recoger la opinión de los responsables de todo ello o, al menos, de la supuesta seguridad de Bani Walid.

Hablé con Omar Mukhtar, un líder tribal a la vez que comandante barbudo vestido de camuflaje, que me invitó a comer atún con tomate y naranjada en su barracón.

El ambiente era relajado y no me dio la impresión de que aquella peña se hubiera puesto las botas durante los saqueos. Aun así, el bueno de Mukhtar me reconoció que se habían producido “algunos” casos, pero que estaban preparando una compensación: tres millones de dinares libios (1,5 millones de euros) en oro… Todavía no me hago una idea de cuanto ocupa eso ni de lo que pesa, pero me gustaría volver cuando tenga lugar el salomónico reparto.

Después de ver esto y lo que ha pasado en la localidad natal (y mortal) de Gadafi (si ponéis “Sirte” en Google creeréis que se trata de Hiroshima), los rebeldes libios te empiezan a hacer menos gracia. Está claro que su estética entre Mad Max y los Autos Locos sigue molando pero esto ha sido una guerra en la que ha habido vencedores, pero la gran mayoría, sean o no Warfalas, han sido todos aquellos libios a los que básicamente unos u otros les han dado por culo.