FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

El mundo será un lugar más triste ahora que destruirán el traje cancerígeno de Espinete

Espinete como metáfora de la caída de la generación de los ochenta.

Lo que empezó siendo algo rosa, con púas, sonriente y peludo ha terminado convertido en una bola gris, mustia, arrugada y cancerígena. No estoy hablando de los genitales de un dragón de 2.000 años, estoy hablando de Espinete. ¿Sabéis?

El viejo erizo fue un referente para todos aquellos niños de los ochenta que creían que los sueños se podían hacer realidad y que un erizo rosa descomunal y antropomórfico podía ser la sensación del barrio con la ayuda de un panadero y un señor mayor muy peludo. Cuando te educan con este tipo de creencias es cuando puedes llegar a pensar que cualquier cosa es posible: la existencia de los duendes, que la mortadela de aceitunas es tan saludable como una zanahoria, que de mayor tendrás cantidades inmundas de dinero e incluso que algún día llegarás a trabajar en lo que más te gusta o que vivirás en un piso mejor que el de tus padres. Y este, exactamente este, fue nuestro error: soñar.

Publicidad

Ahora miradnos: vivimos en cuartuchos lamentables, nos alegramos si a final de mes nos sobran veinte euros para poder comprar cervezas de marca y algo de pescado que no sean esas "barritas de merluza para niños". Así estamos.

De la misma forma que nuestra esperanza ha sido aplastada por una sociedad horrorosa, Espinete también se encuentra en un estado deplorable. Ahora mismo su vacío cascarón —antaño habitado por una jovial Chelo Vivares— se encuentra en cuarentena dentro de los Estudios Color de Prado del Rey, donde actualmente se ubicaban, entre otros departamentos, el taller de decorados y los vestuarios.

Fue en octubre de 2011 cuando —cito de Wikipedia—, "a raíz de la denuncia sindical de Comisiones Obreras, se decidió demoler todos los edificios que tuvieran amianto en su construcción, lo que suponía un riesgo para la salud de los trabajadores de RTVE". El amianto, pese a sonar como adamantium y parecer algo de puta madre, resulta ser una terrible sustancia cancerígena. Es por esto que, a partir de esta decisión, se intentó desamiantar los Estudios Color pero se hizo tan mal que, al final, la directiva optará por derruirlos en breve, ya que resulta más barato que limpiarlos. Repito: Espinete lleva años almacenado ahí y está totalmente afectado por las fibras de amianto, en cuerpo y, por supuesto, en alma.

La imagen de un Espinete doblado y recubierto de una sustancia mortal es la metáfora perfecta para describir a una generación perdida que, durante su infancia, vivió por encima de sus posibilidades. Si algún pobre diablo se atreviera a calzar de nuevo el traje del animal rosado moriría a los pocos meses —incluso segundos, lleva años metido en esa mierda—. En definitiva, convertirse en el corazón y alma de Espinete significaría abrazar, irremediablemente, la muerte.

Publicidad

Propongo una escena:

EXTERIOR, TARDE – ESTUDIOS DE PRADO DEL REY

Vemos la extraña y triste majestuosidad de unos edificios que antaño fueron impresionantes pero que ahora no son más que un cúmulo de cemento anacrónico que contrasta con la idea de "lo contemporáneo".

INTERIOR, TARDE – TALLER DE DECORADOS DE ESTUDIO COLOR

En un almacén oscuro escuchamos el lento pero constante goteo de un grifo mal cerrado, puede que lleve años salpicando sobre la nada.

La luz entra por una pequeña ventana —de las pocas que no están tapiadas—, generando un discreto haz de luz que nos permite descubrir que la estancia está llena de motas de polvo. Hay grandes telas tiradas por el suelo, herramientas por todas partes y grandes maderas medio cortadas tumbadas encima de larguísimas mesas. El almacén desprende cierta vida, es como si cinco minutos antes hubiera estado en pleno rendimiento, con trabajadores deambulando arriba y abajo y cortando maderas y pintando decorados. Parece como si un grupo de gente hubiera estado trabajando allí y de repente hubiera abandonado el estudio a toda prisa, a causa de una explosión nuclear o algo por el estilo. Pese a esto, absolutamente todo está repleto de polvo y tiene un evidente aspecto de abandono.

En una esquina, colocado justo encima de un trono de madera que en algún lamentable sketch perteneció a un Felipe V "el Animoso" interpretado por un actor totalmente irrelevante, yace —mal doblado— el viejo atuendo de Espinete. La dejadez con la que se lanzó el traje lo dejó totalmente arrugado pero, casualmente, quedó en una posición que ahora nos permite ver perfectamente el perfil de su entrañable e inolvidable rostro. La creación de Kermit Love tiene una expresión tristona, donde antes había alegría ahora solamente existe el olvido más absoluto.

Publicidad

Lentamente, casi de una forma imperceptible, el destartalado trapo empieza a moverse, poco a poco, como un caracol avanzando a través del torso de una lechuga. Poco a poco, emitiendo un ruido parecido a un velcro separándose, Espinete va virando su marchitado rostro hacia la cámara. Es entonces cuando, después de levantar de nuevo sus enormes cejas rojas y dirigir su mirada hacia nosotros, hace un conato de abrir su boca. Luego otro. Y otro. Hasta que finalmente espeta con una voz quebrada pero dulce:

ESPINETE

Nunca, nunca os olvidaré,

mis pequeños amigos.

La cámara se aleja.

Corte a negro.

Entra la sintonía de Barrio Sésamo.

Créditos.

FIN.