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Música

Rob Halford de Judas Priest, un viejo metalhead impenitente

El legendario líder habla sobre los blogs de metal y afirma que le gustaría hacer un disco de blues.

Mucho antes de que el heavy metal recibiera ese nombre, la génesis de su historia ya se estaba forjando en las calles de la periferia de Birmingham. Aunque sus comienzos se remontan a 1969, el camino de Judas Priest hacia el reinado y el dominio absoluto y sin parangón del heavy metal realmente empezó cuando un joven Robert Halford se unió a la formación en 1973. Un año después vio la luz Rocka Rolla, el álbum de debut de la banda, un disco un tanto anómalo pero no por ello menos prometedor, al que pronto sucederían auténticos referentes del heavy metal como Painkiller, British Steel, Screaming for Vengeance, Sad Wings of Destiny y una historia que hace trascender la música del grupo muy por encima de las tribulaciones que atravesaron en su trayectoria.

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Durante cuatro décadas, pocas han sido las bandas de heavy metal o sus diferentes variantes que no hayan reconocido la influencia de Judas Priest en su música o en sus primeras incursiones en el mundo del metal. El mes que viene se pondrá a la venta el décimo séptimo trabajo de estudio de Judas Priest, Redeemers of Souls, el primer disco grabado sin la presencia de su guitarrista y fundador K. K. Downing. Ocupando su lugar está Richie Faulkner, quien demuestra con creces ser merecedor del puesto en las trece canciones que componen el álbum. Faulkner conjuga el sonido familiar de Judas Priest con una increíble y renovada maestría. A pesar de los años y el desgaste natural, la voz de Rob Halford sigue siendo tan nítida y característica como lo ha sido siempre, fusionándose a la perfección con las ráfagas y los ganchos melódicos de la banda. Todo sigue igual.

La perspectiva de los incondicionales, obviamente, evoluciona con el tiempo, guiada por la actividad o la inactividad de la banda a la que veneran. Muchas bandas se encuentran atrapadas en la paradoja creada entre la longevidad y la pasión, dos fuerzas que en ocasiones actúan en tándem y otras veces se conjuran para provocar la escisión de las bandas. Incluso teniendo en cuenta los ocasionales traspiés y meteduras de pata con la elección de sus miembros, la lista de grupos de heavy metal que puedan preciarse de haber sido tan influyentes y esenciales para el género como Judas Priest es muy reducida. Hablé con Halford sobre el nuevo disco de la banda y sobre su visión de un género que él ha contribuido a cimentar sin otra guía que la música que, afortunadamente, todavía hoy le sigue gustando.

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Redeemer of Soulses el undécimo trabajo de Judas Priest y parece que para su grabación os habéis tomado vuestro tiempo, Rob. Háblame un poco del trasfondo del álbum y de cómo fue su gestación.

La grabación de este disco ha sido muy extraña, obviamente, porque estaba Richie Faulkner en el grupo por primera vez en nuestra historia. Ha sido muy importante contar con Richie en este momento, sus contribuciones son increíbles. Viendo su trabajo en este álbum uno se da cuenta de su enorme talento y habilidad. Y no estoy hablando solo de su estilo y técnica con la guitarra, sino también de su faceta de compositor. Dicho esto, si retrocedemos unos seis años en el tiempo, al momento en que acabamos ese magnus opus que fue Nostradamus, parece como si hubiéramos estado andando por un “desierto creativo” durante todo ese tiempo, pero la verdad es que hemos estado muy ocupados. En primer lugar, estuvimos ocupados con la gira Epitaph durante un par de años, creo, una experiencia en la Richie nos acompañó. Esa gira nos permitió conocernos en profundidad. Creo que muchos de los elementos básicos que definen una banda se conformaron con la presencia de Richie. Incluso el proceso creativo fluía con enorme rapidez, quizá por esa sensación apremiante que nos embargaba. Estábamos muy ilusionados con la rutina diaria de la grabación del disco. Como buenos británicos, queríamos hacer el disco y librar el fin de semana [risas]. Todo iba con la precisión de un reloj, algo que siempre he admirado de la banda.

