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Cultură

Asistí a todos los eventos de Facebook que pude durante una semana

Una semana frenética llena de eventos de todo tipo, cerveza y sorprendentes revelaciones.

El autor completamente pintado en el Holi Festival. Todas las fotos cortesía del autor excepto las señaladas

"Te interesa", "asistiré" o "no me interesa", esta es la cuestión. A veces, mientras deambulas desinteresadamente a través de los confines de Facebook en busca de información sobre personas con las que sueñas en poder fornicar algún día, te asaltan notificaciones que te proponen, comúnmente, una actividad de ocio afín a tus gustos personales.

Algo se cuece en la ciudad y alguien ha pensado que esa actividad podría interesarte. Este hecho de bondad, ampliado exponencialmente, puede llegar a generar una masa ingente de eventos en tu agenda particular. Nadie te obliga a reaccionar ante esta entropía pero moralmente tienes que decidir: "te interesa", "asistiré" o "no me interesa".

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Intentando asumir la realidad en la que vivimos —frenética, vacía y desconsiderada— decidí asistir a tantos eventos de Facebook como me fuera posible. La tarea no era nada sencilla, pues por motivos laborales mi jornada de eventos tenía que empezar por la tarde, a eso de las siete. Por suerte, por lo que pude comprobar, la hora caliente de los eventos empezaba más o menos cuando terminaba mi jornada laboral.

La dificultad residía en tejer una estrategia correcta y solidaria para poder combinar los distintos eventos. El mismo Facebook te hace una lista de los eventos del día por lo que mantener la agenda actualizada no supuso ningún tipo de esfuerzo.

La vida digital puede destruir pueblos y civilizaciones enteras pero hace que en occidente podamos gestionar con extrema sencillez un sinfín de problemas inofensivos.

Esto de convertirse en un profesional —yo prefiero llamarlo auteur— de los eventos de Facebook requiere tener varios factores en cuenta, como por ejemplo las coordenadas espacio-temporales. El cuándo y el dónde son importantes pero también tenemos que valorar el cómo, digamos, el nivel de implicación, tanto de uno mismo hacia el evento como del evento hacia uno mismo.

Se supone que los eventos tienen que interesarte para que estos generen en ti cierta implicación y empatía pero también es lícito, a veces, optar por actividades que te la sudan y que te permiten limitarte a hacer acto de presencia. Esto es un arma de doble filo pues a veces lo deseado se descubre como un infierno y lo grotesco como el cisne más bello del lago.

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Aún así, uno no siempre decide, los mismos eventos son organismos vivos que a veces requieren de tu tiempo, aunque quieras irte, tienes que quedarte porque en su seno se está desarrollando cierta actividad social o cultural que te engulle y no te suelta hasta que haya terminado contigo.

Los factores —espacio, tiempo, implicación— no son independientes por lo que puede que un evento que te interese mucho tenga que cortarse súbitamente por el factor tiempo. Ya me entendéis, ¿no?

Ahí está el tema, lograr la compatibilidad entre varios eventos es lo complicado pues la gran mayoría se suceden en el mismo horario. Es comprensible que a la hora de programar se escojan esas horas clave para intentar reunir al máximo de participantes. Esto supone la obligación de ejecutar incursiones rápidas que amputan la experiencia de la actividad, pero como he dicho antes, no todos los eventos te permiten este tipo de acciones.

Puesto que no todo convive en un mismo punto espacial, otro factor a tener en cuenta es el transporte. Llegar de A a B sin que el factor tiempo destruya los planes. Es por esto que intenté escoger eventos que pudieran ser compatibles a nivel logístico, que se sucedieran cerca o con fáciles combinaciones de transporte público.

No sé conducir, ni coches, ni motos ni una vida adulta de forma decente, así que me vi bastante limitado en este aspecto. De todos modos, como creo en las ciudades limpias y sin humo, lo vi como una buena oportunidad para incentivar el uso del transporte público entre los lectores de VICE.

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A nivel teórico la cosa estaba muy clara, ahora solo faltaba ver cómo se desarrollaría la cosa en el campo de batalla.

