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Cultură

Santiago Lorenzo: sobre tres años sin follar y palabras inventadas

Tiene nuevo libro, Las ganas, que habla de eso, de las ganas que tiene su protagonista de tener sexo. Maneja el humor, la crítica social y juega con el lenguaje hasta desmontarlo. Lo peor: que no tiene pensado volver al cine.

Imágenes de Cecilia Díaz Betz

Santiago Lorenzo comenzó a jugar con las palabras en forma de guiones de cine. Se hizo un nombre como cortometrajista, produjo Caracol, col, col, que ganó el Goya y debutó en 1999 en el largometraje con Mamá es boba. En esta película -tan inclasificable, como sugerente- se encontraba retratado parte de su reconocible universo. Ahora es un auténtico título de culto, una muestra de película 'maldita'. En sentido literal, como él mismo nos explica luego.

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En 2007 realizó el que hasta ahora es su segundo largo: Un buen día lo tiene cualquiera. Y que también puede ser su despedida del cine, un medio del que salió desencantado y que cambió por la novela. Hasta ahora lleva tres entregas: Los millones, Los huerfanitos y Las ganas. Precisamente éste es el libro que propicia la charla con el escritor.

Benito Bernal lleva tres años sin tener sexo, aunque ha inventado un producto revolucionario para conservar la madera. Ésta es la forma en la que se presenta un texto que sigue las pautas del humor surrealista del autor, y que combina con su capacidad para captar el absurdo tragicómico que nos rodea. Santiago Lorenzo sigue jugando con las palabras a su antojo: no se corta ni a la hora de inventarlas.

VICE: Benito, de Las ganas, podría ser familiar de los protagonistas de Los huerfanitos. ¿Tienes tú también una relación familiar con tus personajes o los abandonas cuando acabas de escribir?

Santiago Lorenzo: Hay muchos que no me salen de la cabeza. Me pasa como con la gente real, la que creó Dios. De los de Las ganas siempre estoy pensando en cómo le irá a uno que se llama Julio Obsequioso, siempre comprando papeletas para cagarla.

La novela arranca con el tema del sexo, tres años sin practicarlo que lleva el protagonista, ¿debe ser duro, no?

Todo es más llevadero cuando lo puedes novelar.

Te has asesorado con casos reales…

Había donde elegir, sí. A la hora de fijarse en casos reales, el casting era interminable. Como en una superproducción.

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Las ganas tiene también un marcado trasfondo social, como toda tu producción de pelis y novelas. ¿Cómo ves desde tu perspectiva todo lo que está pasando?

Es tiempo de aspirar a vivir en emplazamientos donde no se sienta el aliento del estado en el pescuezo. Al menos, hasta que pare esta weimarización que uno ya no tiene edad de aceptar. Tengo el pálpito de que muchos poderes nos ven como Carpanta veía un pavo: asadito, con patatas de guarnición y echando rayitas de aroma caliente.

Por tu forma de describir Madrid se percibe un cierto desencanto. ¿Qué te pasó con la ciudad? ¿Qué recuerdos guardas de tu paso por ella?

Espero que la ciudad se recupere pronto de sus dolencias: la destrucción del patrimonio, las arbitrariedades financieras, el blindaje de las instituciones contra sus ciudadanos, el insulto colectivo, esquematizado en el funcionamiento idiota de la actual Telemadrid. No tiene nada que ver con la nostalgia, sino con un diagnóstico clínico que sólo arroja datos preocupantes y mala cara en la ciudad. Madrid, no obstante, volverá a refulgir, que es lo que hace siempre en continua recuperación de su entidad.

En tu editorial te emparentan con Jardiel Poncela y Eduardo Mendoza. ¿Te sientes cómodo en ese territorio?

Mejor eso a que te emparenten con Pilar Eyre o con Jorge Javier Vázquez.

Pero seguro que tú manejas otros referentes también.

A mí lo que siempre me ha gustado ha sido leer enciclopedias, y libros de mucha ilustración y mucha foto.

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Te inventas palabras como 'tremedal' o 'porlar', parece que no tienes suficiente con el diccionario de la RAE. ¿De dónde las sacas?

'Tremedal' es ir por la calle deseando 'porlar'. Y 'porlar' es follar, pero dicho con una composición fonética menos violenta y menos gastada. Me parecía importante inventar 'mochufa': la gente pánfila que ve horteradas en la tele y consume radiobasura. Que se pirra por San Valentín y por Halloween porque es lo que toca. Un grupo humano con el se ha condescendido mucho y con el que ya está bien de condescender.

Siempre te preguntan por eso, pero es inevitable, ¿por qué ese desencanto con el mundo del cine?

¿Desencanto? Es encantador estar fuera. Haciendo lo que te da la gana.

Y, ahora, precisamente, con el auge de cierto cine de bajo presupuesto, o al margen de la industria, no te dan ganas de volver.

Siempre será más bajo el presupuesto de una novela. Pero sí, a veces me acuerdo de los actores y del suspense gozoso de si se cumplía el plan de rodaje o no. (Siempre se cumplía).

Cómo se lleva eso de haber firmado un título de culto para mucha gente, que no tuvo en su tiempo la repercusión que merecía. Me refiero, claro, a Mamá es boba.

Al cabo de los años, lo más relevante que ha pasado con Mamá es boba es su misteriosa facultad para estragar a la gente que quiso perjudicarla. Una cosa inexplicable y de mucho miedo. Alguno hasta se mató en accidente.