Salimos de fiesta con los club kids de Barcelona

FYI.

This story is over 5 years old.

Fotos

Salimos de fiesta con los club kids de Barcelona

Durante la semana estudian o trabajan, el fin de semana son un poco diferentes.

Conocí a Albert (Ak Bnjam) una noche en el Raval cuando él pasó a mi lado con sus amigos: parecían extraterrestres que acababan de aterrizar. Tuve la sensación de que estaba ante unos personajes salidos directamente de una novela de ciencia ficción de la que nunca había oído hablar.

Hoy he quedado con él para salir de fiesta. Nos encontramos a las 8 en la parada de metro Paralel, en un local que les deja un amigo dónde suelen quedar para vestirse. Él y sus amigos son los primeros Club Kids de Barcelona. Son: Alba LecPinkter, La Carpa Asesina, Bienvenida Yerebob, Ak Benjamin, Hi Lalzie Lals y Apolonio Martínez. Todos rondan la veintena, viven en Barcelona y durante la semana estudian o trabajan.

Publicidad

Los Club Kids surgieron en Nueva York en los años noventa; eran famosos por sus vestimentas elaboradas y estrafalarias y por un consumo de drogas constante y abusivo. Se dedicaban a ir a las fiestas para atraer clientes a partir de sus vestidos y su actitud escandalosa. Aquellos Club Kids también son famosos por organizar fiestas ilegales en lugares públicos, como una tienda de Donuts o en el metro de Nueva York. Su filosofía se basaba en convertir la vida en una fiesta constante llena de purpurina y plataformas.

Cada uno se prepara su look, lo escogen según ellos se sienten y dependiendo de lo que quieran mostrar esa noche. Cada fin de semana preparan un look distinto y a veces cambia mucho. "No tenemos por qué ir siempre igual", me comenta Albert, mientras se pone los collares que usará esta noche, y me insiste en que ellos son "transformers". Van regando el ánimo de fiesta con alcohol y se preparan para disfrutar de más de 12 horas en las que se dejarán ir, serán ellos, olvidarán lo que son durante la semana y se sumirán en una orgía de colores y maquillaje.

A las 21:30 salimos para Plaza Reial, donde nos encontraremos con más amigos suyos. Hemos quedado en el Ocaña, un lugar capital de la Barcelona underground y nocturna. Las chicas que trabajan fuera se alegran de verlos "¡Es genial que vengáis aquí aunque no consumís nada, vais divinos!", y ellos sonríen mientras hacen continuas escapadas al baño en grupos de dos.

Publicidad

A la 1:30 nos dirigimos hacia el City Hall, después de tener algunos problemas para entrar en el Moog a causa de los pantalones azules de chándal de La Carpa. Dentro bailan a ritmo de tecno, como dentro de una hipnosis general. Poco a poco el ánimo se va transformando en algo más visceral, más directo y dentro de su salsa. A ratos salen fuera a fumar y se encuentran con más conocidos. Todos parecen conocerlos.

A las 4:30 deciden que ya tienen suficiente de este sitio y nos dirigimos a la zona del Moog en busca de alguien que les proporcione un after (no creáis que esto se iba a acabar aquí). De camino, Albert se para a cada rato a hablar con la gente, animado. "Hay gente que cuando nos ve, lo entiende. Gente que nos sonríe, o nos saluda. Después de haber tenido dificultades creciendo de pequeños y de sentirnos incomprendidos, causa mucha satisfacción ver cosas así".

Panorama habitual de un sábado en la madrugada: lateros vendiendo cervezas, jóvenes (y no tan jóvenes) merodeando por las calles del Raval. Al no encontrar nada nos sentamos cerca de allí y esperamos a que algunos amigos nos digan dónde podemos ir de after.

5:50. Alguien responde, y nos dirigimos a un after cerca de Joaquin Costa. Somos un grupo de once personas. Yo me arrastro con mi cámara aunque empiezo a desfallecer un poco.

6:30 llegamos al after. Una sala de estar con un par de sofás, una mesa y unas ocho personas. Todos muy felices de vernos. El día va clareando. Algunos se sientan en el suelo, se acarician, otros bailan en medio de la sala y otros miran el móvil ausentes, mientras la mañana de domingo se va presentando clara y impasible.

Publicidad

8:30 Algunos de los que habían ido a comprar alcohol vuelven. Creo que para mí ha llegado la hora de irme a dormir. Para ellos la fiesta sigue, probablemente hasta el mediodía. Esa sala se ha transformado en un parque de atracciones (con globos incluidos) dónde ellos juegan y se olvidan del mundo. El Raval a esa hora tiene un toque irreal y al bajar del edificio me encuentro con Bienvenida Yerebob, sentada en el suelo del patio hablando por teléfono. Tras preguntarme repetidamente si me encuentro dentro de un sueño raro, tomo una última foto y sigo mi camino.

Texto de María Contreras