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El número de Siria

Beats, rimas y muerte

El hip-hop en Siria es un asunto bastante peligroso.

Foto de Mohannad Rachid

Mientras que en Occidente el hip-hop se ha convertido en una plataforma para el discurso político radical junto a himnos de fiesta sin sentido, en Siria obviamente es algo un poco más complejo. Hace siglos, los poetas árabes crearon hijas, que eran en esencia recitales pro-poesía y, por extensión, antecedentes de las batallas de rap freestyle. Pero estas raíces nunca hicieron florecer una escena, en gran parte debido a las restricciones del gobierno autoritario de Assad. La falta de disponibilidad de música decente en el país se agrava por el hecho de que, en general, la música es un tema delicado para los musulmanes (hay quien interpreta que algunos versos del Corán favorecen la prohibición de toda la música). Estos niveles extremos de censura chocan con la tradicional rebeldía del hip-hop, y grabar una canción con letras incendiarias puede ser una decisión mortal.

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El 4 de julio de 2011 encontraron el cadáver del poeta Ibrahim Qashoush flotando en el río Orontes, que fluye a través del Líbano, Siria y Turquía. Según los residentes, a Qashoush le habían arrancado las cuerdas vocales de la garganta. Se rumoreaba que el poeta había acuñado el mantra “Yalla erhal ya Bashar,” o “Venga, Bashar, pírate” –un grito de guerra que demanda la caída del régimen familiar que ha gobernado Siria durante cuatro décadas. Este eslogan, junto con el famoso grito de la Primavera Árabe “Al-sha‘b yurīd isqa-t. al-niz.
a-m”” (“La gente quiere acabar con el régimen”), ha ayudado a que los revolucionarios del país y los sirios que viven en el exilio apoyen a la resistencia. Uno de los ejemplos más interesantes es el del rapero afincado en Los Ángeles, Omar Offendum, cuya canción anti-régimen “#SYRIA” ha generado tal polémica que no podrá visitar su país de nuevo a menos que Bashar y sus seguidores sean derrocados.

Omar tiene lazos familiares muy profundos en Siria (su difunto padre nació en Hama, y su madre vive en Damasco) y se identifica como sirio americano, aunque nació en Arabia Saudí y creció en Washington DC. “Soy americano a efectos prácticos, pero estoy muy conectado a Siria,” ha dicho. Las primeras canciones de Omar consistían en las típicas chorradas de las que hablan la mayoría de jóvenes MCs. Más tarde, cuando estaba en la universidad, ocurrió el 11-S. “Rápidamente me di cuenta de que tenía un micrófono dentro”, dice. “Pasé a ser un rapero más en el campus a ser ‘el rapero árabe’ o ‘el rapero musulmán’. La gente empezó a cuestionar mi americanidad después de un concierto, porque estaba en contra de la guerra”.

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Durante la siguiente década, Omar rapeó sobre las injusticias en Oriente Medio y actuó en eventos benéficos para Palestina y Pakistán. Entonces, el año pasado, estalló el conflicto en Siria, y adoptó la causa de los rebeldes como si fuera suya. Su última visita al país fue en 2010, el mismo año que lanzó su disco debut en solitario, SyrianamericanA. En 2011, escribió la extraordinaria “#SYRIA” e incluyó el símbolo del hashtag en el título porque “Siria estaba siendo más trending topic en Twitter que en cualquier página web de noticias.” La letra de la canción era una potente mezcla en la que recitaba el eslogan de la Primavera Árabe y el cántico de Qashoush, intercalados con líneas como “Sueño que el régimen caerá / Y que lo que vendrá después será mejor para nosotros.” Omar era consciente de que lanzar esta canción pondría en peligro su seguridad y la de su familia. Lanzó la canción al público a principios de año, después de que sus familiares en Siria le dieran su bendición.

Omar tenía una buena razón para esperar la aprobación: la escena hip-hop en Siria es tan sectaria como la política, y el gobierno escucha todo el material que se publica. El rapero más famoso del país es Murder Eyez, un nativo de Alepo que fue enemigo de Assad en el pasado pero ahora rima apoyando al presidente. Su rival es Eslam Jawaad, un MC sirio libanés que vive en Londres y cuya postura también es pro-régimen.

Hay quien podría decir que es inapropiado que algunos raperos sirios hayan distorsionado un género que tradicionalmente ha adoptado una postura antiautoritaria, pero Omar puede explicarlo: “Siempre se ha asumido que el hip-hop tiene que ser el portavoz de la calle y la lucha, pero en Siria, por primera vez, tenemos esta situación única en la que también está siendo utilizado por el régimen. No realmente por el régimen, sino por la gente que siente que debe sentirse orgullosa del régimen. Sienten que están levantándose ante las superpotencias del mundo que están en contra de Siria”.

Omar, sin embargo, no está solo en su apoyo musical a las fuerzas rebeldes. Artistas como MC Roco y el grupo LaTlaTeh combinan elementos del hip-hop y la música árabe mientras desafían la actual situación en Siria. “Lo que me llama la atención es que la inmensa mayoría de los artistas tuvieron que exiliarse porque fueron amenazados por el gobierno, o simplemente desaparecieron sin más”, dice. “No puedo decirte cuántas personas fueron encarceladas o desaparecieron. De vez en cuando elegían a alguien al azar y dejaban que dijera algo, como para aliviar la presión o algo parecido, y así dar la impresión de que estaban apoyando el arte o la cultura. Pero siempre imponían límites”.

Aunque Omar es consciente de que rimar sobre Siria desde los confines soleados de Los Ángeles es más seguro que hacerlo en el propio país, sigue recibiendo numerosas amenazas de muerte, especialmente a través de internet. Y el peligro de volver a su tierra no es lo único que le mantiene alejado; el gobierno sirio le notificó formalmente que tiene prohibido traspasar sus fronteras. “Hasta que este asunto se resuelva, estoy técnicamente exiliado aunque no sea de allí”.

Por ahora, artistas como Omar y otros valientes residentes sirios continuarán expresando su frustración y visión política a través del hip-hop, pero el futuro de éste y del país es incierto. Omar me dijo que espera poder volver a Siria en el futuro. “Amo a Siria, e insha’Allah [la voluntad de Dios], podré volver e incluso tener una casa allí y enseñársela a mis hijos algún día”, dice. “Pero, por ahora, esta es la situación”.