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Noisey

Los falsos mitos sobre la Ruta del Bakalao

Carlos Aimeur reconstruye los años felices de la marcha valenciana, como telón de fondo de su novela "Destroy, el corazón del hombre es un abismo".

Imágenes de la página de Facebook Ruta del Bakalao Valencia

Carlos Aimeur (Valencia, 1972) se posiciona en el lado indie de la música y tiene como gran recuerdo el concierto de Nirvana y Teenage Fanclub en Valencia. Del cartel se cayeron a última hora Surfin' Bichos, que era el tercer grupo de esta mini-gira que también pasó por Madrid en 1992. "Es el concierto mítico de mi generación y eso que Nirvana no tocaron especialmente bien. No conocía a Teenage y cuando descubrí que había como 500 personas que esperaban para verlos pensé: 'hay gente para todo'. Pero luego, tras el concierto, se convirtieron en uno de mis grupos". Viniendo de esa escena, al periodista y escritor valenciano le cayó literalmente la Ruta del Bakalao encima. Como a él le gusta decir.

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Pasaba sus veranos cerca de Puzzle, uno de los templos de la música. Y durante sus años de Facultad comenzó a escribir una historia (una crónica juvenil) que tiene como telón de fondo esos escenarios. Influido por la publicación de Historias de Kronen, de José Ángel Mañas -donde curiosamente se hablaba del concierto de Nirvana en la capital-, escribió parte de la novela, que fue a parar a un cajón. Ahora, más de dos décadas después del certificado oficial de defunción de la Ruta, ha terminado Destroy, el corazón del hombre es un abismo (Drassana,2015). Hablamos con él sobre aquellos años de los que fue testigo y sobre qué hay de verdad sobre tantos mitos los días de techno, carreteras, parkings y mucha diversión. Esa pequeña Ibiza de los noventa para los meses de invierno.

Vice: ¿Dónde estabas tú en 1990?

Carlos Aimeur: Veraneaba en El Saler, así que más que vivir la Ruta del Bakalao ésta me cayó encima. Estuve en la inauguración de Puzzle. Así que mi caso era como si fuera de Manchester y viviera enfrente de The Factory. Era inevitable participar de este movimiento. Eran los comienzos de los 90 y me pilló de pleno, con 18 años. Venía mucha gente de fuera a la Ruta, pero a mí no me interesaba, yo era más del indie. Por aquellos años se habían publicado algunos libros de crónica juvenil y me pareció bien desarrollar una historia. Luego se quedó en el cajón y publiqué otros libros. Los escritores no paramos de escribir.

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¿Cuándo decides recuperar la historia de Destroy?

Hablando con Kike Jaén, dj de Puzzle, me dijo que la Ruta se acabó cuando empezó a salir a la calle gente que no podía hacerlo sin bozal (risas). Me parecía interesante recuperar la Ruta, su lado oscuro y esa Valencia de los 90… Los protagonistas son tres jóvenes y cada uno representa una droga de las que fueron populares aquellos años. Una se identifica con la heroína, otro con la cocaína y un tercero con las pastillas. Pero no es el típico pastillero descerebrado, que podemos imaginar de aquella época, no es un poligonero que no sabe distinguir una canción de Front 242 del Latin-house.

¿Es autobiográfica?

He intentado evitar introducir detalles de mis vivencias, aunque al final es una mezcla de ficción y realidad. Quería que los personajes tuvieran una entidad propia dentro de la novela.

¿Fue para tanto la Ruta?

Un poco en el libro trato de resolver qué llevaba a 30.000 personas a salir a la vez en una misma zona. Es todo un fenómeno. Incluso gente ajena a la música techno, como yo, se acercaron por ahí. Y todo esto, años antes de que se inauguraran las macrodiscotecas y del fenómeno de los parkings.

Además de toda la leyenda negra que la rodea, ¿qué aportó la Ruta de novedoso al panorama nacional?

Era algo totalmente nuevo. Se trataba de discotecas modernas. Mientras fuera, en el resto de España, todo parecía anclado en el pasado, aquí había modernidad. Pero de verdad. La música era moderna, pero también el diseño, con los logos y el merchandising, incluso los rayos láser y aquel humo blanco que caía. Una vez leí a una científica que decía que en las discotecas había más rayos láser que en un laboratorio. Todo esto es lo que aportó de novedoso, algo que no se había visto hasta entonces.

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Y el tema de las drogas, ¿mito o realidad?

Yo creo que este punto se ha mitificado. Drogas hay en todos los lados, sobre todo las que son más sociales como la cocaína o la marihuana. En aquella época lo que estaba más de moda era la anfetamina. Y había mucha mitología en torno a las pastillas. Se decía que si se tomaban con alcohol no hacían el mismo efecto y veías a todo el mundo bailando con su botellita de agua. Y si ibas a pedir un whisky a la barra, el camarero te miraba raro.

¿Cuánto duró realmente?

Tampoco llevó a generar un movimiento cultural a su alrededor, una corriente musical. Y nos han quedado algunos personajes que son como las 'mascotas' de la Ruta. La gente se divirtió mucho, eso es cierto. Luego llegaron las macrodiscotecas, que eran deleznables, pero antes había cierta clase y eso que te decía antes: modernidad. Ahora con la Ruta es como con cosas de la infancia, que se añora. Hay una cierta idealización, como esa gente que se pone camisetas de Los Goonies porque la vio de pequeño. Pero si la volviera a ver no lo haría.

Musicalmente, ¿aportó?

Mira, yo tenía un primo de Ávila, muy fan de la música electrónica, que cuando venía a Valencia íbamos a discotecas y le pedíamos a DJs amigos primero cintas y luego CDs de sus sesiones. Tengo que reconocer que algunas tenían mucha clase. Obviamente no era como Manchester a este nivel, pero sí era muy avanzado respecto al resto de España. Era una pequeña Ibiza para los meses de invierno.

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¿Qué sonaba?

Pues empezó alrededor del techno industrial. Por aquella época, los primeros recopilatorios de Máquina Total publicaron temas realmente buenos, grandes selecciones. Había cosas con mucha clase, como cuando pinchaban Poem Without Words de Anne Clark o cerraban una sesión con My Way de Nina Simone. Luego todo esto se fue poco a poco perdiendo. En realidad, casi todo eran grupos y artistas de un solo éxito, lo que les daba un aire más secreto. Conseguir un tema suyo en disco era todo un reto.

Háblanos un poco de los sitios, de tus favoritos.

Yo soy un poco mainstream. Ya te comenté que vengo del indie. Había pequeños clubes que estaban muy bien y luego las clásicas. Puzzle, Barraca o Don Julio, que era una antigua sala de fiestas y bailes a la que por hacer la gracia la rebautizaron como NOD.

Gracias Carlos.