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Cultură

¿Estás apoyando la violencia cuando compras drogas?

La conclusión es que tratar de poner fin a los problemas relacionados con las drogas es mucho más complejo que limitarse a exhortar a la gente a dejar de consumirlas.

Alguien que destruye el planeta. Foto de Chris Bethell

Algunas personas afirman que cada raya que esnifas, cada pastilla que tomas o cada porro que fumas es un acto profundamente irresponsable. ¿Has considerado, idiota egoísta, los daños causados a los seres humanos y al medio ambiente por el comercio sucio, violento y explotador que conllevan tus drogas? Es un argumento que, en superficie, echa por tierra la clásica defensa del consumidor: ¿Cuál es el problema, siempre y cuando no perjudique a nadie más?

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Es cierto: las drogas no son un producto muy ético, como han señalado diversos artículos sobre las consecuencias generales del consumo de cocaína, hierba, y éxtasis. La cocaína —a pesar de su imagen tradicionalmente sofisticada— es tal vez la menos ética de todas, aspecto que explotan las autoridades para intentar reducir la enorme demanda de este narcótico.

Culpar a los consumidores por los daños causados por el tráfico de drogas es como culpar a los votantes por todo lo que está mal en la política moderna

Culpar a los consumidores por los daños causados por el tráfico de drogas es como culpar a los votantes por todo lo que está mal en la política moderna. No importa cuál sea el escándalo: corrupción, salarios exorbitantes de funcionarios, nepotismo, o que todos los partidos políticos son basura. Al final, al emitir tu voto, la culpa recae sobre ti. Esta lógica se basa en ignorar los otros problemas de la política. Del mismo modo, demonizar a los consumidores de droga por los daños causados por el mercado ilegal de narcóticos es señal de una comprensión demasiado simplista de su mecanismo.

Es casi imposible discernir entre los daños provocados por el negocio de las drogas y los causados por el hecho de que se trate de una industria criminalizada.

La producción de estupefacientes perjudica a la selva tropical del Amazonas, pero solo porque allí es donde se ocultan los laboratorios de cocaína, que liberan sustancias tóxicas en el medio ambiente. Las mulas mueren al tragarse las bolas de coca, pero solo por el juego del gato y el ratón que se lleva a cabo en los aeropuertos.

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Una mula puede cargar fácilmente hasta cinco kilos en una tabla de surf especialmente construida o una maleta, pero solo puede tragar cerca de un kilo. La única razón por la que los contrabandistas hacen esto es por la aparición generalizada de máquinas de rayos X en los aeropuertos.

Es casi imposible discernir entre los daños provocados por el negocio de las drogas y los causados por el hecho de que se trate de una industria criminalizada

Los abundantes beneficios que se obtienen con la producción y el tráfico de drogas provocan que en su compra-venta implique un cóctel tóxico de armamento, Estados con poca autoridad, lucha política, crimen organizado y corrupción, desde Nápoles y Ciudad de México a Guinea Bissau.

El mercado ilegal de narcóticos no funciona del todo como uno legal, a pesar de que existen algunas similitudes. Por ejemplo, en ocasiones el consumo de drogas puede verse impulsado por su disponibilidad y no por la demanda del consumidor: esto puede apreciarse en el crecimiento del consumo de estupefacientes en las zonas de producción y las rutas comerciales, como por ejemplo en África Occidental.

Lo que es innegable es que las decisiones de los consumidores tienen un impacto mínimo en comparación con intentar regular el comercio a gran escala

Los consumidores tienen poco control o influencia en comparación con los mercados legales. ¿Podría un boicot masivo de cocaína en algún país prevenir los daños relacionados con el comercio? Improbable: los cárteles simplemente buscarían nuevos mercados en otros sitios.

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La conclusión es que tratar de poner fin a los problemas relacionados con las drogas es mucho más complejo que limitarse a exhortar a la gente a dejar de consumirlas.

Lo que es innegable es que las decisiones de los consumidores tienen un impacto mínimo en comparación con intentar regular el comercio a gran escala, una medida que podría reducir bastante los daños generados, de la misma manera que el fin de la ley seca significó un duro golpe para los traficantes de alcohol en Estados Unidos. En la actualidad, por ejemplo, los cárteles mexicanos sufren cada vez más pérdidas económicas mientras Estados Unidos toma medidas para legalizar los mercados del cannabis.

