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Cultură

Dani El Rojo: “Quieren reivindicar el nacionalismo cuando no lo tenemos”

Entrevistamos al gánster, expolitoxicómano y escritor que se considera anarquista pero cuya biografía transcurre entre putas, drogas, y coches pagados con los diez mil millones de (antiguas) pesetas que calcula que robó en todos sus atracos.

Spielberg decía que cuando un personaje podía reconocerse por su silueta, tenías un mito. Eso le ocurrió con Indiana Jones y eso me pasa a mí cuando observo el contorno de Dani El Rojo, conocido también por Daniel Rojo Bonilla, o por 'El Millonario', o por Hugo Tiburón, o por, seguro, muchos otros nombres que todavía no me ha revelado.

Dani y yo hemos comido en Yakitoro, el restaurante de Chicote, y cuando a nuestro querido chef le contamos su historia se le queda cara de recién llegado a un restaurante de 'Pesadilla en la cocina'. Desde finales de los ochenta y hasta los noventa, la vida de Dani transcurrió entre robos, droga, juego, prostitutas y cárceles. Lo que vino después fueron los anticuerpos cabrones del VIH, y un cáncer más cabrón aún, y hepatitis y, casi a un tiempo, una mujer. Ah, y luego, cómo no, unos mellizos.

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En determinados momentos, incluiremos la frase "no hagan esto en casa". Con esto no queremos decir que no lo hagan, si no que no nos haremos responsables. Tampoco querríamos que no aprendiesen a equivocarse solos. Ejemplo:

VICE: ¿Cuál es la mejor droga para follar?

Dani El Rojo: La heroína. (Nota: no hagan esto en casa)

¿Cómo fue tu primer atraco?

Mi primera vez fue a los quince años, a finales de los setenta. Llevaba desde los trece tomando caballo y coca, mi padre se enteró, se enfadó mucho conmigo, me echó de casa y me encontré en la calle sin dinero. Lo único que tenía era una Vespa y unos nunchakos.

Una vespa y unos nunchakos…

Sí, y un cepillo de dientes en el bolsillo. Me recuerdo estando en un semáforo y, entonces, escuché el "click, click" de una máquina registradora. Era un estanco. Entré y me lo hice en automático. Solo pensaba en que necesitaba el dinero. En treinta segundos tenía 14.000 pesetas y ya podía comprar. No solo me gustaba eso, podría haberme ido a una pensión barata pero preferí irme a unos apartamentos caros de Barcelona y así tuve que seguir atracando: farmacias, herboristerías, estancos… todo lo que tuviera una caja registradora (Nota: no hagan esto en casa). Lo que pasaba es que tenía que hacerme cinco o seis al día y vi que aquello era muchísimo trabajo. Hasta que me encontré a unos amigos y empezamos a hacer atracos en serio. Entonces, tenía dieciséis años y me hice mi primer banco.

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Eso era más fuerte que las drogas, ¿no?

Hay un enganche mucho más fuerte que la droga, la adrenalina. Y la adrenalina que te segrega hacer un banco no te lo da nada. El subidón es orgásmico, desde la preparación: ¿quién va a haber? ¿cuánta gente? ¿fallará algo? Dentro estás muy eufórico pero falta el salir… Salir, meterte en el coche y ver que no pasa nada. Eso engancha muchísimo.

¿Cuál es el principal motivo para que falle un atraco?

Que no lo prepares.

La preproducción…

Sí, si vas a la loca. En el 78 y 79 andábamos así. Y a la vez que los bancos y la policía se profesionalizaban, nosotros también.

Violencia.

Apenas la he utilizado. Pero claro que hay una violencia: dar un susto a la gente que está en el banco. Dar hostias no era mi estilo: para lo único que sirve es que ocurra una locura. Mi sistema era el contrario, demostrar que solo queríamos el dinero para que la gente estuviese tranquilísima y viesen que no corrían peligro. Como oficio, el primer rififí que se hizo en España en el ochenta y cuatro. Un atraco limpio, poco antes, en otro atraco la policía descubrió el túnel… aquí no lo podías hacer.

Robar a bancos. Pregunta necesaria: ¿te arrepientes?

Yo siempre me he considerado un anarquista pero no nos engañemos: nunca he sido tan romántico como Robin Hood pero todo lo que he ganado, me lo he gastado.

¿Cuánto dinero has robado?

Aproximadamente, unos diez mil millones de las antiguas pesetas que me he gastado en putas, drogas, coches, buena ropa y vivir bien.

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¿Qué es lo mejor de las putas?

Que hacen lo que les pides. Son maravillosas.

¿Cómo era aquella Barcelona de los ochenta?

Ha sido la mejor época. No había problemas políticos de nacionalismos, aceptábamos a todo el mundo, estaba llena de inmigrantes y culturas: de todas partes, de España, del extranjero. Era una pasada. Los afters en los que te quedabas a partir de las tres de la mañana y te encontrabas a Manzanita tocando… No queda nada: desde el 92 la han convertido en un gran centro comercial y, políticamente hablando, quieren reivindicar el nacionalismo cuando no lo tenemos. Comparada con la Barcelona de los ochenta, no vale nada. Todo muy bonito pero nada debajo.