Aporto también información referente a los asistentes interesados en el evento, los que confirmaron su presencia y, finalmente, la cantidad de gente que realmente asistió a cada evento.

Domingo 10 de abril

Hacía tiempo que no sentía tanta ilusión por algo. Esta semana se me estaba planteando como una auténtica aventura, una forma de poder catar en primera persona los dulces frutos de eso que algunos poetas se refieren como "vivir apasionadamente". Para empezar con buen pie, pero sin quemar la maquinaria, decidí asistir a un par de eventos a los que nunca habría ido en una situación normal. El primero fue una de esas fiestas Holi en las que pinchan música electrónica de baja estofa mezclada con melodías de tintes folclóricos indios mientras la gente baila y se deja ensuciar con polvos de colores suaves y respetuosos con el medio ambiente.

Es la fiesta de la primavera y del amor. Yo ese día no sentía especialmente mucho amor y la primavera no se me estaba planteando como para celebrar nada. Lo que vi allí fue más bien un espectáculo incómodo en el que varios adolescentes con poca ropa bailaban y "jugaban" mientras unos hombres —puede que profesionales periodistas— les hacían fotos desde la distancia. Con el fin de mantener mi cordura decidí largarme rápidamente.

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Asistentes: 19.000 (?)

Realidad: sobre las 200 personas

Mi siguiente cita era por la tarde, por lo que podía ducharme tranquilamente y sacarme todo el Holi de encima de mi cuerpo y alma. Se trataba de una guerra de cojines en el centro de Barcelona, cosa que realmente era una tontería absoluta. El punto interesante fue ver cómo el happening funcionó —de forma no premeditada— como acto de contraprogramación de una manifestación en contra del aborto que se estaba realizando en el mismo sitio. Domingo de fetos muertos y cojines.

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Realidad: sobre las 400 personas

Por la noche quería ir a ver a Mdou Moctar, que tocaba en un evento en el que también se proyectaba un documental sobre él. Las anteriores veces que Moctar había venido a la ciudad —o que se había proyectado el documental— había quedado con una persona para ir pero, por circunstancias diversas, nunca habíamos podido ejecutar el plan. Como esa persona ahora mismo estaba muy lejos me encontré con un dilema moral. ¿Ir? ¿No ir? En fin, al final decidí no asistir y esperar a poder verlo en un futuro incierto.

Lunes 11 de abril

La agenda del día consistía en ir a la presentación de una antología de cuentos de Foster Wallace, a la presentación de otro libro llamado Los días lábiles y finalmente ir a un bar en la Barceloneta donde se hacía un intercambio lingüístico.

En Barcelona siempre están pasando cosas, de camino, en el metro, me llamó la atención un músico callejero que estaba tocando una versión instrumental del "It's my life" de Bon Jovi. ¿Era esto un evento? Esta ciudad no descansa, sus ciudadanos recorren sus brazos palpitantes de actividades de forma frenética.

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No es que sea muy seguidor de Foster Wallace, escogí este evento sin tener ningún tipo de pretensión; simplemente me servía para rellenar la agenda. Sorprendentemente me encontré con una charla interesante con el traductor, el editor y el tipo que hizo la selección de cuentos. Joder, incluso terminé comprándome el libro. Fue un auténtico caso de "regador regado". Yo fui ahí con mi pose cínica de "estoy haciendo un artículo sobre eventos de mierda en Facebook" y los tipos se me comieron. Su amor hacia el libro que habían parido y hacia el autor me partió el corazón, tenía que quedarme. Me tragué todo el coloquio y perdí la oportunidad de asistir a la presentación de Los días lábiles —que se planteaba bastante menos interesante.

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Después fui al bar ese del "intercambio lingüístico" pero al ver poca gente me entró un miedo extraño y no me atreví a entrar. Eran como cinco personas y se veían MUY COLEGAS, ¿qué coño haría yo allí en medio? En fin, me estaba convirtiendo en un fracasado en esto de los eventos de Facebook. Tenía que cambiar de actitud.

