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Cultură

¿Por qué no hay un partido de extrema derecha fuerte en España?

En Europa es una de las fuerzas que más crece y sin embargo aquí ni están ni se les espera.

El pasado lunes se hizo oficial la , unas elecciones que se prevén como las más reñidas de la historia de la democracia y en las que la "nueva política" podría poner en jaque a los partidos de toda la vida. La diferencia respecto al resto de Europa es que ninguno de estos nuevos partidos se mueve en el ámbito de la ultraderecha.

convocatoria de elecciones generales para el 20 de diciembre

Ahora mismo en la mayoría de países europeos la extrema derecha es la única fuerza fuera del espectro tradicional que se mantiene – cuando no crece. Mientras su contraparte, la izquierda alternativa, se ha ido desinflando progresivamente – solo hace falta ver como la caída de Podemos desde las elecciones generales o la desilusión de Syriza – los ultras no han hecho sino crecer y de hecho en algunos países de Europa como Dinamarca o Austria se han convertido en los partidos claves para el gobierno. No solo eso, sino que además han hecho que los partidos tradicionales – socialdemócratas y conservadores por igual – adopten algunos puntos de la extrema derecha – como el cierre de fronteras, el euroescepticismo o el rechazo a la inmigración – para frenar su avance y mantenerse en el poder.

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En España en cambio, a pesar de que la extrema derecha tuvo el control político, social y económico del país durante los cuarenta años de la dictadura, no hay ningún partido de este tipo que ahora esté despuntando y que se esté aprovechando de la crisis o del miedo a la inmigración para crecer. De hecho, en las últimas elecciones municipales Plataforma per Catalunya, la única formación ultra que había conseguido resultados considerables, perdió la mayoría de sus concejales, pasando de 67 a 8 en solo cuatro años.

La mayor parte de la gente que ha hablado de esto suele concluir que en España no existe la extrema derecha porque la gente que votaría a ese tipo de partido ya tiene al PP. Es un argumento que además la izquierda utiliza para estigmatizar a los populares como si por repetir mil veces una mentira esta fuese a convertirse en verdad. Está claro que el PP fue creado por un exministro de Franco como fue Fraga para – según el propio ideario de Alianza Popular – intentar evitar " la voladura de la obra gigantesca de los últimos cuarenta años" [de dictadura] y que ha tenido siempre entre ellos a exfranquistas, a sus hijos y a sus nietos, pero eso no significa que sea un partido de extrema derecha, sino que el régimen de Franco – que sí lo era – era algo mucho más complejo y dentro él había muchas familias políticas que peleaban entre ellas – a veces incluso con muertos – y que una de ellas era la derecha más aperturista y económicamente liberal – la del destape, las suecas y el Spain is different - de la que nació el PP, que aunque sea igual de rancia y casposa que la otra, está muy lejos de ser una extrema derecha que tenga algo que ver con los Demócratas Suecos, Jobbik o la FPÖ, ya ni hablamos de Amanecer Dorado.

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Además, los estudios han demostrado que los sitios donde los partidos de extrema derecha han conseguido más votos son en zonas dominadas tradicionalmente por los partidos socialistas y comunistas, que en muchos casos son las zonas obreras del país que fueron cambiando de bando poco a poco conforme la izquierda se mantuvo a favor de la inmigración, un cambio que se empezó a notar a partir de los años 90. Lo que vengo a decir con esto es que hoy en día, quien vota en buena parte de Europa a la extrema derecha no son los paletos y los señoritos que votan aquí al PP, ni está tampoco apoyada por las élites económicas del país que son las que apoyan siempre a la derecha liberal – como demostró claramente el retorno de Sarkozy, por ejemplo – porque de hecho las patronales europeas son las primeras interesadas en que siga el flujo migratorio, que para la ultraderecha es el principal problema.

Otra de las teorías dice que si este tipo de partidos no funcionan es porque siguen siendo un puñado de nostálgicos del régimen – que lo son – y que están demasiado peleados entre ellos – que lo están -; preocupándose más por los personalismos y los matices, lo que hace que haya tres o cuatro falanges diferentes y otros tantos partidos que por mucho que bailen las siglas, vienen a ser lo mismo pero sin embargo son incapaces de aguantar más de un año en una coalición electoral sin que el invento – La España en Marcha - salte por los aires.