Y, después del robo, la cárcel.

La cárcel es dolorosa para el que sea inocente. Para el que delinque profesionalmente, sabe que va a acabar allí. La cárcel te pone los pies en el suelo: yo entré por primera vez a los diecinueve. Me sentía Dios: estábamos muy metidos en el mundo del juego porque se nos daba de putísima madre. Hasta el ochenta y tres, cuando la Generalitat comenzó a llevar el juego, lo llevábamos nosotros… imagínate el dinero. Y la policía… conocí a la franquista, gris, luego cuando se pusieron de marrón, con Suárez, y después, con Martín Villa, a azul. Pero hubo cambio real: de aquellos que te hostiaban a la primera a algo profesional. También hubo otro: la reinserción. En los ochenta, salías peor de lo que entrabas. En cambio, en los noventa ya existía una red de apoyo (psiquiatras, psicólogos…) que me ayudó a darme cuenta de lo que me pasaba. A principios de los noventa, vivía con un lujo brutal: casa, piscina… y, en mi salón, dos alfombras afganas de un millón de pesetas y una mesa de cristal de Murano con las patas que eran pezuñas de elefante (Nota: no hagan esto en casa). Y encima tenía vasos de agua, toda manchada con chutas de sangre. Miraba ese lujo, pero pensaba que todo iba mal.

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En esa época, ¿cuánto te metías?

En el ochenta y nueve me dieron un año de vida y decidí romperlo. Entonces me estaría metiendo diariamente entre quince y veinte gramos diario de coca por vena y unos ocho gramos de caballo (Nota: no hagan esto en casa). La gente no me veía puesto, pero date cuenta que he calculado que me gastaba en droga unos mil quinientos euros a la semana, es decir, casi medio millón al año.

Maruja Torres me dijo una vez que "tú no escoges a las adicciones, las adicciones te escogen a ti".

De acuerdo. Yo sé ahora por qué me metía coca por vena. Buscaba la muerte. La buscas soterradamente porque justo en el momento que tienes sobredosis te coges un gramo de caballo y te sacas de ahí. No quieres morirte, la buscas y cuando la ves de frente, te niegas. La coca me mantenía despierto porque me tomaba tanta dormidera, tanto caballo, que lo tenía que compensar.

Pero paras de delinquir y de entrar y salir de la cárcel al ver el Abismo y te metes en el mundo de la música, como "cuidador" de artistas, que es como lo llamas.

He tenido suerte en la vida. Cuando salí, no me daban trabajo: solo de aparcacoches y una empresa de seguridad que, al ver que no le engañaba, el tipo me dijo claro "te voy a contratar porque para que no nos roben lo mejor es fichar a un ladrón". Y entonces encontré a mi chica, que me ayudó muchísimo, y la otra suerte, me encontré con un antiguo amigo de la juventud, Loquillo, al que tengo que darle las gracias por darme la oportunidad de encontrar un trabajo que no sientes que estás trabajando.

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Y te encuentras también con Calamaro. ¿Ese señor qué es?

Es un genio. Le tendríamos que comparar a Dalí o Picasso. Eso es la genialidad. Lo último que ha grabado, 'La mitad del jamón', es tremendo.

Tus hijos, los importantes, los mellizos, y tus novelas, que también lo son, en parte. Pero primero, los de verdad.

Mi mujer fue la promotora y me demostró que me equivocaba. Yo me sentía realizado: trabajo en la música, una mujer estupenda, médico, buena… y me dice que "tú te morirás y me quedaré sola". Y yo pensé, "¿Cómo? ¿Que me voy a morir?". Acertó. Y evitamos contra todas mis enfermedades (VIH, hepatitis…), gracias a la inseminación. El esperma se centrifugaba y se podía utilizar… (Nota: no hagan esto en casa).

Y ese marear al esperma, claro, hace que te puedan salir dos ¡o más!

Jajaja. Te dan el 20% de posibilidades y me gasté todo el dinero que había ganado: incluso artistas como Calamaro me prestaron dinero. Le dije a mi mujer: "Si no funciona esta cuarta vez, ¡tengo que volver a atracar!". Lo conseguimos y nacieron Alba y Nil. He vivido varias etapas: los robos y la delincuencia, la cárcel, mi vida con artistas y esta, con una familia estupenda y las novelas.

'Hugo, el Tiburón', tu alter ego, y tus novelas con Yolanda Foix, 'La venganza del Tiburón', 'El secuestro de la Virgen Negra' y, la que sale en nada, 'Gran golpe en la pequeña Andorra' (Planeta).

Me detectaron un cáncer de hígado con los niños pequeños y me puse a escribir. Empecé con Lluc Oliveras y con tres historias autobiográficas. De ahí salté a una novela negra especial, en la que el delincuente era el héroe. Mi objetivo es divertir: no sé si en cada página lo conseguiré pero en cada capítulo te aseguro que sí.

Dani, ya que estamos, escríbenos un epitafio por si palmo yo antes y, si en ese momento no tengo muchas ganas de pensar, te aseguro que te lo plagio.

Somos lo que hemos vivido.