Martes 12 de abril

Este día el hijo de una amiga cumplía un año y había montado un evento para los colegas. Tenía —y quería— quedarme allí celebrando el milagro del tiempo y la sangre, así que decidí que ese día mi agenda de eventos se limitaría a este cumpleaños.

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Miércoles 13 de abril

Venga. Esta vez sí. Este día ya tenía ganas de coger esto de los eventos de Facebook por las pelotas y convertirme un un auténtico maestro del ocio. The Leisure Time Master.

Empecé por la presentación del libro de poesía llamado "La despiadada frontera entre el silencio y el latido". Esto tenía que finiquitarlo bien rápido. Esta vez no me engancharon y pasé por completo del contenido de la charla. Soy un profesional, no tengo corazón. Esos tipos hablaban y yo, sarcásticamente, hacía fotos de ese espectáculo. Me convertí en un capullo. Tenía que ir rápido, acababa de empezar otro evento y no podía alargar más mi presencia allí. El otro evento estaba cerca así que decidí ir a pie.

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Siguiente parada: la presentación de una plataforma de difusión musical llamada Playmoss. La historia se hacía en un bar así que me pillé una cerveza. 3,5 euros por una caña de Estrella de Galicia, menudo fracaso. Me limité a beber la cerveza, organizar mentalmente mi siguiente evento y echar alguna foto. El siguiente evento caía lejos, contemplé una posible ruta en metro. Tenía muy poco tiempo.

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Cogí un taxi (sí, un taxi) y me bajé en el centro. En una librería cercana, Rachel Arieff estaba haciendo una lectura de unas historias autobiográficas que había escrito y que en breve editará en un libro. Entré y la lectura ya había empezado, subí unas escaleras hacia un altillo y ahí había un grupo de unas 12 personas. Me senté y me quedé fascinado con las historias, un compendio de experiencias realmente crudas que contrastaban completamente con la imagen que podemos tener de Rachel.

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Supongo que esto es una de las buenas cosas de hacer toda esta mierda. Con la tontería de obligarse a uno mismo a asistir a eventos, uno termina descubriendo auténticas joyas. Nunca habría descubierto que en esa librería había un altillo donde se hacían lecturas ni tampoco que Rachel escribía este tipo de historias. Gracias internet.

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Realidad: 12

Después de cenar una pizza por la calle me dirigí a un intercambio lingüístico que caía cerca. Sí, se me había quedado clavada esa espinilla de la última vez, no podía tolerar esa cobardía que había surgido en mí durante el anterior intercambio lingüístico. La cosa se llamaba Mundo Lingo y ahí conocí a Teo, un tipo de 50 años que se dedicaba a viajar por el mundo; Florian, un francés que estaba buscando trabajo en marketing; Alfonso, un venezolano que tenía una start-up cuyo nombre no recuerdo ahora; a Amber, una mexicana que parecía flirtear con Florian y a John, un alemán que tocaba la guitarra y le gustaban los Foo Fighters. Al final no pasó nada entre Amber y Florian, el mundo puede ser —y es— un lugar muy cruel.

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Yo soy el tipo calvo ese de la derecha. Foto vía

Jueves 14 de abril

Al salir del curro me fui directo al Centro Cultural Islámico Catalán, donde se hacía la presentación de un libro que trataba el tema de la islamofobia. El asunto era tremendamente interesante pero me pasé todo el rato pensando en los pasteles que habían dicho que servirían al final de la charla.

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La gente intervenía y yo no podía quedarme tanto rato allí, el siguiente evento acababa de empezar. Quería los dulces pero cada vez los veía más lejos. Un hombre a veces tiene que decidir, ¿billete o llave? ¿Felicidad o estabilidad sexual? ¿Comida o coherencia? Renegué de los pasteles y me largué.

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Realidad: 55

La siguiente cita era esto. No tenía ni puta idea de qué se trataba. Entré, me tomé una cerveza gratis, me encontré con un colega, escuché a unos tipos haciendo una versión de Songs: Ohia, me tomé un par de cervezas más y me largué a otro evento. Debo decir que normalmente no bebo tanto, digamos que me estaba preparando para el evento final de la noche, el concierto de Lust For Youth que se hacía en el Sidecar. Estaba, estratégicamente, embriagándome sin gastarme ni un duro.