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No sé cómo escriben los temas otros grupos, si se reúnen una hora cuando pueden, pero nosotros éramos muy disciplinados con eso, y creo que la disciplina ayuda a obtener buenos resultados. Puede parecer paradójico, pues el rock’n’roll es puro caos, que a su vez es lo que nos mueve a hacer esto. En cualquier caso, nos sentíamos como niños con el trabajo diario. Cada día me subía al coche para ir al estudio con muchas ganas. Tenía ganas de entrar en el estudio y empezar a tocar. En definitiva, la grabación del disco fue una experiencia muy enriquecedora y gratificante. Indudablemente, la base de todo está en componer los temas, y en ese aspecto fue espectacular.

Tras 40 años juntos, resulta sorprendente que mantengáis esa avidez por seguir evolucionando en vuestra música. Echando la vista atrás y viendo cómo la historias de Judas Priest se ha desarrollado y sigue desarrollándose, ¿cuáles creéis que son los momentos más destacables de vuestra trayectoria?

Creo que el centrarnos en la calidad, más que en la cantidad. Cumplir con la misión de escribir temas es relativamente fácil. Lo difícil es hacer buenas canciones que duren para siempre. A veces oyes decir que tal canción o tal grupo han resistido el paso del tiempo, y yo creo que esa es una de las satisfacciones de estar en este tipo de música. Con otros estilos todo pasa a la velocidad de la luz. Con el metal, en cambio, intentas darlo todo para crear esos momentos clásicos que decías que este disco representa. Yo creo que si desde el principio haces las cosas con el corazón, poniendo todo el empeño, tus sueños y ambiciones en lo que haces y sigues esa línea, procurando no distraerte por el camino —con la gente que intenta tirar de ti hacia un lado u otro, un laberinto del metal en el que puedes llegar a perderte—, aferrándote a tus creencias, entonces es señal de que estás haciendo las cosas como deben hacerse. Esa ha sido nuestra constante a lo largo de los años.

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Definitivamente, la longevidad no es necesariamente un atributo exclusivo del metal, sino más bien un ideal fundamental de este género. Si comparamos el panorama del heavy metal de 2014 con la escena prácticamente inexistente, al menos terminológicamente hablando, de 1974, ¿cómo crees que ha contribuido Judas Priest a sentar las bases en aquella época y de qué forma ha evolucionado a lo largo de esos cuarenta años?

Debo decir que para mí es absolutamente increíble. Cada día entro como en una docena de sitios web de metal de todo el mundo e intento estar al día de los enormes talentos que van surgiendo en los diferentes estilos de metal. Todo el mundo sabe que tengo un gusto bastante ecléctico y una serie de cosas que escucho fuera de Priest y para mí Priest está en la esencia de todo, pero siempre he sido muy receptivo a otros estilos de buen metal. Personalmente, me siento muy agradecido por haber tenido la oportunidad de moverme con un tipo de música que algunos sugieren que inventamos los Priest, algunos elementos del metal que hacemos. El balance desde 1973, cuando empecé con la banda, hasta 2014 y todo lo que ha pasado entretanto es simplemente sensacional. Los 70 fueron muy distintos de los 80, y estos de los 90 y así. Me emociona y me complace ver adonde hemos llegado. Es un monstruo demasiado grande como para diseccionarlo, pero en general es como un enorme tren de metal que ha seguido su camino hacia el horizonte superando los obstáculos que se cruzaban en su camino. Hemos pasado de todo. [Risas] De hecho, hablamos de eso en el nuevo disco, en un tema llamado “Hell & Back”: Still in the land of the living, not in the land of the brave. Intentamos poner referencias sobre las experiencias del grupo a lo largo de nuestra trayectoria. Ha sido un viaje excepcional y lo bueno de todo es que el viaje continúa. Siempre estamos esperando que llegue el próximo gran momento para los Priest.

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Cuando piensas en ese viaje excepcional, Rob, siento curiosidad por saber cómo ves tu historia personal y tu relación con la música. ¿Hubo alguna canción o banda en tu infancia que te iniciara en la música?

