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Cultură

Carlos Vermut es todo un triunfracaso

Hablando con el director de Diamond Flash en el museo de la cera de Madrid.

Cuando vi por primera vez Diamond Flash supe que había un futuro para el cine en este país. Carlos Vermut es un tipo valiente, cuenta lo que el cuerpo le pide y tiene cara de niño bueno que nunca ha roto un plato. Nada más lejos de la realidad. Este joven madrileño con cada uno de sus cómics, cortos y pelis, haría añicos un taller entero de porcelana de Limoges.

Una noche, durante uno de los espectáculos de Go Ibiza go! en Madrid, le vi bailando abrazado al presentador Didac Alcaraz, que apretaba un cuchillo entre los dientes. Entonces supe que tenía que entrevistar a aquel gurú de la sordidez.

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Aprovechando un par de meses de calma antes del rodaje de su nueva película, decidí llevarle al museo de cera de Madrid a pasar miedo. Nada más entrar nos dieron la bienvenida unas figuras de la casa real al completo. El director confesó que todo aquello le daba mucho respeto y que prefería pasar directamente al pasillo del crimen.

VICE: He leído en Wikipedia que tus apellidos son López del Rey. ¿De dónde viene “Vermut”?

Carlos Vermut: Firmé “Vermut” para un cómic que hice cuando tenía dieciséis años. Fue porque para la portada escaneé una etiqueta de vermut de las bodegas de mi abuelo. En ese momento era “Carlos Vermut López del Rey” como una coña y luego ya seguí firmando así. Pero, de hecho, nunca bebo vermut. Me parece súper empalagoso. En general, al leer un cómic tuyo, da la impresión de que el conductor de la historia es siempre más la imagen que la propia parte narrativa. En cambio, en Diamond Flash ocurre lo contrario: la parte narrativa es más vinculante que la visual ¿Hay ideas para cómics e ideas para cine?

Cosmic Dragon era un cómic que se basaba mucho en la coña de que tuviese la referencia de Bola de Dragón. Entonces, tenía que hacer algo que funcionase precisamente porque imitaba esa estética.

Pero sí, creo que hay historias que son más para cómic y otras para película. Diamond Flash precisamente funciona mejor por ser una imagen fotográfica, porque te evoca a una realidad mucho más cruda. Cuando dibujas, siempre existe un elemento de abstracción que con la imagen no existe. En la película, es algo más real, cuando metes un elemento mucho más pop, contrasta mucho más que si es un cómic. En cambio, en el cómic tienes el elemento de la página que te permite componer en función de ella, con la utilidad que tiene una viñeta para la narrativa. En el cine no existe esto.

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Yo suelo planificar muchísimo antes de rodar. Tiendo a hacer una estructura muy gráfica, que la propia narrativa funcione bien como un esquema. Sí que es verdad que construyo a nivel estético. No me refiero a estética visual sino a estética narrativa. Para Diamond Flash elegiste a un sorprendente grupo de actrices jóvenes, prácticamente desconocidas para la pantalla y que resultaron unos talentos de la interpretación ¿Qué aprendiste de ellas?

Aprendí a respetar mucho el guión. Empecé a rodar Diamond Flash pensando en la improvisación. Ahora creo que en cierta medida, el improvisar es algo tramposo, porque el actor tiene que estar pendiente de muchos elementos que hacen que no se centre. Descubrí que si éramos fieles al guión eran mucho más libres. Precisamente porque había un texto, podían ser fieles a lo que tenían que decir, pero libres para poder marcar ellas el tema como quisiesen.

Es como cuando cantas una canción. Cuando te sabes la letra de memoria puedes permitirte cantarla como quieras. En tus historias hay superhéroes que la cagan, asesinas con sentido del humor o personalidades sádicas y tiernas a la vez. ¿Cómo trabajas para construir tus personajes?

Siempre intento huir de los estereotipos. No todos los malos son malos todo el rato. Los narcos y la gente más terrible del mundo tienen hijos y serán cariñosos. Es decir, no hay gente que coma cerebros humanos constantemente. Yo creo que hay cierta complejidad en cualquier personaje por el hecho de que sea humano.

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Estamos acostumbrados a oír o ver en las noticias que hay “muertes de primera y muertes de segunda”  o “sufrimiento de primera y sufrimiento de segunda”. Por ejemplo: hay un atentado en Irak y dicen: “Han muerto veinte personas, cinco españoles”. Y pensamos ¡hostia, cinco españoles! ¿Y los otros quince? James Bond puede estar conduciendo por un mercado de Turquía y destruye veinte puestos. Vale, ¿y esa gente que tenía sus puestos?

Puedes escribir en función de dos planteamientos: juzgas a los personajes como si estuvieras por encima de ellos o trabajas sin juzgarles. Hay muchos personajes ahí detrás que son más importantes que la historia.

Diamond Flash es una de esas películas en las que con cada visionado, el espectador descubre algo nuevo. ¿Cómo es el proceso creativo hasta acotar la historia que vas a contar? ¿Cuántas vueltas le das al guión?

