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Cultură

Un juicio catapultó mi carrera como dibujante de cómics

Mike Diana fue le primer dibujante de cómics en ser encarcelado por su trabajo.

Puede que Mike Diana no sea el único dibujante de cómics al que hayan metido en la cárcel por su trabajo, pero si el único que yo conozco que haya hecho sus dibujos en la comisaría en la que su madre trabajaba. Los temas de sus dibujos -violencia y pornografía- le convirtieron en sospechoso del caso sensacionalista The Gainesville Ripper (El Asesino de Gainesville), que luego desembocó en una condena por obscenidad. Y todo porque, al parecer, un joven fiscal estaba intentando hacerse famoso. Ahora todo eso ya ha pasado, y lo mejor es que el caso ayudó a Diana a impulsar su carrera como artista.

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Hoy en día el trabajo de Mike está expuesto en Londres, así que pensé que no estaría de más ir a hablar con él un ratito sobre por qué eso de crecer en la conservadora Florida no le ayudó demasiado a producir dibujitos de caballos comiéndose margaritas.

VICE: Asumo que te gusta estar en el Reino Unido, ¿no? Imagino que la gente aquí es un poquito menos conservadora que en Florida.

Mike Diana: Sí, por supuesto. Europa es mucho más liberal, más que “la tierra de la libertad”. Me mudé de Nueva York a Florida cuando tenía ocho años y noté una diferencia tremenda. Por ejemplo, en Nueva York también tenía que ir a la iglesia, pero allí era más o menos divertido, porque simplemente me sentaba ahí y miraba las enormes vidrieras. En Florida el cura no paraba de gritar que nos quemaríamos en el infierno y los profesores llevaban paletas con las que pegaban a los críos.

¿A qué edad empezaste a interesarte por el arte?
Empezó a gustarme ya cuando todavía estaba en Nueva York. Mi padre me compraba esas pegatinas que se llamaban Ugly Stickers y yo dibujaba caras de monstruos en ellas. También recuerdo un día que tuve que dibujar a mi familia; los dibujé a todos desnudos y cuando la profesora me llamó me apresuré a dibujarles ropa.

Cuando tenía 15 años empecé a comprar cómics. Para conseguirlos tenía que hacerme pasar por mayor de edad. Empecé a dibujar imitando esos cómics, dibujos en los que combinaba mis monstruos y el sexo. Fue entonces cuando decidí que quería publicar mis propios cómics. Mi madre trabajaba de secretaria en la comisaría de policía y yo aprovechaba e iba ahí para fotocopiar mis dibujos.

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¿En la comisaría?
Sí. Y entonces les daba mis cómics a mis compañeros de clase. Yo era un nerd en toda regla y los otros niños no se metían conmigo. Las historias de los cómics se centraban en los profesores que yo odiaba, y había algunas bromas sobre sexo y desnudos. Cuando me gradué en 1987 imprimí mi primer fanzine real con la ayuda de un amigo que trabajaba en una copistería. Estaba feliz de haber acabado el instituto pero todavía no podía irme de ese barrio, así que me pareció bien empezar a hacer algo que se suponía que no debía estar haciendo.

¿Cómo se lo tomaron tus padres? ¿Mantenías tus dibujos en secreto?
Lo mantuve en secreto tanto como pude. Yo seguía viviendo con mi padre incluso después de haberme graduado, así que a veces él entraba en mi habitación y miraba lo que estaba dibujando y me preguntaba que por qué no dibujaba algo más bonito. Decía que algún día me arrestarían por hacer pornografía, pero yo no le escuchaba.

La escena del arte en Florida no era más que pinturas de puestas de sol y flamencos rosas. Era deprimente. Cuando era un adolescente solía mirar las noticias de la noche y cada día contaban que había habido un montón de violaciones y asesinatos. Creo que eso fue lo que hizo que yo siempre dibujase a gente en situaciones comprometidas.

Y todo esto te condujo hasta el famoso juicio. ¿De qué te acusaron?
Me imputaron 6 cargos por obscenidad: distribución, publicidad de venta y publicación de material obsceno.