Hojas de coca. Foto de Georgina Lawson

El comercio de narcóticos no es una actividad inmunda en sí misma, o por lo menos no más que la del café. El cultivo y procesamiento podrían hacerse de una manera respetuosa con el medio ambiente. La planta de coca crece con facilidad, lo que requiere un uso casi nulo de pesticidas, y se puede plantar junto a otros cultivos de alimentos, lo que la convierte potencialmente en un cultivo sostenible.

No hay ninguna razón por la que no pueda existir el comercio justo de cocaína, incluso como un cultivo "ecológico" vinculado al desarrollo sostenible y al alivio a largo plazo de la pobreza. La violencia y la corrupción son casi innecesarias para que funcione el comercio. Si se regulara la distribución de narcóticos, se eliminaría una gran parte de la intervención de las bandas criminales, lo que reduciría drásticamente la violencia y la explotación. Este escenario depende de la legalización, no de un boicot mundial.

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La mayoría de los consumidores no están contentos de tener que formar parte del engranaje de un comercio corrupto y perjudicial

Pero seamos realistas: el fin de la prohibición de la cocaína no va a ocurrir en un futuro próximo. Aunque la mayoría de los consumidores no están contentos de tener que formar parte del engranaje de un comercio corrupto y perjudicial —y son algunos de los principales defensores de la reforma a las leyes sobre drogas— no pueden utilizar su mundo ideal como una muleta; tienen que tomar una decisión moral fundamentada en el presente.

Tom Wainwright, autor de Narconomics, una investigación sobre la industria mundial de las drogas, explicó: "El sistema actual de prohibición hace que sea imposible comprar drogas como la cocaína sin aportar dinero a los asesinos en masa. Sin duda, ante estas circunstancias, la única opción moralmente correcta es no comprarla, en lugar de continuar con el envío de dinero a El Chapo y compañía. Imagina pagar por sexo con prostitutas vñíctimas de la trata; 'si la prostitución fuera legal los traficantes quedarían fuera del negocio, así que no es mi problema'. No es muy convincente, ¿verdad? Determinar que el enfoque del gobierno es incorrecto y es precisa una reforma no significa que los consumidores ya no tengan que pensar adónde va a parar su dinero".

El consumo ético es un campo minado. Prácticamente nada de lo que compras a través de la economía mundial es completamente ético, ni siquiera los anacardos. Incluso nuestros amigos más cercanos, los iPhones, se forjan en las entrañas del infierno. Escoger qué hacer con tu propio dinero es un asunto personal.

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Tal vez esa bolsa de cocaína que compraste esté financiando a los sicarios de un cártel. Tal vez ayudó a pagar una semana de alimentos para una familia desamparada

Pero a diferencia de los mercados legales, los compradores de drogas no tienen opción a la hora de conseguir las sustancias. Quién sabe, tal vez esa bolsa de cocaína que compraste esté financiando a los sicarios de un cártel. Tal vez ayudó a pagar una semana de alimentos para una familia desamparada de agricultores colombianos, para quienes el cultivo de coca es la única manera de ganar dinero. La ilegalidad del comercio hace que sea imposible saberlo.

Entonces, ¿qué puede hacer un consumidor preocupado si quiere consumir drogas de manera ética? La única manera de evitar la explotación, el daño ambiental y la corrupción podría ser la del cultivo propio, aunque cultivar marihuana es una empresa trabajosa. Eso sí, el cannabis casero no cuenta con kilometraje de alimentos, y los productores incluso están desarrollando una producción que utilice menos energía. Este tipo de cultivo también le quita ganancias al crimen organizado que participa en las granjas de marihuana vinculadas al tráfico de niños.

Hasta el momento, no existe una cocaína que sea ética, a pesar de algunas afirmaciones que indican lo contrario. Si quieres cocaína pero te preocupa adónde se está yendo tu dinero, esnifarla solo ayudará a narcotizar tu culpabilidad. Tómate una pastilla y lo último que pensarás es en los productos químicos que se han vertido en los bosques para su preparación. Los consumidores de drogas que quieren ser éticos están en un aprieto existencial, y son obligados a actuar con hipocresía.

Pero olvídate de toda la angustia y de la hipocresía: el daño más tangible para las personas y el medio ambiente surge de la penalización de estas plantitas verdes y los estados mentales. Si regresamos a lo esencial, es deliberadamente negligente y en última instancia inútil —e hipócrita— hacer responsables a los consumidores por el rastro de sangre derramada. La causa fundamental de la carnicería humana y ambiental es el sistema que creó este embrollo en primer lugar.

La doctora Jennifer Fleetwood es profesora de Criminología en la Universidad de Leicester.

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