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En Barcelona te multan por ser pobre

Un documento publicado por el semanario Directa reconocía una misteriosa Operación Diana que la policía municipal lleva a cabo cada mañana: casi una multa diaria a personas sin techo por dormir en la calle.

Imágenes Fundació Arrels

Cuenta un voluntario de la Fundación Arrels, de los que se dedican a recorrer el centro de Barcelona para echarle un cable a los indigentes, que una noche se acercó a un banco donde sabía que vivían dos tíos sin casa y al preguntarle a uno de ellos por el otro, el buen hombre, sentado en el banco al fresco, respondió que Julián no estaba, que en aquel momento Julián "había salido". Tú te ríes de la excentricidad pero la cosa es sencilla: para esos dos tipos los dos metros cuadrados de calle que ocupa el banco son también su casa, tanto como para ti tu pisucho amueblado de Ikea. Ahora ponte en la piel del tal Julián, que cuando vuelve a su casa después de un día entero intentando ganarse unos eurillos, le aparece un urbano y le pide que se largue de malas maneras, que allí no puede estar, y además va y le multa. Una multa por estar en casa.

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Resulta que hace unas semanas un consejero del distrito de Ciutat Vella en la oposición y con sensibilidad para estas cosas vio un tuit con la foto de una de estas multas a un indigente y se quedó a cuadros. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo la policía por orden del gobierno municipal, así que elevó una pregunta formal a la regidora del distrito para hacerse una idea de la dimensión del asunto. ¿Cuántas multas se han impuesto por dormir en la calle desde el inicio del mandato del actual gobierno de Convergència i Unió? Y entonces debió pasar que el jefe de gabinete de la regidora no calibró bien la gravedad del asunto o que el texto lo redactó un chimpancé borracho, porque al gobierno municipal la respuesta se le fue de las manos. El documento, publicado por el semanario Directa, reconocía una misteriosa Operación Diana que la policía municipal lleva a cabo cada mañana y daba cifras de 2013: casi una multa diaria a personas sin techo por dormir en la calle. Efectivamente la Urbana no solo multa a los indigentes sino que lo hace de forma sistemática, mediante una Operación con nombre molón como la Gürtel o la Tormenta del Desierto.

La Operación esa nos picaba la curiosidad y hablamos con gente del Raval, con gente que conoce la calle y nos dicen que la policía municipal se pasa tres pueblos con la gente que duerme en la calle, que en muchos casos los agentes tienen poca paciencia. Que para desalojarles si hace falta les tiran los bártulos a la basura y les desposeen de todo lo que tienen. Nos hablan de un hombre que vive en el barrio del Born, rodeado de turistas, al que el año pasado le pusieron tres multas y le quitaron los trastos en una ocasión. No hace mucho los medios sacaron la historia de otro tipo que acumulaba setenta multas por valor de 7500 euros.

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Los de la Urbana, por su parte, nos responden que esto de la Operación Diana lleva en marcha muchos años y que al fin y al cabo cumple una función asistencial. Que ellos lo que hacen es identificar a la gente que desarrolla este tipo de actividad (¿dormir?, ¿ser pobre?) para si se tercia ponerles en contacto con los servicios sociales. Su primera misión es ayudar al sin techo y solo si un tercero (un vecino tiquismiquis, por ejemplo) denuncia molestia se procede a ejercer la acción estrictamente policial y a malas, solo a malas, se multa a la persona que insiste en quedarse.

En la noticia que informaba del multi-multado, la Fundación Arrels reconocía que estas sanciones en los últimos dos años habían ido a menos, a bastante menos. La defensora del pueblo de Barcelona también nos confirma que desde el Ayuntamiento están intentando remediar este asunto… Ni que sea por la cantidad de papeleo inútil que suponen las multas. Otra cosa es que los indigentes ya no molesten en Ciutat Vella y que la única acción policial sea multar. Al final, la multa para el indigente es solo una guinda absurda a todo ese pastel, una losa administrativa más a su carga cotidiana, algo que todo el mundo sabe que no van a poder pagar pero que le estigmatiza a ojos de la administración y que es más una molestia para los burócratas que tramitan las multas que otra cosa. Con más o menos multas, la Operación Diana sigue en marcha y de momento no parece que vaya a cambiar. Como señalan tanto Arrels como la defensora del pueblo, en la raíz del asunto está la famosa Ordenanza por el Civismo aprobada en 2005, que aparte de penalizar casi cualquier comportamiento lúdico-festivo en la calle y que no puedas beberte una birra en una esquina a la bartola, mete en el mismo saco al borracho de fin de semana, a la prostituta y al indigente.

Ferran Busquets, director de Arrels, nos cuenta que hace nueve años él era agente de calle de la fundación y recuerda los inicios de la ordenanza, recuerda una exageración en la aplicación de la misma y nos pone de ejemplo un hombre sin casa con el que él trataba frecuentemente; era un tipo tranquilo, que al poco de empezar a ponerse en práctica la norma, cambió de actitud por completo. Ahora mostraba una rabia inusual por cómo le estaba tratando la policía. Busquets insiste en que la Guardia Urbana, como cualquier institución con un montón de gente, es un cuerpo muy complejo y nos podemos encontrar con polis de perfiles muy distintos. Nos pone el ejemplo de un urbano recién jubilado casi con perfil de asistente social, que incluso le ofreció a un indigente ir a dormir a su propia casa. Pero luego, claro, hay urbanos con menos paciencia, urbanos que están más cerca del superpolicía macarra o del inspector de bajos fondos siempre al borde de la ley. Urbanos que, como nos contaba un hombre que hasta hace muy poco vivía en la calle, se te acercan mientras intentas echar una siesta y aunque no te vayan a multar se presentan como "los malos". "Nosotros también pegamos", le dejaron claro al chaval para que no hubiera dudas de cómo estaban las cosas.

Alrededor de estos dos ejemplos de policía, el bueno y "los malos", está la norma, la ordenanza que presiona a "limpiar" la calle. Y como explica Busquets, también los vecinos, que presionan por su parte para que de su barrio, tan céntrico y tan cotizado, desaparezcan esos sin techo tan incómodos a la vista. Generalmente son vecinos recién llegados a Ciutat Vella, de clases más o menos acomodadas, hijos de la marca Barcelona y de la gentrificación, que reclaman poder vivir en el Raval como si estuvieran en una urbanización en el Montseny. Cuando no pueden entrar al cajero porque hay un señor durmiendo que les da miedo (y que seguramente pase cada noche el doble de miedo que ellos) o cuando su hijita de 12 años tiene que pasar entre indigentes para volver a casa, gente intelectual, apelan al orden y reclaman al Ayuntamiento y a la Guardia Urbana no que resuelvan el problema de esa gente sino sencillamente que los quiten de en medio. Entonces es cuando aparece la Operación Diana y la Urbana se pone estricta. Cuando en la postal el pobre estirado en el banco sobra.