Bastantes. Creo que las mejores cosas nunca están en lo evidente. Los detalles siempre están ocultos en una capa inferior que hace que enriquezcan la película. Es como esculpir. Empiezas con una idea general, pero tienes que ir uniendo varios elementos o marcar las cosas que luego enriquecen la historia. A medida que vas otorgándole importancia a los detalles, vas construyendo la peli. En Diamond Flash y varias colaboraciones de gente como Miguel Noguera, Javier Botet o Raúl Minchinela. Es curioso cómo existe una generación de nuevos creadores que colaboráis a menudo y os dais trabajo entre vosotros.

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Bueno, más que darnos trabajo, nos quitamos tiempo los unos a los otros porque nunca nos pagamos. Yo tengo una expresión que es funditecho, parecida a una de Vigalondo que es triunfracaso que resume muy bien todo esto. Me gusta más triunfracaso. Sería como cuando Nacho fue a los Oscar por 7.35 de la mañana y luego la película en taquilla es un fracaso. Estamos siempre moviéndonos en esa frontera. Es nuestra generación. Yo estoy viviendo en un piso compartido con tres personas, ¿sabes? Es así, así es el cine español. En esto hemos quedado. El otro día vi Prometheus en un autobús y me pareció una película horrible. Primero pensé que mi opinión estaba condicionada por haberla visto en una pantalla diminuta y tener a un tipo durmiéndose sobre mi hombro. Luego volví a verla en condiciones y me siguió pareciendo una basura. ¿Te gustaría que Diamond Flash se viese en un autobús?

Sí, me parece bien. Si puede ser con un tío durmiendo al lado, mucho mejor. Yo creo que el entorno idóneo para ver una película es el cine. Sobre todo porque no puedes parar la película, te obliga a entrar  en un estado. Estás obligado a verlo. En tu casa, sabes que si pasa algo, puedes parar la película. Cuando tú estás parando una peli, estás imponiendo un ritmo, estás interviniendo en el montaje de la película de alguna manera. En el cine no tienes esa posibilidad, estás a expensas del montaje o el ritmo que hayan decidido.

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Un elemento característico en tus diálogos es el hacer referencias a elementos de la cultura popular. Para Magical Girl había oído que uno de los personajes hablaría de aquel vídeo en el que unas vecinas se peleaban y se lanzaban meados. ¿De dónde viene esta fascinación?

Sí, en Magical Girl hay una escena que hablan de las vecinas de Valencia. Estamos tan acostumbrados a Youtube que ya el mundo de la ficción está completamente en desventaja.

Por ejemplo: los ovnis han ido cambiando con el paso del tiempo. En los cincuenta parecían platillos volantes como los de las películas, ahora ya sólo son luces y los zooms nunca llegan.

Antes, mucha gente era testigo de un avistamiento en tercera fase. Ahora tenemos móviles, tenemos cámaras. ¡Deberíamos tener Youtube lleno de vídeos de extraterrestres y no hay ni uno!

¿Se le han acabado las historias al cine?

Yo creo que hay un fenómeno que marcó la manera de consumir audiovisual: cuando vimos las torres gemelas. Cambió mucho porque fue uno de los primero ataques a EEUU que se vio en directo. El cine se dio cuenta de que la gente ya no se cree cualquier cosa. Nos hemos vuelto más escépticos y eso se nota. James Bond ya no es como el de los años sesenta. Ahora es un tío que suda, que se cae, que tropieza. Volviendo a Magical Girl. Empiezas a grabar en julio y por lo que hemos oído, sigues fiel a tu estilo de añadir personajes e historias extraordinarias dentro de un ambiente más cotidiano o familiar.

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Empecé con la idea del chantaje de un hombre a una chica, una historia de dominación y sadomasoquismo. Entonces, surgió un elemento para que un padre chantajease a otra persona por algún motivo. Se me ocurrió que su hija podría necesitar un vestido. En ese punto, acentúas y dices:¿por qué tiene que ser tan inmediato que lo quiera? Pues añades que la hija tiene leucemia y va a morir en breve. Si no tuviese leucemia, podría negarse a comprarlo, pero necesito forzarlo más. ¿Cómo? Hago que sea un vestido exclusivo y muy caro de una magical girl. El padre descubre, leyendo el diario de la hija por accidente, que lo único que ella quiere antes de morir es ese vestido, una edición de lujo de estas de puta madre. Pero solo hay uno en todo el mundo y el padre, para poder comprarlo, se mete en unos líos bastante chungos. En el planteamiento no es un thriller pero luego sí se convierte en uno.

¿Eres de los que se enfada cuando alguien se mete con el cine español?

No, es que me da igual. No me preocupa mucho el tema este del cine español. Yo creo que hay gente a la que le molesta más que yo diga que me da igual. A mí me gusta mucho el cine y me da igual de dónde venga. Hay una obsesión con darle una nacionalidad al cine. Pero tu cine tiene una nacionalidad muy marcada

Sí, pero yo creo que el cine que se proyecta más es el más localista. El cine que mejor funciona en el extranjero es el de Almodóvar, Buñuel o Saura. A mí me pasa igual.

Eso lo hace mucho Tarantino: habla de cosas que tú no conoces, pero aunque no las conozcas entiendes que dan un tono de verosimilitud porque existen. Yo, cuando estuve en Austin fui a los bares de Death Proof. Esos sitios existen, se llaman igual y pides la misma comida que en la peli. Es como si quieres comer un bocadillo de calamares en Madrid y vas a la Plaza mayor. ¿Pues a dónde vas a ir?

FOTOS: Guillermo Rivas Pacheco