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Realidad: 100 (¿?)

Hice una visita rápida a la presentación de una exposición en la que ni siquiera entré. Esto la gente lo hace, hacer acto de presencia y la foto de rigor. Mucha gente VIVE así, no me jodáis. El concierto empezaba al poco rato y no podía permitirme ver el contenido de la exposición a la que estaba asistiendo. Tampoco me sentí mal.

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Realidad: No lo sé.

Llevaba meses esperando el concierto de LFY por lo que este era el único evento al que tenía pensado ir antes de empezar con este artículo. Terminé la noche habiendo logrado de nuevo asistir a cuatro eventos en un día. Exquisito. La verdad es que la cosa no estaba nada mal, sí que era un poco pesado esto de mantener una agenda, dar vueltas por la ciudad, llegar tarde a casa y tener que gastarme tanto dinero en comer fuera (lonchas de jamón york "jugosísimas" del súper), pero por lo general los días —por primera vez en mi vida— parecían cundir.

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Realidad: sobre las 140 (¿?)

Viernes 15 de abril

Me organicé un poco mal el día y solamente fui a una presentación de un fanzine. Al ser viernes me lié y terminé emborrachándome un poco con la gente que había en ese evento (y que tampoco conocía demasiado). Supongo que esto es un dato positivo: conocer gente, generar amistades, beber. Son todo cosas extremadamente positivas.

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Realidad: 30

Sábado 16 de abril

No sé si os enterasteis pero la semana pasada hubo un brote de gastroenteritis por beber agua envasada en mal estado, me refiero a esas garrafas que hay en las oficinas para que la peña beba agua y no se deshidrate y muera. En la oficina de VICE teníamos agua de esa marca y varios nos encontramos con "problemas" durante el fin de semana.

A las seis de la mañana del sábado me levanté por culpa de unos sueños raros —le estaba construyendo un muro a un anciano y el tío lo quería muy alto y yo no tenía escaleras TAN altas (¿?)— y me vi obligado a levantarme y potar. La cerveza del día anterior seguramente había ayudado a destruir mi estómago pero no se trataba simplemente de una resaca infernal. Varios compañeros se encontraban en la misma tesitura que yo.

Maldita sea, ese día tenía grandes planes; aparte de ser el Record Store Day quería asistir a la "Festa do pincho de grelos" y al "Salón de las redes sociales", planes muy apetecibles que ahora se veían truncados. Creedme, si sois una forma de vida con intestinos, no hagáis nunca planes. Mi estado era lamentable, mi cuerpo no tenía fuerzas para nada, solo para defecar agua. Descansé varias horas y por la tarde logré salir de la cama y dirigirme al evento que había organizado la tienda Dead Moon Records. Suero fisiológico en mano me dirigí bravo y valiente a la tienda y logré aguantar varias horas. Al no poder beber ni un trago no disfruté tanto de la velada. Triste revelación, sin duda.

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Realidad: 250 (¿?)

Yo soy el tipo ese de abajo a la derecha. Foto vía

Domingo 17 de abril

El domingo aún me estaba recuperando de mi periplo intestinal pero tenía la obligación moral de asistir a una meditación comunitaria que se hacía en la playa de Barcelona. Yo no tengo ni idea de yoga, meditación, magia ni infusiones pero al planear mi semana de eventos de Facebook encontré coherente terminar con un evento que me proporcionara ciertas condiciones para analizar la semana que había vivido. Una semana llena de actividad, de fracasos, de miedos, de superación, de excesos, de amistad y de descubrimientos.

Allí, con el Mediterráneo ante mí, vislumbré a un hombre capaz de superar las adversidades pero, aún más importante, vi como el frenético tren de vida que proporciona toda esta ristra de eventos de Facebook, por interesantes que puedan llegar a ser, no tiene nada que envidiarle al siempre agradable y revelador hecho de que sentarse y, de vez en cuando, pensar, no está del todo mal.