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¿Y cómo ocurrió semejante cosa?
Por aquel entonces yo estaba imprimiendo mi serie Boiled Angel, que no distribuí por mi barrio porque sabía que no le interesaría a nadie. La portada de Boiled Angel #6 era un dibujo de un tío abriéndole las piernas a una tía y sacándole un feto. El chico se parecía a mí, como si fuese un autorretrato. Había cogido ideas de una serie de crímenes que habían sucedido en Gainesville, Florida, en los que se había asesinado a cinco estudiantes y nadie sabía quién era el asesino. Yo había distribuido quizás unas cinco copias y un día, cuando volvía a casa después de un día de compras de navidad con mi madre, nos encontramos a dos detectives esperando en la puerta de casa. Llevaban una maleta de la que sacaron el cómic.

Eso suena bastante incómodo.
Sí. Los detectives dijeron que por culpa del cómic me había convertido en sospechoso de los asesinatos de Gainsville y que querían hacerme un par de pruebas de ADN. No creo que ellos creyesen que yo había cometido aquellos crímenes. Un poco después se supo que había cientos de sospechosos, así que estaban usando excusas para hacerse con el ADN de la gente y montar una base de datos de ADN. Eso fue en 1991. Dejé que me sacaran sangre porque mi madre insistió. Nunca volví a oír nada sobre el tema.

Entonces, ¿Cuándo te acusaron de obscenidad?

Más tarde descubrí que los detectives se habían apuntado el número de mi dirección postal y poco después recibí una carta de un tío que se acababa de mudar a esta zona y que había oído hablar de mis cómics. Me mandó dinero y yo le envié los números 7 y 8 de Boiled Angel. Resulta que el que los compró era un detective, y los archivó en la oficina del procurador del estado.

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El fiscal, creo yo, se hizo con el caso solo para poder hacerse famoso. No era un viejo conservador, era un tío joven. Me mandaron una carta desde la oficina del procurador del Estado en la que me acusaban de tres cargos por obscenidad y decían que tenía que ir a juicio. La mañana del juicio leí el periódico y vi una noticia que decía que me enfrentaba a 3 años de cárcel. Fue ahí cuando me di cuenta de que la cosa era más seria de lo que pensaba.

Me presenté en los tribunales, donde había dos grupos de manifestantes. Uno de ellos se llamaba “mujeres en contra de la pornografía”, y el otro grupo estaba formado por mujeres mayores y muy religiosas que lloraban porque decían que yo estaba mancillando el nombre del pueblo. Yo alegué que no era culpable de los cargos que se me habían imputado y me puse en contacto con la Comic Brook Legal Defence Fund (organización por los derechos de los artistas de cómics). El mío era el primer caso que habían tenido en el que se hubiese acusado a un artista. Lo que solían encontrarse eran casos de particulares que habían sido demandados por la venta de cómics a menores de edad.

Parece que, de forma irónica, el juicio te hizo famoso, ¿no?
Sí, definitivamente. Acercó mi trabajo a muchísima gente. Mi primer trabajo cobrando fueron unas ilustraciones para Wired Magazine. Escribieron un artículo sobre mi juicio y me pagaron para recrearlo en dibujos. El juez y el fiscal tenían que ser monstruos. Otro reportero, Chuck Shepherd, escribió una columna llamada News of the Weird (noticias de lo raro), en la que decía que yo había sido muy afortunado de que me pasase todo esto por la publicidad que había generado, pero en aquel momento me resultó duro leer una cosa así.

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Una de las mejores cosas del juicio fue que la ley de Florida dice que el público tiene derecho a ver todos los materiales, así que cualquiera que se pase por los tribunales tiene derecho a hojear Boiled Angel.

Muy bueno. ¡Gracias, Mike!

El trabajo de Mike Diana, AMERICA, estará expuesto en el DIVUS London, Enclaves 1 & 5, 50 Resolution Way, SE8 4AL, hasta el 8 de diciembre de 2012. Más información sobre la exposición aquí. El libro del mismo título también ha sido publicado por DIVUS.

¿Unas viñetitas más, querida?

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