Creo que la mayoría de nosotros empezamos a prestar atención a la música durante nuestra adolescencia, especialmente, porque estamos en esa fase de frustración adolescente. Claro, mi etapa de rebeldía adolescente fue en otra época. [Risas] No tenía ningún tema con el que poder gritar para desahogarme, pero tenía a Little Richard o a Elvis y todos los pioneros del rock, esos temas de tíos como Hendrix y grupos como Cream o King Crimson. Todos esos fueron los que me motivaron. A eso hay que añadirle que estaba empezando a descubrir mi propia voz. Me hace sentir muy bien, así que no dejaré de hacerlo. Es como si tuviera un fusible encendido y, además, me ayuda a pagar las facturas. [Risas] No quiero sonar jocoso. Solo digo que mi voz me ha mantenido de muchísimas formas. Esos momentos vividos en mi adolescencia y cuando cumplí los veinte años me motivaron a buscar una banda. Quería formar un grupo. Antes de Judas Priest ya había estado en otros grupos. Mi paso por esas bandas desconocidas me sirvió como trampolín. Aprendí mucho durante esos años, cambiando de grupo a grupo. Cuando me ofrecieron hacer un concierto con Priest no era un profesional, pero ya conocía bien los entresijos de estar en una banda y sabía lo que había que hacer para que un grupo funcionase.

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No cabe duda de que tu voz es uno de los aspectos más característicos no solo del heavy metal, sino de la música en general. ¿Recuerdas el momento en que te diste cuenta de que tenías una voz tan poderosa, o fue un proceso gradual?

Eso fue, nuevamente, durante mi etapa con las primeras bandas de las que formé parte, como Lord Lucifer. Me encantan estos nombres [risas]. Grupos como Hiroshima y Abraxia y otros.  Cuando estás en una habitación con un grupo de tíos y un equipo de audio que funciona y quieres hacer ruido, es como un embrión, ocurre de una forma muy orgánica, limpia, pura. No está contaminado por influencias externas. Así fue como aprendí. Si le das a alguien un micrófono y resulta que suena más potente de lo que es, puede ocurrir de todo. [Risas] La gente va a los karaokes y cuando les dan el micrófono, cambian. Cambias, de verdad. Ocurre algo que no sé cómo explicar, pero cuando empiezas a gritar al micro y oyes tu propia voz por los altavoces, amplificada, es una sensación increíble. Muy emocionante y a la vez inspiradora, y te preguntas “¿Qué más puedo probar? ¿Qué más puedo probar?” Yo aprendí de esa forma y escuchando a los grandes como Janis Joplin, a la que adoraba a muerte y a mi amigo Robert Plant cantar blues como nadie. Me gusta pensar que sigo conservando algo de blues en la voz. Mataría por hacer un disco de blues. Mataría por hacerlo. Es algo que quiero hacer porque me interesa saber qué puedo hacer con mi voz en ese maravilloso mundo. Así es como aprendí a hacer todos esos gritos y chirridos. También descubrí que puedo alcanzar varias octavas, que puedo proyectar la voz de formas distintas. Es una mezcla de aventura e inspiración en los grandes cantantes de antes. Es una mezcla de todo, pero sobre todo era el descubrimiento del potencial de mi voz.

¿Qué sigue manteniendo tu atracción por la música, esa pasión que parece no haber cambiado desde Rocka Roll hasta Redeemer of Souls?

Desde que se inventó, la música ha llegado a todas las generaciones y ha conmovido a todo el mundo. Es algo difícil de describir, solo puede sentirse cuando la escuchas, ya sea con más gente o solo en tu habitación, con unos auriculares o en un concierto. Creo que el metal es poderoso, agresivo, potencia y varias texturas y transmite muchos mensajes. Cuando hablo del metal me refiero a todos los tipos de metal. En cualquier caso, tiene importantes connotaciones de oportunidad, de superación, un mensaje que siempre hemos querido transmitir. Es un tipo de música que fortalece. Seguramente otros dirán lo mismo del country o el R&B, el rap o lo que sea, pero creo que es innegable que cuando hablas con gente que acaba de salir del concierto de su grupo de metal favorito, todos coinciden en que se sienten vivos. Es una experiencia muy emotiva y catártica. Creo que todos esos atributos han permanecido intactos en el heavy metal. Es el deseo humano. Es un ingrediente básico de tu amor por el metal. Me emociona pensar que pronto voy a ser un metalhead de 63 años [Risas]. Mi amor por el metal es igual que cuando era un adolescente. Conectamos el uno con el otro sin decir una palabra porque en e fondo sentimos lo mismo. El metal es una bendición, sin duda.

Sigue a Jonathan Dick en Twitter: @steelforbrains