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Tampoco será porqué los españoles seamos especialmente tolerantes o progresistas, solo hace falta ver como aplaudía el público de Sabor a Ti a Manuel Canduela – actual líder del partido ultra Democracia Nacional y exmilitante del grupo nazi Acción Radical – cuando criticaba la inmigración y soltaba el discurso típico de la extrema derecha, para escándalo del resto de los tertulianos y de la propia Ana Rosa Quintana, que no sabía donde meterse.

Viendo esto o la victoria aplastante de Albiol – dos veces seguidas, aunque la segunda no ganó – en Badalona – una ciudad en la que durante años gobernaron los comunistas – y lo popular que se hizo Anglada en buena parte de Cataluña , lo que está claro es que hay muchos españoles – más de los que nos gusta admitir – que si viviesen en Francia no se lo pensarían dos veces antes de votar a Le Pen.

¿Entonces por qué en España la extrema derecha son los garrulos con esvásticas tatuadas que van a Montjuïch a celebrar el 12 de octubre?

Para algunos historiadores como José Luís Rodríguez Jiménez, esto no tiene que ver con la falta de posibles bases, ni con la ineptitud de sus líderes – que también –; ni siquiera con el PP. En su libro defiende que la extrema derecha del resto de Europa, la que sobrevivió a la II Guerra Mundial, se estuvo modernizando constantemente durante cincuenta años, un tiempo durante el cual se adaptó al mundo en el que vivía y a los cambios de éste, incorporando nuevas ideas y reformulando otras para alejarse de su vinculación con el fascismo y el nazismo, los colaboracionistas, las dictaduras militares, etc., creando un discurso nuevo aunque se basase en lo mismo es capaz de atraer a todo tipo de personas.

En España sin embargo pasó lo contrario. Franco fue el único dictador que apoyó al Eje y vivió para contarlo. Vivió tanto que durante cuarenta años su régimen fue exactamente el mismo por mucho que los nostálgicos digan que fue quien trajo la democracia a España, Paquito quería dejarlo todo "atado y bien atado" para que siguiese igual otros cuarenta años y precisamente por eso hoy no existe un partido de extrema derecha en España. No existe porque durante toda la dictadura a los ultraderechistas no les hizo falta renovarse, modernizarse ni adaptarse a nada, se quedaron congelados en el tiempo, con un discurso cada vez más desgastado y más rancio porque no necesitaban cambiarlo; no tenían que convencer porque ya habían vencido. Si a eso le sumamos que todo lo que ha venido después ha seguido identificándose con la dictadura y ha seguido manteniendo el discurso de los años 30, tenemos la respuesta a por qué en España a pesar de todo no hay un Frente Nacional ni nada por el estilo.

Además todos esos partidos europeos – al menos la mayoría de ellos – han pasado ya de reivindicar el pasado glorioso imperial para reivindicar un pasado menos imperial pero igual de glorioso para los que lo vivieron que era el de los estados del bienestar y la familia tradicional, la Europa de los años 50, un pasado que en España no existió y que como mucho se parecería al que nos han vendido con el mito de la Transición que es lo que quiere vender Ciudadanos. Mirar más atrás sigue haciendo daño a mucha gente.

Así que por mucho que ahora Anglada se empeñe en hacer un nuevo partido y que Democracia Nacional denuncie un supuesto boicot del gobierno a los "partidos patrióticos" para que no puedan presentarse a estas elecciones – como si tuviesen algún tipo de posibilidad – lo que pasa es que ellos y lo que defienden sigue cargando con el peso – un peso que ellos tampoco rechazan – de las águilas de San Juan, el yugo y las flechas y las hostias indiscriminadas, y no han sido capaces – ni lo serán – de convertir sus partidos en alternativas serias que sean atractivas para cualquier ciudadano, como lo son el resto de partidos ultras europeos. Y me alegro de que sea así.